Ella salió lentamente, con el pelo cepillado y la cara lavada. Él se dio cuenta de que seguía llevando el camisón que se había puesto la noche anterior.
Y también se dio cuenta de que no llevaba al cuello el angelito con el que se había acostado la noche anterior.
Mientras Trent estaba sentado en la sala de espera de la consulta de obstetricia, leía el folleto de información sobre el aborto que le había dado una de las enfermeras. Rebecca estaba pasando por un procedimiento normal en aquellos casos, por el que se aseguraba que no quedaba nada de la maternidad frustrada en su cuerpo después de la pérdida del bebé.
Había tenido que firmar papeles y documentos de descargo de responsabilidad y leer advertencias que hicieron que le ardiera el estómago y se le acelerara el corazón. Sin embargo, no había permitido que Rebecca notara nada de todas aquellas emociones. Había examinado los papeles con cuidado y los había firmado sin demostrar ni una señal de lo que sentía.
De hecho, no estaba seguro de que sintiera nada en concreto. Seguía sintiéndose entumecido.
Al cabo de unos minutos de espera, se acercó al teléfono público de la sala, puesto que una enfermera malhumorada le había informado de que debía desconectar el teléfono móvil, y llamó a su hermana Katie a Crosby Systems.
– ¿Dónde demonios estás? -le preguntó ella.
Él siguió la vía calmada y racional también con ella. Había llamado a Claudine y le había explicado lo del aborto, así que su hermana lo sabía. En aquel momento, le explicó a Katie los detalles de la estancia de Rebecca en el hospital.
– Oh, Trent -le dijo Katie. La voz de su hermana, llena de cariño y preocupación, hizo que Trent se frotara el pecho con la palma de la mano.
– Todo va a ir bien -le dijo él-. Todo irá bien.
– ¿De verdad?
– Claro. Ya lo verás.
– ¿Me llamarás si Rebecca y tú necesitáis algo?
– Claro que sí.
Cuando colgó, el reloj de la sala de espera apenas había avanzado, así que llamó a su hermano Danny.
– Sólo quería saber qué tal estás -le dijo, al oír la voz de su hermano al otro extremo de la línea.
– ¿Estás bien? -le preguntó Danny.
– Claro. ¿Y tú?
Trent oyó un suspiro.
– Trent, acabo de hablar con Katie. Sé lo que ha ocurrido.
– Bueno, no te preocupes, puedo manejarlo.
Aunque se alegraba de oír la voz de su hermano, Trent era quien siempre había cuidado de él, igual que de Katie y de Ivy. Cuando Danny era completamente infeliz en la academia militar a la que lo habían enviado sus padres, fue Trent quien insistió en que su padre lo sacara de allí. Cuando Danny había caído en un pozo de drogas y de alcohol, había sido Trent quien lo había sacado de allí y le había devuelto a la vida y al negocio familiar.
– Tú siempre puedes manejarlo todo -convino Danny.
Seguro de que aquella afirmación lo calmaría, Trent se despidió y colgó. Sin embargo, a los cinco minutos de estar sentado en la incómoda silla de la sala de espera, volvió al teléfono.
En aquella ocasión, cuando oyó el saludo de su hermano, la fachada que había estado sosteniendo, quizá durante toda la vida, se vino abajo.
– Tengo un problema -se oyó decir a sí mismo.
– ¿Quién es? -respondió Danny.
– Tu hermano, por el amor de Dios. Tengo un problema y no sé qué hacer.
Hubo un largo silencio al otro extremo de la línea.
– Danny, ¿estás ahí?
– Lo siento, estaba demasiado sorprendido por lo que me has dicho.
– Muy gracioso.
El buen humor se desvaneció de la voz de Danny.
– Sé que no lo es, Trent. Es que llevas tanto tiempo con la capa de superhéroe que verte sin ella me resulta muy extraño.
– Superhéroe. Dame un respiro.
– Nunca te lo dimos, ¿verdad? -respondió Danny-. Ni mamá, ni yo, ni nuestras hermanas, ni tampoco papá, cuando te pasó todos los dolores de cabeza de la responsabilidad sobre tus hermanos pequeños y sobre Crosby Systems.
Trent frunció el ceño.
– A mí se me da muy bien todo eso -afirmó.
– Claro. ¿Es que hay algo que no se te dé bien?
– Rebecca -dijo él-. Quizá haya cometido un error con Rebecca.
– Primero un problema, ¿y después admites que has cometido un error? -Danny se rió-. No me lo puedo creer.
– He dicho que quizá. Y, ¿por qué demonios te estás riendo de mí? Por primera vez en nuestra vida te llamo para que me ayudes y tú te ríes -dijo él, y respiró profundamente-. Tengo miedo, Danny. Tengo miedo de perder a Rebecca.
– Demonios, Trent -dijo Danny, con la voz ronca por la emoción de haber perdido a su hijo y a su esposa-. Está en buenas manos en el Hospital General de Portland, ¿no?
Trent cerró los ojos fuertemente.
– Creo que se pondrá bien, sí. Pero tengo miedo de que me deje después de esto.
Ya lo había dicho. Y el miedo no se mitigó, ni le resultó más fácil de soportar bajo aquella luz fría de los fluorescentes.
– No se lo permitas -le respondió Danny-. Aférrate a ella. Retenía con cualquier cosa que se te ocurra. No te rindas.
Trent suspiró.
– Los Crosby nunca nos rendimos -dijo.
– No, no nos rendimos -afirmó Danny, con una certidumbre que hizo que Trent se diera cuenta de que estaba pensando en Noah, que había desaparecido cuatro años atrás, pero que vivía en el corazón de su hermano. Entonces, Danny le dio un último consejo-: Llama a Katie. Cuéntale todo lo que me has dicho a mí.
Trent lo hizo. Y entonces, en un abrir y cerrar de ojos, Katie estaba a su lado en el hospital, dándole café y sándwiches.
– ¿Qué estás haciendo aquí? -le preguntó. El café estaba delicioso, y el sándwich era de pastrami, su favorito.
– Cuidarte, por una vez.
– Está bien.
– Y he venido también a darte mi mejor consejo en persona.
Él la miró con los ojos entornados.
– ¿Y cuál es?
– Si quieres tener a Rebecca en tu vida, Trent, tienes que decirle la verdad. Tienes que correr ese gran riesgo, hermano, y decirle que te has enamorado de ella.
Él fingió que aquella idea no le producía una sensación fría y aguda de miedo.
– ¿Y cómo sabes que estoy enamorado?
Su hermana pequeña se rió.
– Qué pregunta más tonta. Lo sé porque te conozco, Trent.
Capítulo 13
Tumbada de costado sobre la cama, Rebecca se despertó pero mantuvo los ojos cerrados. Era de noche. Ella no lo veía a través de los párpados cerrados, pero lo sentía. Lo notaba por los sonidos apagados que le llegaban desde el pasillo, a través de la puerta de su habitación del hospital.
No habría sido necesario que se quedara ingresada aquella noche, por supuesto. Pero sus amigas del hospital habían insistido en que lo hiciera, y ella estaba tan preocupada por otras cosas que no había protestado.
Había perdido al bebé.
Al pensarlo de nuevo, automáticamente se llevó las rodillas hasta el pecho, como si quisiera proteger la vida que estaba creciendo dentro de ella. Pero ya era demasiado tarde.
– ¿Rebecca? -le dijo una voz femenina con suavidad-. ¿Estás despierta?
Era una enfermera que había entrado a tomarle la presión sanguínea, pensó. Y abrió los ojos.
En vez de una compañera de trabajo, la persona que estaba frente a ella era Katie Logan, sentada en una silla junto a Trent.
– Sí, estoy despierta -respondió ella, hablándoles a los dos-. ¿Qué hora es?
Katie miró la hora en su reloj de muñeca.
– Casi las once. Debería irme, pero quería hablar contigo antes de marcharme.
Rebecca parpadeó.
– ¿Necesitas algo?
Katie sacudió la cabeza.
– No, no. Sólo quería decirte que Peter y yo sentimos mucho lo que ha ocurrido, y preguntarte si tú necesitas algo -le dijo, y los ojos se le llenaron de lágrimas. Entonces, miró a Trent con culpabilidad-. No me voy a poner a llorar. Trent odia los llorones.
– No necesito nada, Katie -respondió Rebecca. «Salvo recuperar a mi bebé»-. Pero gracias por preguntar.
Katie alargó el brazo para darle unos golpecitos en la mano a Rebecca.
– Yo… -dijo, y se interrumpió con un pequeño sollozo.
– Di adiós, Katie -le dijo Trent, con la voz calmada pero con un tono implacable-. No queremos vernos obligados a llamar a los servicios de emergencias para que contengan la inundación.
Su hermana asintió.
– Adiós, Katie -le dijo Rebecca-. Y gracias de nuevo.
Cuando Katie salió de la habitación, Rebecca se quedó a solas con Trent. Inspiró profundamente y después espiró.
– No me esperaba que estuvieras aquí.
– ¿Y dónde esperabas que estuviera? -le preguntó él.
Trent se inclinó hacia delante. Apoyó los codos sobre las rodillas y la cabeza en las manos.
Rebecca se encogió de hombros, con la vista fija en sus dedos. Por primera vez, se dio cuenta de que tenía pequeñas cicatrices en los nudillos de la mano derecha. Rebecca le tocó una con la punta del dedo índice.
– ¿Cómo te hiciste eso?
Él no se molestó en mirarlas.
– Le di un puñetazo a la pared.
– ¿Tú?
Darle puñetazos a las pareces parecía algo muy vehemente para Trent Crosby, el controlado e invulnerable hombre de negocios.
– Fue después de que muriera la mujer de Danny.
Dijo aquellas palabras sin pasión alguna, pero el hecho de que se hubiera comportado así después del suicidio de su cuñada significaba que Trent había sentido emociones muy fuertes. Y el hecho de que fuera capaz de sentir de una manera tan fuerte era algo que ella nunca había presenciado.
– Debió de ser muy difícil.
– Sí -dijo él, y se incorporó en la silla-. Pero ya está bien de eso. ¿Cómo te encuentras?
– Bien.
Trent arqueó las cejas.
– Estoy cansada, pero no me duele nada.
Él abrió la boca como si fuera a decir algo, pero después la cerró. Con un pequeño gesto de la mano, señaló una mesilla con ruedas que había junto a la cama.
– La gente te ha traído cosas.
– Oh -dijo ella, y asintió. En la mesilla había un enorme ramo de flores de sus compañeras del hospital y pequeños ramilletes que le habían enviado sus amigas más íntimas de la plantilla-. Supongo que todo el mundo del hospital se ha enterado del aborto.
– Sí.
El tono neutro de Trent hizo que Rebecca lo mirara a la cara de nuevo. Y vio una expresión nueva. En realidad, su primera expresión. Desde que le había dado la noticia del aborto aquella mañana, él había estado evasivo. Dios Santo, ¿había sido aquella mañana? A Rebecca le parecía una eternidad.
La vida de Eisenhower.
Se le encogió el corazón de la tristeza y dejó caer la cabeza en la almohada de nuevo. Tenía los ojos llenos de lágrimas.
«A él no le gustan los llorones», le había dicho Katie.
Rebecca cerró los ojos para que Trent no pudiera ver lo cerca que estaba de llorar.
Cuando los abrió de nuevo y lo miró, se quedó sorprendida al ver la extraña expresión de su cara. Parecía como si Trent se sintiera azorado, o inseguro, o…
Triste.
Ella no había pensado en que la pérdida de aquel bebé también pudiera ser una pérdida para él. Sin embargo, durante todo el tiempo, desde que ella lo había llamado en mitad del baile la noche anterior, Trent había tenido una actitud estoica, y ella no había pensado en lo que él podría sentir.
¿Qué estaba sintiendo?
Como si estuviera intentando evitar su mirada, Trent tomó el mando de la televisión y comenzó a inspeccionarlo.
Quizá debieran compartir sus pensamientos el uno con el otro. Quizá eso hiciera que se sintieran mejor. Quizá de aquel modo Rebecca no se sintiera tan sola.
De repente, la televisión se encendió. Trent y ella se volvieron automáticamente hacia ella.
– En cuanto a las noticias locales, se sabe que Everett Baker, detenido con cargos de robo y secuestro, entre otros, ha despedido hoy a su abogado de oficio y se ha declarado culpable de todas las acusaciones.
Everett Baker. Todos los cargos.
Ella notó un escalofrío.
Rebecca apenas había pensado en Everett Baker desde aquella noche en que Trent y ella habían cenado en casa de Katie y Peter. Aquella noche, en la que más tarde, Trent le había susurrado al oído que hicieran un bebé. Rebecca se había permitido creer en lo suyo aquella noche.
Sin embargo, en aquel momento supo que tenía que enfrentarse a la verdad. Ella estaba embarazada de Trent por una gamberrada maliciosa. Trent no había querido tener un hijo, y no había querido tener a Rebecca en su vida.
Se había visto atrapado en una situación que él no había deseado.
La emoción que ella acababa de percibir en su rostro probablemente no fuera otra cosa que alivio. Ya no tenía que seguir casado con la enfermera Rebeca. A ella se le llenaron los ojos de lágrimas de compasión por sí misma.
"A tu Lado" отзывы
Отзывы читателей о книге "A tu Lado". Читайте комментарии и мнения людей о произведении.
Понравилась книга? Поделитесь впечатлениями - оставьте Ваш отзыв и расскажите о книге "A tu Lado" друзьям в соцсетях.