¿Y si Allyson no llegaba a tener una verdadera cita amorosa, ni un novio, ni marido? ¿Y si no conocía la maternidad? ¿Se truncaría así su vida, con quince efímeros años? Esta perspectiva le provocó un nuevo acceso de llanto.

Trygve apretó su mano y la mantuvo sujeta-.

No cedas al pánico, Page.

Has de sobreponerte.

– ¿Cómo quieres que lo haga? ¿Cómo puedes ni siquiera decirlo? -Page apartó la mano y sus sollozos arreciaron-.

Quizá Allie no sobreviva, quizá acabe igual que el chico del coche.

– Thorensen bajó la cabeza alicaído, y ella, tras sonarse la nariz con pavor y desesperanza, volvió a mirarle-.

¿Bebieron más de la cuenta? -Fue lo primero que supuso al pensar en un accidente de aquellas características, donde el conductor era un joven de diecisiete años.

– Lo ignoro -repuso Trygve-.

La enfermera me ha comentado que les han sacado muestras de sangre para comprobar los índices de alcohol.

Es de suponer que habrán tomado alguna copa -añadió con desánimo.

Un periodista se acercó a ellos.

Les había observado un buen rato mientras hablaban, y Trygve le había visto hacer pesquisas con la enfermera de recepción después de interrogar al policía.

Page continuaba llorando cuando aquel hombre les abordó.

Vestía vaqueros y una camisa de cuadros escoceses, llevaba zapatos de deporte, exhibía en el pecho un carnet de prensa y portaba un pequeño magnetófono y un bloc de notas.

¿Señora Clarke? -preguntó directamente, erguido al lado de Page y atento a sus reacciones.

– ¿Sí? -contestó ella, tan aturdida que le tomó por un médico.

Le miró despavorida, mientras Trygve le ojeaba con recelo.

¿Cómo está Allyson? -se interesó como si conociera a la accidentada.

Le había sonsacado el nombre a la enfermera.

– No lo sé.

He creído que usted me lo diría.

– Trygve hizo una mueca y Page reparó en la tarjeta identificativa del sujeto, con su fotografía, el nombre y el logotipo del periódico-.

¿Qué quiere de mí? -Aquella intrusión la desconcertaba y aumentaba aún más sus aprensiones.

– Sólo ver cómo se siente y cómo va su hija Allie.

¿Conocía a Phillip Chapman? ¿Qué clase de chico era? ¿Tenía fama de alocado? ¿Qué piensa usted…? El periodista indagó todo lo que pudo, hasta que Thorensen le cortó abruptamente.

– Éste no es el momento -dijo, y avanzó un paso hacia él, pero el joven reportero permaneció impasible.

¿Sabía que la conductora del otro coche era la esposa del senador Hutchinson? No se ha hecho ni un rasguño -declaró con tono provocativo-.

¿Qué opina de eso, señora Clarke? ¿No le produce indignación? -A Page se le desorbitaron los ojos a medida que hablaba el periodista, atónita ante lo que oía.

¿Qué pretendía aquel individuo? ¿Volverla loca? ¿Qué más le daba a ella quién era la otra conductora? ¿Aquel periodista era un demente además de un desaprensivo? Miró a Trygve con desamparo, y le vio encolerizado -.

¿ Cree que los jóvenes llevaban una copa de más, señora Clarke? ¿Era Phillip Chapman el novio formal de Allyson? ¿Qué diablos hace aquí? -se encaró Page con el reportero, clavándole una mirada furibunda-.

Mi hija está al borde de la muerte, y no es asunto de su incumbencia cuánto había intimado con ese muchacho, ni quién conducía el otro coche, ni mucho menos cuáles son mis sentimientos.

– Lloraba tan intensamente que apenas le salían las palabras-.

¡Déjenos en paz! -Se sentó y ocultó la cara en las manos.

Trygve se interpuso entre ambos para proteger a Page.

– Le ruego que no nos moleste más.

Váyase de aquí.

No tiene derecho a hacernos esto -gruñó, aunque también a él se le quebraba la voz.

– Tengo todo el derecho del mundo.

El público debe ser informado.

¿Y si los chicos estaban sobrios y la que había bebido era la mujer del senador? -¿A qué viene eso ahora? -replicó Trygve.

¿Por qué se inmiscuían así en las vidas ajenas? Aquel interrogatorio no tenía nada que ver con los intereses del público, ni con sus derechos, ni con la noble lucha en pro de la verdad.

Era un ejemplo de depredación, de mal gusto, de carroñero que se ensaña con quienes sufren las heridas más profundas.

– ¿Han exigido que se practique la prueba de la alcoholemia a la señora Hutchinson? Los ojos del buitre buscaron afanosos los de Page, que miró anonadada a los dos hombres.

Había llegado a un punto en el que todo le resbalaba.

Sólo podía pensar en Allie.

– Estoy segura de que la policía ha cumplido con su obligación, así que ¿por qué no se larga de una vez y deja de amargarnos la vida? ¿No ve el daño que nos hace? -le increpó a pesar de su aflicción.

El periodista parecía empeñado en agobiarles.

– Unicamente quiero averiguar la verdad, eso es todo.

Espero que su hija se reponga -dijo con fría formalidad y se marchó.

él y el fotógrafo pasaron una hora más en la sala de espera, pero no volvieron a importunar a Page.

A Trygve le había sublevado la actitud del periodista, su osadía al acosarla en una circunstancia como aquélla.

Se dolió internamente de su estilo ladino e instigador, de las insinuaciones que lanzó para alimentar la ira de ambos.

Era repugnante.

Quedaron tan perturbados tras la marcha del periodista que, cuando media hora más tarde se les acercó un muchacho pelirrojo, apenas si se fijaron en él.

Page no le había visto nunca, pero a Trygve sus rasgos le era vagamente familiares.

¿Señor Thorensen? -preguntó el chico, muy nervioso.

Estaba pálido y parecía como extraviado, pero se plantó frente al padre de Chloe y le miró a los ojos.

¿Sí? -lo miró sin calor ni reconocimiento.

No era la noche adecuada para presentarse allí y ponerse a platicar con Trygve.

Éste sólo deseaba que terminara la operación de Chloe y rezar para que su vida no se malograse.

– Soy Jamie Applegate, señor.

Estaba con Chloe en…

en el accidente.

– Los labios del chico temblaron al pronunciar esas palabras y Thorensen le miró con expresión de espanto.

¿Quién eres? Se levantó para escrutar a Jamie, cuyo semblante se demudó.

Tenía una pequeña contusión y varios puntos de sutura en la ceja, pero por lo demás había salido indemne de aquel horror.

– Soy amigo de Chloe, señor.

Habíamos quedado para cenar juntos.

– ¿Os emborrachasteis? -preguntó Trygve sin piedad ni vacilación, pero Jamie negó con la cabeza.

Acababan de analizar su sangre para verificarlo y había superado el examen, él y también Philip.

– No, señor.

Cenamos en Luigi's, un restaurante de Marín.

Yo bebí una copa de vino y Phillip aún menos, creo que no llegó a media copa.

Luego tomamos un cappuccino en Union Street y regresamos a casa.

– Sois menores de edad, hijo -le recordó Trygve-.

No deberíais haber probado el alcohol.

Ni siquiera media copa.

Jamie sabía que tenía razón, y así lo dijo antes de proceder a relatarles su experiencia.

– Es cierto, señor, no lo niego.

Pero nadie se emborrachó.

Ignoro cómo ha podido pasar.

No vi nada.

Ibamos en el asiento trasero, charlando, y de repente me encontré en este hospital.

Solamente sé lo que ha dicho la policía de tráfico, que alguien chocó contra nosotros, o a la inversa.

De verdad que no me acuerdo.

Pero le aseguro que Phillip era muy responsable al volante.

Ordenó que nos abrochásemos los cinturones, y no perdió el dominio del coche ni por un segundo.

Jamie se echó a llorar.

Su amigo había muerto y él tenía que vivir y pasar peor un calvario.

¿Crees que la culpa fue del otro conductor? -preguntó Trygve, ya más sereno.

Le había conmovido el relato del chico, ver cuán afectado estaba.

– No lo sé.

Tengo la mente en blanco.

Lo único que sé es que Chloe y Allyson están muy mal, y que Phillip…

– Prorrumpió de nuevo en sollozos al recordar a sus amigos, y Trygve no dudó en rodearle con sus brazos-.

Lo siento, le juro que lo siento.

– También nosotros, hijo.

Pero ahora debes tranquilizarte.

Piensa en la inmensa suerte que has tenido esta noche.

Así es el destino.

El destino, que escoge a una víctima, agosta su vida y se esfuma al punto.

El destino que fulmina como el rayo." -Pero no es justo…

¿Por qué he tenido que librarme yo? ¿Por qué no ellos? -Son cosas que ocurren.

Deberías alegrarte de tu buena estrella.

Sin embargo, Jamie Applegate sólo era capaz de sentir culpabilidad.

No quería que Phillip hubiese muerto, ni que Chloe y Allyson estuviesen tan malheridas…

¿Por qué él se había hecho un simple chichón? Habría preferido conducir el Mercedes en lugar de Phillip.

– ¿Hay alguien que se ocupe de ti? -preguntó Trygve, incapaz de resentirse con el muchacho después de lo que les había contado.

– Mi padre está al llegar.

Les vi aquí sentados y he venido para…

para decirles…

Miró de hito en hito a Thorensen y a Page, y tuvo un nuevo acceso de llanto.

– Lo comprendemos -dijo Page, alargando el brazo y estrechando su mano.

El chico se agachó en actitud cariñosa, y Page, al abrazarle, redobló sus propios sollozos.

Llegó por fin el padre, con cólera, lágrimas y reproches.

Bill Applegate, que así se llamaba, estaba tan consternado como era de esperar, pero respingó aliviado al ver a su hijo sano y salvo.

Había llorado cuando Jamie le anunció la muerte de Phillip Chapman, dio gracias de que su chico hubiera sobrevivido.

Era un hombre muy respetado en su comunidad, y Trygve había coincidido con él en fiestas y encuentros deportivos de la escuela.

Applegate conversó un rato con Page y con Thorensen, tratando de reconstruir los hechos, y se disculpó en nombre de Jamie.

Pero los tres sabían que había pasado el tiempo de las disculpas, que ahora lo único que contaba era la cirugía, los milagros y las oraciones.

Sí, lo sabían muy bien.

Dijo también que les llamaría para tener noticias de Allyson y Chloe.

Antes de irse, preguntó a Jamie si se habían pasado con el alcohol, y el muchacho insistió en que no.

Cuando se fueron los Applegate, Trygve miró a Page y agitó la testa.

– Me da lástima ese chico, pero hay una parte de mí que aún se revuelve de furia.

Aquella furia iba dirigida a todo el mundo, a Phillip por exponerles al accidente, a Chloe por haberle engañado, y a la conductora del otro vehículo, si es que era culpable.

Pero ¿quién sabía lo que había sucedido realmente? ¿Cómo dilucidarlo? El oficial de policía le había comentado que la fuerza del choque fue tan monumental que era casi imposible determinar quién infringió las normas, y que por la posición de los vehículos tampoco se distinguía cuál de los dos invadió antes la línea continua,.ni por qué.

Los análisis mostraban rastros de alcohol en la sangre de Phillip, aunque no el suficiente para considerarle ebrio.

Y la mujer del senador parecía tan sobria que ni siquiera le hicieron la prueba.

Cabía presumir que Phillip se había distraído, quizá por causa de Allyson, y que tal vez, después de todo, había sido él quien provocó el accidente.

Sin embargo, ninguna hipótesis podía darse por cierta.

Page seguía pensando obsesivamente en el estado de Allyson, en la necesidad que tenía de ver a su niña.

Transcurrió una hora antes de que la enfermera fuera a buscarla.

Finalmente, los neurocirujanos estaban listos para recibirla.

– ¿Podré ver a Allyson? -La verá enseguida, señora Clarke, pero antes los médicos desean reunirse con usted para explicarle la situación.

Al menos había algo que explicar.

Cuando Page se levantó Tr'ygve la estudió con expresión preocupada.

Era un buen vecino, se habían encontrado en decenas de eventos escolares entrenamientos y algún que otro picnic y aunque no eran amigos personales a ella siempre le cayó simpático, amén de que sus hijas se convirtieron en uñá y carne desde el día mismo en que los Clarke se mudaron al condado de Marín.

– ¿Quieres que te acompañe? Page titubeó, y luego dijo que sí.

Estaba aterrorizada por lo que podían decirle, y más aún por el encuentro con su hija.

Ansiaba verla más que nada en la vida, pero temía no saber afrontar la cruda realidad.

¿De veras no te molesta? -susurró un poco avergonzada mientras se encaminaban hacia el lugar donde les aguardaba el equipo de neurocirugía.

– De veras -dijo Trygve, y aceleraron la marcha.

Avanzando juntos por los largos pasillos del hospital, ambos tan rubios y tan escandinavos, parecían hermanos.

Thorensen era un hombre atractivo, sano, de constitución robusta y amables maneras.