Hoy afronta una operación cerebral y lucha por salvar su vida, y yo he de dar gracias porque no ha muerto.

Pero, comparado con el día de ayer, esto es un asco.

¿Comprendes? Thorensen se echó a reír.

Las palabras de Page eran duras pero lógicas.

A él también le decían lo mismo en relación con Bjorn, que debía dar gracias al cielo porque su retraso era más bien leve.

¿Ah, sí? ¿Y por qué demonios había nacido retrasado? ¿Qué era lo que tenía que agradecer? Acaso mucho…

Tal y como ocurrieron las cosas, el destino podría haberse ensañado aún más.

Por fin, hacia las tres, Thorensen se marchó a casa para ducharse y hablar con sus hijos.

A última hora pensaba llevarles al hospital.

Nick le había dicho que Bjorn preguntaba mucho por Chloe y estaba muy inquieto, y Trygve creyó que verla le tranquilizaría.

Al chico le preocupaba mucho la muerte, algo típico en los niños y que, en su caso, no constituía una excepción aunque hubiera cumplido ya los dieciocho años.

Insistió a Page en que le llamara si necesitaba algo, y ella continuó sola su vigilia.

Estuvo dudando en avisar a su madre.

Pero no se vio con ánimos y, además, Brad todavía no sabía nada.

Era injusto contárselo primero a ella.

Pasó más de una hora inmóvil en su silla, anhelando que su marido telefonease.

Tuvo noticias de Allyson sobre las cuatro, cuando le anunciaron que la operación iba bien y que su estado era estable dentro de la gravedad.

Precisaría varias transfusiones más, y Page sintió un gran alivio al comprobar que tenía su mismo tipo de sangre.

Se prestó a que le extrajeran sangre enseguida, y luego, poco después de terminar, recibió la tan ansiada llamada.

Brad había marcado el número de la centralita, pero la recepcionista pasó la comunicación a un despacho privado.

– Dios mío, Page, cdónde estás? -Era obvio que Jane sólo le había dicho que llamara a aquel teléfono-.

He creído entender que es el hospital de Marín.

– Lo es, sí.

– Page trató de superar su fatiga, buscando las palabras adecuadas y fracasando en la primera intentona-.

Brad, amor mío…

Se echó a llorar y no pudo seguir.

¿Te encuentras mal? ¿Sucede algo? Por un momento, Brad se preguntó si se había quedado embarazada, o si se había caído otra vez de la escalera.

¿Qué más podía pasar? -Cariño, Allie ha tenido un percance.

Page hizo una pausa para respirar, y él le espetó la pregunta que más temía: -¿Está sana y salva? -No, Brad, no lo está.

– Page se sumió en un torrente de lágrimas-.

Anoche sufrió un accidente de coche.

No sabes cuánto siento tener que decírtelo así.

He removido cielo y tierra para encontrarte, pero como has suspendido tu partida de golf…

– ¡Ah! Sí, es verdad.

El director tenía otro compromiso.

¿A quién has llamado? -A Dan Ballantine.

Ha llamado a Cleveland para dejarle el recado a ese director.

No me anotaste en la libreta el número de tu hotel.

– Lo olvidé.

– La voz de Brad sonaba tensa y cortante, lo cual sorprendió a su esposa, como si se hubiera enfadado porque ella había llamado a Dan-.

¿Cómo está Allie? ¿Qué clase de accidente sufrió? ¿Quién conducía, Trygve Thorensen? -No.

En realidad salió con unos amigos.

Colisionaron de frente y…

Page se sintió desfallecer, pero tenía que explicárselo.

– Ha sufrido una grave herida cerebral, Brad.

Se encuentra en estado crítico, y ahora mismo la están operando.

¿Les has dejado intervenir sin consultarme? Por todos los demonios, ncómo has podido hacer eso? -No he tenido otra opción.

El cirujano me advirtió que, si no daba mi permiso, Allyson moriría antes de las seis de esta mañana.

– ¡Mentira! Tenías todo el derecho a solicitar un segundo dictamen.

Y nos lo debía a ambos, tanto a Allie como a mí.

Brad no reaccionaba racionalmente, pero Page sabía que era sólo un escudo protector.

El impacto de la noticia era demasiado brutal para resistirlo en el primer embate.

– No había tiempo, Brad.

No había tiempo para nada, salvo para las plegarias y los milagros.

Todo estaba en manos de Dios…

y en las del cirujano.

– ¿Cómo está ahora? -Continúa en el quirófano.

Hace casi doce horas que empezaron.

– ¡Dios mío! -Hubo un prolongado silencio al otro lado del hilo, y Page dedujo que su marido estaba llorando-.

¿Cómo ocurrió? ¿Quién conducía el coche? “¿Y qué más da?", pensó Page.

– Un chico llamado Phillip Chapman.

– ¡Maldito hijo de puta! ¿Estaba borracho? Le voy a demandar, le despellejaré vivo…

La voz de Brad temblaba y Page hubo de desengañarle.

– Phillip ha muerto, querido.

En el vehículo viajaban dos parejas.

El otro muchacho tuvo una simple contusión.

Chloe también está malherida, pero se recuperará.

En cuanto a Allie, probablemente no lo supere, Brad, o si lo hace podría no quedar bien.

Tienes que volver, amor mío, te necesitamos.

– No tardaré ni una hora -prometió él.

Los dos sabían que era imposible, pero quizá llegaría en seis si cogía un avión inmediatamente.

Page estaba segura de que Brad podía tocar algunas teclas y conseguir una plaza en el primer vuelo de Cleveland, puesto que las circunstancias lo justificaban, y se alegró de que por fin la hubiera llamado.

Le necesitaba desesperadamente.

Trygve había sido una bendición, pero Brad era su marido.

– Estaré contigo lo antes que pueda -repitió Brad atribulado.

– Te quiero -balbuceó ella-.

Estoy deseando que vuelvas.

– Yo también -contestó Brad, y colgó.

Asombrosamente, Brad atravesaba la puerta del hospital a las seis de la tarde, una hora después de su conversación telefónica, y cuando hacía apenas unos minutos que habían informado a Page de que, hasta entonces, todo iba bien y Allyson había sobrevivido a la operación.

Pero la auténtica prueba vendría en las cuarenta y ocho horas siguientes, o incluso en los próximos días.

Tan grave estaba Allyson, que el peligro perduraría durante un tiempo y no había manera de predecir hasta qué punto se recobraría.

Lo único que sabían era que de momento vivía y que, daba su crítica condición, los resultados eran satisfactorios, lo cual ya era mucho decir.

Al menos Page tenía algo bueno que anunciar a su esposo, aunque no comprendía cómo había llegado al hospital al cabo de una hora de telefonear desde Cleveland.

Brad habló con el equipo médico e interrogó a todo el mundo, pero no le permitieron ver a Allie.

Su hija estaría en reanimación hasta el lunes por la mañana.

¿Cómo lo has hecho? -le preguntó Page dulcemente, mientras tomaban café de máquina en la sala de espera.

No había probado bocado en todo el día y la comida le repelía.

Lo único que admitía su estómago era café y unas galletas saladas que Trygve, solícito, le había instado a comer-.

¿Cómo has hecho para venir tan deprisa? -él se encogió de hombros y bebió otro sorbo de café.

Sus miradas no se habían cruzado en ningún instante, y Brad tan sólo había hablado de Allyson.

De repente, Page tuvo un raro presentimiento-.

¿Dónde estabas? Era físicamente imposible viajar en una hora de Cleveland a San Francisco o, más aún, del hotel al hospital.

– Eso es secundario -repuso Brad, esquivo-.

Lo único que ahora debe importarnos es Allie.

– Discrepo -dijo Page, escudriñando los ojos de su marido, pero sin descubrir nada en ellos-.

Nosotros también contamos.

¿Dónde has estado? -Había en su voz una nota de estridencia, fruto de un nuevo terror.

Creía haber cubierto el cupo del miedo en una sola noche, y ahora, de súbito, la asaltaba otro-.

Te he hecho una pregunta, Brad.

– Y yo me niego a responderla.

– La cara de Brad Clarke tenía una expresión desconocida, indefinible-.

¿No basta con lo que ha pasado? He venido lo más rápido que he podido, Page, en cuanto me he enterado.

Era lo que tenía que hacer.

Ella sintió cómo una gélida garra le apresaba y le estrujaba el corazón.

No era justo.

No podía perderles a ambos el mismo día.

¿o sí? -No has ido a Cleveland, cverdad? -insistió en un murmullo.

Brad apartó la vista y no contestó.

CAPITULO V

Brad salió del hospital antes que Page, una vez comprobó que allí no podía hacer nada por Allie.

No le dejarían verla mientras estuviera en la sala de reanimación, y ya había cambiado impresiones con el neurocirujano.

Le dijo a Page que se encontrarían en casa y fue discretamente a reunirse con Andy.

Antes de marcharse Page vio a Trygve, que había vuelto en compañía de sus dos hijos.

Ella le contó que Brad había volado desde Cleveland, si bien no le mencionó el resto de su conversación.

Con aire ausente, saludó a los chicos y reiteró a Thorensen su agradecimiento por el apoyo que le había prestado.

Le comentó que pasaría unas horas en casa, mientras Allyson se reanimaba, y que regresaría al hospital antes del amanecer.

– ¿Por qué no intentas dormir un poco? Tu cuerpo lo necesita.

– Ya veremos.

Page esbozó una sonrisa, pero toda la agonía de las últimas dieciséis horas estaba grabada a fuego en su rostro, y sus ojos destilaban más tristeza de la que Trygve había visto en su vida.

– Cuídate -se despidió Thorensen con cordialidad.

Page subió al coche y se dirigió hacia su casa, donde encontró a Brad explicando a Andy el accidente de su hermana.

Le decía con tono campechano que tenía un buen boquete en la cabeza, pero que se curaría en cuanto los doctores le hubieran hecho algunos remiendos y se recuperase de la operación.

Jane Gilson ya se había ido.

Brad estaba solo con el niño, y a Page no le gustaron nada sus explicaciones.

Así se lo hizo saber cuando Andy salió a jugar.

El pequeño estaba preocupado, pero no traumatizado, como ella misma verificó al espiarle desde la cristalera del salón.

Correteaba con Lizzie por el césped del jardín.

No era preciso vigilarle estrechamente porque vivían en un barrio tranquilo, donde todos los vecinos se conocían.

– No debiste decirle eso, Brad -censuró a su marido sin volverse hacia él.

Tenía un sinfín de preguntas, pero las reservaba para la noche, después de acostar a Andy.

¿Qué le he dicho? -replicó Brad con tirantez.

También su cabeza bullía de actividad.

Aparte de la tragedia de Allyson, sabía tan bien como Page que aquel suceso había desencadenado una grave crisis en su matrimonio.

– Que se pondrá bien -contestó Page, encarándose con él-.

Todavía no tenemos ninguna certeza.

¡Y tanto que sí! El doctor Hammerman me ha asegurado que tiene muchas probabilidades de sobrevivir.

– ¿En qué condiciones? ¿En coma, igual que un vegetal, o con el cerebro nnsumamente deteriorado", como lo define él? Ciega tal vez? ¿Acaso no has sabido interpretar una sola de sus palabras, Brad? Cometes un error al suscitar falsas esperanzas en Andy y darle garantías que no existen.

¿Y qué querías que hiciese, enseñarle las radiografías craneales de Allie? iPor el amor de Dios, Page, no es más que un niño! No le atosiguemos.

Recuerda que quiere mucho a su hermana.

– También yo la quiero.

Les quiero a los dos, y a ti, pero es una insensatez falsear la verdad.

¿Qué pasaría si Allie muere esta noche, si no supera el postoperatorio? ¿Qué le dirás entonces a Andy? -Las lágrimas se agolparon en los ojos de Page al preguntarlo, y empañaron los de Brad al responder.

– Cuando ocurra, lo afrontaremos.

– ¿Y nosotros? -preguntó ella, sorprendiendo a su esposo con un giro tan brusco en la discusión.

Andy, entretanto, jugaba feliz-.

También habrá que afrontar eso, ¿no te parece? ¿Qué pasa exactamente? -Que los elementos se nos han puesto en contra -dijo Brad con voz serena-.

Si Allie no hubiera sufrido el accidente, nunca te habrías enterado.

Además, no deberías haberle pedido a Dan que llamase a Cleveland.

¿Por qué? -se indignó Page.

¿Su hija había estado a punto de morir y no debía dar ningún paso para localizarle? -Porque habrá sacado sus conclusiones, y no es asunto de su incumbencia.

– ¿Y yo? ¿Qué es lo que debo concluir yo, Brad? ¿Hasta dónde ha llegado mi imbecilidad? ¿Cuántas veces me has hecho lo mismo? -Ignoraba dónde había estado, pero era evidente que no había sido en Cleveland.

– Esa no es la cuestión.

Brad estaba de nuevo alterado.

Le horrorizaba tener que admitir sus debilidades ante Page.

¡ Sí lo es! Justamente de eso se trata.