– Si crees que voy a comerme todo esto, estás chiflado.

– Toma sólo la mitad y verás cómo te pones en forma.

Es algo que aprendí de niño, cuando vivía en Noruega.

Con el estómago vacío no hay quien resista el frío…

ni los shocks emocionales.

Tras separarme de Dana, pasaba días enteros abúlico e inapetente, pero hacía un esfuerzo.

Luego me encontraba mejor.

– Es una incongruencia tener que comer en medio del desastre.

– El ayuno y la falta de sueño hacen que las penas parezcan peores.

Es imprescindible que te cuides, Page, ahora más que nunca.

¿Por qué no vas a casa y descansas unas horas? Brad podría quedarse de guardia mientras tanto.

– Lo más probable es que haya ido al despacho, y no sé a qué hora estará libre.

Pero yo misma haré una escapada para recoger a Andy en la escuela.

Él también pagará las consecuencias de este caos.

Ni siquiera he organizado quién irá a buscarle, quién le dejará por las mañanas o le llevará a los entrenamientos de béisbol.

– Yo puedo hacerte algún relevo.

Nick regresará a la universidad dentro de unos días, cuando terminen las vacaciones, Bjorn pasa todo el día en la escuela y Chloe está en buenas manos.

Siempre que te veas en un aprieto, házmelo saber y acompañaré a Andy donde tenga que ir.

Trygve sonrió.

Aquella mujer le caía francamente bien.

– Eres demasiado gentil.

– Tampoco hay que exagerar.

Tengo tiempo, eso es todo.

Suelo hacer mi trabajo por las noches.

Durante el día apenas si escribo.

Charlaron durante un rato.

Page batalló con los copos de avena, sostuvo un duro combate contra los huevos y finalmente logró engullir una parte de su desayuno.

Trygve hizo cuanto pudo para entretenerla, desde hablarle de su profesión, incluso de sus parientes noruegos, hasta interesarse por la pintura.

Ensalzó el mural que Page había hecho en la escuela, y ella le dio las gracias.

Apreciaba su ayuda, consciente de que su presencia le hacía el hospital un poco menos ominoso.

Pero su mente divagaba sin cesar hacia Allyson y Brad, y Thorensen advirtió que le costaba trabajo prestarle atención.

Bjorn debía realizar aquel mismo día el examen de admisión en una nueva escuela, y Page alentó a su padre a ir con él y prometió vigilar a Chloe, cosa que hizo, aunque la muchacha pasó durmiendo la mayor parte del tiempo.

Se agitaba muy inquieta cada vez que se agotaba el efecto de los sedantes y entonces la enfermera le inoculaba nuevas dosis de Demerol.

En ningún momento tuvo noción de que Page estaba en la sala, observándola.

A mediodía trasladaron a Allie a cuidados intensivos, lo que facilitó a Page la supervisión de las dos chicas.

Brad hizo una breve aparición a la hora del almuerzo y se echó a llorar al ver a Allyson.

Cuando dejaron la unidad se detuvo unos minutos para hablar con su mujer.

Se sentía azorado frente a ella, ahora que lo sabía todo.

Y percibía en su faz cuán destructivo había sido el golpe.

– Lo siento, Page.

Siento causarte todavía más sinsabores encima de lo que estamos pasando.

Tenía una expresión ceñuda, y la de ella no era mucho más risueña.

– Antes o después habría tenido que asumirlo, ¿no es verdad? -dijo Page con voz inexpresiva.

– Es lamentable cómo se han desarrollado los acontecimientos.

Con Allie ya tenías más que de sobra.

Sí, era verdad, pero tras atrapar a Brad en una mentira era inevitable que saltara a la palestra toda la historia, y Page había decidido que, en el fondo, era preferible enterarse antes que basar su vida en una mentira.

Eso era quizá lo peor, descubrir que había creído que su matrimonio funcionaba de maravillas cuando en realidad no era así.

Se preguntó si él le habría dicho ya a Stephanie que su esposa estaba al corriente, o que al menos sabía lo esencial, y si a ella la había complacido que fuera así.

Page hizo mil especulaciones en torno al pasado, a los amantes, a su misma actuación y por qué a Brad no le había bastado la vida en pareja.

Sin embargo, intuía que muchas de sus preguntas jamás obtendrían respuesta.

– ¡Ojalá supiera por qué ha pasado! -se lamentó plantada en el concurrido pasillo, obligando a la gente a esquivarles.

No era el lugar más apropiado para una discusión íntima, pero no tenían otro.

La sala de espera estaba atestada de personas ansiosas, angustiadas, que sufrían por sus seres queridos en la UCI.

El corredor parecía menos asfixiante, y era un sitio como cualquier otro donde conversar.

De pronto, Page recapacitó que tal vez ni siquiera importaba el porqué y era mejor atenerse a los hechos.

Entonces miró a su marido de un modo muy singular y dijo-: Debéis encontrar los dos muy divertido que yo fuera el bufón de esta farsa, que mientras vosotros gozabais juntos yo me quedara en casa como una idiota, cuidando niños y haciendo de transporte escolar.

– Él le había comentado cuán diferente era Stephanie de ella, con su carácter nnindependiente" y su nnfuerte personalidad".

¿Por qué no iba a serlo? No tenía hijos ni marido, no se debía a una familia.

Era libre de disfrutar de la vida junto a Brad y dejarle a Page las obligaciones domésticas.

La sola idea le sacaba de quicio.

– Nadie ha querido menospreciarte, Page -protestó Brad, bajando la voz al pasar por su lado un grupo de residentes-.

Siempre he tenido conciencia de lo espinoso de nuestra situación.

Mi fallo está en que no he sabido resolverla.

Pero nunca me he burlado de ti ni te he considerado el nnbufón".

En todo caso has sido la víctima inocente.

– Por lo menos en ese punto estamos de acuerdo.

– El gran dilema es qué vamos a hacer ahora -dijo Brad con cierto desasosiego.

¿De veras? Pues a mí me parece bastante obvio.

Page trató de adoptar una postura frívola, pero en sus ojos se leía todo lo contrario.

Eran un libro abierto de consternación, desesperanza y desencanto.

– Aquí no hay ninguna obviedad, o yo no la veo.

– Repentinamente Brad sintió preocupación-.

¿No irás a dejarme? Al parecer, aquella perspectiva le inquietaba.

Page, al mirarle, sonrió con amargura.

Era un hombre increíble.

– ¿Bromeas? ¿Intentas insinuar que te sorprendería, o que no debo hacerlo, o que no eres tú quien ha planeado abandonarme desde el principio? -Nunca he dicho que quisiera irme -repuso él con terquedad-.

Jamás se me ocurrió tal cosa.

Lo que dije fue que no sabía qué camino tomar.

– Eso es un burdo eufemismo.

Además, también yo estoy hecha un lío, pero creo que en las actuales circunstancias la ruptura es la opción más sensata para ambos.

¿Por qué vacilas tanto, Brad? ¿Qué intentas decir, que quieres continuar casado conmigo, que dudas del amor de esa chica, o que eres tan cobarde que no te atreves a mover tus piezas? ¿A qué juegas, Brad? Page había empezado a alzar la voz y Clarke se sintió incómodo.

– Habla más bajo.

No hace falta que pregonemos nuestros asuntos por todo el hospital.

¿Por qué no? A fin de cuentas, deben de ser los únicos que aún lo ignoran.

Seguramente sois la comidilla del despacho, la verdadera sensación del año, y no me extrañaría que también hayas coincidido en algún sitio con gente de nuestro círculo.

Me temo que, como es proverbial en estos casos, yo he sido la última en saberlo.

– Preferiría que no lo hubieras sabido nunca.

O al menos no de esta manera.

– ¿Qué más da? Era forzoso que sucediera.

Podría haber cometido una indiscreción alguno de nuestros amigos, o podría haberse accidentado Andy en vez de Allyson mientras te hallabas supuestamente de viaje, o también podría haber enfermado yo.

Incluso podría haber topado con vosotros en plena calle.

Pero ¿qué pretendes darme a entender, que lo vuestro es un simple idilio? Anoche tuve la impresión de que salíais en serio y no estabas dispuesto a terminarlo.

¿Te malinterpreté o es que he perdido el juicio? A Page le habría gustado creer que se había producido un equívoco.

Sin embargo, una inexorable voz interior le decía que sus sentimientos nunca volverían a ser los mismos.

La ira podía aplacarse con el tiempo, pero no se imaginaba confiando nuevamente en Brad.

Y, tras tantas palabras y tantos actos, cuando todo se esclareciera quizás hasta habría dejado de amarle.

Ahora era imposible saberlo y no le quedaba sino especular sobre sus intenciones.

– No, no me interpretaste mal -aclaró Clarke con una nueva mueca de fastidio-.

No dije que fuese a romper.

Pero, aun así, opino que es prematuro tomar una decisión sobre nuestro futuro en un momento tan crítico, con Allie postrada en una cama de hospital.

– Ya -volvió a indignarse Page, aunque esta vez procuró guardar las formas -.

O sea que no quieres dejar de ver a tu amiguita, pero no toleras que yo te expulse de casa, ni haces el gesto tú mismo, porque no es el momento adecuado.

¡Cuánto lamento no haberte comprendido! Descuida, Brad, quédate todo el tiempo que gustes y no olvides cursarme una invitación formal para tu boda.

Las lágrimas inflamaban los ojos de Page y las imprecaciones aguijoneaban sus labios, mas ambos sabían que no resolverían sus desavenencias en el pasillo de la U C I, donde su hija yacía en coma.

Eran demasiados avatares, vivían una crisis demasiado explosiva.

– Creo que deberíamos darnos un compás de espera hasta ver cómo responde Allie.

– La propuesta de Brad era muy atinada, pero Page estaba tan iracunda que apenas la escuchó-.

Además, a Andy le afectaría negativamente si tomásemos ahora una medida drástica.

Aquellos razonamientos eran ciertamente lógicos, y Page, al fin, tuvo que doblegarse.

– Sí, tienes razón.

– Levantó la vista hacia su marido, con unos ojos donde bullían preguntas angustiosas-.

Así que tú prosigues con…

con tu historia, y en su día ya nos sentaremos a parlamentar.

¿Es eso? -Más o menos -contestó Brad, evasivo ante aquella mirada.

– Desde luego, es un pacto muy favorable para ti.

¿Qué he de hacer yo? ¿Ponerme de espaldas? -No sé por dónde navego, Page.

Tendrás que definirte tú -dijo casi inexpresivamente.

No deseaba arriesgar sus relaciones con Stephanie y, al mismo tiempo, parecía aferrarse a su matrimonio, al menos hasta haber dilucidado sus sentimientos.

Con aquel trato salía ganando, y a Page le exasperaba tener que acceder.

Pero ahora mismo no le quedaba otro remedio.

No podía enfrentarse simultáneamente a una separación matrimonial, al accidente de Allie y a las reacciones de Andy, por no mencionar las suyas.

No obstante, cualquiera que fuese su determinación sabía que pensaría de un modo obsesivo en lo que le deparaba el porvenir.

No era nada halagüeño en ninguna de sus facetas.

– Si buscas mi beneplácito, no voy a dártelo -dijo con extrema frialdad-.

No tienes ningún derecho a exigírmelo.

Tampoco has tenido mi permiso hasta ahora, y has hecho lo que te venía en gana.

Pero no esperes que te allane el terreno diciendo que lo apruebo, porque no es así.

Y, antes o después, tendrás que aceptar las consecuencias de tus acciones.

En cierto sentido, Brad tenía mucha suerte de que les absorbieran cuestiones más importantes y pudiese salir airoso sin haber de expiar el daño que había infligido a su matrimonio.

Pero más adelante, fuese cual fuese la evolución de Allie, tendrían que afrontarlo.

Era eso lo que atemorizaba a Brad y deprimía a Page en aquel corredor de la UCI del hospital de Marín.

Clarke miró a su mujer, sin saber qué decirle, y por fin consultó su reloj.

Necesitaba urgentemente un aplazamiento.

Todo aquello le superaba, sus emociones eran apabullantes y la realidad, aterradora.

Sus vidas habían cambiado en un abrir y cerrar de ojos, y todavía no se había reconciliado con tantos sucesos.

– Continuaremos hablando en otra ocasión.

Debo volver a la agencia.

¿Dónde estarás si te necesito? -preguntó Page con frialdad.

Clarke rehuía de Page, de Allie, de un hospital que a ambos desazonaba y, por supuesto, de la confrontación abierta respecto a su ilícita aventura.

Se iba sin más, corría a la oficina para esconderse y a los brazos consoladores de Stephanie.

Casi sin querer, Page se preguntó cómo sería aquella mujer.

¿Cómo que dónde estaré? -replicó él ásperamente-.

Acabo de decirte que en el despacho.

– Sólo quería saberlo por si tienes que salir de improviso.

– Brad entendió la indirecta y su cara enrojeció en un arranque de vergüenza y de cólera-.