Si sales, deja recado en la recepción de la UCI para que pueda localizarte.

– Por supuesto -repuso él con voz gélida.

Page estuvo a punto de preguntarle si iría a casa aquella noche, pero pensó que era mejor no indagar.

No quería escuchar más embustes, ni prolongar la pelea, ni insultarle, ni oír el desdén y el tono defensivo de su voz.

Su conversación la había minado totalmente.

– Te llamaré más tarde -dijo Clarke, y se alejó presuroso hasta desaparecer al final del pasillo.

Page le vio partir y sintió una oleada de sentimientos encontrados: enfado, tristeza, confusión, dolor, rencor, humillación, una rabia suprema, miedo…

y soledad.

Regresó al lado de Allyson.

Luego, a las tres en punto, fue a la escuela primaria de Ross para recoger a Andy.

Le resultó tonificante seguir aquel amago de rutina, estar un rato con su hijo y llevarle en el coche a los sitios habituales.

Pasó toda la tarde con él y a la hora de cenar le dejó en casa de Jane Gilson.

Brad iría a buscarle allí en cuanto saliera del despacho.

– Nos veremos mañana -se despidió del niño, besándole e impregnándose del dulce aroma de su piel, de la suavidad de su cabello y de la ternura con que se abrazó a ella para devolverle el beso-.

Te quiero.

– Y yo a ti, mamá.

Besa a Allie de mi parte.

– Lo haré, cariño mío.

Dio las gracias a Jane Gilson, quien la sermoneó, como había hecho Trygve, para que no se excediera en su vigilia.

– ¿Y qué queréis que haga -se soliviantó-, quedarme en casa viendo la televisión? ¿Con mi hija en esas condiciones, dónde puedo estar más que en el hospital? -Te comprendo, Page, pero debes usar la cabeza.

No adelantarás nada si te agotas inútilmente.

Sin embargo, era tarde para consejos.

El coche de Page vomitó humo por el escape y arrancó raudamente.

Tenía que acompañar a Allyson.

Regresó al hospital hacia las siete y cuarto.

Estuvo con Allie en la UCI mientras pudo y luego salió al pasillo.

Se sentó en una silla rígida y apoyó la cabeza contra la pared, con los ojos cerrados.

Pasó largo rato inmóvil, esperando que la dejasen volver a entrar.

No podía quedarse en la unidad constantemente, pues el personal tenía mucho trabajo y la mayoría de los pacientes estaban demasiado mal para recibir visitas.

– No parece muy confortable -murmuró la voz de Trygve muy cerca de su oído.

Despacio, Page abrió los ojos y sonrió al verle.

Estaba exhausta.

Había tenido un día agotador y Allyson aún no había recobrado el conocimiento.

Nadie esperaba grandes progresos, ni siquiera que despertase, pero los médicos buscaban algún indicio fehaciente de que el cerebro no había muerto y, aun estando en coma, le hacían incesantes pruebas.

¿Cómo te ha ido? -preguntó Thorensen, y se sentó en la silla vecina.

Tampoco él había tenido un día fácil.

Chloe sufría dolores terribles a pesar de la medicación.

– No ha sido nada glorioso.

– Page recordó entonces los mensajes de su contestador.

Para su perplejidad, los compañeros de Allie habían ocupado toda la cinta-.

¿Has recibido tantas llamadas de teléfono como yo? -Probablemente -repuso él sonriente-.

Después de clase incluso se ha presentado un grupo de compañeros en el hospital, pero no les han autorizado a entrar en la U C I.

Creo que algunos han intentado ver también a Allie.

Naturalmente, las enfermeras no lo han permitido.

– Les hará bien cuando estén un poco mejor.

– “Cuando lo estén, si llega ese día…

acaso nunca,”, pensó Page-.

La noticia se ha extendido por el instituto como reguero de pólvora.

A todos les había sobrecogido la muerte de Phillip Chapman.

– Un muchacho me ha contado que hoy se personaron varios periodistas en el instituto para hablar con los alumnos acerca de Phillip, de la clase de chico que era.

Fue la estrella del equipo de natación, sacaba calificaciones espectaculares y era el estudiante perfecto.

Eso da mayor dramatismo a la historia.

Trygve meneó la cabeza meditando, al igual que Page, que sus hijas podrían haberse desnucado tan fácilmente como Phillip.

Aquel día, los periódicos publicaban en grandes titulares un artículo sobre el accidente, con fotografías y semblanzas de los cuatro jóvenes.

Desde luego, la figura predominante había sido Laura Hutchinson y su desolación por el fallecimiento de Phillip Chapman.

Se había negado a conceder entrevistas, pero en la prensa aparecía una encantadora fotografía suya encabezando algunas declaraciones de un secretario del senador.

Este portavoz explicaba que la señora Hutchinson se hallaba demasiado conmovida por la tragedia para hacer ningún comentario.

Como madre, se solidarizaba plenamente con la aflicción de los Chapman y con el suplicio que estaban viviendo los padres de los heridos.

En lo esencial, el artículo la exoneraba de toda responsabilidad y dejaba implícito que, si bien el joven Chapman no iba legalmente ebrio, el grupo de chicos había ingerido alcohol.

La conclusión que extraía el lector era que Phillip había sido el culpable del choque, aunque el columnista no lo decía expresamente.

– Está muy bien escrito -dijo Trygve con cierta reserva-.

No le acusan de embriaguez pero provocan sutilmente esa impresión, a la vez que elogian a la señora Hutchinson como una ciudadana madura y honrada, además de una madre modelo.

¿Cómo iba a ser ella responsable de la muerte de un muchacho y casi de tres más? -Presiento que tú no lo crees.

Page estaba desconcertada, ya no sabía qué pensar.

En el hospital habían comprobado que Phillip no estaba ebrio, y sin embargo el accidente tuvo que ser culpa de alguien…

aunque, bien mirado, tampoco importaba.

Saber quién fue el causante no sacaría a Allyson de la UCI ni soldaría las piernas de Chloe.

No alteraría nada.

Lo único que quizá cambiaría serían los pleitos subsiguientes, pero ahora Page no podía pensar en eso.

Demandar a quienquiera que fuese no ayudaría a las chicas ni devolvería la vida a Phillip.

La sola idea de los litigios la ponía enferma.

Era demoledor.

– No es que no lo crea -respondió Trygve-, sino que conozco las intrigas de los reporteros, las insinuaciones veladas, las patrañas, cómo se curan en salud o cómo tergiversan una historia para que coincida con sus opiniones.

Los informadores políticos son los más recalcitrantes.

Sólo cuentan aquello que se ajusta a su esquema mental, a su punto de vista o el de su periódico, lo cual no es necesariamente verdad.

Es una manipulación destinada a encajar en un marco preconcebido.

En este caso podría estar sucediendo algo parecido.

No hay más que ver la propaganda que han montado los hombres de Hutchinson para salvaguardar a su mujer y promocionar su imagen.

Tal vez el accidente no fue culpa suya, pero podría haberlo sido, así que necesitaban presentarla ante la opinión pública como la Señora Bondadosa e Intachable, Madre y Conductora Ejemplar.

– ¿Piensas que es culpable, Trygve? -Tal vez.

Pero es indudable que tanto pudo ser ella como Phillip.

Hoy he hablado con la policía de tráfico y me han repetido que no tienen pruebas concluyentes, y que las que poseen comprometen por igual a ambos coches.

La única diferencia estriba en que Phillip era un joven, mucho más inexperto que la Hutchinson, y que su juventud le perjudica, porque siempre partimos de la base que los jóvenes son unos locos al volante, lo que a menudo es falso.

Según todos sus amigos, el chico Chapman era muy concienzudo y responsable.

El mismo Jamie Applegate dijo que había tomado media copa de vino y dos tazas de café fuerte.

Alguna que otra vez yo he conducido bastante más cargado.

O sea, que en ocasiones he sido más imprudente que él.

Además, a un chico sano y atlético no puede tumbarle media copita, y menos aún seguida por dos cafés.

Sin embargo, la señora Hutchinson declaró que no había probado alcohol en toda la noche y, dado que es una persona mayor, más cabal, más conocida y respetable, una dama madura con un pasado intachable, Phillip se empieza a perfilar como el autor de la catástrofe.

No es justo.

Eso es lo que me subleva.

A los adolescentes se les cuelga sistemáticamente el sambenito, lo merezcan o no.

Y para la familia Chapman ese comportamiento resulta todavía más cruel.

¿Por qué han de manchar la memoria de su hijo sin saber a ciencia cierta quién tuvo la culpa? "Hace un rato he hablado con Jamie, y ha insistido en que nadie bebió de más y que Phillip no tuvo ninguna distracción.

Al principio incluso yo intenté culparle…

Necesitaba ensa ñarme con alguien, y él, como conductor del Mercedes, era el blanco perfecto.

Pero ahora me guardaría mucho de decir nada en su contra.

Y admito que en el primer momento también habría matado al chico Applegate por conspirar con Chloe, por inducirla a mentir, por meterla en aquel maldito coche.

No obstante, es un joven muy normal.

Su padre me ha telefoneado dos veces.

El pobre Jamie está destrozado.

Se empeña en ver a Chloe, pero a mí me parece un poco pronto.

Le he aconsejado que espere unos días.

¿Permitirás que la visite? Page quedó impresionada por el sentido de la justicia de Thorensen, e intrigada también por sus sospechas respecto a Laura Hutchinson.

Probablemente había sido lo que aparentaba: un desgraciado accidente.

Las recriminaciones estaban fuera de lugar, eran ya muchos los que habían pagado un alto precio por un segundo de distracción, una mirada en la dirección indebida, un ligero movimiento del volante y, como resultado, la tragedia colectiva.

Page no le guardaba inquina a nadie.

Sólo deseaba que Allyson sobreviviera.

Trygve asintió en respuesta a su pregunta sobre Jamie Applegate.

– Dejaré que vea a Chloe si ella lo desea.

Cuando se sienta algo mejor, la consultaré al respecto.

Quizá se niegue a dirigirle la palabra, pero Jamie están tan dolorido que ver a mi hija podría serenarle un poco.

Su padre dice que el muchacho se ha empecinado en que…

– Thorensen calibró la crudeza de las palabras que iba a emplear, y no quiso hundir a Page todavía más-.

En fin, teme que las chicas mueran, y tiene un gran complejo de culpabilidad por haber salido bien librado.

No habla de otra cosa, insiste una y otra vez en que debería haber caído él en lugar de Phillip, en lugar de Chloe y de Allie.

Al parecer, el joven Chapman y él fueron amigos íntimos durante años.

Se encuentra en un estado lastimoso.

– Miró de soslayo a Page, y le preguntó delicadamente-: ¿Asistirás mañana al sepelio de Phillip Chapman? Ella asintió lentamente.

Había tenido reparos, pero ahora estaba convencida de que debía ir.

Era lo mínimo que podía hacer por el matrimonio Chapman.

Habían perdido a su hijo y ella casi había perdido a Allie, pero el nncasi" marcaba un matiz fundamental.

El corazón le dio un vuelco al imaginar su sufrimiento.

– Tiene que ser espantoso para ellos -dijo a media voz.

Trygve asintió.

¿Irás con Brad, o quieres que pase a recogerte? Creo que es por la tarde, así que nuestros hijos pueden acompañarnos.

Será más soportable si no vamos solos.

– A él también le asustaba.

Page suspiró, pensando en el llanto y el horror sin paliativos que presenciarían.

Rezó para no tener que pasar por lo mismo con Allie.

– No sé si Brad irá, pero lo dudo.

– Brad Clarke detestaba los entierros, y Page sabía que, a diferencia de Trygve, no se había mordido la lengua a la hora de achacar a Phillip toda la culpa del accidente.

Siempre había eludido aquellas ceremonias y, en su actual situación, era muy improbable que hiciera el sacrificio por ella-.

Yo no podría sobreponerme a una pérdida tan brutal -masculló, y trató de desecharlo de su mente.

Volvió a mirar a Thorensen con los ojos llorosos-.

Ni siquiera sé cómo abordar esto.

Me siento como si toda mi vida se desmoronase, y sólo han transcurrido dos días.

¿Qué hay que hacer? ¿Cómo aprendes a convivir con algo así sin dejar que tu mundo se derrumbe? Las lágrimas afluyeron mientras hablaba.

Trygve era su amigo, una especie de hermano mayor.

– Supongo que no puedes evitarlo.

Hay que ver cómo se derrumba y luego recoger los pedazos.

– Es posible -dijo Page tristemente, pensando en Brad.

¿Cómo se lo ha tomado Brad? -preguntó Thorensen-.

Debió de ser terrible enterarse en Cleveland.