– Mejor de lo que esperábamos.
– Sea más explícito -pidió Clarke, mientras Page permanecía sentada y escuchaba con el cuerpo rígido; temía desmayarse si se erguía.
– -Allyson ha sobrevivido y sus constantes vitales son correctas.
Hace un rato nos dio un pequeño susto, pero se recupera peor de lo que habíamos previsto, pero hay buenas razones para creer que podría obrarse una curación completa, o casi.
Habrá que ver cómo evoluciona y también, naturalmente, cuánto tiempo se prolonga el coma.
En estos momentos conviene tenerla muy sedada.
Es imprescindible para que el cerebro se vaya normalizando.
Dentro de unas semanas procederemos a una nueva evaluación.
– ¿Ha dicho semanas? -Brad sintió horror-.
¿Es que va a pasar inconsciente todo ese tiempo? -Es posible.
Más aún, es muy probable.
En realidad, señor Clarke, aunque el coma se prolongase unos meses no comprometería el éxito final.
Esta clase de lesiones requieren mucha paciencia.
– Brad puso los ojos en blanco, el cirujano sonrió y ambos miraron a Page-.
Todo ha salido bien, señora Clarke -dijo el doctor con amabilidad-.
Allyson no se halla fuera de peligro, pero hemos avanzado un paso más, hemos ganado un día, y su hija ha superado otro escollo.
Es un signo esperanzador.
Todavía es pronto para establecer el grado exacto de su recuperación o qué secuelas duraderas ha dejado el impacto.
Queda un largo trecho por andar.
– Incluso era prematuro garantizar su supervivencia.
Podía morir en una fracción de segundo, eso se daba por sobrentendido-.
Hoy volverá a pasar la noche en la sala de reanimación.
Pueden irse a casa.
Les llamaremos si surgen dificultades.
– ¿Espera que las haya? -preguntó Page con voz ahogada.
– No podría estar en ningún otro sitio -dijo Page.
Era difícil expresarlo con palabras, pero una fuerza interior la impelía a no moverse de allí.
Le había ocurrido lo mismo cuando metieron a Andy en la incubadora.
Había momentos en los que sabía, por instinto, que debía quedarse a su lado.
Ahora la historia se repetía.
Tanto si le permitían visitar a Allie en cuidados intensivos como si no, deseaba estar cerca de ella-.
hasta que se estabilice, desde luego.
Va progresando, pero debemos redoblar la vigilancia.
– Ahora está más débil que antes.
Sin embargo, nos sentimos optimistas respecto al resultado.
– ¿Más aún después de la segunda operación? -inquirió Page.
El neurocirujano vaciló unos momentos antes de responder.
– No, pero hemos de ser realistas.
Allyson ha sido sometida a dos intervenciones muy delicadas en cuatro días, y ha sufrido traumas de primer orden tanto en el accidente como en el quirófano.
Este hecho aumenta la incertidumbre…
Hemos suavizado la presión craneal todo lo posible.
El doctor Hammerman lo confirmó: “esperanzador"…
Page odiaba aquellas abstracciones que había aprendido a entender demasiado bien.
El doctor le decía que Allie estaba viva, pero que la operación podía haber socavado su resistencia.
No había que excluir una muerte súbita.
Hammerman se marchó unos minutos más tarde.
Brad suspiró, se sentó y miró a su mujer.
Eran como un par de náufragos recién rescatados del mar y yacentes sin aliento en la playa después de su epopeya.
– Estas cosas te dejan hecho cisco, cverdad? Me siento como si hubiera escalado el Everest, y me he pasado el día aquí sentado.
– Yo preferiría haber escalado el Everest -repuso Page apesadumbrada.
Él esbozó una sonrisa.
– Y yo.
Pero Allie ha salido adelante.
De momento no podemos pedir más.
– Brad recordó lo que había dicho hacía sólo unas horas, que no quería que su hija sobreviviera si iba a quedar disminuida, y de repente supo que le daba igual.
Su único anhelo era que viviese unos minutos, un día más; quizá al final les sonreiría la suerte-.
¿Vienes a casa? -preguntó.
– Me quedo en el hospital -repuso Page.
– ¿Por qué? De todos modos no te dejarán verla, y han prometido telefonear si hay algún problema.
Pero tú tendrías que volver a casa con Andy.
El pobre ya sufre bastante.
– Tras la pesadilla, los dos habían empezado a preocuparse por su hijo menor.
Aquella tarde, Page incluso había llamado al pediatra que dijo que su ansiedad y las alteraciones del sueño eran previsibles.
El accidente de Allie le había conmocionado tanto como a ellos, tal vez más.
¿No quieres que te haga un rato de compañía? -ofreció Brad antes de irse, con voz casi inaudible.
Ella negó con la cabeza y le dio las gracias.
Había sido muy enojoso pasar un día entero a su lado, ambos inactivos, y callar todo lo que ansiaba decirle, las mil preguntas que bullían en su mente.
¿Desde cuándo se había truncado su relación? ¿Por qué le había mentido? ¿Por qué no le bastaba con una sola mujer? ¿Ya no la amaba en absoluto? No obstante, habría sido inútil, y ella lo sabía.
Así pues, se obligó a mantener la boca cerrada, aunque el estómago no cesó de dolerle en toda la tarde.
Brad estaba tan guapo como siempre, pero ya no era suyo, sino de otra.
Cada vez que le observaba, tenía la impresión de mirar a un extraño.
Los dos se comportaron educadamente, y ella se alegró de tenerle en el hospital, pero ninguno se atrevió a iniciar una conversación, y menos aún sobre los temas conflictivos.
– Besa a Andy de mi parte -dijo Page como despedida.
Brad asintió, agitó la mano y se marchó, tras decirle que telefonearía por la mañana.
Page comenzó su guardia en la silenciosa habitación, meditando que su marido, al marcharse, no le había dado un beso ni la había tocado.
De alguna manera, sus nexos se habían roto.
Trygve pasó brevemente a saludarla, acompañado de Bjorn, pero notó que Page no estaba comunicativa.
Tenía el rostro triste y demacrado.
Bjorn quiso saber en qué sala estaba Allyson y si se había fracturado las piernas como Chloe.
Ella le explicó que Allie se había dañado la cabeza, no las piernas.
El chico dijo que en una ocasión él había tenido migraña, y que lamentaba que Allyson se encontrara tan mal.
Dejaron a Page unos bocadillos y luego, en el momento de irse, Trygve le dio un apretón en el brazo y la miró.
La vio menuda, flaca y exhausta.
– ánimo -le susurró.
Ella inclinó la cabeza, con los ojos llenos de lágrimas, pero en cuanto se quedó sola recuperó la serenidad.
A veces, el afecto de la gente exacerba el dolor.
Page lloraba cada vez que alguien le manifestaba su consternación por Allie.
Durante la larga velada, tumbada en el sofá de la escueta sala, tuvo más tiempo para reflexionar que en los últimos años de su vida.
Pensó en Brad y en lo felices que habían sido, y en el nacimiento de Allie, con su tierna carita.
Cerró los ojos y se vio a sí misma en su casa de la ciudad.
Estaba muy destartalada cuando la compraron, pero ella la fue arreglando y en el momento de venderla era una preciosidad.
Pensó también en la casa de Marín y en el accidentado parto de Andy.
Pero, una y otra vez, sus pensamientos revirtieron en Allie.
Era como si habitara la estancia convertida de nuevo en una niña, con su particular modo de hablar, su fisonomía…
Page no se sorprendió cuando la enfermera fue a buscarla poco después de la medianoche.
Sabía lo que iba a decirle.
Había sentido la presencia de Allyson en la sala y, en el instante en que aquella mujer abrió la puerta, Page se incorporó y comprendió para qué la llamaban.
¿Señora Clarke? -Sí, soy yo.
Todo parecía un sueño, y Page no podía creer lo que estaba pasando, pero era real.
– Allyson sufre complicaciones postoperatorias.
– ¿Han avisado al cirujano? -Está de camino.
He pensado que quizá querría ver a su hija.
Aunque la tenemos todavía en reanimación, puedo llevarla allí si lo desea.
– Se lo agradecería mucho.
Page miró a la enfermera a los ojos, y preguntó: -¿Se…
se está muriendo? La mujer titubeó sólo un instante.
– Parece que su hija se apaga…
No ha reaccionado bien, señora Clarke.
Lo siento.
Creo que podría fallecer.
– También lo creían sus compañeras de reanimación.
Habían llamado al cirujano inmediatamente, pero dudaban de que la encontrase viva al llegar.
¿Tengo tiempo de telefonear a mi marido? Page se asombró de su propia voz.
Estaba extrañamente tranquila, consciente de lo que se avecinaba.
Lo había esperado sin apenas saberlo.
Había estado con Allie cuando Vino al mundo, y la acompañaría también en su despedida.
Corrieron las lágrimas, pero Page conservó la calma mientras la enfermera la conducía hasta el ascensor.
Page asintió, sabiendo que Brad podía haber recurrido a Jane, pero que tenía pánico a venir.
Incluso comprendió a su marido.
Ahora ya lo había aceptado.
Brad no podía afrontar aquel momento decisivo.
– Será mejor que subamos.
Si quiere, nosotras telefonearemos.
A Page no le agradaba que Brad se enterase por una enfermera, ya que sería más llevadero si se lo comunicaba ella misma, pero no podía llegar tarde a su cita con Allie.
Su hija iba a emprender un viaje sin retorno, y quería decirle adiós.
– Hemos llamado a su esposo -la informó en voz baja una enfermera, mientras Page sostenía la mano de Allie y le prodigaba caricias.
– ¿Va a venir? -preguntó ella impertérrita.
.
– Ha dicho que no quería dejar solo a su hijo.
La enfermera apoyó la mano en el hombro de Page y lo apretó ligeramente.
Había presenciado muchas escenas similares, pero no lograba acostumbrarse, y menos aún cuando los pacientes eran jóvenes.
En la entrada de la sala le pusieron una bata y una mascarilla.
Siguió a otra enfermera y finalmente la vio.
Yacía rodeada Deseaba de aparatos y con la cabeza vendada, pero súbitamente a su madre se le antojó más pequeña, más plácida que nunca.
Ya no estaba asustada, sino llena de paz, y más.
cerca de Allie que en ningún otro período de su vida.
Madre e hija estaban juntas, unidas para siempre en un instante que, a su manera, tenía tanta significación como su nacimiento.
En cierto sentido, no había diferencia.
Existió un principio, y ahora se acercaba el fin.
Habían completado el ciclo.
Fue más corto de lo que habían planeado, pero eso no menoscababa la solidez de sus vínculos.
– Hola, cariño mío -susurró junto a su cabecera, llorando, sí, pero contenta de verla, no atormentada como hasta ahora-.
Quiero que sepas que papá y yo te queremos con toda el alma…
y Andy también.
Te echa mucho de menos, y yo, y tu padre…
Te añoramos, Allie.
Pero sé que siempre estarás con nosotros.
Sabía que, de alguna forma, su hija la oiría.
– ¿Allie? -musitó Page-.
Todo irá bien, amor mío, no tengas miedo.
Yo estaré a tu lado si me necesitas.
Allyson siempre fue reacia a los lugares nuevos, y ahora debía emprender un viaje a lo desconocido donde no podría contar con su ayuda.
Sin embargo, la acompañaría en espíritu, de igual modo que Allie jamás se separaría de su madre.
¿Señora Clarke? -Era el doctor Hammerman.
Page no le había oído acercarse-.
La estamos perdiendo -dijo débilmente.
Una enfermera le proporcionó una banqueta.
Page se sentó y asió la mano de su hija.
La sintió muy frágil y agarrotada.
Tenía los dedos rígidos y los brazos anquilosados, como síntomas de las lesiones de su cerebro.
Aquél era, justamente, uno de los motivos por los que Page no quería que Andy viese a su hermana.
Las consecuencias del accidente causaban honda impresión.
– Lo sé.
– Las lágrimas brotaban de sus ojos.
Miró al cirujano con una sonrisa y una mirada que a Hammerman lo conmovieron.
– Hemos hecho todo lo humanamente posible.
Las lesiones son irreversibles.
Esta tarde he creído que podría sobreponerse, pero…
Lo siento, señora Clarke.
El médico guardó una respetuosa distancia y vigiló los monitores.
Él mismo comprobó las pulsaciones, analizó las cintas grabadas en los sucesivos controles y celebró consulta con el personal de guardia.
Su conclusión fue que no duraría más de unos minutos.
Compadeció a aquella pobre madre.
– ¿Señora Clarke? -dijo al fin-.
Estamos a su entera disposición.
¿Hay algo que desee pedirnos? ¿Quiere que venga un sacerdote? -Estamos bien así -respondió ella mientras recordaba la primera vez que había acunado a Allie en sus brazos.
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