Cuando Trygve apareció a las diez de la mañana con una bolsa de croissants, también la notó distinta.

– Pareces más tranquila que en los días pasados -le dijo con una sonrisa-.

Da gusto verte.

Era sorprendente cómo las personas se adaptaban a todo.

Él mismo se sentía más animado después de seis días de visitar a Chloe.

Aquella tarde la trasladarían a una habitación y al cabo de unas semanas podría volver a casa.

La espera había sido interminable, pero al menos todos habían sobrevivido.

Page se despidió de los Thorensen cuando dejaron la UCI, y un poco más tarde, antes de abandonar el hospital, pasó por la habitación de Chloe.

Se la veía más espabilada, aunque sus dolores eran aún considerables.

La habitación estaba repleta de flores y alrededor de la cama había un grupito de sus amigos íntimos.

Trygve había salido al pasillo para dar un respiro y dejar que los jóvenes hablaran con mayor libertad.

Era la primera vez desde el accidente que Chloe veía a sus compañeros.

Durante su estancia en la UCI sólo la habían visitado su padre y sus hermanos.

Jamie Applegate había llamado porque también quería ir, pero Trygve le rogó que esperase un día más, hasta el fin de semana.

El chico se mostró muy correcto y solidario, y era evidente cuánto deseaba ver a Chloe.

El ramo más espectacular, que llegó a la misma hora en que Allyson ingresó en la habitación, fue el de Jamie y su familia.

– Todo empieza a arreglarse -apuntó Page, sonriendo a Thorensen.

Era un placer verle más relajado y más jovial.

– No estoy tan seguro -repuso él con una mueca-.

Temo que la segunda fase no va a ser nada fácil.

Chloe quiere su música, sus amigos, quiere ir a casa la semana próxima, lo cual es imposible, ¡y quiere también que le lave la cabeza! Aunque se quejara, se sentía eufórico de tener aquellos problemas y no los derivados de la supervivencia.

– Me das mucha envidia -dijo Page con una sonrisa.

– Lo sé -repuso Trygve con tono afectuoso-.

Me han dicho que en la noche de la segunda operación faltó poco para que Allie muriese.

Una enfermera le había relatado todo el episodio.

Page asintió, pensando en cómo explicárselo para no parecer una chiflada.

– Fue la experiencia más extraña que he tenido jamás.

Sabía lo que estaba ocurriendo.

Lo presentí aun antes de que me llamasen.

Era consciente de que Allyson nos dejaba.

Nunca me había sentido tan unida a ella…

Recordé cada día, cada hora y cada minuto.

Reviví escenas que había olvidado con el paso de los años, hasta que de pronto algo cambió, y tuve la sensación de que mi hija regresaba desde un confín lejano.

Fue el instante más intenso y a la vez más apacible de mi vida.

Fue increíble.

Page todavía se estremecía al evocarlo, y Thorensen lo leyó en sus ojos.

– He oído hablar de fenómenos similares…

Gracias a Dios que volvió -dijo, mirándola y casi deseando haber compartido su vivencia.

La enfermera también le había comentado que telefonearon a Brad, que sin embargo no se presentó.

– Allie nos dio una gran sorpresa -afirmó Page con una cálida sonrisa.

– Confío en que siga dándolas.

– Y yo también -convino ella.

¿Cómo lo encaja Andy? -Bastante mal.

Ultimamente ha tenido pesadillas -dijo Page y, bajando la voz por respeto a su hijo, que se habría horrorizado de saber que su madre se lo contaba a terceros, agregó-: Y ha mojado la cama.

Sin duda todo esto le ha trastornado.

No obstante, me resisto a que vea a su hermana.

– Haces bien.

Allie estaba aún muy desfigurada.

Por estable que fuese su situación tras el bajón del postoperatorio, su aspecto era escalofriante.

Incluso Chloe se sobresaltó al verla en la UCI, y rompió en sollozos al saber que se trataba de Allie.

Al principio ni siquiera la había reconocido.

– Sería demasiado traumático para él.

– A decir verdad, también sufre por nuestra causa.

– Page vaciló un momento, con la mirada perdida en el pasillo, pero luego miró de nuevo a Thorensen y añadió-: Mi matrimonio naufraga, y Andy se ha dado cuenta.

Brad apenas va por casa estos días, y hasta habla de mudarse.

Su voz vibró con ligero tremor, pero ella misma se asombró de la naturalidad con que surgían sus palabras.

Después de dieciséis años, su marido iba a abandonarla.

De hecho, a todos los efectos prácticos y afectivos, ya la había dejado.

Aquella misma mañana había llamado para decirle que no le esperase el fin de semana.

– ¡Pobre criatura! -exclamó Trygve-.

No se pueden asimilar tantas desdichas en una sola semana.

– Tienes razón.

En realidad todavía no he hablado con él, pero intuye que algo va mal y está muy preocupado.

– Con nnpobre criatura" no me refería a Andy, sino a ti.

Estás pasando por un trago amargo.

En un primer momento creí que Brad se había vuelto trastornado con el accidente, pero luego comprendí que el asunto era más complicado.

Trygve lamentaba sinceramente haber dado en el clavo.

– Sí, lo es.

Sale con otra mujer desde hace ocho meses.

Al parecer, se ha enamorado de ella.

Y yo he vivido en las nubes todo este tiempo.

Supongo que estaba demasiado ocupada pintando murales y llevando niños en el coche.

Page intentó banalizar el problema.

Thorensen, erguido muy cerca de ella, la observaba.

– Sé muy bien lo que se siente en estos casos.

Es demoledor.

Page alzó los hombros en una actitud pretendidamente frívola, pero que no pudo conservar.

– No sospeché nada.

¿Puedes imaginártelo? Me siento una estúpida.

Estúpida, herida, traicionada, desposeída…

y muy sola.

– Todos nos comportamos como unos estúpidos alguna que otra vez.

Estas cosas son muy duras de afrontar.

Mientras las andanzas de Dana iban de boca en boca por el condado de Marín, yo me obstinaba en vivir como si formáramos una pareja.

– A mí me ha ocurrido otro tanto.

– Los ojos de Page estaban húmedos cuando los volvió hacia Trygve, y él sintió deseos de abrazarla.

Por alguna razón, no era lo mismo hablar de Brad que de Allie-.

Es curioso cómo se juntan las desgracias: Allie, Brad…

¡Cuántos batacazos! Y el bueno de Andy trata de encajarlos todos.

Yo también, claro, pero se supone que soy una adulta.

– Olvídate, y dale a Brad una buena patada en la espinilla si eso te desahoga.

– Es lo que hemos hecho la mayor parte de la semana, darnos nnpatadas,.

Me dolía tanto que casi no podía creerlo, pero súbitamente, cuando Allie estuvo a punto de morir, mi perspectiva se alteró.

Ya no me parecía tan catastrófico (hablo de Brad, por supuesto), sino tan sólo un conflicto que debíamos resolver.

En cuanto al accidente, tengo que aprender a vivir con él.

Ahora me siento más fuerte, aunque no me preguntes por qué.

– Se te nota.

La mente es algo prodigioso, siempre encontramos en ella los recursos necesarios.

– Page asintió, sintiéndose cómoda y compenetrada con Trygve, quien la miró y le preguntó-: ¿Qué planes tenéis Andy y tú para mañana por la tarde? -Ninguno en particular.

Como no tiene partido, había pensado dejarle al cuidado de una vecina.

Su padre no estará en casa pero todavía no se lo he dicho.

Y no quiero que Allie pase todo el día sola.

Como ves, aún no me he organizado.

¿Por qué? ¿Qué pensabas proponerme? -Se me ha ocurrido que quizá os apetecería comer con nosotros.

A Bjorn le encantan los niños de la edad de Andy, y creo que se llevarán bien.

Podrías dejármelo cuando vengas al hospital y recogerlo después de cenar, o bien volver un poco antes y apuntarte tú también.

Era una invitación en toda regla.

Page se conmovió.

– No querría causarte molestias.

¿Estás seguro de que no estorbaremos? ¿Qué harás con Chloe? -He prometido a Bjorn venir a verla mañana por la mañana, y que luego jugaríamos un rato juntos.

Dos amigas de Allie han anunciado su visita para la tarde, y Jamie también estará, así que no tenía intención de volver hasta última hora.

– Será un día muy agitado -vaciló Page, pero Trygve le suplicó con los ojos que aceptara.

Disfrutaba de su compañía, el crío le resultaba simpático, y ambos necesitaban un descanso de su agobiante situación.

Habían tenido una semana atroz, y Thorensen sabía que a Page le hacía tanta falta distraerse como a él mismo.

– Vamos, Page, a nosotros nos darás una alegría…

y a Andy le sentará bien.

– De ese modo le pasaría más inadvertida la ausencia de su padre.

– Sí, tienes razón -admitió ella-.

De acuerdo, iremos.

Muchas gracias.

Dos de las amigas de Chloe salieron en ese momento de la habitación, y Trygve se dispuso a volver a entrar.

Citó a Page para las doce del mediodía.

– Dile a Andy que traiga su guante.

A Bjorn le entusiasma el béisbol.

– Descuida, se lo diré.

Page se despidió con una sonrisa, y acto seguido regresó a casa.

Le contó a Andy los planes y le dijo que Brad tenía negocios que atender el fin de semana.

– ¿Los dos días? -preguntó el niño con suspicacia, pero no quiso indagar más.

Su madre intentó explicarle la peculiaridad de Bjorn, y Andy, más que asustarse, sintió curiosidad.

Conocía al joven Thorensen, pero nunca había jugado con él.

Dijo que en la escuela había otro chico igual y que le habían puesto en una clase especial.

Al día siguiente, tanto Page como Andy quedaron gratamente sorprendidos de lo bien que transcurrió la jornada.

Bjorn ayudó a preparar la comida, haciendo exquisitas hamburguesas con patatas fritas, mientras que Trygve se ocupó de los hot dogs y de la ensaladilla también de patata con rodajas de tomate.

Bjorn proclamó con absoluta seriedad que Nick, que había reanudado el curso en la universidad, era el experto en hot dogs de la familia, y que los preparaba mucho mejor que su padre.

Y Andy exhibió una risa desdentada, a la vez que probaba los dichosos bocadillos.

¿Qué te ha pasado en los dientes? -preguntó Bjorn, intrigado.

– Se me han caído -explicó Andy sin ningún azoramiento.

Ahora comprendía mejor a Bjorn, y no le impresionaba que padeciese el síndrome de Down.

Lo único que le preocupaba era su edad: con dieciocho años, era su compañero de juegos más veterano.

– ¿Irás al dentista para que te los ponga nuevos? -preguntó Bjorn-.

El año pasado me rompí uno y el dentista lo arregló.

Le mostró a Andy el diente, y el pequeño asintió solemnemente al ver que no se distinguía de los otros.

– Los míos volverán a crecer desde la raíz.

A mi edad, tú también los cambiaste, sólo que ya no te acuerdas.

– Quizá.

Seguramente no me fijé.

Page y Trygve les observaban circunspectos.

Se entendían espléndidamente, como dos viejos colegas, sentados en sus sillas plegables bajo el sol primaveral.

¿Juegas al béisbol? -preguntó Bjorn con mirada expectante.

– Sí -confirmó Andy sonriente y se sirvió una hamburguesa.

– Yo también.

Y soy muy aficionado a los bolos.

¿A ti te gustan? -Nunca he practicado -repuso Andy-.

Mamá dice que todavía soy pequeño.

Por lo visto, las bolas pesan demasiado.

Bjorn asintió.

– Yo también las encuentro pesadas, pero como me lleva mi padre…

Algunas veces voy con Nick o con Chloe.

Chloe está enferma.

La semana pasada se rompió la pierna, pero volverá a casa muy pronto.

– Sí -dijo Andy, poniéndose serio-.

Mi hermana también está mal.

Se golpeó la cabeza en un accidente de coche.

– ¿Y se la partió? Bjorn se compadeció de su amigo.

Era terrible tener una hermana herida, él había llorado cuando visitó a Chloe.

– Más o menos.

Todavía no me han dejado visitarla, porque está muy maltrecha.

– ¡Oh! -A Bjorn le satisfacía que tuvieran tantos puntos en común.

A ambos les gustaba jugar al béisbol y sus hermanas estaban en el hospital-.

Yo participo en las Olimpiadas Especiales.

Me ayuda mi padre.

– Eso es estupendo.

¿Cuál es tu especialidad? Mientras Bjorn le describía a su nuevo amigo su predilección por el baloncesto y el salto de longitud, Trygve y Page se alejaron hacia el otro lado del jardín.

– Yo diría que ha sido un éxito -dijo Thorensen-.

Andy tiene la edad idónea.

Bjorn está mentalmente entre los diez y los doce años, pero siente una auténtica debilidad por los chicos menores.

Andy es un niño encantador.