– A Trygve le había enternecido el respeto y afectividad con que Andy trataba a su hijo, y era obvio que le caía bien-.

Tienes suerte.

– Los dos la tenemos.

Todos son buenos chicos.

¡Ojalá ciertas damiselas que conozco no nos hubieran mentido el sábado por la noche! Se habrían ahorrado este calvario -dijo Page, contemplando a los chicos.

Resultaba difícil creer que hubiera pasado solamente una semana desde que el destino había destrozado sus vidas, para luego, caprichosamente, acercarles el uno al otro.

Durante toda esa semana ella había desnudado su alma ante Trygve sin prestar la menor atención a su físico.

Pero ahora reparó en lo atractivo que era.

– Hay momentos en los que me gustaría atrasar las agujas del reloj -masculló Thorensen, y miró a su amiga.

Se había arrellanado en una tumbona, con el cabello alborotado sobre los hombros y el rostro vuelto hacia el sol.

Se estaba muy bien en aquella parte del jardín.

– No sé si retroceder en el tiempo sería lo más práctico.

Yo más bien correría hacia delante, pero muy deprisa, para saltarme los capítulos funestos.

– Lo malo no se termina nunca, cverdad? -Ambos rieron.

– A mí no me importaría adelantarme ahora mismo hasta el punto donde Allie se recupera.

– Se recuperará -dijo Trygve alentadoramente.

Había sobrevivido una semana al accidente y, como dictaminaron los médicos, cabía ser optimista-.

Pero quizá sea un largo proceso.

¿Has pensado en ello? -No me lo quito de la cabeza.

El neurocirujano me advirtió que podrían pasar años antes de que vuelva a ser nnnormal", y ni siquiera concretó en qué grado.

– Sí, podría tardar.

No estoy familiarizado con casos como el suyo, pero sé cómo fue la evolución de Bjorn.

Llevó pañales hasta los seis años y no venció la incontinencia hasta los once.

El tráfico se convirtió en mi perenne obsesión, y a los doce años se quemó con la sartén cuando aprendía a guisar.

Tardó una eternidad en llegar hasta aquí y requirió grandes dosis de paciencia y de trabajo, tanto a él como a mí, además de tener que recabar colaboración especializada en varias ocasiones.

Es posible que tú también la necesites y debes mentalizarte para empezar desde cero con tu hija.

Trygve no lo mencionó, pero ambos sabían que cabía la posibilidad de que Allie no recobrase nunca la normalidad.

Tal vez su capacidad sería incluso inferior a la de Bjorn, suponiendo que recobrase el conocimiento.

– La perspectiva me da escalofríos, pero prefiero tenerla con deficiencias antes que perderla.

– Lo entiendo muy bien.

Para Page era reconfortante hablar con alguien que la comprendía, y aquella tarde le costó un gran esfuerzo interrumpir la charla e ir al hospital.

Pero no quería privar a Allie de su compañía, y además había prometido llevarle algunas cosas a Chloe.

La chica Thorensen había pedido revistas, galletas y su maquillaje.

Se encontraba decididamente mejor y había dicho que la comida del hospital era repulsiva.

Los chicos jugaban al béisbol en el césped cuando Page se marchó.

Ya en el coche, vio que Trygve la despedía con la mano.

Se sentía feliz por primera vez en siglos.

Pese a todo lo que estaba sucediendo, al menos él la respaldaba.

Trygve se había revelado como un buen amigo y los ratos que pasaban juntos eran un islote de calma en el mar de sus horrores.

Aquel día, en el hospital todo discurrió apaciblemente.

Allie continuaba sumida en su sueño, conectada al tubo de oxígeno, y su estado figuraba en las tablillas como nncrítico pero establen,.

Page se sentó una vez más a su cabecera y le habló con suave acento, dándole cuenta de las últimas novedades y recordándole lo mucho que la querían.

En cierto momento subió a la habitación de Chloe y encontró allí a Jamie Applegate.

Había traído un cargamento de discos compactos, un tocadiscos portátil y un ramillete de flores.

Saludó a Page con cortesía y le preguntó cuándo podría ver a Allie.

– Todavía es un poco prematuro -explicó ella.

Allyson no estaba en condiciones de recibir a nadie, y para el chico habría sido dramático verla en aquel estado.

Page le aseguró que lo llamaría en cuanto se permitieran las visitas, y dejó a los dos jóvenes escuchando música.

Al caer la tarde fue a recoger a Andy.

Los dos chicos estaban jugando a las cartas y atronando toda la casa con sus risas.

El juego era el nntute", y ambos hacían trampas, mientras Trygve, muy atareado, preparaba la cena.

– Hoy preparé mi famoso estofado noruego, pasta y albóndigas suecas.

– Sus albóndigas son las mejores -le elogió Bjorn al pasar como un rayo por la cocina, con Andy a sus talones.

Iban al primer piso para ver una película.

– No creo que consigas llevarte a Andy, así que tendréis que quedaros a cenar -bromeó Trygve.

Page rió y se ofreció a ayudarle.

Puso la mesa, hirvió la pasta y rehogó unas setas.

El estofado despedía un olor excelente y Trygve le dio a probar una albóndiga.

Bjorn no había exagerado.

Estaban deliciosas.

Aquel hombre era un buen cocinero, un amigo leal y una grata compañía.

¿Cómo has encontrado a Chloe? -preguntó, rectificando el fuego de la cocción.

Page sonrió.

– Muy bien.

Jamie estaba con ella.

Es un gran muchacho, aunque parece muy nervioso y algo acomplejado.

Llevó a Chloe un montón de discos y cuando me marché estaban oyéndolos.

– El semblante de Page se oscureció-.

Al verles, he sentido más intensamente la soledad de Allie.

Hace sólo unos días, en realidad hoy se cumple una semana exacta, mi hija me engatusaba para que le dejase mi suéter favorito.

El jersey rosa, al que habían tenido que cortar en jirones en el hospital.

Hasta ahora no había pensado en ello.

No quería que le devolvieran la prenda, sino a su hija.

– Desearía poder hacer algo para suavizarte el golpe -dijo Trygve, sentados en la cocina con sendas copas de vino mientras esperaban que se cociera el estofado.

– Ya lo estás haciendo.

Supongo que mi vida no será nada fácil durante una temporada.

Al paso que vamos, Brad acabará por marcharse del todo.

Será especialmente doloroso para Andy, y también para mí.

Y aunque Allie responda bien, tampoco será fácil.

Sería una pesadilla que en el mejor de los casos se prolongaría meses, y habría instantes descorazonadores.

Pero el destino daba estos vuelcos y Page estaba dispuesta a asumirlo.

En la última semana había aprendido muchas virtudes, entre ellas la aceptación y la templanza.

¿Qué crees que ocurrirá con Andy si Brad os deja? -Se llevará un disgusto tremendo.

Y no uses el condicional.

No se trata de nnsi" se va, sino de nncuándo".

Está clarísimo.

– De todos modos, los niños son imprevisibles.

Con frecuencia saben lo que va a ocurrir antes de que se lo digamos.

Quizá.

Los chicos volvieron a atravesar la cocina ruidosamente.

Todo indicaba que lo estaban pasando muy bien.

Cinco minutos más tarde, Trygve les llamó a cenar.

– ¡La hora de las albóndigas! -gritó, y les ordenó que se lavaran las manos antes de sentarse.

Ya en la mesa, rezaron la oración de gracias, lo que sorprendió a Page, aunque también tuvo su nota entrañable.

Era una lejana reminiscencia familiar.

En su vida de casada nunca habían rezado y sólo acudían a la iglesia en las fechas muy señaladas.

Le extrañó que Trygve fuese creyente.

– Yo voy a catequesis -le contó Bjorn a su nuevo amigo-.

Me lo enseñan todo sobre Dios.

¡Es un tipo fantástico! A ti te gustaría.

Page reprimió una sonrisa y lanzó una mirada a Trygve, sentado frente a ella.

También él sonreía.

Los muchachos no pararon de cotorrear en toda la cena.

Una vez acabada, Page y Trygve salieron al jardín.

Era tarea de Bjorn lavar los platos por la noche, y Andy se quedó para echarle una mano.

– Tienes un hijo magnífico -dijo Page mientras colocaban las sillas en el césped.

El cielo estaba precioso, con una purpúrea franja crepuscular sobre las colinas de Marín, y ambos lo admiraron en silencio durante unos segundos.

– En efecto -convino Trygve-.

Afortunadamente, Nick y Chloe opinan lo mismo.

Algún día, cuando yo muera, tendrán que velar por él.

He pensado en ponerle a vivir solo en un apartamento, pero aún no está maduro.

ésa era una cuestión que tal vez Page también debería considerar.

Si Allyson no podía valerse por sí misma, algún día su hermano tendría que responsabilizarse de ella.

Hasta ahora no se le había ocurrido, pero era innegable que los hijos especiales planteaban problemas específicos.

De repente se perfilaba ante ella todo un mundo desconocido.

– Ha sido muy agradable teneros aquí, Page -dijo Trygve-.

Bjorn y yo hemos disfrutado cada minuto.

– Y nosotros -respondió ella-.

Nos habéis proporcionado unas horas de relajo y esparcimiento en medio del caos que reina en nuestras vidas.

– No siempre será así -vaticinó Thorensen, decidido a ayudarla a salir a flote.

– Ahora mismo no puedo verlo de otra manera.

No sé por dónde navego.

Todo cambia a una velocidad tal que no tengo tiempo ni de tomar aliento.

Lo que la semana pasada me parecía fundamental, ahora ya ni siquiera forma parte de mi vida.

Es difícil discernir qué debo hacer -dijo Page con actitud reflexiva.

él asió su mano y la retuvo con fuerza.

No quería asustarla, y sabía que aquél era un mal momento.

Pero en aquella mujer había algo que le incitaba a protegerla.

– Estás actuando con muy buen tino.

E irás más lejos si – avanzas despacio -le aconsejó, pero Page se rió del comentario.

– Créeme, yo soy la única que va lenta en este torbellino.

El resto se está desmembrando a un ritmo tan vertiginoso que apenas tengo oportunidad de recoger los pedazos.

Ahora fue Trygve quien se echó a reír.

Sentado muy cerca de ella, contempló el ocaso.

– Algunas veces la vida nos parece sencilla, pero nunca lo es tanto como aparenta, cverdad? -dijo mientras el último rayo de luz se deslizaba, indolente, tras las montañas-.

Pensamos que hemos plantado sólidos cimientos y entonces el maldito edificio se nos viene abajo.

La única ventaja es que, cuando lo reconstruimos, lo hacemos con cimientos más resistentes.

– ¡Ojalá pudiera creerlo! -musitó Page, observando a Trygve y complacida por lo que veía, un hombre auténtico, íntegro y honesto.

– Actualmente vivo mucho mejor que antes -dijo Trygve-.

Pensé que jamás llegaría a admitirlo, pero es la pura verdad.

Y me da igual si no vuelvo a casarme.

Aunque me encantaría y hasta me tienta la idea de tener más hijos, te aseguro que, mientras no se presente la mujer ideal, me siento totalmente feliz así.

Adoro a mis hijos, mi trabajo, mi mundo.

En mi época de matrimonio vivía sobre un volcán, luchando como un loco para funcionar bien con Dana…

y fracasando siempre.

Ella tenía el don de estropearlo todo, y de hacerme sentir hundido y fracasado.

Ahora es muy distinto.

Me gusta mi vida.

Estoy satisfecho de mí mismo y de mis chicos.

Antes de lo que imaginas, a ti te ocurrirá lo mismo.

Tienes unos hijos fabulosos, posees un gran talento y eres una excelente persona.

Mereces ser feliz, Page, y lo serás, con o sin marido.

¿Podrías firmarlo con sangre, por favor? Así tendré más garantías.

– Cuando quieras.

Tu panorama se irá despejando, ya lo verás.

– Espero impaciente ese día -respondió Page con un suspiro.

Trygve la observó largo rato.

Por fin se inclinó súbitamente hacia ella y Page se preguntó si iba a besarla.

En aquel preciso momento, los dos chicos irrumpieron en el césped y pidieron permiso para jugar al béisbol.

– Ni hablar -prohibió Trygve.

El momento había pasado y Page se quedó con la duda de haberlo soñado-.

Es demasiado tarde para juegos, Bjorn.

¿Por qué no entráis en casa y veis la televisión? Pronto será hora de acostarse.

¿Quieres dejarnos a Andy a dormir? -ofreció Thorensen volviéndose hacia Page-.

¿Regresarás al hospital? -No, hoy pensaba ir directamente a casa.

Brad me ha dicho que mañana se ocupará de Andy.

Si lo hace, podré pasar más tiempo con Allie.

¿Y tú, irás a ver a Chloe? -Ahora, sus vidas se reducían a aquellos continuos viajes al hospital que exigían un sinfín de reajustes y malabarismos para compaginar las necesidades de todos.