Durante toda su vida se había empeñado en cambiar a su madre, convertirla en una mujer hogareña y afectuosa, capaz de escuchar los asuntos ajenos y de solidarizarse.

Y se había empecinado en que Alexis fuese una chica normal y de corazón sensible.

Pero eran inmutables.

A su madre sólo le interesaban las trivialidades, y Alexis apenas abría la boca en su constante afán de parecer perfecta, de resultar guapa.

Page se preguntaba de qué hablaban con David, si es que se dirigían la palabra.

él era mucho mayor que su hermana y vivía metido en los quirófanos, la mayor parte de las veces, ciertamente, ocupado en recomponer a su esposa, lo que al parecer era su gran vocación.

¿Qué tiempo ha hecho por aquí? -inquirió su madre mientras cruzaban el puente donde había ocurrido el accidente de Allyson.

Page no podía pasar por él sin tener náuseas o vahídos.

– ¿El tiempo? -dijo con la mente en blanco.

¿Cómo saberlo? Su vida discurría entre la UCI y las trifulcas con Brad.

¿Qué le importaba a ella la meteorología?-.

Creo que ha sido bueno.

No me he fijado.

– Andy, ccómo va tu brazo? ¡Mira que eres tonto! -regañó Maribelle a su nieto, que le estaba enseñando a Alexis las firmas de su escayola.

Bjorn incluso le había dibujado un perrito, y Andy solía decir, con una sonrisa traviesa, que era idéntico al hámster de Richie Green.

Pero apreciaba a Bjorn y se sentía orgulloso de su buena camaradería.

Le gustaba poder contar a sus compañeros de clase que tenía un amigo de dieciocho años.

Evidentemente, nadie le creía.

A Page le extrañó que Brad estuviese en casa.

Además, se mostró muy cordial con las recién llegadas.

Sacó del vehículo su voluminoso equipaje y llevó el de Maribelle hasta la habitación de huéspedes, donde su suegra dormiría en la espaciosa cama doble.

Alexis normalmente, se habría instalado con ella, pero esta vez había pedido que le dejasen utilizar la habitación de Allie.

Page no quería, ya que conservaba – aquel dormitorio como un santuario.

No había tocado nada desde la funesta noche del accidente.

Sin embargo, Brad dijo que no veía inconveniente.

Page se esforzó en vencer sus reparos.

Era ilógico que ella y Brad durmieran en la misma cama habiendo un cuarto vacante.

Además, a Page le disgustaba que otra persona ocupase el reducto de su hija, pero no podía negarse, y sabía que era infantil resentirse por ello.

Alexis pidió un vaso de agua.

Tenía que ser Evian fresca y sin hielo.

Su madre dijo que tomaría muy a gusto una taza de café y un bocadito mientras deshacía las maletas.

Era una petición típica de ellas, y Page fue a la cocina y preparó lo que querían.

Eran las cuatro y media de la tarde y estaba ansiosa de ir al hospital.

No había ido en todo el día y suponía que su madre y su hermana desearían ver a Allie.

Se lo mencionó tan pronto se reunieron las tres en la sala y su madre la hubo felicitado por el nuevo tresillo, las cortinas y los cuadros.

– Haces auténticas monerías, cariño.

Al igual que Brad, consideraba el trabajo de Page como un pasatiempo insustancial.

La breve incursión de Page en el teatro la había horrorizado, y fue un alivio para ella que no intentara reincidir en California.

– Podríamos ir al hospital -dijo Page, consultando nerviosa su reloj-.

Imagino que querréis ver a Allie cuanto antes.

Pero ambas mujeres intercambiaron una significativa mirada y Page comprendió que, una vez más, se había equivocado.

El hospital no constaba en su agenda del día.

– Hemos tenido una jornada durísima -arguyó Maribelle Addison, arrellanada en el sofá-.

Alexis ha quedado agotada, pobrecilla.

Está convaleciente de un resfriado terrible -explicó, y Alexis asintió con un gesto-.

¿No crees que sería preferible posponerlo hasta mañana? -preguntó, y enarcó las cejas al percibir la vacilación de Page.

– Ejem…

Sí, claro, como queráis…

Era sólo una idea…

¡Qué incauta había sido al pensar que desearían visitar a su hija! Probablemente tenían un pánico acerval de verla.

“¿Para qué demonios han venido entonces?", recapacitó Page, y dedujo que era una diversión como otra, y que de ese modo podían autocomplacerse en la creencia de que realizaban una buena obra con ella, lo cual no podía ser menos cierto.

– Está decidido, iremos mañana.

¡No crees que es mejor así, Brad? -preguntó Maribelle a su yerno, que acababa de entrar en la estancia caminando como un autómata.

Stephanie le había llamado sin más, en pleno día, y le había dado un ultimátum.

Insistía en que cenaran juntos aquella noche para discutir la jugada.

– Sí…

sí, Maribelle, tienes toda la razón.

Debéis de estar cansadas, y la visión de Allie es muy turbadora.

A Page le dolió oírle hablar así.

Fue a recoger su bolso y anunció que regresaría a las seis para hacer la cena.

¿Cuidarás de Andy hasta que yo venga? -preguntó a Brad.

– Sí.

Pero cuando vuelvas tendré que salir.

¿De acuerdo? -¿Me dejas alternativa? -preguntó ella.

– Debo recoger unos documentos en la ciudad.

Page asintió, y se despidió de su madre.

Alexis se había tumbado a descansar en la cama de Allyson.

Camino del hospital, se enfadó consigo misma por haber consentido la visita de su madre y su hermana, aunque terminó riéndose.

Aquello era un descalabro.

Allie estaba en coma, Brad tenía un idilio, Andy se había fracturado el brazo, y como colofón su madre y su hermana le amargaban la existencia.

Era la definición clásica de una pesadilla.

Cuando entraba en el hospital se encontró con Trygve.

Thorensen había pasado por la U C I y, al no encontrarla, supuso que ya se había marchado.

¿Qué tal ha ido con tu madre? Los ojos de Thorensen expresaban cuán contento estaba de verla.

Page rió de pronto divertida por lo absurdo de su situación.

– Tal como era de esperar que me da risa.

Si las oyeras no podrías creerlo.

– ¿Dónde están ahora? A Trygve le sorprendía que no estuviesen allí.

– Mi madre se ha quedado elogiando el tresillo nuevo.

Y mi hermana descansa.

A decir verdad, su anorexia crónica parece haber empeorado.

Ha llegado envuelta en Chanel y con un equipaje de mano de puro cocodrilo.

– ¡Muy impresionante! Venir al hospital habría representado un esfuerzo excesivo para ellas, ¿no es así? -Sí, estaban demasiado exhaustas.

Alexis aún no se ha restablecido de su último catarro.

Y Brad les ha dado la razón, les ha confirmado que sería una visita muy nnturbadora".

¡ Vaya! -Veo que empiezas a captarlo.

Mañana será el gran día…

a menos que Alexis tenga que hacerse la manicura.

– ¿Y qué sucedió contigo? ¿Cómo escapaste de ese ambiente? ¿Por qué no te pasas el día en la peluquería, en vez de pintar murales y transportar niños arriba y abajo? -Porque soy la idiota de la familia.

No entendí su lema.

– Quizá tu padre te compensó -aventuró Trygve.

Eso lo explicaría todo.

Pero Page negó con la cabeza y desvió la vista.

– No, en absoluto.

– Alzó de nuevo los ojos hacia Thorensen y añadió-: Supongo que soy una especie de aberración.

La mejor noticia que podrían darme es que fui adoptada, como acostumbraba a decirme mi hermana, pero por desgracia mentía.

¡Ahora me facilitaría las cosas! -Nick también se lo decía a Chloe -comentó Trygve, que no había dejado de reír mientras Page le describía a sus parientes-.

Los niños disfrutan torturándose con esas tonterías.

– En mi caso habría sido una liberación -aseveró ella.

Miró su reloj y comprobó que se le hacía tarde si quería volver a casa a tiempo de preparar la cena-.

Me voy volando, o no podré estar con Allie.

– En la UCI he visto a la fisioterapeuta.

Todo funcionaba con normalidad.

– Te agradezco que hayas ido.

– Page titubeó pero, cuando él se le aproximó, no intentó apartarse.

Tras rozarse los labios se miraron-.

Me alegro de que hayamos coincidido -susurró, adentrándose en el edificio.

– Yo también -le dijo Trygve, y agitó la mano a modo de despedida.

En cuidados intensivos se mantenía el statu quo.

Page estuvo sentada junto a Allyson durante una hora, y le comunicó que la abuela y tía Alexis pensaban visitarla.

Le contó también las últimas peripecias de Andy, y le recordó una y otra vez cuánto la querían.

Le dijo, en síntesis, todo lo que pasó por sus mientes, excepto que su matrimonio se había roto y que Brad tenía una amante.

Antes de partir la besó amorosamente en la frente y se retiró unos pasos para examinar el vendaje con detenimiento.

Brad estaba en lo cierto: Page ya no lo advertía, pero la imagen de Allyson era desoladora.

Se sintió flaquear en el trayecto de vuelta, y extenuada en cuanto cruzó el umbral.

A lo lejos se oía la voz de su madre, y Alexis, que hablaba por teléfono con David en Nueva York, se quejaba del mal servicio del avión.

Nadie pronunció el nombre de Allyson.

Sólo Andy preguntó cómo estaba su hermana mientras Page se organizaba en la cocina.

¿Estás segura de que se curará? -la interrogó con expectación, acuciándola en el día menos indicado.

Page hizo una pausa, miró al pequeño y lo atrajo para poder abrazarle.

– No, no lo estoy.

Espero que se reponga, pero todavía no se sabe con certeza.

Podría…

– La palabra se le atragantaba y tuvo que reunir todo su valor-.

Podría morir, y podría superar el coma.

Y, si recupera el conocimiento, podría volver a ser la de antes o quedar como Bjorn.

No hay forma de predecirlo.

¿Como Bjorn? Andy se sintió perplejo, no había comprendido del todo qué tenía su amigo.

– Más o menos.

– También podría quedar parapléjica, o ciega, o ni siquiera como Bjorn, sino con un retraso más acentuado.

¿De qué habla esta parejita? -preguntó Maribelle, haciendo una de sus entradas triunfales y entrometiéndose en su intimidad.

– De Allyson.

– Hace un rato le decía a Andrew que se pondrá bien.

La madre les sonrió.

Page sintió ganas de matarla.

No era justo embaucar así al niño.

No lo permitiría.

– Es lo que todos deseamos, mamá -replicó-, pero aún no lo sabemos con certeza.

Todo depende de cuándo salga del coma, si es que sale.

– Es como estar dormido, sólo que no te despiertas y continúas en otro mundo -explicó el niño a su abuela.

En ese momento Brad entró en la cocina.

Llevaba un traje formal, y Page hubo de morderse la lengua para no hacer ningún comentario.

– Volveré más tarde -dijo Clarke en voz baja al notar su mirada inquisidora.

– ¿Ah, sí? Por si acaso, no aguantaré la respiración mientras espero.

– Gracias -repuso él y con la mano alborotó el cabello de Andy-.

Buenas noches, Maribelle -agregó sin volverse hacia ella.

– Buenas noches, querido -respondió la madre.

Tan pronto desapareció su yerno, le dijo a Page: Es un hombre muy apuesto, hija, ¡qué suerte has tenido! A Page le habría gustado contestarle que en otro tiempo también lo había creído, pero ahora ya no.

No obstante, calló y se concentró en la cena.

Como era de prever, la cena fue lastimosa.

Alexis se dedicó a cazar por el plato un pedazo diminuto de carne y una hoja de lechuga, sin probar apenas bocado.

Habló aún menos que comió, y su madre dominó la mayor parte de la conversación, parloteando sobre sus amistades, su piso de Nueva York y el jardín de ensueño que tenía Alexis en East Hampton.

Había contratado a tres jardineros japoneses, de modo que Alexis no hacía nada personalmente, y desde luego mostró mucho menos entusiasmo que su madre.

En realidad, no la motivaba nada ni nadie a excepción de Chanel.

Al término de la velada ninguna de las dos había mencionado a Allyson.

Se acostaron a la par que Andy, con el pretexto de que aún no se habían adaptado al horario de California.

A Page la irritó oír ruido en la habitación de Allie.

Cerró la puerta de su dormitorio para aislarse.

Le parecía un sacrilegio, una intromisión imperdonable.

Pasó largo tiempo tendida sobre el lecho, pensando en ellas, en lo desdichada que había sido su infancia.

Ellas habían convertido su vida en un bullente infierno hasta el día en que se fue.

Siempre que las veía, su memoria revivía aquel triste período.

Las lágrimas resbalaron lentamente por su rostro mientras lo rememoraba, y se instó a sí misma a volver al presente.