Sonrió al visualizar la escena, y se arrellanó en la cama para escuchar el parte meteorológico.

CAPITULO II

Allyson apretó el paso mientras avanzaba por la acera; llevaba ya cinco minutos de retraso sobre la hora convenida.

La casa de Chloe estaba tan sólo a tres manzanas de la suya, pero hoy ni siquiera tendría que ir hasta allí.

Las dos jóvenes se habían citado en la esquina de Shady Lane y Lagunitas, a medio camino de sus respectivos hogares, aunque un poco más cerca del de su amiga.

Chloe aguardaba ya cuando llegó Allie, jadeante y un poco congestionada con su invernal suéter de cachemira.

, -¡Qué maravilla! -alabó la prenda la chica Thorensen-.

¡Es de tu madre? Ella no tenía ya el rico filón del armario materno donde ampliar su vestuario, y el jersey negro que llevaba lo había pedido prestado a la hermana mayor de una compañera de clase! (más concretamente, su amiga se lo había robado a la hermana, y advirtió a Chloe que las mataría a las dos si no se lo devolvía el domingo por la mañana).

Era un suéter de cuello cisne, y lo había combinado con una minifalda de cuero negro perteneciente a otra amiga y con unas medias negras que su madre había dejado olvidadas en un cajón cuando se fue a Inglaterra.

! -Estás alucinante -dijo Allyson, impresionada por el sofisticado atuendo.

Pensó con preocupación que, al lado de Chloe, ella parecía unA cándida heroína de cómic.

De todos modos, sus estilos eran distintos.

El jersey y la falda negros realzaban el reluciente cabello azabache de Chloe, en vivo contraste con su tez sonrosada.

Era una chica muy bonita y allí, erguida junto a Allyson, tenía el porte indiscutible de una bailarina.

Había estudiado danza once años, y se le notaba en cualquier movimiento.

El próximo otoño esperaba ingresar en la escuela ofi cial de baile de San Francisco, donde acababan de aceptarla tras una serie de agotadoras audiciones.

Al mirarla, Allie empezó a impacientarse, no tanto por su belleza como porque Chloe consultaba su reloj una vez y otra, escudriñando la calle con nerviosismo.

– ¡Basta, por favor! Me estás sacando de quicio.

Quizá hicimos mal en aceptar -dijo Allyson, al borde del llanto y con un súbito remordimiento.

– ¿Cómo puedes decir esa insensatez? -se horrorizó Chloe-.

¡Son los dos chicos más guapos del colegio! Y Phillip Chapman tiene un pie en la universidad.

Phillip, estudiante aventajado, sería la pareja de Allyson, y Jamie Applegate era el chico con quien Chloe había soñado desde el primer año de colegio.

Ahora estaba en tercer curso de instituto, y ambos muchachos pertenecían al equipo de natación.

Jamie fue el instigador de la cita, y Chloe quien la organizó.

Había recurrido inmediatamente a Allyson, y ella le dijo que su madre nunca le daría permiso para salir con un preuniversitario.

De momento sólo había hecho algunos tímidos pinitos, generalmente para ir al cine con chicos que conocía de toda la vida o en grupos más numerosos, y aun así sus padres siempre la acompañaban e iban a buscar.

Ninguno de sus compañeros de segundo de instituto se había sacado todavía carnet de conducir, y en estas cuestiones el transporte era fundamental.

Naturalmente había asistido a fiestas, y antes de Navidad había tenido una pareja fija durante varias semanas, pero para Nochevieja ya estaban los dos más que hartos.

Nunca había acudido a una cita auténtica con un hombre de verdad que la recogiera en un coche de adulto y la llevara a cenar por todo lo alto.

Nunca, hasta hoy.

Aquella noche era muy real, quizá demasiado.

Tras deliberar largamente con Allyson y sus otras amigas, Chloe decidió que su padre no la dejaría salir con Jamie Applegate, y menos aún en un automóvil conducido por él.

Sabía cuál sería el principal argumento de Thorensen: que apenas le conocía.

Tal vez si Jamie les frecuentaba, si cenaba en su casa un par de veces o les hacía algunas visitas informales, nnpapá Trygve" cambiaría de actitud.

Pero sería demasiado tarde y Chloe no podría aprovechar aquella oportunidad única en la vida, que debía cazarse al vuelo, pues no habría una segunda ocasión.

Carpe diem, hoy es tu día, dice un antiguo refrán.

Y actuó en consecuencia.

Convenció a Allyson de que no había más remedio que engañar a sus padres.

Sería sólo por esta vez.

Una inocente mentira no perjudicaba a nadie, y si después del primer encuentro continuaban gustándoles los chicos, si querían volver a salir con ellos, plantearían el asunto en casa con toda claridad.

Lo de hoy no era más que una prueba.

Al principio Allie albergaba ciertos reparos, pero Phillip Chapman era tan fantástico, tan apabullante en su físico y su veteranía, que ella no pudo resistirse.

Chloe tenía razón.

Tras interminables conversaciones telefónicas y parlamentos secretos en la escuela, aceptaron la proposición y acordaron encontrarse en la esquina de Lagunitas.

– ¿Así que no te dejan salir con tíos? -se burló Jamie cuando Chloe le indicó el lugar donde les esperarían.

– ¡Claro que sí! Pero no quiero que mis hermanos mayores te importunen en caso de que no les caigas bien -improvisó una excusa.

Jamie anotó la dirección y prometió avisar a Phillip Chapman, que tenía coche y podía llevarles a cenar a Luigi's.

– ¿Pagaremos a escote? -preguntó Chloe un poco aturullada.

Aquello suponía un nuevo problema.

Había gastado toda su asignación en comprarse unos zapatos de precio astronómico.

Además, aun estando en bancarrota había prestado cinco dólares a Penny Morris.

Pero Jamie se rió de su pregunta.

Era un pelirrojo de cabello abundante y ancha sonrisa, y Chloe estaba fascinada por él.

– No seas idiota.

Invitamos nosotros.

Ese era el quid.

Tenían una verdadera cita con dos estudiantes veteranos y atractivos.

Era tan emocionante que pasaron toda la semana cuchicheando como dos bobas.

Esperaban con ansiedad su gran noche.

Ahora, al fin, había llegádo.

Pero los chicos no aparecían, y Allyson empezó a preguntarse si no sería una broma pesada y les habían dado plantón.

– Puede que no vengan -aventuró, entre molesta y aliviada-.

Quizá nos han tomado el pelo.

¿Por qué querría salir conmigo un tío como Phillip Chapman? Tiene diecisiete años, casi dieciocho, dejará el instituto dentro de dos meses y es el capitán del equipo de natación.

– Eso es una memez -replicó Chloe con vehemencia, aunque también sospechaba que los chicos habían jugado con ellas y no se presentarían-.

Eres una monada, Allie.

Phillip tiene mucha suerte de que hayas accedido a ser su pareja.

– Puede que él no comparta tu opinión.

Sin embargo, no había concluido la frase cuando un viejo Mercedes dobló la esquina y se detuvo limpiamente delante de las dos jóvenes.

Phillip iba al volante y Jamie en el asiento trasero.

Vestían americanas informales y pantalones holgados, ambos llevaban corbata.

A Allyson y Chloe les parecieron la suprema gallardía.

Phillip las miró en silencio y dedicó una sonrisa a Allyson.

– Hola.

Perdonad el retraso.

Hemos tenido que repostar y no encontraba ninguna gasolinera donde hubiera gasoil.

– Jamie había abierto la portezuela del asiento posterior para que entrase Chloe, y quedó deslumbrado por su reluciente melena, sus grandes ojos azules y la escueta falda de cuero.

Piropeó sin rodeos a la chica.

Allie montó también en el automóvil y Phillip saludó a Chloe.

Formaban un grupo muy atractivo y, tan atildados, todos aparentaban haber cumplido los dieciocho años-.

Abrochaos los cinturones -ordenó Phillip al arrancar rumbo a Luigi's, con una voz de adulto que a todos les hizo sentir importantes.

Miró a Allyson, sentada a su lado, y le habló con tono meloso, mientras sus dos amigos cotorreaban en la parte de atrás como si cenaran juntos todos los sábados desde tiempo inmemorial y no hubieran pasado ni un instante de azoramiento.

– Estás guapísima -dijo Chapman-.

Me alegro mucho de que hayas podido escaparte.

– Yo también.

– Allyson se sonrojó y esbozó una risita, deseando no estar tan nerviosa.

– ¿Qué es lo que fastidia tanto a tus padres, nosotros o el coche? -preguntó Phillip.

Por un momento, Allyson estuvo tentada de fingir que no había ningún problema, pero enseguida se decantó por la franqueza.

Decidió que lo mejor era ser natural con él, pues parecía una persona de fiar, y además le gustaba.

Se encogió de hombros, sonrió tímidamente y contestó: -Probablemente ambos.

No se lo he preguntado.

Nunca quieren que salga con extraños, y menos aún si van motorizados.

Es una regla tácita, pero se salen de sus casillas siempre que intento abordar el tema.

– No les falta razón.

Pero yo soy un conductor prudente.

Mi padre me enseñó a conducir a los nueve años.

– Phillip lanzó una fugaz mirada a su acompañante, con una sonrisa dibujada en el rostro-.

Un día de éstos podría pasar a buscarte por casa, y así me los presentas.

Tal vez me los ganaría.

“O tal vez no", pensó Allie.

Todo dependería de cómo se tomasen sus padres que saliera con un chico que le llevaba casi tres años.

Claro que también podía caerles bien.

Era imposible predecir su reacción.

Desde luego, Phillip Chapman era educado, abierto y afable.

No tenía aspecto de gamberro.

– Me encantará que lo hagas -dijo dulcemente, sorprendida de su ánimo de allanarle el terreno y aclarar la situación con su familia.

– Y a mí me encantará hacerlo.

El resto del trayecto charlaron animadamente, y Chloe, en el asiento de atrás, rió sin parar.

Jamie le contó algunos chismorreos maliciosos del equipo de natación, embustes en su mayoría según Phillip, que era mucho más serio pero también una excelente compañía.

Para cuando llegaron a Luigi's y eligieron el menú, Allyson estaba convencida de que el muchacho le interesaba.

Le sorprendió que pidiera vino para Jamie y para él, con la promesa de compartirlo entre los cuatro.

Llevaban tarjetas de identidad falsas, pero el camarero ni siquiera las pidió, limitándose a serviles dos copas de tinto de la casa y a ponerse simbólicamente de espaldas en el momento en que las chicas lo probaron.

El hombre tampoco pestañeó cuando, a media cena, Phillip ordenó una segunda ronda.

No obstante, Allyson advirtió que después del postre Phillip se tomaba una taza de café solo y muy concentrado.

¿Eres un bebedor asiduo? -preguntó la joven con ingenuidad.

Sus padres sólo le permitían beber unos sorbos de champán en Navidad.

Había probado la cerveza en un par de ocasiones, pero su sabor le repugnaba.

Y, en cuanto al vino, aunque resultó excitante tomarlo esa noche, tampoco le supo demasiado bien.

– No, en absoluto -respondió Phillip-.

Pero me apetece tomar una copa cuando lo paso bien.

La bebo en casa, con mis padres, y no les importa que lo haga también en las fiestas familiares.

Pero sí les habría importado, y mucho, que se lo procurara valiéndose de un carnet falso, para otro menor y con la intención de conducir después de beberlo.

Y Phillip lo sabía.

Pero la presencia de aquellas chicas tan monas le envalentonaba.

– ¿No te afecta el alcohol para la conducción? -insistió Allie con inquietud.

– No -negó él-.

Nunca me he achispado.

No me atrevería a tomar más de dos copas, y además he bebido un café bien cargado.

– Me he dado cuenta.

Y celebro que lo hayas hecho.

Allie quería ser franca con él.

Tenía un porte imponente y una madurez superior a su edad, pero a ella le resultaba fácil hablarle abiertamente, y a Phillip parecía gustarle.

¿Estabas preocupada? -Un poco.

– Pues olvida tus temores.

Phillip sonrió y extendió la mano sobre la de ella, posada en la mesa.

Se miraron a los ojos, pero enseguida apartaron la vista.

Para Allyson todo aquello era abrumador.

Observaron a Jamie y Chloe, que parloteaban sobre el ingreso de ésta a la escuela de danza de San Francisco.

Jamie le decía cuánto le había entusiasmado su baile con una representación escolar a la que asistió con su hermana.

– ¡Gracias! -exclamó Chloe, exultante.

Estaba loca por Jamie y su aprobación significaba mucho para ella-.

cAsí que te ustó el número? -El número no -puntualizó él-.

Fue aburridísimo.

Pero a ti te encontré fenomenal, y mi hermana también.

– Solía bailar con ella antes de que lo dejara.