Así que a Ferris lo habían eliminado y el propio Faulkner había terminado el trabajo. Yuell Faulkner había matado al padre de Goss. Aunque entendía que había sido una buena decisión en términos profesionales, aquello no cambió en absoluto sus planes.
Faulkner iba a morir, pero Goss estaba esperando la oportunidad perfecta. Había tenido cientos de ocasiones para entrar en su despacho y meterle una bala en el cerebro, pero no quería que fuera tan limpio y rápido. Quería que fuera sucio, que Faulkner sufriera, que se retorciera de dolor.
Y aquel trato con Salazar Bandini quizá fuera lo que llevaba años esperando. La violencia de Salazar sólo era superada por su sentido de la venganza. Si Goss pudiera encontrar la forma de poner a Salazar en contra de Faulkner…
Tendría que estudiar las posibilidades que tenía, cómo podía conseguirlo sin verse atrapado en el huracán de la venganza de Bandini. Quizá se le ocurriera algo durante ese viaje a Ninguna Parte, Idaho, mientras perseguía a un contable que quizá ya estuviera muerto.
– ¿Salimos hoy? -preguntó.
Capítulo 6
Cate deshizo la cama de la habitación número tres, incluso quitó las mantas y la funda del colchón. Quería lavarlo todo. Puede que el señor Layton no estuviera muerto, pero ella sospechaba que sí y le parecía que sería macabro volver a hacer la cama sin lavarlo todo. El siguiente huésped no lo sabría, pero ella sí.
Su madre se había llevado a los chicos de picnic, de modo que la casa estaba extrañamente en silencio. Estaban a menos de medio kilómetro, en la mesa de picnic que Neenah Dase había instalado en su jardín debajo de un gran árbol, pero para los niños era toda una aventura. Desde la ventana, Cate los había visto alejarse por la única carretera de Trail Stop, su madre cargada con una pequeña cesta llena de bocadillos de manteca de cacahuete y gelatina y una botella de limonada, con los niños revoloteando a su alrededor muy emocionados. Por cada paso que ella daba, ellos daban cinco mientras saltaban, corrían, se alejaban para mirar un insecto, una roca o una hoja y luego volvían junto a su abuela como los satélites vuelven junto al planeta. Cate esperaba que estuvieran agotados cuando regresaran; desde la llegada de su madre no había parado y sospechaba que Sheila necesitaba un descanso tanto como ella.
La llamada que había recibido de National Car Rental la había dejado algo preocupada y algo deprimida. La depresión venía porque la llamada únicamente había reafirmado que el señor Layton había desaparecido y ahora se sentía mal por haberse enfadado tanto por el hecho de que no hubiera regresado a la hora prevista. La preocupación… no sabía a qué venía. Quizá era consecuencia de toda aquella situación; ningún huésped había huido de la pensión y tenía la sensación de que al señor Layton no le había pasado nada bueno.
Casi porque se sentía en el deber de hacerlo, volvió a llamar a la oficina del sheriff para informar de la llamada que había recibido. La pusieron en contacto con el mismo agente, Seth Marbury. Por lo que Cate sabía, debía de ser el único agente del condado.
– Sé que igual soy una pesada -se disculpó ella, y le explicó lo de la llamada-. No sólo no regresó a la pensión, sino que tampoco ha devuelto el coche de alquiler. La agencia me llamó para hablar con él porque no había devuelto el coche. ¿Ha descubierto algo?
– Nada. Nadie nos ha avisado de ningún accidente y no hay ninguna víctima sin identificar. Y ni su familia ni sus amigos han denunciado su desaparición. Dijo que dejó su ropa en la habitación, ¿verdad? ¿Qué más?
– Sólo es una muda. Y también ropa interior, calcetines, una maquinilla de afeitar desechable y varios artículos de aseo. Y una bolsa de plástico del Wal-Mart. No sé qué hay dentro.
– Parece que no se dejó nada importante.
– Eso parece.
– Señora Nightingale, sé que está preocupada, pero no se ha cometido ningún crimen ni existen pruebas de que el señor Layton haya sufrido ningún accidente. A veces, la gente desaparece sin ningún motivo en concreto. Tiene su número de tarjeta de crédito, así que no se irá sin pagar, ¿correcto?
– Correcto.
– Se ha marchado por sus propios medios. No se molestó en firmar y se dejó varias cosas sin importancia en la pensión. Seguiremos investigando si se ha producido algún accidente en las carreteras principales pero, probablemente, se haya marchado sin más.
Cate no veía a Marbury, pero sabía que se había encogido de hombros.
– Pero y lo del coche de alquiler, ¿qué?
– Eso es algo entre él y la empresa. Nadie ha denunciado el robo del coche, así que tampoco podemos hacer nada a ese respecto.
Cate le dio las gracias y colgó. El policía no iba a hacer nada; como Marbury había apuntado, no se había cometido ningún crimen. El señor Layton tenía familia, así que bien se había puesto en contacto con ellos o bien no esperaban saber de él, con lo cual no estaba oficialmente desaparecido. Sólo se había esfumado.
Quizá Cate estaba exagerando. Quizá el señor Layton estaba bien y, simplemente, no se había molestado en volver a recoger las cuatro cosas que se había dejado.
Cate repasó la secuencia de los hechos. Ayer por la mañana, Layton bajó de la habitación pero, en cuanto vio que el comedor estaba lleno, volvió a la habitación. En algún momento entre entonces y cuando ella subió para ver cómo estaban los gemelos, ese hombre había saltado por la ventana y se había marchado con el coche.
En aquel momento, Cate pensó que seguramente no había querido desayunar con tantos extraños pero, teniendo en cuenta su forma de marcharse y que no había vuelto, ahora Cate se preguntaba si quizá había visto a alguien en el comedor que no quería que supiera de su presencia. Ayer por la mañana fue un día especialmente atareado, pero el único extraño que recordaba era el cliente de Joshua Creed, no recordaba cómo se llamaba. ¿El señor Layton lo conocía? Aunque, si sólo quería evitar encontrarse con él, algo que Cate entendía perfectamente, ¿por qué no se había quedado en su habitación hasta que Creed y su cliente se hubieran ido?
Al menos, aquel razonamiento la hacía sentirse mejor porque, viéndolo así, era más probable que el señor Layton hubiera hecho lo que Marbury decía: se había marchado sin tomarse la molestia de llevarse sus cosas. Si quería evitar a toda costa que el cliente de Joshua lo viera, seguro que dejarse cuatro piezas de ropa y el neceser no le había importado demasiado.
Pero, ¿por qué no había devuelto el coche, si no era en Boise en cualquier otra oficina de la National? Cate no solía apoyar las conspiraciones, pero Trail Stop no era el lugar más turístico del estado; si alguien a quien el señor Layton quería evitar lo había seguido hasta allí, era lógico que ese alguien hubiera descubierto que había alquilado un coche y hacia dónde se dirigía. Seguro que había numerosas leyes que prohibían facilitar ese tipo de información, pero la gente compraba y vendía información a diario y la mayor parte de esas transacciones eran ilegales. Entonces, seguro que el señor Layton sabía que el coche sería un lastre para él; si quería seguir evitando a quien fuera que lo había seguido seguro que querría deshacerse de él. Considerando su actitud hasta ahora, quizá lo había aparcado en algún sitio y se había marchado a pie, y ya se haría cargo de cualquier multa que la empresa le cargara a su tarjeta…
Cate recordó algo que le había dicho el policía. Ella ya le había cargado la noche a la tarjeta del señor Layton, así que no se había marchado sin pagar. Las agencias de alquileres de coches hacían lo mismo; de hecho, dudaba que alguien pudiera alquilar un coche sin dejar un número de tarjeta de crédito. Entonces, ¿por qué lo estaba intentando localizar la National? ¿Era una acción habitual? No conocía la política de la empresa, pero lo lógico era pensar que le cobrarían el alquiler del coche cada día mientras no lo devolviera o, al menos, durante un par de días.
Inmediatamente, comprobó su identificador de llamadas y frunció el ceño cuando, en la pantalla, leyó: «Nombre no identificado, número privado». Aquello era muy raro. ¿Desde cuándo una empresa bloqueaba su número? Y no sólo eso sino que, además, la persona que la había llamado no se había identificado. Cate creyó conveniente compartir lo que el agente Marbury le había dicho.
Llamó a información, pidió el número de teléfono de la National y luego esperó a que la conectaran de forma automática.
– National Car Rental, le atiende Melanie. ¿En qué puedo ayudarle?
– Alguien de su empresa me ha llamado hace un rato preguntándome acerca de uno de mis clientes -dijo Cate-. El señor Jeffrey Layton. El señor Layton no ha devuelto el coche que tenía alquilado y esa persona estaba intentando localizarlo. Lo siento, pero el hombre que me ha llamado no me ha dejado su nombre.
– Alguien de aquí la ha llamado preguntando por… ¿Cómo ha dicho que se llamaba?
– Layton. Jeffrey Layton -Cate se lo deletreó aunque el nombre parecía bastante común.
– ¿Y dice que la ha llamado un hombre?
– Sí.
– Lo siento señora, pero hoy aquí sólo trabajamos mujeres. ¿Está segura de que la llamaba desde esta oficina?
– No -admitió Cate mientras se decía que debería de haberlo preguntado-. En el identificador de llamadas me sale Número privado, pero he dado por supuesto que la llamada sería de la oficina en el aeropuerto de Boise.
– ¿Le sale Número privado? Qué raro. Deje que busque la ficha del señor Layton. -Cate oyó cómo la chica tecleaba en el ordenador, luego una pequeña pausa, más teclas y, por último, oyó cómo la chica cogía el teléfono-. Ha dicho J-e-f-f-r-e-y L-a-y-t-o-n, ¿verdad? ¿Sabe si hay alguna inicial después del nombre?
– No, no lleva iniciales -Cate estaba segura, porque había verificado su identidad antes de aceptar la tarjeta de crédito. Le preguntó por la inicial y el señor Layton, sonriendo, le explicó que no tenía segundo nombre.
– ¿Qué día se supone que tenía que haber alquilado el coche? Por ese nombre no me viene nada.
– No estoy segura -dijo Cate muy despacio, sorprendida por aquella información-. Me dio la impresión de que el señor Layton acababa de llegar a Idaho, pero puedo estar equivocada.
– Lo siento, pero no tengo nada. No aparece en nuestro sistema.
– Tranquila. Habrá sido culpa mía. Debo de haber entendido mal el nombre de la compañía -dijo Cate, le dio las gracias y colgó. Había sido tan educada porque estaba segura de que lo había entendido perfectamente; sabía perfectamente lo que había dicho ese hombre y, obviamente, le había mentido al identificarse como trabajador de la National Car Rental. Hasta los gemelos habrían deducido que sólo pretendía encontrar al señor Layton, que debía de estar metido en algún asunto turbio y que seguro que había huido y se había dejado allí sus cosas a propósito.
Sentía mucha curiosidad por todo lo que estaba pasando pero, por encima de todo, estaba muy aliviada de saber que, seguramente, el señor Layton debía de estar vivo y coleando por algún sitio y no pudriéndose en el fondo de un desfiladero. Se sintió muy bien al poder volver a estar enfadada con él.
Después de tirar las sábanas sucias al suelo del pasillo, aspiró y quitó el polvo de la habitación, limpió el baño e hizo la cama con sábanas y mantas limpias. Luego descolgó la ropa del armario, la dobló cuidadosamente y la metió en la maleta que el señor Layton se había dejado. La bolsa de plástico del Wal-Mart crujía mientras Cate la apartaba para meter la ropa en la maleta y mientras la miraba con algo más que curiosidad.
– Si no querías que la abriera, deberías habértela llevado -le dijo a un ausente señor Layton mientras con las uñas aflojaba los nudos en las asas. Al final lo consiguió, abrió la bolsa y miró en su interior.
Dentro había un móvil. No había ninguna factura, así que no sabía si lo había comprado hacía poco y no lo había sacado de la bolsa o si lo había metido allí para protegerlo en caso de que la maleta se mojara mientras la facturaban en el avión. Por otro lado, la gente suele llevar los móviles encima, no en la maleta.
Aunque claro, el señor Layton pudo haberlo llevado encima hasta que llegó a Trail Stop, donde descubrió que no había cobertura y lo metió en la maleta, cerrado en una bolsa en lugar de dejarlo por ahí encima. En circunstancias normales, Cate no solía entrar en las habitaciones de los huéspedes hasta que se marchaban, a pesar de que había unos pocos que le pedían que hiciera la cama y limpiara la habitación cada día; pero el señor Layton no tenía por qué confiar en ella, porque no la conocía.
Comprobó de nuevo el armario y encontró un elegante par de zapatos de cordones que antes no había visto y que metió en la maleta con el resto de las cosas. Entró en el baño y metió todos los artículos en el neceser, cerró la cremallera e intentó meterlo en la maleta junto a los zapatos, pero se trataba de una maleta pequeña y el neceser no cabía.
"Al Amparo De La Noche" отзывы
Отзывы читателей о книге "Al Amparo De La Noche". Читайте комментарии и мнения людей о произведении.
Понравилась книга? Поделитесь впечатлениями - оставьте Ваш отзыв и расскажите о книге "Al Amparo De La Noche" друзьям в соцсетях.