– Eso es lo que hacemos todos con las cosas difíciles -le dijo ella, mientras caminaba hacia la puerta. Después hizo una pausa y se volvió a mirarlo-. Jill se parece mucho a su padre en el carácter, aunque no físicamente.
Mac pensó instantáneamente en los besos que se habían dado. Se había pasado casi toda la noche sin dormir cuando ella se había marchado a su casa.
– Tienen muchas cosas en común, pero ella tiene su propia personalidad.
– Y además, es muy guapa.
– No me había dado cuenta.
Wilma se rió.
– No eres muy bueno mintiendo, Mac. No intentes ganarte la vida jugando al póquer.
– Nunca se me había pasado por la cabeza semejante cosa.
Jill volvió a las cinco y media a casa, después de comprobar, un poco desanimada, que el coche no tenía un solo rasguño y de dejarlo aparcado en la zona de aparcamiento del supermercado. Esperaba que con aquella medida solucionaría el problema. Cuando entró por la puerta, saludó a su tía.
– ¡Hola! Soy yo -dijo.
Bev respondió desde la cocina, y ella entró y le dio un beso en la mejilla.
– ¿Qué tal el día?
– Bastante bien, salvo por el detalle de que Pam Whitefield me ha insultado.
– Bueno, no le cae bien a nadie, así que su opinión no cuenta. Por cierto, cariño, lee esto -le dijo su tía, y le tendió una nota.
Jill la leyó.
– Oh, Dios mío. ¿Y es obligatorio?
– El alcalde te ha invitado amablemente a que te unas al comité de preparativos del centenario del muelle. Van a celebrar una reunión esta noche. ¿No crees que deberías ir?
– No. No voy a estar aquí tanto tiempo. No quiero involucrarme en algo que luego voy a tener que dejar a medias. Además, nunca me ha gustado el muelle, y el alcalde no me cae bien. Creo que les mira a las mujeres debajo de la falda.
Bev abrió la nevera y sacó una fuente de pollo marinado. La dejó sobre la encimera y miró a Jill muy seriamente.
– ¿Le has visto alguna vez hacer eso?
– No, pero parece del tipo de hombres que lo hace -respondió su sobrina, y dio una patada en el suelo como si tuviera siete años-. Oh, Dios, odio esto. Sólo iré si puedo repetir el postre.
– Puedes. Incluso te echaré las cartas, si quieres.
– No. No estoy preparada para conocer mi futuro, pero gracias por ofrecérmelo -dijo, y se miró el traje-. Tengo que cambiarme. No quiero hacer nada de esto -dijo quejumbrosamente.
– Lo sé, cariño, pero es por tu bien.
– Eso decías siempre que tenía que ir al dentista.
– ¿Y no tenía razón?
Capítulo 6
Como la mayoría de los eventos importantes de Los Lobos, la reunión del comité de preparativos para el centenario del muelle se celebraba en la casa de la comunidad.
Jill entró al edificio con escaso entusiasmo. Para empezar, no quería que le asignaran ningún trabajo relacionado con las celebraciones. Y además, no quería que todo el mundo le preguntara por qué había vuelto, qué tal le iba y qué iba a hacer en el futuro. Sin embargo, sabía que su tía se disgustaría si volvía a casa demasiado pronto, así que siguió caminando y entró en la gran sala de reuniones.
Mientras andaba entre la gente, notó que alguien la estaba observando, y se volvió. Mac estaba allí, junto a la mesa del café. Le clavó la mirada oscura en el rostro y le sonrió lenta, seductoramente. Jill se dirigió hacia él y tomó la taza de café que le ofrecía.
– ¿Cómo te has visto atrapada en esto?
– Llamaron desde la oficina del alcalde y le dejaron el recado a la tía Bev. Cuando intenté zafarme gimiendo y quejándome, mi tía me miró con seriedad. Tengo el sentimiento de culpabilidad a flor de piel.
– Eso parece.
– ¿Y tú? ¿Cuál es tu excusa?
– Soy el sheriff. Tengo que estar aquí.
– Las pequeñas alegrías de la vida en un pueblo -dijo Jill, y miró a su alrededor-. Hay muchísima gente. Con suerte, habrá más mano de obra que trabajo.
Mac sonrió.
– No pierdas las esperanzas.
– Sé que es difícil, pero una chica tiene que tener sueños. ¿Ha llegado ya nuestro alcalde?
Mac asintió y se lo señaló con la cabeza. Jill miró en la dirección que él le había indicado y vio a Franklin Yardley, el alcalde, hablando con una joven a la que ella no reconocía.
Yardley llevaba más de quince años como alcalde. Era un hombre guapo, tan bronceado como George Hamilton y demasiado bien vestido para un pueblo tan pequeño. Llevaba el pelo muy corto, al estilo militar. Se le formaban arrugas alrededor de los ojos cuando hablaba, y daba la impresión de ser una persona afable y de buen humor. Tenía una sonrisa estudiada y las formas de un vendedor de coches muy exitoso. Siempre había conseguido que Jill se sintiera incómoda, sobre todo en los eventos especiales del instituto. El hecho de ser elegido el mejor escolar del año a escala nacional o de ganar cualquier otro premio significaba hacerse una foto con el alcalde, y en opinión de Jill, aquel hombre siempre abrazaba a las chicas demasiado fuerte, y ella recordaba perfectamente que le había dado un azotito en las nalgas cuando había recibido la beca para asistir a Stanford.
– Viejo asqueroso -murmuró entre dientes.
– No es tan viejo -respondió Mac-. Tendrá cincuenta y dos o cincuenta y tres años.
– Sea cual sea su edad, me da escalofríos. ¿Podemos ir a sentarnos a la parte de atrás?
Mac se rió.
– Claro. ¿Vamos a pasarnos notitas, también?
– No voy a hacer caso de la insinuación de que me estoy comportando como una adolescente de instituto. El hecho de sentarse en las filas delanteras es como presentarse voluntario, y mi objetivo de esta noche es pasar desapercibida.
– Jill, querida, ¿eres tú? -preguntó una voz femenina y demasiado alta.
Jill se volvió y estuvo a punto de estremecerse cuando vio que Pam se acercaba.
– Estupendo. Ya tiene otra oportunidad para insultarme.
Mac se inclinó hacia ella.
– ¿De qué estás hablando?
– Ha venido a verme hoy al despacho -susurró Jill-, y me ha lanzado una buena puya -forzó una sonrisa y fingió que estaba encantada-. Hola, Pam. Así que tú también estás aquí.
– Claro. El centenario de nuestro muelle tiene que ser algo digno de recordarse. El Cuatro de Julio es sólo el precalentamiento. Ya hemos empezado una campaña de publicidad nacional. Sólo nos quedan seis semanas -le explicó Pam, y entonces, su sonrisa se hizo más amplia-. Estoy segura de que tendremos algo en lo que tú puedas ayudar. Quizá meter los folletos de información en sobres, para enviárselos a la Cámara de Comercio. Sé que necesitan ayuda con eso.
Decidida a soltarle una respuesta ingeniosa en aquella ocasión, Jill se devanó los sesos, pero no tuvo oportunidad de responder porque Franklin Yardley pidió silencio para comenzar la reunión.
Pam agitó los dedos en señal de despedida y se marchó.
– Desgraciada -dijo Jill, mientras Mac la guiaba hacia el fondo de la sala.
– Intenta portarte bien con los demás niños del recreo.
– Pero tú has oído lo que me ha dicho…
– Sí. También sé que tú eres más joven, más sexy y además tienes más éxito en la vida. ¿No se te ha ocurrido pensar que si se comporta así es porque está amargada?
Jill notó que el malhumor se le desvanecía.
– No lo había pensado, pero me gusta.
Emily tenía la baraja de cartas entre las manos. Bev le había enseñado a barajarlas y Emily estaba intentando hacerlo lo mejor posible. Iban a jugar a las siete y media. Emily las barajó cuidadosamente y después las repartió.
– Tú tienes otras cartas, ¿verdad? -le preguntó la niña a Bev, después de un rato-. Unas más grandes, con dibujos raros.
– Es cierto. Son mis cartas de tarot.
– ¿Y para qué sirven? ¿Son para juegos diferentes?
– Bueno, no exactamente. Alguna gente piensa que son cartas especiales, y que pueden decirte lo que va a pasar en el futuro.
– ¿Y es verdad?
– Algunas veces. También hay gente que piensa que no sirven para nada. Sin embargo, yo creo que tengo una especie de don para leerlas. Aunque también hay gente que no se lo cree.
– ¿Jill lo cree?
Bev se rió.
– Precisamente, mi sobrina es una de las personas que duda de mí.
Emily se quedó asustada.
– ¿Ella cree que estás mintiendo?
– No, sólo cree que estoy fingiendo que tengo un don.
– ¿Y finges?
– No.
Emily intentó entender todo aquello.
– Entonces, ¿esas cartas pueden decirte lo que va a pasar mañana?
– No con exactitud. Simplemente, dan ideas sobre la buena suerte, la mala suerte… ese tipo de cosas. La gente viene a hacerme preguntas y yo les ayudo a encontrar las respuestas.
– Guau -aquello parecía bastante emocionante.
Si Emily pudiera saber lo que iba a ocurrir en el futuro… No. Se quitó de la mente aquella pregunta. Había muchos lugares oscuros a los que no quería ir.
– Emily, si tú pudieras saber una cosa de tu futuro, ¿qué sería?
Al oírlo, Emily se encogió en la silla.
– Nada. No quiero saber nada.
– ¿Estás segura?
La niña asintió con fuerza. No quería saberlo. ¿Y si su madre la dejaba de la misma forma en que la había abandonado su padre? ¿Y si su padre ya no la quería? ¿Qué iba a hacer si se quedaba sola y no tenía adónde ir?
Bev se puso muy derecha y alzó sus cartas.
– Hay una cosa que sé sin necesidad de leerla en el tarot, y es que tú eres una niña muy especial. Me lo estoy pasando muy bien contigo. Me temo que este verano se va a pasar demasiado rápido, y cuando te marches, voy a echarte mucho de menos. Y me imagino que si yo voy a echarte mucho de menos y apenas te conozco, entonces tu madre tiene que estar pasándolo mal en este momento. Ella te conoce de toda la vida.
Emily ya se había preguntado aquello.
– Me dijo que me echaría de menos.
– Claro que lo hará. Igual que te echó de menos tu padre cuando estaba separado de ti.
Emily no estaba tan segura de aquello.
– Nunca me llamó, ni vino a verme.
Bev asintió.
– Algunas veces pasa, y cuando los adultos hacen algo así, se sienten muy culpables, y no saben cómo arreglar las cosas. Sobre todo, con los niños. Sin embargo, ahora que estás con tu padre, yo sé que tú puedes ver en sus ojos todo lo que te quiere. Yo lo veo.
– ¿De verdad?
– Sí. Siempre que entra en esta casa, se le ilumina la cara. Está tan brillante que podría encenderse como una linterna.
Emily se rió al imaginarse a su padre con una bombilla en la cabeza.
– Eres muy divertida.
– Gracias -le dijo Bev.
Dejó las cartas sobre la mesa y abrazó suavemente a la niña.
– Eres muy valiente, y sé que todo esto ha sido muy duro para ti, pero ahora estás a salvo. Estás a salvo conmigo y con tu padre.
Emily sacudió la cabeza.
– No -dijo Emily, y frotó la mejilla contra el suave vestido de Bev.
– ¿Por qué no? ¿Porque es malo?
– No. Porque no vino a buscarme. Tenía que hacerlo.
– Ya. Y ahora estás enfadada con él, ¿verdad?
Emily abrió la boca para responder, pero volvió a cerrarla. ¿Estaba enfadada? ¿Era eso? Lentamente, asintió.
– Y aunque tu padre te diga que te quiere, tú no sabes si puedes creértelo.
Emily asintió de nuevo. Bev lo sabía.
– Y cuando estás enfadada con tu padre, piensas en tu madre. Y empiezas a preguntarte si ella te echa de menos.
A Emily se le llenaron los ojos de lágrimas y se acurrucó contra Bev.
– ¿Qué pasará si los dos se olvidan de mí?
– Cariño, eso no va a ocurrir. ¿Cómo iba a olvidarte alguien? Sólo han pasado dos días y yo sé que nunca podría olvidarme de ti. Sin embargo, entiendo lo que sientes. Te entiendo.
Aquéllas eran las palabras más preciosas que Emily había escuchado en su vida. Se quedó un largo rato en brazos de Bev, y cuando comenzó a sentirse mejor, levantó la cabeza de nuevo.
– ¿Vas a decirle a mi padre lo que te he contado?
– ¿Yo? ¿Traicionarte y contar tu secreto? ¡Jamás! Estoy asombrada de que me lo preguntes.
Emily sonrió.
– Eres muy divertida.
– Eso es cierto -dijo, mientras le acariciaba el pelo a la niña-. No le diré a tu padre lo que me has contado, pero sí le diré que tiene que seguir esforzándose para que tú te sientas segura. Y también te diré a ti que tienes que abrir el corazón e intentar perdonarlo. Si tu padre no estuviera intentándolo, yo estaría de acuerdo contigo en que siguieras enfadada. Pero él lo está intentando de veras, y te quiere muchísimo. ¿No sería una pena que te perdieras todo eso por darle la espalda?
Emily no entendía por completo lo que le estaba diciendo Bev, pero sí sabía que le estaba pidiendo que no fuera mala.
– Tengo miedo. ¿Y si vuelve a abandonarme?
– Pero, ¿y si no te abandona? ¿Vas a pasarte toda la vida esperando algo malo?
"Alguien Como Tú" отзывы
Отзывы читателей о книге "Alguien Como Tú". Читайте комментарии и мнения людей о произведении.
Понравилась книга? Поделитесь впечатлениями - оставьте Ваш отзыв и расскажите о книге "Alguien Como Tú" друзьям в соцсетях.