Drew agarró su cerveza y le dio un trago.
– De mi vida amorosa a mi trabajo. ¿Cómo es que nunca hablamos de ti, Tess? Si fuera un poco perspicaz, llegaría a la conclusión de que ocultas algo: un pasado oscuro, un marido del que no me quieres hablar.
– ¡Claro que hablo sobre mí! -respondió ella.
– No me has respondido a la pregunta de si tienes hermanos.
– No tengo hermanos -respondió ella-. Ahora, háblame de tu trabajo.
La miró con cierta exasperación durante unos segundos pero, al fin se relajó.
– Bueno, pues si así lo quieres, hablaremos de mi trabajo. La verdad es que últimamente está ocurriendo algo muy peculiar. ¿Recuerdas la noche que nos conocimos, lo de las ruedas desinfladas y todo eso?
Tess asintió. ¿Cómo podía haberlo olvidado?
– Sí, claro que sí.
– Pues creo que no fueron unos vándalos -dijo Drew-. De hecho, creo que sé quién fue.
Tess casi se atraganta con la bebida. Comenzó a toser como una desesperada. Se golpeó el pecho con la palma de la mano. Pero seguía tosiendo. Drew se alarmó, llamó a la camarera, que a su vez llamó a un camarero de dos metros con un machete en el cinturón, quien parecía dispuesto a todo por acabar con su sufrimiento. Tess agitó la mano para rogar que la dejaran y continuó tosiendo hasta que, por fin, logró parar.
Cuando consiguió recuperar la respiración, se había secado los ojos, se había limpiado la nariz y sonrió como pudo.
– Lo siento -dijo-. Se me ha ido por otro sitio. Ya estoy bien. Por favor, continúa.
– ¿Qué siga?
– Sí, Cuéntame. ¿Quienes son los vándalos?
Drew la miró fijamente durante unos segundos.
– No, no fueron vándalos.
– ¿Cómo lo sabes?
– Bueno, no lo supe hasta que ayer se presentó una policía en mi oficina.
Tess tragó saliva.
– ¿Lla… llamaste a la policía?
– Sí. Cuando vi a la mujer policía allí pensé que venía a tomarme declaración. Pero, de repente, se quitó la blusa y empezó a menear el trasero.
Tess comenzó a toser de nuevo y se tuvo que cubrir la boca con la servilleta.
– ¡La policía se quitó la camisa!
– Realmente, se lo quitó casi todo, y delante de unos clientes muy importantes. Realmente no era una policía, sino una bailarina de striptease. Creo saber quién está detrás de todo esto. He pedido a mi hombre de confianza que contrate a un investigador privado.
– ¿Un investigador privado? -volvió a toser. Se dio unos golpes en el pecho, ¡Primero un policía, luego un investigador privado! Aquello era el final. Lucy se había excedido. Drew terminaría descubriéndola, si es que no sabía ya que se trataba de ella.
– ¿El investigador ya tiene a alguien?
– No, todavía no. Pero yo estoy casi seguro de que detrás de todo esto está Sam Lubich. Está dispuesto a arruinarme.
Tess respiró aliviada.
– ¿Sam Lubich?
– De Lubich y Roth Architects. Es mi más directo competidor y un hombre sin escrúpulos. Ambos hemos presentado sendos proyectos para la construcción de un centro cívico. Estoy seguro de que lo del otro día tenía como objeto conseguir destruir mi reputación ante todo el comité que decide sobre el proyecto. Pero en cuanto consiga la prueba que necesito, estará perdido. Nadie querrá trabajar con él.
– ¿Lo vas a arruinar?
Drew negó con la cabeza.
– Se arruinará a sí mismo y yo aplaudiré gustoso.
Tess no sabía qué pensar respecto a todo aquello. Tampoco era justo que pagara el señor Lubich, que no era culpable de nada.
¿Cómo podía ella evitar la catástrofe, cuando había tanta gente mezclada en aquel caso?
– Vaya, ya viene nuestra comida. ¡Menos mal, porque tengo un hambre tremenda!
Al menos la comida evitaría que la conversación entrara en detalles escabrosos. Mientras comía se iría preparando para el próximo desastre que se aproximaba.
Desde el punto de vista de Drew, la comida había llegado demasiado pronto. Cada vez que formulaba alguna pregunta, todo lo que obtenía era una amplia sonrisa entre dos papos inflados y un ligero movimiento de cabeza, con lo que evitaba entrar en detalles. Drew quedó así convencido de que trataba de ocultar algo.
Sin duda, el apetito de aquella mujer era voraz, pero si seguía preguntándole cosas acabaría teniéndose que llevar a su acompañante en una camilla.
Por fin, dejó de comer cuando la camarera trajo la cuenta y agarró el último plato que quedaba sobre la mesa.
– ¿Desean algo más? -preguntó la muchacha.
Tess respondió que no con un gesto, pues tenía la boca aún llena. Agarró la servilleta, se limpió la boca, miró la cuenta y notó que seguía intacta sobre la mesa. Drew no estaba dispuesto a marcharse aún, ni loco. Después de todo el esfuerzo que había hecho por conseguir una cita con Tess Ryan, no iba a permitir que se escapara así.
– ¿Por qué tienes tanta prisa? -le preguntó-. Se diría que estás ansiosa por irte.
– Tengo una reunión mañana a primera hora -dijo Tess-. Debería irme ya.
– ¡Pero si son las nueve de la noche! Normalmente organizas fiestas que acaban mucho más tarde. ¿Soy tan aburrido?
– ¿Las nueve? ¡Pensé que era ya media noche!
– Responde a mi pregunta.
Tess suspiró.
– No -respondió-. No eres aburrido, eres muy agradable, Drew, pero…
– Pero ¿qué? La verdad y nada más que la verdad.
Ella dudó unos segundos.
– La verdad es que me lo he pasado muy bien esta noche, y no quería que fuera así. He intentado por todos los medios que no fuera así, pero así ha sido.
– Entonces, ¿podemos volver a salir juntos?
– Quizás.
Drew se tensó y tuvo que combatir el impulso de agarrarla, besarla y sacudirla hasta que comenzara a comportarse como una persona normal.
– Admites que te gusta mi compañía. Me encuentras atractivo. ¿Qué es lo que te molesta de mí?
– ¡Nada! -respondió ella sorprendida.
Drew sacó la billetera, y dejó un montón de billetes encima de la mesa. Después, le agarró las manos suavemente.
– Salgamos de aquí.
Salieron del restaurante y, cuando ya estaban en la calle, se volvió hacia ella. Sin previo aviso, acercó sus labios a los de ella y la besó apasionadamente.
Al principio, Tess no respondió. Drew esperó paciente a que ella se apartara agraviada. Pero no lo hizo.
Poco a poco, su cuerpo se fue relajando y se fue entregando a él.
Drew jamás había imaginado que un beso pudiera ser algo tan perfecto, que un cuerpo se pudiera acoplar tan perfectamente al suyo. Su mente dibujó la imagen de sus dos cuerpos desnudos, uno encima del otro.
Un leve gemido se escapó de su garganta y tuvo que romper el instante, para alejar las fantasías. Ella estaba con los ojos cerrados, imbuida en el placer inesperado del que acababa de disfrutar.
Habría preferido haberla besado en un lugar más romántico. Pero si algo había aprendido aquella noche era que, con Tess Ryan, había que aprovechar cualquier oportunidad.
Tess abrió los ojos, pero su mirada continuaba absorta en los labios que la habían poseído.
Drew trató de resistirse a la tentación, pero no lo consiguió. Nuevamente, la besó, esta vez dejando que sus cuerpos se unieran aún más, que sus pelvis se encontraran.
Ella reaccionó entonces y se apartó rápidamente.
– Gracias… gracias por la cena -murmuró Tess-. Me lo he pasado muy bien.
Él sonrió.
– Tenemos que vernos otra vez -dijo él y ella se ruborizó-. Pronto.
– Sí, pronto.
Pero Drew no sabía si lo decía de verdad o si, simplemente, quería librarse de él.
Después de lo que había sucedido aquella noche, no sabía lo que Tess Ryan tenía en la cabeza. La mujer con la que había cenado no se parecía en absoluto a la Tess Ryan que había conocido en el museo de arte, la que se reía y bailaba con total sinceridad. Cuanto más la conocía, más extraño le resultaba su comportamiento.
Hizo un repaso de lo acontecido desde que la conocía y se dio cuenta de que su repentino cambio de personalidad había coincidido con el descubrimiento de que sus ruedas habían sido desinfladas por algún desaprensivo. Pero, ¿cómo algo así podía haber afectado a su relación?
– Será mejor que me vaya -dijo Tess.
Él asintió sin poner objeción alguna.
– Llámame -le dijo.
– ¿Qué te llame? -preguntó ella alarmada.
– Sí -dijo él, como si la petición fuera más que razonable-. La próxima vez, te toca a ti llamarme.
Tess parpadeó nerviosamente.
– Pero… pero yo…
Drew se pasó la mano por el pelo en un gesto desesperado.
– La bola está en tu campo, Tess. Te próxima vez te toca a ti tirar… si es que va a haber una próxima vez.
– ¿Y si no la hay?
– Depende de ti. Tú tomas la decisión. Yo puedo asimilar un rechazo como cualquiera, Pero creo que entre nosotros hay algo especial y también creo que te gusto más de lo que quieres reconocer.
– Te tienes en muy alta estima.
– No. Lo que tengo es buena intuición. No sé por qué estás luchando contra lo que nos sucede. Quizás alguien te hizo mucho daño en el pasado o quizás estás demasiado preocupada con tu carrera como para tener una vida social. No necesito una explicación. Lo único que espero es que no frustres algo que podría ser excepcional, tal vez lo mejor que nos ha ocurrido a los dos en toda nuestra vida.
Tess se rió nerviosamente. Drew sabía que estaba siendo tremendamente arrogante, pero no le importaba. Ya no tenía nada que perder. Sus encantos le habían fallado y su intento de ser honesto, también. Quizás la indignación funcionaría mejor.
– ¿Tú eres lo mejor que me ha sucedido? -preguntó ella.
– Podría serlo. Déjame intentarlo -se inclinó sobre ella lentamente, pero no llegó a rozar sus labios.
Esta vez, ella no cerró los ojos, sino que lo miró orgullosa, como si lo retara.
Él no le dio el placer de un beso mortificado.
– Mañana me tengo que levantar pronto -dijo él-. Será mejor que me vaya.
Sin más, se dio media vuelta y se alejó, dejándola sola en mitad de la calle, su silueta recortada contra el resplandor de las antorchas.
– ¡No creas que porque te vayas así, mis sentimientos hacia ti van a cambiar!
– Así que admites que sientes algo -dijo él, sin molestarse en mirar hacia atrás.
– Puede que no te llame -dijo ella.
Drew sonrió para sí y continuó caminando. Algún día entendería quién era Tess Ryan. De momento, no era más que un rompecabezas… pero, después de todo, siempre le habían gustado los rompecabezas.
Capítulo 5
La primavera había llegado a Atlanta y la brisa cálida de la mañana agitaba las cortinas de la habitación de Tess.
Se estiró sinuosamente y rodó hacia el otro lado de la cama, mientras apretaba la almohada contra su pecho.
Olía a flores y a árboles. Pero, en lugar de las idílicas imágenes de pájaros, abejas y conejillos que solían asaltarla cada primavera, fue un rostro masculino, de ojos azules y mirada encantadora, el que se dibujó en su mente.
Hacía más de una semana desde su cena con Drew y todavía no había podido apartarlo de su mente.
Cada vez que el teléfono sonaba, su corazón latía esperanzado. Lo buscaba en la calle y en las fiestas que organizaba. Incluso había llegado a desear que Lucy cometiera otro de sus actos vandálicos de venganza para tener que rescatarlo.
Pero lo que no podía hacer era llamarlo, aun sabiendo que eso era, exactamente, lo que quería hacer. Hacerlo significaría admitir abiertamente que estaba enamorada y estar enamorada de Andy Wyatt era el peor de los problemas que podría tener en su vida.
Eso no impedía que, de vez en cuando, se encontrara a sí misma deseando intensamente que Lucy lo hubiera olvidado ya, tal y como solía sucederle a su hermana. Últimamente, había pasado mucho tiempo con el diseñador de muebles y eso podía ser un signo, aunque un nuevo enamoramiento no significaba una mejora, en ningún caso.
– Puede que se está aproximando el final de esta historia… O quizás sea sólo el principio.
Realmente, no había nada que consolara de verdad a Tess.
Lo único que podía hacer, sanamente, era pensar en lo que habría sido haber conocido a Drew en otras circunstancias.
¿Es que ese sería el destino de su vida?, ¿encontrarse con hombres inadecuados por uno u otro motivo?
Lo mejor que podía hacer era centrarse en su trabajo y olvidarse de una vida sentimental de la que carecía.
Se levantó de la cama y se dirigió a la cocina.
No había llegado aún, cuando un ruido procedente del comedor la sobresaltó. Se apresuró a abrir la puerta y vio a su hermana, escoba en mano, recogiendo los restos de unos cuantos platos de porcelana de la vajilla de la abuela difunta.
– Lucy, ¿qué ha pasado? ¿Has roto deliberadamente esos platos?
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