– Hola, señora Pearson. ¿Cómo está?

– Hola -respondió Vera sin sonreír.

– Maggie viaja a Bahía Sturgeon conmigo.

– Sí, lo sé.

Maggie tomó su cartera y pasó velozmente junto a Vera.

– Ya estoy lista, Eric. Será mejor que nos apresuremos o llegaremos tarde. -Pasó junto a él como un rayo y bajó trotando los escalones. Estaba de pie junto a la camioneta, intentando en vano abrir la puerta, cuando él se acercó y le hizo a un lado la mano.

– Esta vieja cosa es un poco rebelde. A veces hay que hablarle y suavizarla un poco. -Empujó con el cuerpo y abrió la puerta. Al subir, Maggie sintió los ojos de su madre sobre ella, observando cada movimiento desde la ventana de la sala. Eric cerró la puerta, dio la vuelta y subió.

– Discúlpame por el vehículo -dijo, poniéndolo en movimiento-, es como una vieja mascota familiar: sabes que deberías ponerlo a dormir para siempre, pero te cuesta tomar la decisión.

Maggie permaneció tiesa y silenciosa, mirando por la ventanilla con expresión furibunda.

Cuando la camioneta tomó envión, Eric le echó una mirada y preguntó:

– ¿Qué sucede?

– ¡Es mi madre! -respondió Maggie con la voz tensa de indignación-. ¡Es una harpía!

– Es difícil vivir con ellos una vez que te has ido.

– Era difícil vivir con ella antes de irme.

– Reconozco que en mi vida me han recibido en formas más calidas que esta noche. ¿Está molesta porque vamos juntos a Bahía Sturgeon? -Ante el silencio obstinado de Maggie, comprendió que había adivinado. -Maggie, debiste haberme dicho algo, debiste haberme llamado y hubiéramos ido cada uno por su cuenta. Sólo pensé que como íbamos al mismo sitio…

– ¿Por qué debería decir algo? ¿Por qué tendría que dejarla interpretar mal un encuentro perfectamente inocente? ¡Vamos juntos al tribunal y me niego a dejar que me haga sentir culpable por eso! Caray, no tengo nada de que avergonzarme. Es sólo su mente retorcida, su curiosidad maliciosa. Piensa que todos son como ella, que piensan lo peor de la gente.

Eric la miró fijamente.

– El problema es que probablemente sea así y nunca se me ocurrió hasta este momento. ¿Quieres regresar, Maggie, y buscar tu coche?

– ¡De ninguna manera!

– Todo el pueblo conoce esta vieja camioneta. Diablos, hasta tiene mi nombre en la puerta.

– No le daría esa satisfacción a mi madre. Además, como dijo Brookie, ¿no pueden dos personas adultas ser amigos? Necesito tu ayuda esta noche. Me alegro de que me la brindes. Dejémoslo así y que mi madre piense lo que se le antoje. -Ansiosa por cambiar de tema, Maggie miró alrededor con curiosidad. -Así que ésta es tu vieja camioneta. -Observó los asientos gastados, la ventanilla rajada, el tablero cubierto de polvo.

– Le he puesto un nombre, pero no te lo diré, porque no es muy educado.

Maggie sonrió y dijo:

– Me imagino.

– No se me ocurrió que estarías tan elegante. Quizás hubieras preferido de veras ir en tu coche.

– Mi coche no tiene personalidad. Éste, sí.

Las bromas aflojaron la tensión y mientras avanzaban hacia el sur bajo la gran cúpula del cielo nocturno, donde la primera estrella brillaba hacia el sudoeste, hablaron de otros temas: del clima de otoño, de la temporada turística que llegaría a su pico junto con los colores otoñales en dos semanas más, de lo difícil que se ponía la pesca de salmones con el cambio de estación, pero de lo fácil que era sacar truchas en el Parque Portage y en la Bahía Lily; de cuándo Eric y Mike sacarían los barcos del agua y de cómo avanzaba el trabajo de los Lavitsky.

Luego Eric dijo:

– Maggie, he estado pensando mucho en Loretta McConnell y su… llamémoslo conservadurismo. Si alguien de la junta hace objeciones, será ella. Pensé en una forma de ablandarla.

– ¿Cuál?

– ¿Ya has pensado en un nombre para tu hostería?

– ¿Un nombre? No.

– Bueno, estuve hablando con Ma, y parece que Loretta McConnell es parienta lejana del Harding original que fue dueño de la casa. Creo que la familia de su madre desciende en tercera generación de Thaddeus Harding, aunque el linaje se confunde por los apellidos de casadas. Pero calculo que Loretta lo sabe a la perfección y si hay alguien que muere por preservar la genealogía es ella. Es miembro activo de la sociedad histórica, y les da una buena suma de dinero por año. Supon que le tocamos el orgullo familiar. Le decimos que has decidido mantener el nombre Casa Harding para preservar la historia del sitio en todo lo posible.

– ¡Pero Eric, qué idea estupenda! Casa Harding… me encanta. Y es tan sensato. Al fin y al cabo, todo el mundo la ha llamado así desde hace muchísimos años, así que ¿por qué cambiarle el nombre ahora?

– Pensé que quizá quisieras ponerle tu nombre.

– Casa Stearn… -Maggie lo pensó, luego sacudió la cabeza. -No. No suena tan bien como Casa Harding. Ya me lo imagino, hecho en una placa de cobre sobre un letrero colgante al final del sendero. Un letrero de madera, sobre un poste con un adorno de bronce en el extremo. -Hizo un ademán en el aire como si el letrero colgara ante ella: "Casa Harding. Hospedaje y desayuno. Maggie Stearn, Propietaria."

El rió, encantado ante su entusiasmo.

– ¿Te fascina, no es cierto? Planearlo todo, trabajar en la casa.

– Absolutamente. ¡Estoy tan en deuda con Brookie por haberme convencido de ir allí a verla! Cada vez paso más tiempo pensando en el día en que el primer huésped registre su firma. Si la junta me dice que no esta noche, creo que me echaré a llorar.

– Tengo la sensación de que saldrás de ese tribunal sonriendo.

El tribunal de Bahía Sturgeon era una combinación de antiguo y moderno; el viejo edificio Victoriano rodeado por el más nuevo, de ladrillo beige y piedra gris. Estacionaron sobre la Calle Cuatro y caminaron por la acera bajo una hilera de bayas rojas que habían caído al suelo. Pasaron por entre un par de arces y por unos canteros de césped y entraron por una puerta flanqueada por maceteros de piedra con caléndulas quemadas por las heladas de la semana anterior.

Adentro, Eric la guió hasta el salón correcto. Al entrar, Maggie se sintió nerviosa y expectante. Reconoció de inmediato a Loretta McConnell, una mujer singularmente poco atractiva sin dos dientes inferiores, con anteojos torcidos y pelo lacio y descuidado, cortado sin gracia alguna en estilo paje.

– Allí está -susurró Maggie, sentándose en una silla plegable junto a Eric.

– No te fíes de su aspecto. Es una mujer brillante, que sabe más que nadie de las andanzas de políticos, músicos y artistas. Apoya mucho las artes y dona grandes sumas a todo tipo de cosas, desde violinistas prodigio hasta el Santuario de la Naturaleza. En Washington la conocen tanto como en Door County. Pero a pesar de su poder, es una mujer razonable. Recuérdalo si te desafía.

Esperaron mientras se llevaban a cabo una variedad de peticiones: un terrateniente que no quería cambiar de sitio su cerca a pesar de que causaría problemas a la barredora de nieve; el dueño de una propiedad junto al lago que se oponía a la perforación de un nuevo pozo; una mujer que solicitaba permiso para abrir una tienda de antigüedades en una de las cabañas de troncos originales de la zona; el dueño de un restaurante que solicitaba licencia para expender licores; un hombre joven, delgado y demacrado que exigía que el condado le comprara un nuevo par de anteojos porque el empleado de una oficina municipal se había sentado sobre los suyos y se los había roto (Loretta McConnell le informó que estaba reclamando ante las personas equivocadas.)

Luego llegó el turno de Maggie.

– Margaret Stearn -dijo el presidente de la junta, leyendo el formulario de Maggie-. Desea abrir una hostería B y B en Cottage Row, en la localidad de Fish Creek.

Maggie se puso de pie y avanzó hacia los miembros de la junta. El presidente levantó la vista del papel. Era un hombre anguloso que tenía más aspecto de tractorista que de presidente de una junta. Era evidente que se trataba del granjero de Sevastopol. Tenía orejas enormes de las cuales salían mechones de pelos. El traje, aparentemente cedido o prestado, era marrón y anticuado; el nudo de la corbata, debajo de un cuello arrugado y amarillento, estaba torcido hacia un lado. Maggie le echó una sola mirada y se agradeció mentalmente por haberse peinado cuidadosa y sobriamente.

– ¿Usted es Maggie Stearn? -preguntó él.

– Sí, señor. Mi apellido de soltera es Pearson. Mi padre es Leroy Pearson. Trabaja como fiambrero en la Tienda de Ramos Generales de Fish Creek desde hace cuarenta y dos años. Yo nací y me crié en Fish Creek.

– Sí, por supuesto. Conozco a Roy Pearson. -Su mirada se detuvo en la chaqueta de gamuza de Maggie y luego regresó al papel.

– ¿Ha estado viviendo en otra parte?

– En Seattle desde hace dieciocho años. Mi marido murió hace un año y mi hija está iniciando sus estudios en la universidad Northwestern de Chicago, de modo que decidí volver a vivir a Door County.

– Dice aquí que ya adquirió la propiedad en cuestión.

– Así es. -Dado que las casas de Fish Creek no tenían dirección, sólo números con lo que se las identificaba en caso de incendios, la llamó por el nombre con que la conocían todos. -La vieja casa Harding. Contraté a un ingeniero para que evaluara las condiciones en que está. Aquí está su informe. -Sobre la mesa, delante del presidente de la junta, dejó la carta de Thomas Chopp. -Voy a invertir sesenta mil dólares en la remodelación de la casa y el trabajo ya ha comenzado. Aquí hay una copia del contrato que firmé con los hermanos Lavitsky, de Ephraim, que se ocupan de la remodelación de la estructura. Éste es otro contrato con Workman Electric, empresa que estará a cargo de reemplazar la caldera y hacer que la instalación eléctrica cumpla con todos los requisitos legales. Y este otro es con Plomería Kunst, que construirá un baño adicional para cumplir con los requisitos del código estatal para hosterías. Esta es una copia del estudio legal que indica que la propiedad abarca un acre y medio, lo que significaría, si mis habitaciones estuvieran todas ocupadas y si trabajáramos yo misma y un empleado, que cumpliríamos absolutamente con los requisitos de densidad. El índice, como puede ver, sería de una persona por cada punto-uno-cinco-cero acres. También tengo un presupuesto de la empresa de pavimentación J &B que asfaltará la cancha de tenis del otro lado del camino, lo que suministrará espacio de estacionamiento más que suficiente para los huéspedes. Y aquí tengo cifras de la Cámara de Comercio de Door County, en cuanto a solicitudes de hospedaje que no pueden cumplir; verá que llegan a un diez por ciento anual, lo que representa una significativa pérdida de ingresos no sólo para los hoteleros sino también para otros negocios. También tengo una carta de la oficina del inspector de salud del distrito que detalla los requisitos que tendría que cumplir para pasar la inspección: en este momento no se cumplen todos, pero le aseguro que se tomarán todas las medidas necesarias para que así sea. Otra cosa: el reglamento en cuanto a incendios. Notará en el presupuesto de los hermanos Lavitsky que se planea construir una escalera exterior adicional en el segundo piso para cumplir con el código. Aquí tengo un presupuesto para cada habitación de gastos de empapelado, cortinas, ropa blanca y decoración. Y he preparado un cálculo de costos diarios de servicios de lavandería, que estarán a cargo de la empresa Evenson de Bahía Sturgeon; sólo se encargarán de las sábanas. Las toallas las lavaremos nosotros. Y un presupuesto muy estimativo de elementos como jabones, papel higiénico, vasitos plásticos, artículos de limpieza y demás, aunque estoy buscando en otros sitios los mejores precios para cada cosa. También he hecho un cálculo del costo que me demandará servir determinados alimentos, como panecillos de maíz, tortas, café y jugos. Con esos alimentos, que serían todos caseros, verá que hice una comparación entre lo que costaría utilizar los servicios de una panadería o prepararlos yo misma. Y, por último, tengo una copia de mi saldo de los últimos seis meses en Merrill Lynch y marqué con rojo el número telefónico donde puede verificar mis inversiones y saldo mensual promedio, que confío mantendrá confidencial. Todo esto es para demostrarle que estoy realmente decidida a hacerlo, que sé bien lo que costará abrir y llevar adelante la hostería y que puedo solventar los gastos. Quiero asegurarles, señoras y señores, que no abriré una temporada y cerraré a la temporada siguiente. Pienso que mi hostería reportaría grandes beneficios a Fish Creek y a Door County.