Maura lo miró, atónita.
– Tienes un ego del tamaño de la luna.
– Se llama seguridad en uno mismo, cariño -sonrió Jefferson-. Y la seguridad viene de conseguir siempre lo que quiero. Te aseguro que serás mía, Maura, te guste o no.
Irritada con él y furiosa consigo misma por la reacción de su cuerpo, que parecía haberse electrificado con sus palabras, Maura contestó:
– Serás engreído, petulante…
Jefferson cortó su diatriba con un beso que la dejó sin aliento e hizo que su corazón se volviera loco. Había pasado demasiado tiempo, demasiadas noches solitarias, demasiados sueños. De modo que se rindió a lo que tanto había echado de menos. Eso no significaba que hubiera cambiado de opinión, sólo que a veces, un poco de lo que uno quería era mejor que nada. Sin pensar, le echó los brazos al cuello y se entregó al beso, al calor de su cuerpo. Había añorado aquello, lo había soñado. Y ahora que estaba allí, le daba igual que empeorase la situación. Durante aquel breve instante quería estar en sus brazos.
Pero unos segundos después se apartaron, los dos mirando la curva de su abdomen.
– ¿Has sentido eso?
– He sentido… algo -Jefferson puso una mano en su abdomen y Maura la cubrió con la suya. Creía que era demasiado pronto para que el niño se moviera, pero el médico le había dicho que ocurriría cualquier día. Y había ocurrido.
Un aleteo y luego una especie de patadita, como si su niño quisiera hacer notar su presencia mientras su padre y su madre estaban a mano. Maura se había emocionado y, al mirar a Jefferson, vio que a él le pasaba lo mismo. Era magia, pura y simplemente. La vida que ellos habían creado. Qué regalo poder compartir aquel momento con Jefferson y qué triste que no pudieran compartir nada más.
– Ya no se mueve -dijo él-. ¿Por qué ha parado? ¿Ocurre algo? Deberíamos ir al médico…
– No pasa nada. Espera un momento… -Maura hablaba en voz baja, como si temiera que el niño la oyera y dejara de moverse.
– A lo mejor… ¡ahí está! -exclamó Jefferson.
Ella lo miró con los ojos empañados y vio que Jefferson sonreía como un bobo.
– Se ha movido.
– Sí, es verdad.
Aún encantada, tardó un segundo en darse cuenta de que la expresión de Jefferson había pasado de sorprendida a excitada y ahora… ahora la miraba con lo que parecía absoluta determinación.
– No voy a perder esto, Maura. Hazte a la idea -le dijo-. Ese niño es un King y crecerá como tal. Le guste a su madre o no.
– El problema -estaba diciendo Cara- es que estás llevando el asunto de una forma equivocada.
Jefferson asintió, mirando alrededor. El pub de Craic, lleno de gente, olía a cerveza, a leña de la chimenea y a lana mojada. Estaba lloviendo otra vez y la gente del pueblo se reunía allí para tomar una pinta con los amigos, escuchar música y salir de casa un rato. De modo que se veía rodeado por un grupo de gente que ahora, por lo visto, estaba de su lado. Saber que le había pedido a Maura que se casara con él y ella lo había rechazado los había hecho cambiar de actitud.
Pero recordar su rechazo hacía que se le encogiera el estómago. Ni una sola vez había imaginado que le diría que no. Aunque debería haber imaginado que, con Maura Donohue, siempre debía esperar lo inesperado.
– Maura siempre ha sido una chica muy cabezota -dijo Michael, pensativo.
– Tonterías -opinó Francés Boyle-, Es una chica fuerte y sabe lo que quiere.
– Claro que lo sabe -asintió Cara-, pero también es de las que toman una decisión y no hay quien la mueva, sea bueno para ella o no.
– Cierto -Michael sacudió tristemente la cabeza-. Pero es una mujer estupenda, digamos lo que digamos nosotros.
– Lo sé -suspiró Jefferson.
Aparentemente, todo el pueblo tenía una teoría sobre cómo debía manejar la situación. Aunque él no los estaba escuchando. ¿Desde cuándo necesitaba un King ayuda para conseguir a una mujer? ¿Desde ahora?, le preguntó una vocecita irónica.
Nunca había tenido que esforzarse tanto para salirse con la suya. Cuando se proponía conseguir algo lo conseguía, así de sencillo. Nunca se había encontrado con una pared sin encontrar una manera de tirarla abajo.
Un anciano sentado en un taburete frente a la barra se volvió entonces para mirarlo.
– Cómprale un carnero. Como propietaria de una granja, Maura agradecerá que mejores su rebaño.
Jefferson hizo una mueca. ¿De verdad tenía que comprar un carnero para que se casara con él? No, no podía ser. Sin embargo, mientras lo pensaba, sintió algo parecido a la ansiedad. Él no estaba intentando conseguir el corazón de Maura Donohue… ¿o sí? No, aquello no tenía nada que ver con el amor sino con el hijo que iban a tener, sencillamente.
– No creo que comprarle un carnero me hiciese ganar puntos.
– Ganarías puntos con las ovejas, eso desde luego -dijo alguien.
Eso despertó una carcajada general. Era evidente que el pueblo de Craic lo estaba pasando en grande con su problema.
– Genial -suspiró Jefferson.
¿Qué demonios estaba haciendo allí? A miles de kilómetros de su casa, lejos de su familia, en un pueblo irlandés donde todo el mundo se metía en los asuntos de los demás, intentando hacer que Maura Donohue entrase en razón.
¿Qué mujer rechazaría una oferta como la que él le había hecho? Le había ofrecido una vida de lujos y ella se la había tirado a la cara como si fuera un insulto.
Dinero y poder, eso era lo que había dicho.
Como si tener independencia financiera fuese algo malo. Que él no entendía a «la gente de verdad». Pero él era gente de verdad, sus hermanos eran gente de verdad. ¿Pensaba Maura que porque alguien tuviese dinero valía menos que los demás?
– Es ella la presumida, no yo -murmuró, mientras la gente a su alrededor seguía discutiendo el caso.
Él nunca había juzgado a nadie por su cuenta corriente. Tenía amigos que eran mecánicos y amigos que eran estrellas de cine. Y, aunque su familia tenía dinero, él no había crecido entre algodones. Había tenido que trabajar, como sus hermanos. De niños ayudaban en el rancho y cuando empezaron a hacerse mayores sus padres habían dejado bien claro que si querían algo tenían que ganárselo. De modo que todos habían trabajado a tiempo parcial, mientras estudiaban, para poder comprarse coches de segunda mano y pagar el seguro y la gasolina.
Cuanto más pensaba en las acusaciones de Maura, más se enfadaba. Él no necesitaba excusas ni tenía que disculparse por ser quien era.
– Podrías comprarle una casa nueva -sugirió alguien.
– O ponerle un tejado nuevo al establo, eso sí que le hace falta. En invierno tiene unas goteras que dan miedo -opinó Francés.
– No les hagas caso -suspiró Cara, apoyando los brazos en la mesa-. Yo sé cómo puedes ganarte a mi hermana.
Jefferson la miró, más que interesado. Cara era la más razonable de las dos. Ella sabía lo que quería: ser rica y famosa haciendo lo que más le gustaba hacer. Cara no se metía con nadie sólo porque tuviera dinero. ¿Por qué iba a hacerlo? Era lo que quería conseguir en la vida. Si quien le gustaba fuese Cara la Donohue, la vida sería mucho más fácil.
En lugar de eso, tenía una relación con una mujer con la cabeza más dura que una piedra. ¿Maura pensaba que era un rico y arrogante americano? Pues muy bien, le demostraría que tenía razón. Si iba a condenarlo por su dinero, lo mejor sería que lo condenase de verdad. Era hora de lanzar el guante, pensó. Él nunca había perdido una batalla y aquélla no iba a ser la primera.
– Jefferson, ¿me estás escuchando? He dicho que yo sé cómo puedes ganarte a mi hermana.
– Ah, sí, gracias -murmuró él, levantándose y dejando unos billetes sobre la mesa con los que pagar su cerveza y las de todos los demás-. Te lo agradezco, pero esto es entre Maura y yo. Y yo tengo un par de buenas ideas.
Jefferson salió del pub sin mirar atrás, de modo que no vio a Cara sacudir la cabeza y murmurar:
– Pues buena suerte. Tengo la impresión de que vas a necesitarla.
Nueve
A la mañana siguiente, Maura salió de la casa preparada para un nuevo enfrentamiento con Jefferson. El amanecer pintaba el cielo con su primera paleta de colores y olía a tormenta…
– A lo mejor la tormenta lo retiene en el trailer -murmuró, aunque no lo creía ni por un segundo. Y si tenía que ser sincera, tampoco lo deseaba. Por irritante que fuese, le gustaba tenerlo cerca. Y eso sólo demostraba que estaba loca.
¿Qué mujer cuerda se torturaría a sí misma estando con un hombre al que no podía tener? ¿Pero qué otra cosa podía hacer? Pedirle que se fuera no la había llevado a ningún sitio. Jefferson se quedaría hasta que decidiera marcharse, punto. Y nada de lo que ella dijera aceleraría su marcha. Él lo había dejado bastante claro No habría forma de escapar y debía admitir que estaba guardando esos recuerdos en su memoria como un tesoro para cuando se hubiera ido.
De modo que estaba preparada para llevarlo a los pastos en su vieja camioneta. Iba a ser razonable, paciente, firme; ésa era la única manera de manejar a un hombre como Jefferson King. El mal genio no serviría de nada porque era inmune a sus gritos, de modo que sería práctica. Podría explicarle sencillamente que estaba perdiendo el tiempo en la granja porque no tenía intención de ser convencida o manipulada para hacer algo que no quería hacer. Maura sonrió para sí misma y, después de llamar a King, se apartó un poco para no ser atropellada por el gigantesco cachorro.
El equipo de rodaje ya estaba en marcha aunque era muy temprano. Maura se había acostumbrado de tal modo a los ruidos que tenía la impresión de que echaría de menos el caos que creaban cada día. Y pronto también echaría de menos a Jefferson.
Le dolía el corazón al pensarlo, ¿pero qué podía hacer? No iba a casarse con un hombre que no la quería. Ella no quería ser la obligación de Jefferson, su condena. ¿Qué clase de vida sería ésa?
King estaba ladrando desde el establo, frente al cual aparcaba su camioneta desde que llegaron los de Hollywood y Maura apresuró el paso para ver qué lo tenía tan agitado. Pero se detuvo en seco al ver que su camioneta había desaparecido. En su lugar había una reluciente y nueva de color rojo, con un enorme lazo del mismo color atado al techo.
– ¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo…?
– Todas preguntas muy interesantes -oyó una voz tras ella.
Maura se volvió para mirar a Jefferson, apoyado en la pared del establo, con la expresión de un hombre encantado consigo mismo.
– ¿Se puede saber qué has hecho?
– A mí me parece evidente.
– ¿Dónde está mi camioneta?
– ¿Te refieres a ese viejo cacharro con ruedas? Se lo llevaron hace una hora. Me sorprende que no oyeras la grúa.
Había oído más ruido del habitual, pero estaba tan acostumbrada que no le había prestado atención.
– Pero… -Maura miró su nueva camioneta y se sintió seducida por el precioso color rojo y los enormes neumáticos-. No tenías derecho a hacerlo.
– Tengo todo el derecho -replicó él-. No sólo estabas arriesgando tu vida con ese cacharro, estabas arriesgando la de mi hijo. No pienso dejarte conducir un vehículo…
– ¿No vas a dejarme? -lo interrumpió Maura, preparándose para la batalla-. Tú no tienes que dejarme hacer nada, Jefferson King. Y no quiero tu bonito juguete…
– Sí lo quieres -sonrió él.
Oh, era horrible saber que Jefferson podía leer sus pensamientos con tal facilidad.
– Menuda cara tienes -suspiró, mirando los preciosos asientos de cuero. ¿No era preciosa?
Aunque daba igual, pensó, fulminándolo con la mirada.
– ¿Por qué crees que este regalo me haría feliz?
– No, no, nunca he pensado que iba a hacerte feliz -dijo él-. De hecho, sabía que te subirías por las paredes. Pero te darás cuenta de que eso no me ha detenido -sonrió Jefferson, moviendo las llaves delante de su cara-, Pero eres lo bastante lista como para admitir que necesitas esta camioneta, Maura.
– Te crees muy listo, ¿verdad? Me halagas para que no pueda decirte que no.
– La cuestión es que voy a cuidar de ti y del niño quieras tú o no. Y deberías empezar a acostumbrarte.
¿Estaba mal dejar que Jefferson cuidase un poco de ella?, se preguntó. ¿Era malo desear algo más? Ella había querido que reconociera a su hijo, pero ahora quería algo que no podía tener: amor, fantasía, felicidad.
– ¿Y si no la acepto?
– Lo harás -dijo él, poniendo una mano en su mejilla.
Maura sintió un escalofrío que la recorrió de la cabeza a los pies. ¿Por qué con una simple caricia podía hacerla temblar?
"Apuesta Segura" отзывы
Отзывы читателей о книге "Apuesta Segura". Читайте комментарии и мнения людей о произведении.
Понравилась книга? Поделитесь впечатлениями - оставьте Ваш отзыв и расскажите о книге "Apuesta Segura" друзьям в соцсетях.