– Sí, ya sé que tenemos un contrato y yo no tengo intención de echarme atrás. Le he dicho que pueden filmar en mi propiedad, pero no quiero que se acerquen a los corrales.

– Pero el señor King dijo…

– El señor King puede decir lo que quiera -lo interrumpió ella-, Y sugiero que lo llame por teléfono y lo moleste a él con sus quejas. Aunque le deseo buena suerte porque no suele ponerse al teléfono. Yo llevo dos meses intentándolo y aún no he conseguido hablar con él -añadió, antes de darle con la puerta en las narices.


Jefferson King estaba intentando controlar lo que parecían treinta proyectos diferentes a la vez. Aunque lo ayudaba estar ocupado. Afortunadamente, su puesto en los estudios King aseguraba que eso fuera así a diario.

Estaban rodando tres películas en ese momento y cada una de ellas era un dolor de cabeza. Tratar con los productores, los directores y, lo peor de todo, los actores, era suficiente para que se preguntase qué tenía de bueno dedicarse al cine. Además de todo eso, quería comprar un par de estudios pequeños y estaba negociando adquirir los derechos de una conocida novela para convertirla en lo que él esperaba fuese un éxito de taquilla. De modo que estaba muy ocupado, pero lo prefería así porque era la única forma de no pensar en Maura Donohue, que aparecía en su mente una docena de veces al día. Jefferson tiró el bolígrafo sobre la mesa y se quedó mirando la pared, con el ceño fruncido. Recordaba esa noche continuamente… esa noche y esa semana; la atracción que había habido entre ellos, que había ido creciendo inexorablemente hasta que por fin explotó aquella última noche.

Pero también recordaba su serena expresión por la mañana, mientras se despedía de él. Recordaba sus ojos claros, su sonrisa. No había llorado, no le había pedido que se quedase. De hecho, había actuado como si no fuera más que un irritante invitado que le impedía ponerse a trabajar. Pero las mujeres no le daban la espalda a Jefferson King, era él quien se marchaba. Siempre. Maura, sin embargo, lo había dejado de piedra cuando lo despidió tranquilamente en la puerta y se preguntaba si no habría sido ése su plan.

¿Habría estado tirándole de la correa, tomándole el pelo para que aumentase la oferta? ¿Sería una manipuladora y él sencillamente no lo había visto? No le gustaba pensarlo, pero… ¿por qué si no iba a mostrarse tan despreocupada después de una noche que para él había sido no sólo una sorpresa sino una revelación?

¿Qué clase de mujer pasaba la noche con un hombre y luego lo despedía en la puerta como si hubieran estado tomando un café? ¿Y por qué demonios no podía dejar de pensar en ella?

– Ya es hora de que me olvide de Maura Donohue… -Jefferson sacudió la cabeza, enfadado consigo mismo-. Genial, ahora estoy hablando solo y seguro que ella ni se acuerda de mí.

Y eso lo sacaba de quicio. Maldita fuera, Jefferson King no era un hombre al que se pudiera olvidar fácilmente. Normalmente las mujeres lo perseguían… y no sólo las aspirantes a actrices que iban a Hollywood por cientos sino mujeres inteligentes, empresarias, ejecutivas, mujeres que lo veían como un hombre de éxito, seguro de sí mismo y de su sitio en el mundo. Mujeres que no eran Maura.


¿Por qué? ¿Por qué no podía dejar de pensar en ella?, se preguntaba una y otra vez. Después de todo, ninguno de los dos quería una relación. Tenía que ser su ego, sencillamente. La despedida de Maura había sido como una bofetada y él no estaba acostumbrado a eso.

– Da igual -dijo en voz alta. Los recuerdos desaparecerían tarde o temprano. Claro que eso no era un gran consuelo cada vez que despertaba por la noche pensando en ella. Pero un hombre no era responsable de sus sueños.

Suspirando, Jefferson se levantó para mirar por la ventana, desde la que se veía Beverly Hills y parte de Hollywood. Las calles estaban llenas de coches, deportivos y coches de lujo sobre todo. Pero sobre la ciudad parecía haber una continua neblina, la contaminación de una ciudad donde millones de personas corrían de un lado a otro buscando el éxito a toda costa. Y, por un momento, se permitió a sí mismo recordar las colinas de Irlanda, la cálida bienvenida en el pub, la estrecha carretera que llevaba a la granja de Maura…

Irritado consigo mismo, se pasó las dos manos por la cara. No tenía tiempo para pensar en una mujer que, sin la menor duda, ya se habría olvidado de él.

Su teléfono sonó en ese momento y Jefferson se agarró a él como a un salvavidas.

– Dime, Joan.

– Harry Robinson está en la línea tres -le dijo su ayudante-. Dice que tienen problemas en una de las localizaciones.

Harry estaba dirigiendo la película que se rodaba en la granja de Maura…

– Pásamelo -un segundo después, el director estaba al otro lado-, ¿Cuál es el problema, Harry?

– El problema es que este rodaje es una pesadilla.

– ¿Por qué? ¿Qué ha pasado?

– En el hostal no tienen habitaciones libres, los precios en el mercado se han triplicado de repente, el tipo del pub se ha quedado sin cerveza cada vez que vamos por allí…

– ¿Que no tienen cerveza en un pub irlandés? Eso no me lo creo.

– Pues créelo, esto es un desastre. No tiene nada que ver con lo que tú me contaste… y la señorita Donohue no quiere cooperar para nada.

Jefferson se tiró de la corbata porque de repente sentía como si lo estuviera estrangulando.

– Sigue.

– Ayer, el propietario del mercado nos dijo que no nos vendería nada y que nos fuéramos a la ciudad a comprar lo que necesitáramos. Y no tengo que decirte que Westport está a una hora de aquí… ah, y tengo un mensaje para ti de su parte. Te lo repito literalmente: «aquí no habrá paz para ustedes hasta que alguien cumpla con su obligación». ¿Tú sabes qué demonios ha querido decir?

– No -contestó Jefferson.

¿Obligación? ¿Qué obligación? Él había cumplido religiosamente con los contratos. ¿Qué había pasado para que, de repente, un pueblo que parecía encantado de hacerse famoso se pusiera en su contra de esa forma? Los vecinos de Craic estaban emocionados unos meses antes…

– ¿Y Maura Donohue? -le preguntó-, ¿Ella no ha podido echaros una mano?

– ¿Echarnos una mano? -repitió Harry-, Al cuello querrás decir.

– ¿Qué?

Aquello era inaudito. Sí, bueno, Maura no estaba precisamente encantada con la idea de que un grupo de bárbaros asaltase su finca, pero había firmado un contrato y él sabía que estaba dispuesta a cumplirlo. Su propia hermana tenía un papel en la película, además. Entonces, ¿qué había pasado?

– Maura suelta a sus ovejas para que interrumpan el rodaje y su perro se ha comido los cables de…

– ¿Tiene un perro?

– Dice que es un perro, pero yo creo que es un caballo -suspiró Harry-. Es enorme y siempre está tirándolo todo. Y el otro día, por si no tuviéramos suficientes problemas, uno de los técnicos tuvo que salir corriendo perseguido por un toro…

Muy bien, allí estaba ocurriendo algo muy extraño. Él sabía que Maura era una mujer muy meticulosa con sus animales.

– ¿Cómo salió el toro del corral? Porque sé que lo tiene encerrado en un corral -suspiró Jefferson, recordando que Maura se lo había enseñado, advirtiéndole que era peligroso.

– No tengo ni idea, pero Davy Simpson estuvo a punto de ser pisoteado por esa mala bestia.

– ¿Se puede saber qué está pasando en Craic? -suspiró Jefferson, atónito. ¿Estaría buscando Maura más dinero? ¿Querría echarse atrás después de haber firmado el contrato?

Y todo el pueblo parecía haberse puesto de su lado, además. Pero no iban a salirse con la suya. Jefferson King no aceptaba presiones y, desde luego, no evitaba un enfrentamiento.

– Eso es lo que me gustaría saber a mí -dijo Harry-, Por lo que tú me contaste pensé que iba a ser un rodaje idílico, pero está siendo un infierno.

– Pero tenemos un contrato firmado que nos permite el acceso a la granja de Maura…

– Sí, ya, el ayudante de producción intentó recordárselo el otro día y le dio con la puerta en las narices.

Jefferson apretó el teléfono, furioso.

– No puede hacer eso. Ha firmado un contrato y ha cobrado el cheque. Nadie la obligó a hacerlo.

– Te lo digo en serio, Jefferson, a menos que esto se solucione de inmediato el rodaje va a costamos el doble de lo que teníamos presupuestado. Hasta el tiempo está contra nosotros porque no deja de llover ni un solo día.

Aquello no tenía sentido, era como si estuviesen hablando de dos sitios diferentes. Y, aparentemente, iba a tener que ir a Craic quisiera o no. Era hora de tener una charla con cierta jovencita irlandesa, hora de recordarle que tenía la ley de su lado y que estaba dispuesto a usarla.

– Muy bien -le dijo-. No puedo hacer nada sobre la lluvia, pero me encargaré de todo lo demás.

– ¿Cómo?

– Iré a Craic personalmente -algo se encogió dentro de él al pensar que iba a ver a Maura otra vez, aunque no quisiera admitirlo.

Aquello no tenía nada que ver con Maura Donohue sino con su negocio. Y esperaba que tuviese una buena razón para no querer cooperar después de haber firmado un contrato.

– Muy bien, pero date prisa.

Después de colgar, Jefferson llamó a gritos a su ayudante mientras sacaba la chaqueta del armario. Tenía previsto un viaje a Austria para hablar con el propietario de un castillo en el que quería rodar una película, pero iba a tener que incluir Irlanda en ese viaje.

No tardaría mucho en solucionar los problemas en Craic, estaba seguro. Se alojaría en el pueblo, hablaría con todo el mundo y luego le recordaría a Maura el maldito contrato. Además, verla le sentaría bien. Así podría mirarla sin recordar aquella noche. La vería por lo que era, una mujer con la que estaba haciendo negocios. Hablarían, se despedirían y tal vez dejaría de aparecer en sus sueños.

Su ayudante, Joan, una mujer mayor que conocía el negocio tan bien como él, entró a toda prisa en la oficina.

– ¿Qué ocurre?

– Tienes que llamar al aeropuerto, me voy hoy mismo a Europa.

– ¿Qué?

– Y dile al piloto del jet que tenemos que pasar por Irlanda antes de ir a Austria.

– Sí, claro, Irlanda, Austria… prácticamente son vecinos -replicó Joan, irónica.

– Voy a mi casa a hacer la maleta, pero dile al piloto que llegaré en unas dos horas.

Una de las ventajas de ser un King era que siempre tenía un jet a su disposición. Su primo Jackson era el propietario de una empresa que alquilaba aviones de lujo a aquéllos que estaban dispuestos a pagar sumas enormes de dinero por viajar cómodamente. Pero la familia King siempre tenía prioridad, lo cual hacía que sus numerosos viajes fuesen más tolerables.

Y podía estar en el aire antes de la cena y en Irlanda a la hora de desayunar.

– ¿Te envío por fax la documentación de McClane o espero a que vuelvas?

Jefferson lo pensó un momento y luego negó con la cabeza. J. T. McClane era el propietario de un pueblo fantasma en el desierto de Mohave y él quería rodar un western moderno allí, pero el tipo llevaba semanas regateando, de modo que no estaría mal recodarle que los estudios King iban a seguir a cargo de las negociaciones.

– Hazle esperar hasta que yo vuelva. Nos vendrá bien que sude un poco.

Joan sonrió.

– Muy bien, jefe. Buena suerte.

Jefferson se limitó a sonreír mientras salía del despacho. No tenía sentido decirle a su ayudante que la única que iba a necesitar suerte era Maura Donohue.

Cinco

Jefferson se detuvo en el pueblo para reservar una habitación en el hostal en el que se había alojado la última vez. Estaba cansado, hambriento e irritado. Y cuando la propietaria del hostal, Francés Boyle, lo fulminó con la mirada, la irritación se convirtió en enfado.

– Vaya -dijo Francés, cruzando los brazos sobre su amplio busto-, Pero si es el propio Jefferson King, volviendo a la escena del crimen.

– ¿Qué crimen? Perdone, pero no la entiendo.

– Ja! A buenas horas pides perdón… aunque no es a mí a quien deberías pedírselo.

Jefferson cerró los ojos brevemente. Francés Boyle estaba regañándolo como si fuera un crío de cinco años que hubiese roto un cristal.

– Señora Boyle, llevo horas metido en un avión y luego he venido hasta aquí desde el aeropuerto en un coche al que se le ha pinchado una rueda y ahora… -Jefferson respiró profundamente- me estoy calando. Pero si me alquila una habitación, estaré encantado de escuchar sus quejas…

– Está acostumbrado a dar órdenes, ¿eh? Pues yo no soy uno de sus lacayos y no tengo tiempo para gente como usted.