Lexie frunció la boca para no echarse a reír.

– Mira el lado positivo -le sugirió-. Si la serpiente hubiera estado delante en lugar de detrás, la situación habría sido mucho peor.

Él se estremeció.

– Y que lo digas. No sabes la de veces que me he puesto enfermo solo de pensar en eso.

Sin saber por qué, a Lexie se le ocurrió pensar en la bonita cicatriz que tendría en el trasero. Al momento siguiente se dijo que para dejar de pensar en esas cosas lo mejor era iniciar la lección.

– Bien, solo con meterte en el agua has hecho más de lo que hacen muchas de las personas a las que he enseñado. Lo primero que necesitamos practicar es meter la cara en al agua y aprender a respirar.

Él le guiñó un ojo y sonrió.

– Bueno, como respirar se me da de maravilla, esto va a ser más fácil de lo que pensaba.

Lexie ignoró con firmeza el revoloteo que su sonrisa provocó en ella.

– Quiero que tomes aire, que te inclines hacia delante y que metas la cara en el agua. Entonces expulsa el aire por la nariz e incorpórate.

– Sí, señorita.

Respiró hondo e hizo lo que ella le había instruido. Cuando alzó la cabeza, una cascada de agua le cayó por el pecho y el torso, y Lexie no se fijó en sus músculos, no señor.

– ¿Algún problema con eso? -le preguntó, conteniéndose para que no se le fueran los ojos.

– No.

– Excelente. Entonces podemos pasar al paso siguiente. Esta vez, en lugar de incorporarte para respirar, quiero que lo hagas girando la cabeza hacia un lado. Mira, así -le dijo, y notó con deleite cómo él la observaba detenidamente-. Asegúrate de que giras bien la cabeza; si no, corres el peligro de tragar agua.

Pasaron los quince minutos siguiente trabajando la técnica de Josh. Él le entendió el concepto casi inmediatamente, pero Lexie lo obligó a repetirlo una y otra vez.

Como todo lo demás, la natación requería práctica, y si uno no aprendía a respirar bien se hundiría irremediablemente.

– Estupendo, Josh.

Él meneó las cejas.

– Te dije que respirar se me daba bien. ¿Cuál es el paso siguiente?

– Veamos qué tal das patadas.

De nuevo estiró la espalda mientras se echaba el cabello hacia atrás, y una sonrisa encantadora, con hoyuelo incluido, asomó a sus labios

– Adelante, señorita Lexie.

El pulso se le aceleró. Aquel hombre era sin duda potente. Como un trago de brandy. Y esa sonrisa suya… ¡Dios bendito! Generaba calor suficiente para freír un huevo. Fijó la vista en su boca, aquella boca encantadora y deliciosa… Sin duda besaría de maravilla.

¡Pero de dónde había salido eso!

Lexie apretó los labios, fue hacia el borde de la piscina donde había dejado las dos planchas, y aprovechó para echarse a sí misma una reprimenda. «Deja de hacer tonterías, pedazo de tonta. Lo estoy mirando como si fuera un costillar y yo estuviera muerta de hambre. He compartido actividades acuáticas con decenas de hombres atractivos. Maldita sea, estuve a punto de casarme incluso con uno de ellos. De modo que a dejar de mirar y a centrarse en el trabajo».

Eso la hizo sentirse mejor, más en su sitio. No podía negar que aquel hombre le hacía sentir un cosquilleo que no podía ignorar. La natación no era un deporte de contacto, de modo que no tenía por qué tocarlo.

Lexie le pasó una de las planchas y sonrió.

– A mover esas piernas.

Después de mostrarle cómo agarrar la plancha, con los brazos extendidos empezaron a dar patadas muy despacio, el uno junto al otro. Después de unas cuantas, Lexie le enseñó cómo añadir su lección anterior metiendo la cara en el agua y volviéndola para respirar. Treinta minutos después, le dijo que parara. De pie en la parte de la piscina que no cubría, aplaudió a su alumno.

– Buen trabajo, Josh. Nadarás como un pez a finales de semana.

Él se puso de pie y Lexie se aplaudió para sus adentros por conseguir mantener su errante mirada fija en la cara de Josh.

– Gracias por tu ayuda -dijo mientras se acercaba a ella, deteniéndose a unos centímetros de distancia.

Su piel mojada parecía irradiar calor… ¿O sería el calor que ella sentía por dentro? Aquel vaquero era grande y fuerte, y estaba mojado y delicioso. Y desde luego estaba demasiado cerca de ella.

– ¿Ya hemos terminado por hoy?

Lexie asintió con la cabeza.

– Sí. Estoy muy complacida y tú también debes estarlo. Eres un alumno muy rápido.

– Y tú una profesora estupenda -dijo mientras se retiraba el cabello mojado de la cara-. ¿Cuándo es nuestra siguiente lección? ¿Qué te parece mañana por la mañana temprano?

Desde luego estaba deseoso de aprender.

– Me temo que tengo trabajo en el campamento infantil durante las dos horas anteriores a mi horario habitual. ¿Qué te parece mañana otra vez a las nueve?

– Mañana es viernes.

– Sí. ¿Tienes otros planes?

– No -bajó la vista y le miró los labios unos segundos; esa breve caricia visual le aceleró el pulso-. Solo me sorprende que tú no los tengas -la miró de nuevo a los ojos-. A las nueve me viene bien. ¿Qué haremos en la siguiente lección?

Lexie se pasó la mano por la frente para limpiarse el sudor. ¿Cuándo había subido tanto la temperatura?

– Esto… te enseñaré a flotar.

Abrió mucho los ojos y tragó saliva. Flotar implicaba tocar. Tocar todo el tiempo aquel escultural cuerpo medio desnudo.

– ¿Estás bien?

– Estoy bien. Aprenderemos a… a flotar, y después te enseñaré el estilo básico.

Algo ardiente e intenso brilló en sus ojos, y de nuevo le miró los labios. Santo Dios, si no dejaba de mirarla así iba a hacer algo que la avergonzara durante el resto de sus días.

Él estiró el brazo y le tocó el hombro con un dedo, que seguidamente le deslizó por el brazo. Lexie sintió un escalofrío a pesar del calor que él le había provocado.

– Enséñame el estilo básico -murmuró en tono sensual-. Eso parece muy… educativo. Estoy deseando hacerlo.

Sin decir más asintió y salió de la piscina. Lexie intentó no mirarlo, pero su cerebro no la obedeció. Maldita fuera, aquel hombre apenas la había tocado, y sin embargo le había chamuscado sus circuitos internos.

Cuando se agachó para retirar sus chanclas y su toalla, no pudo evitar fijarse en lo bien que le ceñía el bañador el trasero. Mmm…

En ese momento él se volvió hacia ella y a Lexie le faltó poco para santiguarse. El bañador mojado se abrazaba a su entrepierna de un modo absolutamente delicioso. Y eso que siempre se decía que el miembro viril encogía en el agua.

Se echó la toalla por los hombros y le hizo un gesto con la cabeza.

– Hasta mañana.

Antes de que ella pudiera contestar, cosa que le habría llevado un rato, puesto que parecía haberse olvidado de hablar, él avanzó hacia el camino oscuro y a los pocos segundos había desaparecido.

Lexie resopló con fuerza y salió de la piscina. Después de secarse un poco sacó su teléfono móvil de una bolsa. El reloj marcaba las diez. Algo tarde para llamar a Darla siendo entre semana, pero ella lo entendería. Aquello era una urgencia.

Una imagen del cuerpo mojado y atlético de Josh Maynard apareció en su mente, y Lexie marcó rápidamente el número de Darla.

– Creo que he encontrado al hombre ideal para tener una aventura -dijo nada más oír la voz de Darla.

Capítulo Tres

– Sin duda has encontrado al hombre de tus sueños -le estaba diciendo Darla media hora después mientras se tomaban una copa en La Sirena, un bar de la zona-. Necesitas acostarte con él. Lo antes posible.

Lexie se atragantó con la margarita. Desde luego Darla no se andaba con rodeos. Mientras tosía y aspiraba, Darla mostró dos dedos al camarero, indicándole que querían otra ronda.

Cuando se le pasó un poco la tos, Carla continuó hablando.

– Vamos a ver. Reconociste que necesitas tener una aventura. Quieres tener una aventura. Y ahora que hay un posible candidato para ella, te pones nerviosa.

Lexie la miró con asombro.

– Me has adivinado el pensamiento.

– No. Pero a mí me ha pasado lo mismo un montón de veces. Te estás preguntando si tu reacción hacia él es una especie de aberración hormonal, y estás intentando elaborar una lista de razones por las cuales no deberías tener nada que ver con él.

– Impresionante. ¿También lees el futuro?

Darla mojó un pedazo de pan en un poco de queso fundido y se lo metió en la boca.

– Sí. Veo mucho sexo en tu futuro inmediato.

Solo de pensar en ello, Lexie se puso colorada.

– ¿Pero y qué hay de todas esas razones que se me han ocurrido para no tener nada que ver con él?

– ¿Pero cómo puedes pensar en no tener nada que ver con un hombre que te provoca sudores metida dentro de una piscina? Estás de broma, ¿no? Has experimentado una reacción física perfectamente sana y normal hacia un hombre atractivo, y ya era hora. ¿Cuál es entonces el problema?

– Para empezar, no sé nada de él. No sé si está casado o soltero, o si es un asesino en serie en busca de su nueva víctima.

Darla le quitó importancia a sus palabras haciendo un gesto con la mano.

– Eso se puede remediar haciéndole unas cuantas preguntas. ¿Qué más?

Lexie vaciló.

– Es difícil de explicar. Supongo que me sorprende la reacción tan fuerte que he experimentado hacia él. Estoy rodeada de hombres atractivos todo el tiempo, pero no me entran ganas de arrancarles la ropa con los dientes.

– Eso es porque eres una persona decorosa, y porque hasta hace once meses estabas prometida a Tony. Es una sencilla cuestión de lógica. Hace casi un año que no estás con un hombre. Dios mío, Lexie, eso no es natural. Tu cuerpo está harto de tanta privación -señaló el queso fundido-. Si tuvieras sed, ¿qué harías?

– Tomar algo de beber.

– ¿Y si tuvieras hambre?

– Comer.

Darla se arrellanó en el asiento de vinilo con expresión triunfal.

– Exactamente. Tu cuerpo sabe lo que quiere. Y lo que necesita es una buena sesión de sexo apasionado con ese apuesto vaquero. Por lo que me has contado, parece divertido, y desde luego su estancia aquí es temporal.

– Lo sé, lo sé. Sin embargo, por muy tentador que me resulte todo eso, sigo dudando. ¿Cómo puedo acostarme con un extraño? Podría ser un loco.

– Y podría ser un cielo. No quieres casarte con él; piensa en él como algo transitorio. Llevas demasiado tiempo sin socializar. Y un vaquero que te enciende de ese modo es el hombre que necesitas en este momento -Darla se inclinó hacia delante y apoyó los codos en la mesa de madera-. Mira. Llevas penando demasiado tiempo por la ruptura con Tony…

– No he estado penando. He estado muy ocupada. Hay una diferencia -Lexie removió su bebida con la paja-. Sabes que no me arrepiento de haber terminado con Tony. Era un buen tipo, al menos hasta que se perdió en el esplendoroso mundo de los deportes de riesgo, pero no fui capaz de seguir viviendo con eso. Sin saber si iba a volver a casa de una pieza -se pasó las manos por la cara-. Ahora solo quiero un contable, un jardinero, un agente de seguros, un jefe de cocina. Se supone que una quiere envejecer junto a alguien, no por culpa de alguien. No puedo pasar por eso nunca más.

– Bueno, todo terminó ya entre vosotros dos -dijo Darla con expresión determinada-. Y finalmente has conocido a un hombre que te hace tilín. Si te preocupa el hecho de que no lo conoces, entonces intenta tratarlo un poco. ¿Cuánto tiempo va a quedarse en el complejo? -miró a Lexie significativamente-. ¿Lo habrás comprobado, no? Lexie se ruborizó.

– Sí, lo he mirado. Se ha registrado durante las siguientes tres semanas. Darla arqueó las cejas.

– Eso es bastante tiempo. Yo diría que podrías enterarte de todo lo que te hace falta de él tomando unas cuantas copas.

– No me ha invitado a tomar una copa.

– ¿Qué te pasa? ¿Te has quedado muda? Pídeselo tú. Invítalo a tomar una cerveza después de vuestra clase de mañana -hizo un gesto con la mano a su alrededor-. Tráetelo aquí, a La Sirena. Es acogedor y animado. ¿Y en el bar del complejo? Emborráchalo, acósalo a preguntas hasta que lo conozcas mejor; después haz con él lo que quieras -meneó las cejas-. Averigua si esa serpiente le dejó una cicatriz.

Lexie suspiró.

– No puedo creer que quiera ver otra cicatriz. Tony tenía más que mosquitos Florida. ¿Qué demonios me pasa?

– Nada. Simplemente lo deseas. Es normal. Acéptalo y ponte manos a la obra. Necesitas dejar de trabajar sin parar para divertirte un poco. Eres joven, guapa y soltera. Es el momento adecuado. Quiero decir, ¿cuándo pensabas tener una aventura? ¿Cuando seas una abuela? Invítalo a salir.

– ¿Y si no le interesa?

– Entonces es un imbécil y estás mejor sin él. ¿Te ha parecido que no tuviera interés durante la clase?