Capitulo Siete
Marsha entró en el despacho de Charity sacudiendo la cabeza.
– Lo sé, lo sé, llego tarde. Estaba reunida con Tiffany -se dejó caer en la silla situada frente al escritorio de Charity y gruñó-. ¡Qué chica! -agitó una hoja de papel-. ¡Con toda la gente que quiere conocer y encima le encantaría que yo se los presentara!
Charity hizo lo que pudo por no reírse.
– Sé que es difícil.
– Es más que difícil. Es humillante ver los problemas de nuestra ciudad en su tesis.
– Por lo menos sólo somos un capítulo.
– Lo sé y sé que debería dar gracias por ello, pero una parte de mí quiere preguntarle por qué no somos lo suficientemente buenos como para ocupar un libro entero. Lo cual es una locura. Debo de necesitar medicación -respiró hondo-. Está bien, ya basta de Tiffany. ¿Cómo estás?
– Mejor que tú. Iba a ir a por una botella de agua a la máquina. ¿Te apetece algo?
– Un martini, aunque sé que no los tenemos en las expendedoras. Así que tomaré un té helado -levantó la mano y la posó sobre su regazo-. No me he traído el bolso.
– Yo invito. Ahora mismo vuelvo.
– Gracias. Me quedaré aquí sentada practicando la respiración para que me baje la tensión.
Charity salió del despacho y fue hacia la máquina expendedora. No había estado con Tiffany, pero había oído que las preguntas de la estudiante podían resultar inquisitivas en el mejor de los casos y algo irritantes en el peor.
Metió el dinero en la máquina y sacó las bebidas. Después, volvió al despacho.
– Gracias -dijo Marsha al aceptar la botella-. ¿Ese traje es nuevo? Me gusta mucho la falda.
Charity se dijo que aceptara el cumplido sin más, sin dar ninguna explicación o, por lo menos, no una detallada. Su jefa no tenía por qué saber que por fin se había dado cuenta de que se había pasado los últimos años descuidando totalmente su aspecto.
– He ido a Sacramento este fin de semana y he hecho algunas compras.
La falda negra de corte lápiz seguía dándole un toque profesional, pero terminaba unos centímetros por encima de las rodillas en lugar de varios por debajo. Los zapatos tenían un tacón más fino y eran algo más altos que los que había estado llevando. La blusa la tenía desde hacía como un año, pero era bastante clásica. Colgando del respaldo de su silla estaba su nueva chaqueta, un bolero con raya diplomática negra y blanca. El estilo resaltaba su cintura y la hacía sentirse femenina y poderosa.
– Estás genial. Siempre he tenido debilidad por la ropa. Hace años me dio por el cuero, pero ahora soy demasiado vieja. Aterrorizaría a la gente si me presentara con unos pantalones de cuero o con flecos.
Charity se rió mientras se sentaba.
– Podrías marcar tendencia.
– Eso os lo dejo a las que tenéis menos de treinta. Bueno, venga, dime qué tal van las cosas. ¿Tenemos algún negocio nuevo por aquí para que pueda decirle a Tiffany que ya no somos dignos de aparecer en la tesis?
– Aún no, pero estoy trabajando en ello. He estado en contacto con el comité del hospital y quedaron muy impresionados. Han descartado por completo un emplazamiento, así que ahora la cosa está entre otro competidor y nosotros. Querrán enviar a algunas personas para explorar la ciudad y ver qué tenemos para ofrecerles. Ya estoy preparando posibles recorridos.
– Un hospital. Eso sería increíble.
– Estaba en tu lista de cosas que hacer.
Marsha le dio un sorbo a su té.
– Me encanta cuando la gente me escucha.
– Estoy segura de que todo el mundo te escucha. Por lo que sé, la mayor preocupación del consejo del hospital se basa en el apoyo de la comunidad, así que me pondré con ello directamente.
– Excelente.
Charity le dio una carpeta.
– He estado reuniéndome con una empresa de software. Están en San José y aunque mantendrían allí sus oficinas centrales, necesitan expandirse. Muchos empleados han expresado su deseo de vivir en una pequeña ciudad. Quieren quedarse en California y seguir relativamente cerca de las oficinas centrales, así que tengo muchas esperanzas puestas y creo que puedo convencerlos para que vengan aquí.
– ¿Software, eh?
– La mayoría de los informáticos son chicos.
– Es verdad y siempre me ha gustado esa clase de hombre, los ingenieros informáticos. Suelen ser estables y responsables, importantes cualidades cuando se habla de matrimonio.
Charity miró la mano izquierda de la mujer. No había ningún anillo. Hizo intención de preguntarle, pero después pensó que podría ser un tema demasiado personal. Sin embargo, Marsha debió de darse cuenta y ella misma sacó el tema.
– Como muchas mujeres de mi generación, me casé joven. John era un hombre dulce, probablemente demasiado bueno para mí, y me amaba incondicionalmente. Fuimos muy felices juntos y tuvimos una hija -se detuvo-. ¡Cuánto quería a su niña! Teníamos planes de formar una gran familia, pero murió en un accidente de coche cuando nuestra hija sólo tenía tres años. Estaba embarazada en ese momento y el impacto de perderlo me provocó un aborto -Marsha apretó los labios-. Fue un momento difícil.
Charity se quedó impactada al oír esa tragedia.
– Lo siento mucho.
– Fue hace mucho tiempo. Ahora guardo buenos recuerdos, pero durante un tiempo no pensé que pudiera sobrevivir a su pérdida. Mi niña me ayudó a superarlo y, además, tuve a la ciudad.
Marsha le sonrió.
– John y yo nacimos aquí, así que cuando lo perdí, también lo perdió la comunidad entera. Se reunieron y aproximadamente un año después alguien me propuso candidata para alcaldesa. Pensé que lo hacían para hacerme salir de la depresión. Nunca hice campaña, pero de algún modo gané. Fui a mi primer mitin con idea de dimitir, pero por alguna razón no lo hice y aquí estoy, unos cuarenta años después, aún trabajando en la alcaldía.
– Me alegra que sigas aquí. Haces un trabajo magnífico.
– Eres muy amable al decirlo.
Charity quería preguntarle por su hija, pero como nunca había oído hablar de ella, prefirió no hacerlo. Se temía que a ella le hubiera pasado algo también.
– Tengo muchos amigos -continuó Marsha-. Esta siempre ha sido mi casa, así que aunque John se fue, yo seguía perteneciendo a este lugar. Espero que tú también termines sintiéndote así aquí.
– Estoy disfrutando mucho conociendo a gente.
– ¿Estás haciendo amigos?
– Sí. La otra noche fui a casa de Jo para pasar un rato con Pia y sus amigas. Conocí a Crystal.
Marsha sacudió la cabeza.
– Es una chica encantadora. Es tristísimo. Cuando perdió a su marido, la comprendí perfectamente. Todos nos ilusionamos mucho cuando decidió que le implantaran sus embriones, pero después descubrió que estaba enferma. No es justo.
– Lo sé. Eso mismo pensé cuando Jo me contó la situación en la que se encontraba; pensé que la ayudaría tener un hijo, pero si está enferma…
– Sé lo que quieres decir. Perder a ambos padres sería muy difícil. A veces me pregunto en qué estaba pensando Dios cuando puso en marcha todo esto. Esperamos que se recupere, pero los médicos no lo ven muy probable.
Marsha le sonrió.
– Y ésta es la parte más difícil de la vida en una ciudad pequeña, que conocemos las alegrías de todos, pero también las penas -sacudió la cabeza-. Y ahora hablemos de algo más alegre. No pude evitar fijarme la otra noche en que estabas cenando con Robert. ¿Fue divertido?
Charity no estaba acostumbrada a hablar sobre su vida personal con su jefa. Sabía que Marsha sólo estaba siendo simpática, pero sinceramente no sabía qué decir teniendo en cuenta que Robert era el tesorero del Ayuntamiento.
– Es un tipo fantástico.
– Es un buen partido.
– Es un poco pronto para que empieces a hacer de casamentera conmigo.
– Es verdad, pero no puedo evitarlo. Tengo corazón de celestina. Me encanta ver a la gente enamorarse. Robert parece muy estable -se rió-. Suena terrible, pero sabes lo que quiero decir. Me refiero a que es responsable y formal.
«No como Josh», pensó Charity haciendo todo lo posible por no recordar el breve pero increíble beso que habían compartido. De nada servía pensar en lo imposible y, mucho menos, en lo improbable.
Marsha dio otro trago de té.
– Aunque también podríamos decir algo sobre un hombre que siempre te sorprenderá.
Charity parpadeó sorprendida.
– ¿Cómo dices? ¿Qué ha pasado con lo de un hombre estable y formal?
– Supongo que hablo con cierta predisposición, no soy objetiva. Hace mucho tiempo que conozco a Josh y para mí es como un hijo. Me gustaría verlo formar una relación con alguien especial.
Y a Charity le gustaría verlo desnudo, pero eso no lo mencionaría.
– ¿No estuvo casado antes?
– Sí, pero no fue buena con él. Era una mujer con un físico impresionante y muy superficial. Intenté decírselo, pero no me escuchó. Pensaba con la parte equivocada de su anatomía, no sé si me entiendes…
Charity sonrió.
– Te entiendo.
– Vale mucho más de lo que la gente cree. Aún recuerdo la primera vez que lo vi. Su madre y él se habían mudado desde Arizona. Josh había tenido un accidente terrible mientras hacía montañismo con su madre y cayó por la ladera de una montaña. Estaba lesionado y seguía recuperándose. Apenas podía caminar y sus pobres piernas estaban torcidas.
Charity intentó comparar esa imagen con la del hombre que conocía. Era imposible.
– Es perfecto.
– Oh, es muchas cosas, pero «perfecto» no. Aunque sé a qué te refieres. Tiene cara y cuerpo, pero cuando era pequeño la historia era distinta. Ella lo abandonó.
– ¿Su madre?
– Sí. Lo abandonó cuatro meses después de que se mudaran aquí. Se marchó una tarde; se subió en su coche y se largó. Me encontré a Josh fuera de su habitación de motel, esperándola. Al principio todos dábamos por hecho que volvería, pero no lo hizo. La buscamos, claro, pero si una persona no quiere que la encuentren, esconderse no es tan difícil.
Charity había crecido mudándose de un lado a otro. Había odiado tener que ser siempre la chica nueva, pero a ella nunca la abandonaron. Sandra había sido egoísta, pero jamás había pensado en abandonar a Charity. Una cosa era perder a un padre por un accidente o por una enfermedad y otra muy distinta que te abandonaran. ¿Cómo podía alguien recuperarse después de eso?
– ¿Qué pasó? -preguntó ella.
– Nadie sabía qué hacer. Estaba la posibilidad de la casa de adopciones, pero esa idea no nos entusiasmaba a ninguno, aunque, por otro lado, la ciudad no podía adoptar a un niño. Necesitaba estabilidad. El concejo municipal se reunió para tomar una decisión y entonces entró Denise Hendrix. Ella ya tenía seis hijos, incluidas unas trillizas, ¡imagínate! Su hijo mayor, Ethan, era de la edad de Josh. Dijo que un niño más no le supondría nada, así que Josh se fue a vivir con ellos. Ethan y él se hicieron muy buenos amigos y solían montar en bicicleta juntos.
– He oído ese nombre. ¿No tiene Ethan una empresa de molinos? Está en mi lista de gente que tengo que visitar.
– Sí, es él. Además tiene una constructora que heredó de su padre. Te caerá bien Ethan -los ojos de Marsha se iluminaron-. También está soltero. Es viudo.
Charity se rió.
– Tienes que dejar de intentar emparejarme, ya me ocuparé yo de hacerlo. Mi primer propósito es terminar de instalarme y traer nuevos negocios a Fool's Gold. Mi vida amorosa puede esperar.
– Me parece que podrías hacer las dos cosas. ¿Sigues pensando en comprarte una casa?
– Sí. Este fin de semana voy a ir a ver unas cuantas.
– Lo pasarás bien. Hay mucho donde elegir en la ciudad. Deberías hablar con Josh. Él siempre sabe cuándo una nueva propiedad ha salido al mercado.
Charity enarcó las cejas.
Marsha sacudió la cabeza.
– Me refiero al tema inmobiliario, no intento emparejarte.
– Me parece que no te creo.
Marsha le guiñó un ojo.
– Probablemente no deberías. Puedo ser muy astuta.
Una vez más, Charity se sintió encantada de haber aceptado el trabajo. Trabajar para Marsha era un placer y esperaba que la alcaldesa y ella se hicieran buenas amigas. Marsha era una persona de trato fácil y agradable.
Alguien llamó a la puerta abierta. Ella alzó la mirada y se encontró a Robert caminando hacia ellas.
– Lamento interrumpir -dijo él dándole a Marsha una carta que parecía de carácter legal-. No podía esperar.
Marsha observó la carta.
– Es del Estado de California.
– Quieren que les confirmemos si el dinero que enviaron para la reparación de carreteras se empleó debidamente.
– Reparación de carreteras. No sé nada de eso.
– Ninguno lo sabemos -respondió Robert-. Nunca hemos recibido ese dinero. Ha desaparecido.
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