A pesar de ello, unos días antes había esperado que él se le insinuara. Cuando se trataba de Josh, no podía decidir si era mejor ser buena o ser mala, aunque sí que sabía qué opción sería la más divertida.
Cruzaron la calle y entraron en un barrio residencial lleno de casas preciosas. Unas cuantas se habían reformado por completo perdiendo así su encanto, pero la mayoría mantenía elementos de la arquitectura original. Había grandes árboles que se extendían por la calle y daban sombra. Unas vallas profusamente talladas rodeaban los exuberantes jardines. Él señaló una casa blanca con adornos en un tono gris azulado.
– Es ésa.
Charity se quedó mirando la construcción de dos plantas, el amplio porche delantero y las grandes ventanas. Todo le gustaba de esa casa.
– Ya me encanta -dijo.
– Pues espera a verla por dentro.
Él se sacó una llave de los vaqueros y abrió la puerta delantera. Juntos, entraron en la quietud de la casa.
La luz se colaba por los ventanales iluminando los suelos de madera pulida. El salón era grande con una chimenea y armarios empotrados de estilo artesano. Había un comedor, también con armarios empotrados y una pequeña biblioteca con estanterías que llegaban hasta el techo.
Allá donde miraba veía unos detalles impresionantes. Los rodapié tenían por lo menos veinte centímetros de alto y unas molduras destacaban contra el techo. En la cocina los electrodomésticos eran de estilo años cincuenta, pero renovados, y encajaban a la perfección con los nuevos armarios y el suelo de pizarra. Había un rincón para comer y unas puertas de cristal dobles que daban al jardín.
Se parecía mucho a la casa de Jo, pensó con un suspiro de felicidad. Pero mejor.
– Me encanta -dijo con aire melancólico-. Ni siquiera tengo que mirar la parte de arriba. Es preciosa, pero me da la sensación de que se sale de mi presupuesto.
– Conozco al dueño y negociará.
– ¿Hay alguien aquí a quien no conozcas?
– Puede que haya un par de bebés que aún no he ido a visitar.
– La vida en una pequeña ciudad -dijo ella.
– Funciona.
Charity dio vueltas en el centro de la cocina mientras admiraba los apliques de la luz, las puertas originales y se imbuía de la sensación de estar en un hogar.
– ¿No te ves tentado a comprarte algo así? -le preguntó ella.
– Me gusta donde vivo.
– Pero es un hotel.
– Exacto. No requiere mantenimiento, el servicio de limpieza va incluido y la televisión es gratis.
«Porque eres el dueño del hotel», pensó ella mientras intentaba centrar su atención en la casa y no en él. Estaba sola con Josh en un espacio tranquilo y vacío. Si no centraba la mente, corría el peligro de abalanzarse sobre él y decirle que quería descubrir si de verdad era un dios en la cama.
– ¿No te cansas del menú del servicio de habitaciones?
– Aceptan peticiones.
– De ti. Eres como una estrella del rock en un pueblo pequeño.
– Tiene sus ventajas.
– ¿Y las desventajas?
La miró fijamente a los ojos.
– También las hay, sí.
Algo se removió en su interior y, decidida a mantenerse firme, cambió de tema.
– ¿Sigues montando solo por la noche?
Él asintió.
– ¿Has hablado con alguien sobre lo que pasó? ¿Con un psicólogo deportivo?
Josh miró a otro lado.
– Cuando pasó. He visto las imágenes, la televisión. Sé que no se pudo hacer nada, pero saberlo y creerlo no es lo mismo.
Había algo en su voz, desesperanza… Como si algo importante hubiera quedado perdido.
– Quieres volver atrás -dijo ella en voz baja.
– Todos los malditos días. Echo de menos ser quien era. No la fama ni la competición, ni ganar, ni el entrenamiento. Monto aquí, pero no es lo mismo. Echo de menos a mis compañeros, la emoción de la carrera.
Ella sospechaba que también echaba de menos la fama. ¿Quién no lo haría?
– ¿Has intentado salir a montar con otra gente?
Él se puso tenso.
– Más de una vez -miró su reloj-. Deberíamos subir.
Sin pensarlo, Charity fue hacia él y le tocó un brazo suavemente.
– Lo siento. No debería haber sacado el tema. No es asunto mío.
Su boca se torció en una sonrisa.
– No soy tan sensible, Charity. Puedes decir lo que quieras.
Ella parecía incapaz de apartar la mirada de su boca, de la forma esculpida de su labio superior, del volumen del inferior. Recordaba cómo se había sentido al ser besada por ellos, cómo había querido entregarse. Era un hombre con demasiado poder.
– Estoy saliendo con alguien.
Las palabras cayeron sin previo aviso.
Josh parecía más animado que decepcionado.
– ¿Robert?
– Aja. Hemos salido a cenar.
– Recuerdo haber oído algo. Es un buen tipo.
Ahora se sentía estúpida. ¿Qué se había esperado? ¿Que Josh se pusiera celoso y le dijera que dejara de ver a Robert? ¿Había esperado que se le insinuara?
– Sí, lo es. Es un hombre muy agradable.
– Espero que los dos seáis muy felices juntos. Por ahí subimos.
Ella se movió hacia las escaleras cuando en realidad lo que quería era llorar y ponerse a patalear. Sin embargo, no hizo ninguna de las dos cosas. Lo siguió hasta el segundo piso e intentó decirse que era para bien. Desear a Josh era como un billete de ida al país del desastre, un lugar donde ya había pasado demasiado tiempo.
Ocho
Charity estaba deseando reunirse con Ethan Hendrix, un joven alto y guapo. Josh y él habían sido grandes amigos y habían salido a montar en bici juntos hasta que Ethan se había lesionado hacía unos diez o doce años. Los detalles eran imprecisos como poco y ella no había encontrado un modo de preguntar sin parecer demasiado interesada en ninguno de los dos hombres.
Ethan era el dueño de una empresa constructora de la ciudad y de una fábrica de molinos situada a unos dieciséis kilómetros. Ya que iban a reunirse en ésta última, tendría la oportunidad de conducir su coche por una vez. Al menos últimamente ya apenas gastaba gasolina ni perdía el tiempo parada en un atasco.
Siguió las indicaciones de Ethan y llegó hasta el gran camino de entrada que conducía a Molinos Hendrix. El lugar era impresionante con unos grandes edificios que parecían almacenes y unos enormes aerogeneradores que estaban cargando en largos camiones.
Siguió unas flechas que conducían hasta la oficina y después aparcó y entró caminando. Un vestíbulo más pequeño daba a un área de recepción. Al otro lado había despachos, mesas y ordenadores con muchas fotografías de molinos de viento.
Había investigado un poco antes de la reunión y sabía que Molinos Hendrix era una empresa de crecimiento rápido. La energía eólica era popular, como lo eran los molinos. Después de los costes iniciales, los gastos eran mínimos. La energía eólica era una gran fuente de poder verde, sobre todo en zonas rurales.
Una atractiva veinteañera alzó la mirada. Llevaba unos vaqueros y una camiseta de manga larga y tenía el pelo corto y rubio.
– Hola -dijo con una sonrisa-. Debes de ser Charity Jones. Has quedado con Ethan a las once. Volverá en un segundo. Ha tenido que ir a hacer una entrega -arrugó la nariz mientras caminaba hacia Charity-. Siempre hay que hacer alguna entrega.
Cuando Charity le estrechó la mano, la mujer siguió hablando:
– Nevada Hendrix, la hermana de Ethan. Soy uno de los ingenieros.
– Un placer conocerte. Una ingeniera. La alcaldesa debe de estar decepcionada.
Nevada se rió.
– Cuando me licencié, Marsha me dijo que trajera a la ciudad todos los compañeros de clase que pudiera. Hasta el momento ninguno me ha seguido hasta aquí, pero sigo pidiéndoselo.
– Seguro que te agradecerá el esfuerzo.
Una puerta se cerró de golpe.
– Es Ethan -Nevada bajó la voz-. Está soltero, por cierto. Es uno de los pocos de la ciudad, por si te interesa.
– Ah, gracias -dijo ella no muy segura de cuál sería una respuesta correcta y educada. Tal vez en Fool's Gold no sobraran hombres, pero a Charity le habían puesto más solteros en su camino en el último mes que en los tres últimos años. Bueno, de acuerdo, sólo habían sido tres hombres, pero eran bastantes.
– ¿Llego tarde? -preguntó Ethan.
– Justo a tiempo -le respondió Charity. Ethan era alto, con ojos y cabello oscuros y muy guapo. No podía compararse a Josh, pero pocos mortales podían hacerlo.
Nevada los presentó y después volvió a su ordenador. Cuando estuvo detrás de Ethan, le levantó un pulgar a Charity.
– Tienes a tu hermana trabajando para ti. ¿Es esto un negocio familiar?
– Tres de seis -le dijo él indicándole que pasara a su despacho-. Mi hermano se ocupa de las ventas y yo superviso la fabricación, Nevada es nuestra ingeniera en prácticas.
– ¿Sois seis? -preguntó ella pensando que habría sido genial tener un hermano o una hermana y no sentirse tan sola.
– A veces me parecía que éramos veinte, pero estaba bien. Somos una familia muy unida.
– ¿Todos siguen en Fool's Gold?
– Uno de mis hermanos se mudó, pero las chicas están aquí -señaló uno de los grandes almacenes-. Ahí es donde almacenamos los componentes. No se quedan aquí mucho tiempo. Tenemos mucha más demanda de la que podemos satisfacer, ya que los molinos de viento se han hecho muy populares.
– Eso es lo que he oído -le dijo Charity-. Como te he dicho por teléfono, soy la nueva urbanista y estoy reuniéndome con todos los propietarios de negocios de la zona -además estaba interesada en su relación con Josh, pero dudaba encontrar el modo de sacarle el tema.
– ¿Qué sabes de molinos?
Ella pensó durante un segundo.
– ¿Que son muy altos?
Ethan sonrió.
– Es un buen comienzo. Vamos. Te llevaré a las oficinas de ventas y te mostraré qué hacemos aquí.
La oficina de ventas era otro edificio. Dentro había una maqueta de un molino de viento en funcionamiento, imágenes de distintas clases de molinos, maquinaria y varias pantallas de televisión apagadas.
– No te enseñaré la colección completa de DVD's. No, hasta que tengas un millón de dólares que quieras invertir.
– Esta semana no. Estoy pensando en comprarme una casa.
– ¿Tal vez cuando no tengas un presupuesto tan ajustado?
Ella se rió.
– Serás el primero en mi lista.
Ethan señaló las maquetas de los molinos.
– Esto es lo que construimos. Vienen en varios tamaños, el más grande genera seis megavatios de energía. Teniendo en cuenta que funciona a máxima velocidad las veinticuatro horas del día, siete días a la semana, estamos hablando de suficiente electricidad generada para abastecer mil quinientas casas al año.
– ¿Estás de broma? ¿De uno de ésos? Todos deberíamos tener uno en nuestro patio.
– No te emociones tanto, eso se da bajo unas condiciones extremadamente óptimas. La realidad es un poco menos fácil de calcular. El viento no siempre sopla y los molinos hacen mucho ruido.
Encendió un interruptor y en una de las pantallas de televisión apareció una imagen de una aislada porción de desierto y un sonido de fondo que fue aumentando hasta volverse incómodamente fuerte.
– Esto se acerca a lo que es estar a unos quince metros.
Charity quería taparse los oídos.
– Bueno, vale, tal vez no es para tenerlo en el patio de casa.
Él pulsó otro botón y la imagen cambió para mostrar una gran variedad de molinos.
– Hay otras consideraciones -dijo-. En algunas zonas hace más viento que en otras y por eso utilizamos algo llamado «Densidad de Energía Eólica» para determinar el mejor emplazamiento para los molinos. También hay problemas con el reparto. Las torres suelen estar entre sesenta y noventa metros de alto. Las aspas tienen entre diecinueve y cuarenta metros de largo.
Intentó imaginárselo, pero no pudo. Ethan debía de estar acostumbrado a tratar con gente que no estaba relacionada con su negocio porque inmediatamente pulsó un botón y en la pantalla apareció el dibujo de un aspa junto a un hombre de un metro ochenta.
– El aspa gana -murmuró ella.
– Se mueve a unos doscientos sesenta kilómetros por hora. Siempre gana. Así que queremos un lugar relativamente aislado en el que podamos instalarlos y ofrecer el servicio. No demasiado cerca de la comunidad, aunque tampoco demasiado lejos. Mucho viento, pero no mucha fauna silvestre.
– Claro, los pájaros se golpean contra las aspas y mueren.
– Tenemos más problemas con los murciélagos.
Ella se quedó atónita.
– ¿Murciélagos? ¿No tienen un sonar que los permite ver cualquier cosa que se mueva en el cielo?
– Sí, pero las aspas en rotación producen un cambio en la presión -se detuvo-. No querrás saberlo. Digamos que las turbinas pueden tener un impacto negativo en la migración de murciélagos. Para cambiar eso, recomendamos a los propietarios que apaguen las turbinas durante las noches en las que el viento sopla lentamente.
"Buscando La Perfección" отзывы
Отзывы читателей о книге "Buscando La Perfección". Читайте комментарии и мнения людей о произведении.
Понравилась книга? Поделитесь впечатлениями - оставьте Ваш отзыв и расскажите о книге "Buscando La Perfección" друзьям в соцсетях.