– Fue muy amable por tu parte.

Él se encogió de hombros.

– Eran mis padres. Tenía que cuidar de ellos. Cuando mamá murió, decidí marcharme de la ciudad.

– ¿No tenías a nadie especial que te retuviera allí?

– No. No salía mucho con chicas. Mi madre prefería que pasara con ella el poco tiempo libre que me quedaba.

Al oír eso, una música de película de terror sonó dentro de su cabeza. Charity se dijo que Robert era simplemente uno de esos pocos chicos buenos que quedaban, pero no estaba segura de creerlo del todo. Ya había tenido bastantes desastres en el pasado como para no buscar señales de aviso. ¿De verdad estaba recibiendo algún aviso o simplemente estaba comparando a Robert con Josh?

Descubrir la verdad era todo un desafío dada su reacción física cada vez que veía a Josh. Ningún hombre podía competir con eso, pensó con tristeza. ¿Los Robert del mundo estaban destinados a quedar eclipsados por los que eran especiales?

– Me gusta vivir aquí -dijo él-. Sin complicaciones. Por lo menos no las había hasta que descubrimos que había desaparecido dinero.

Cierto. Los setecientos cincuenta mil dólares desaparecidos.

– Supongo que se llevará a cabo una investigación -dijo ella.

– Ya ha empezado. El Ayuntamiento va a traer a alguien para haga una auditoría de los libros de cuentas. Es mucho dinero.

– ¿Tienes idea de qué pudo pasar?

– Ni idea. Normalmente sé exactamente cuándo recibimos dinero del estado. Pero esta vez… -le dio un trago a su vino-. Pasa algo.

– La jefa de policía mencionó algo sobre un robo. Será que tenemos una oleada de crímenes en la ciudad.

– Dudo que estén relacionados -la miró-. Esos robos fueron de cantidades pequeñas, cosas de la tienda. El otro es importante y alguien irá a la cárcel -sonrió-. ¿Empiezo a hacer los bistecs?

– Claro. ¿Puedo ayudarte?

– Tú tan sólo mira y finge que admiras mi destreza con la barbacoa.

Ella se rió.

– Eso puedo hacerlo.


Tres horas después, Charity volvió caminando al hotel luchando contra la sensación de haber escapado por fin de una larga cena por obligación. Por mucho que intentaba pasarlo bien y conectar con Robert, no existía ninguna química entre los dos y tenían muy poco en común… Tan poco que el jardín de hierbas había resultado ser el tema central de la noche.

Robert era un hombre con muchas aficiones. Tenía una habitación llena dedicada a la Guerra Civil con maquetas a escala, diminutos árboles y casas que moteaban el paisaje cubierto de musgo. Le había mostrado los errores que se cometieron en la Batalla de Bull Run con efectos de sonido y hombres cayendo incluidos. Supuso que tenía mucho dinero invertido en esa afición.

Además tenía una gran colección de figuras de acción, todas ellas en sus cajas originales. Era como una versión de bajo presupuesto de la película Virgen a los 40, pero sin risas enlatadas. Había puesto muchas esperanzas en Robert que no iban a cumplirse. Incluso sin pensar en Josh, no habría podido enamorarse de un tipo que parecía más interesado en soldaditos de juguete que en la mujer que tenía al lado.

Entró en el hotel y se dijo que no tenía por qué sentirse hundida. Encontraría al hombre perfecto… algún día. Si seguía saliendo, al final acabaría conociéndolo, ¿verdad? Al menos estadísticamente, aunque tal vez no en la vida real.

Subió por las escaleras hasta su planta y giró para dirigirse a su habitación. Su chico misterioso estaba allí, en alguna parte. Sólo tenía que tener paciencia.


Josh salió al pasillo y casi se chocó con Charity.

Los dos se detuvieron es seco y quedaron demasiado cerca. Él pudo sentir su cálido aliento en su rostro y posó la mirada en su boca, que le hizo recordar cómo había sido el beso que habían compartido.

– ¿Qué tal te ha ido la noche?

– Bien. Genial. He cenado con Robert.

Josh no reaccionó de ningún modo.

– Es un buen tipo.

– Sí que lo es.

Ella hablaba en tono desafiante, alzando la barbilla como retándolo a llevarle la contraria. Sin embargo, Josh no lo haría, ya que, por lo que sabía de Robert, era un hombre íntegro, si bien algo extraño. Aunque, ¿quién era él para juzgar a nadie? Si Charity había encontrado a alguien, le parecía genial.

Pero no, no era genial, y saber que había salido con Robert lo enojó bastante.

No era sólo por Robert, admitió, sino por todo lo demás, por la carrera y por su incapacidad de hacer lo que de verdad quería. Sabía que debía subirse a la maldita bici y que al final acabaría superando el miedo, pero cada vez que lo intentaba, empezaba a sudar y le parecía que iba a desmayarse. Después tenía que parar y vomitar, y no era una imagen muy bonita ni una de la que sentirse orgulloso.

– No he salido con él por ti -le dijo ella.

– En ningún momento he pensado que fuera así.

– Bueno, yo te lo digo por si acaso.

– Vale -ahora sí que estaba enfadado-. ¿Has besado a Robert? Porque a mí sí que me besaste.

Ella se puso tensa y después miró a su alrededor como si no quisiera que nadie los oyera.

– Eso fue un accidente -le dijo en voz baja.

– Es verdad. Caíste en mis brazos y nuestras bocas chocaron.

Los ojos marrones de Charity se iluminaron de irritación.

– No eres para tanto.

Josh nunca había oído nada que pudiera ser más verdad, pensó mientras la agarraba de los brazos y la acercaba unos centímetros.

– ¿Quieres apostar? -le preguntó, justo antes de posar la boca sobre la de ella.

Durante un segundo, no pasó nada. Charity no reaccionó, y eso lo hizo sentir como un completo cretino. ¿En qué estaba pensando? Ése no era su estilo porque implicaba que le importaba lo que ella pensara y eso él ya no lo hacía, ya no se preocupaba por las relaciones.

Estaba a punto de echarse atrás y disculparse cuando ella lo rodeó por el cuello, separó la boca y lo besó como si él fuera su última esperanza de sobrevivir.

Donde antes había habido irritación y un vago deseo de demostrar algo, ahora había deseo nada más. La sangre le hervía. Puso las manos sobre su cara y la besó con intensidad, queriendo que se perdiera en el beso.

Ella se entregó al beso tanto como él y sus lenguas parecían estar retándose en duelo. Charity se acercó más y la excitación de él aumentó. Tal vez hacía mucho tiempo que no mantenía relaciones sexuales, pero estaba claro que no había olvidado las reacciones de su cuerpo. Deseaba a Charity y la deseaba ¡ya!

Nueve

Charity no había pretendido devolverle el beso a Josh. Estaba claro que estaba molesto por algo y por mucho que le hubiera gustado pensar que tenía que ver con el hecho de que hubiera salido con Robert, tampoco quería engañarse a sí misma. Así que resistirse a su beso fue la reacción más inteligente…

Para luego acabar acercándose y besarlo con más intensidad aún. La pasión emanaba con una furia que la dejó temblando y débil en todos los sentidos de la palabra. Ese hombre tenía algo y sólo con que le hiciera la promesa de una caricia, ella perdía el control. Necesitaba su cuerpo con una intensidad que la asustaba y ahora, con la boca abierta y las manos de él deslizándose sobre sus caderas, se vio peligrosamente al borde de la súplica. Más. Necesitaba más.

Ladeó la cabeza mientras la lengua de Josh encendía más el deseo. Su piel parecía ultrasensible ante cada caricia, los pechos le ardían y ese punto entre sus piernas ya estaba húmedo e inflamado de pasión. Preparado. Desesperadamente preparado.

Por si él no se lo había imaginado, ella acercó su cuerpo los escasos centímetros que los separaban y lo presionó contra el suyo. Josh era fuerte, pero lo que más le interesaba en ese momento era la gruesa rigidez que notaba bajo su vientre. La muestra física de que él también la deseaba.

Josh se retiró lo suficiente para besarle la barbilla antes de posarse en su cuello y esos besos hicieron que la recorrieran escalofríos de placer.

Tal vez había estado con tantas mujeres como decía la gente, y tal vez ella estaba cometiendo un tremendo error, pero fuera como fuera, sabía que nunca antes había sentido tanto calor, tanto deseo. Y para asegurarse de que él recibía el mensaje, le agarró las manos y las puso sobre sus pechos.

Cuando sus palmas se curvaron sobre sus senos y sus habilidosos dedos acariciaron sus sensibles y tersos pezones, se miraron. Ella vio fuego en su mirada y un deseo que acababa con la posibilidad de que él simplemente estuviera siendo agradable por compromiso.

Como respondiendo a una muda pregunta, Josh le agarró la mano y la llevó hasta la puerta de su habitación. Sacó la llave y entraron antes de que Charity tuviera tiempo para pensar, lo cual fue positivo. ¡Eso de pensar estaba demasiado sobrevalorado!

En cuanto la puerta se cerró tras Josh, él la llevó contra la pared. Se acercó y volvió a reclamar sus labios mientras tiraba del nudo que sujetaba su falda y la apartaba a un lado. Después, fue a desabrocharle el sujetador y tardó escasos segundos en desnudar sus pechos.

Al momento sus manos estaban por toda su piel, acariciando, rozando sus pezones. A ella la invadió el placer e intensificó el beso haciéndolo gemir a él. Cuando se apartó, él le mordisqueó el labio inferior antes de bajar la boca hasta sus pechos y cubrir con ella su pezón izquierdo.

Charity sintió un cosquilleo que le llegó al vientre y cada centímetro de su cuerpo ardió. Sus músculos se tensaron y ella comenzó a tocar todo lo que pudo: su amplia espalda, sus brazos… y su erección, a lo que él respondió colando una mano entre sus muslos. Ahora fue ella la que gimió cuando los dedos de Josh apartaron la tela de su ropa interior y se movieron sobre ese punto tan íntimo y sensible. Estaba preparada, inflamada de deseo, y sólo hicieron falta unas cuantas caricias para que se le entrecortara la respiración y se aferrara a él con fuerza mientras Josh hundía sus dedos en ella y seguía acariciándola con el pulgar.

A Charity le costaba respirar, y se sentía dividida entre la sensación de su boca sobre sus pechos y el modo en que sus dedos se movían entre sus piernas. No podía pensar, no podía hacer nada más que sentir las oleadas de placer que se acumulaban dentro de ella.

Tuvo que sujetarse a él con fuerza para mantenerse derecha, para no perder el equilibrio, y después Josh se puso derecho y la besó en la boca, reclamándola con una pasión que la llevó al límite.

Después ella lo sintió. La reveladora sensación de que su orgasmo estaba cerca, que era algo prácticamente seguro. Y justo cuando se preparó para algo que sabía que sería increíble, Josh se detuvo.

Se quedó mirándolo, incapaz de creer lo que estaba sucediendo, pero entonces notó que estaba desabrochándose los pantalones. Antes de poder ayudarlo, él ya había liberado su abultada erección. Deprisa, ella se quitó las braguitas y al instante él la agarró de las caderas y la alzó contra la pared.

Era imposible, pensó ella. Nunca había hecho nada igual. No podía tocar el suelo, dependía completamente de que él la sujetara. No podía relajarse lo suficiente para…

Josh se movió dentro de ella, llenándola y rozando su cuerpo contra el suyo, acariciando sus partes inflamadas a la vez que la llenaba de placer y ella lo rodeaba por la cintura con las piernas y por el cuello con los brazos.

No duró mucho. Había estado tan al límite antes que después de unos cuantos movimientos de cadera de Josh ya no pudo pensar más y se entregó a la promesa de que en cualquier momento podría explotar. Llegó al clímax con un gemido mientras su cuerpo se estremecía y se perdía en el placer. Él se movió dentro de ella más rápido, más hondo, tomando todo lo que podía ofrecerle, hasta que Charity quedó demasiado débil como para hacer mucho más que apoyarse contra él. Después, Josh comenzó a estremecerse también hasta quedarse quieto y con la respiración entrecortada rozando su mejilla.

Se quedaron así mucho más tiempo del que ella pensaba posible y cuando estuvo segura de que él la soltaría de golpe por estar agotado, Josh se apartó lentamente y con delicadeza la bajó. Cuando ella posó los pies en el suelo, hizo lo posible por ponerse derecha, pero vio que se tambaleaba un poco. Josh la agarró por la cintura.

– ¿Estás bien?

¿Bien? ¿Cómo podía estar bien? Acababa de hacerlo contra la pared con un hombre al que apenas conocía. ¡Y eso ella nunca lo hacía! Prácticamente había elaborado un informe de investigación sobre el último tipo con el que se había acostado, a pesar de que lo habían hecho después de tres meses de salir en serio. ¿Qué sabía en realidad de Josh excepto que probablemente le rompería el corazón?

– La pregunta no tendría que ser tan difícil.

– Lo siento -lo miró a los ojos y después apartó la mirada-. Estaba pensando.