Buscando La Perfección

Amor en Fool's Gold, 1


Título original: Chasing perfect

Traducido por: Esther Mendía Picazo

Uno

A Charity Jones le gustaba una buena película de desastres como al que más, pero eso sí, prefería que los desastres no tuvieran nada que ver con su vida.

El brusco sonido de un corte eléctrico seguido por un olor a quemado llenó la sala de juntas de la tercera planta del ayuntamiento. Una fina nube de humo salía de su ordenador portátil acabando con toda esperanza de que su presentación en PowerPoint saliera bien; la misma presentación que se había pasado toda la noche perfeccionando.

Era su primer día de trabajo, pensó mientras tomaba aire para no dejar que la invadiera el pánico. Era la primera hora oficial de su primer día oficial. ¿Es que no se merecía al menos un mínimo respiro? ¿Alguna pequeña señal de piedad del universo?

Levantó la mirada de su aún candente ordenador para dirigirla al consejo formado por diez miembros de la Universidad de California, campus de Fool's Gold, y no parecían muy contentos. Parte de la razón era que habían estado trabajando con el anterior urbanista durante casi un año y aún no se había cerrado un contrato para la construcción de las nuevas instalaciones de investigación; contrato que ahora ella tenía que conseguir. Supuso que el desagradable olor a chamusquina era la otra razón por la que estaban moviéndose incómodos en sus asientos.

– Tal vez deberíamos posponer la reunión -dijo el señor Berman. Era alto, con el cabello gris y gafas- para cuando esté usted… -señaló al humeante ordenador- más preparada.

Charity sonrió educadamente cuando lo que de verdad quería era ponerse a arrojar cosas. Ella estaba preparada. Llevaba haciendo la presentación… miró al reloj de la pared… ocho minutos, pero había estado preparándola desde que había aceptado el puesto de urbanista hacía casi dos semanas. Comprendía qué quería la universidad y qué tenía que ofrecer la ciudad. Tal vez era nueva, pero era buenísima en su trabajo.

Su jefa, la alcaldesa, la había advertido sobre ese grupo y le había ofrecido posponer la reunión, pero Charity había querido probarse a sí misma y se negaba a reconocer que había sido un error.

– Estamos todos -dijo aún sonriendo con tanta seguridad como pudo-. Podemos hacerlo a la antigua.

Desenchufó su ordenador y lo sacó al pasillo donde, sin duda, apestaría al resto del edificio, pero su prioridad tenía que ser la reunión. Estaba decidida a comenzar su nuevo empleo con un triunfo y eso significaba lograr que la Universidad de California en Fool's Gold firmara en la parte inferior de la hoja. Cuando volvió a entrar en la sala de juntas, se acercó a la pizarra y agarró un grueso rotulador azul que había en una pequeña bandeja unida a ella.

– Según lo veo -comenzó a decir, escribiendo el número 1 y rodeándolo-, hay tres escollos. Primero, la larga duración del arrendamiento -escribió un número 2-. Segundo, la reversión de las mejoras de la tierra, concretamente, del edificio en sí mismo. Y 3, la señal de la vía de salida -se giró hacia las diez personas tan bien vestidas que estaban observándola-. ¿Están de acuerdo?

Todos miraron al señor Berman, que asintió lentamente.

– Bien.

Charity había revisado todas las notas de las reuniones anteriores y había hablado con la alcaldesa de Fool's Gold durante la semana. Lo que no podía entender era por qué el proceso de negociación estaba alargándose tanto. Al parecer, el anterior urbanista había querido llevar la razón más que querer un complejo de investigación en la pequeña ciudad, pero la alcaldesa Marsha Tilson había sido muy clara al ofrecerle el puesto a Charity: traer negocio a Fool's Gold y hacerlo enseguida.

– Esto es lo que estoy dispuesta a ofrecerles -dijo haciendo una segunda columna. Repasó los tres problemas y anotó soluciones, entre las que se incluían un tiempo extra de cinco segundos para girar a la izquierda en el semáforo de la vía de salida.

Los miembros del consejo escucharon y cuando terminó, volvieron a mirar al señor Berman.

– Suena bien -comenzó a decir él.

¿Suena bien? Estaba mucho mejor que bien. Era un trato de ésos que se dan sólo una vez en la vida. Era todo lo que la universidad había pedido. Era como un brownie con helado con cero calorías.

– Pero sigue habiendo un problema -dijo el señor Berman.

– ¿Cuál es? -preguntó ella.

– Cuatro acres en el límite del condado -dijo una voz desde la puerta.

Charity se giró y vio a un hombre entrar en la sala de juntas. Era alto y rubio, guapo hasta el punto de parecer de otra especie, y se movía con una elegancia atlética que le hizo sentir algo extraño en su interior inmediatamente. Le resultaba vagamente familiar, pero estaba segura de que no lo había visto en su vida.

Él le sonrió y el brillo de esos dientes, y esa milésima de segundo de atención que le había prestado, casi la lanzaron contra la pared. ¿Quién era ese tipo?

– Bernie -dijo el extraño dirigiendo su sonrisa de megavatios al líder del grupo-, me han dicho que estabas en la ciudad. No me has llamado para salir a cenar.

Al señor Berman pareció interesarle el comentario.

– Pensé que estarías ocupado con tu última conquista.

El chico rubio se encogió de hombros con modestia.

– Yo siempre tengo tiempo para la gente de la universidad. Sharon. Martin -saludó a todo el mundo, estrechó unas cuantas manos, le guiñó un ojo a la señora mayor que estaba al fondo y se giró hacia Charity.

– Lamento interrumpir. Estoy seguro de que bajo circunstancias normales podrías ocuparte de este problema sin el más mínimo esfuerzo, pero la razón por la que no tenemos un acuerdo no es ni la reversión del arrendamiento ni el semáforo -se acercó y le quitó el rotulador de la mano-. Son los cuatro acres que la familia muy adinerada de un exalumno le ha ofrecido a la universidad. Quieren que el edificio lleve su nombre y están dispuestos a pagar por obtener ese privilegio.

Le lanzó otra sonrisa a Charity y después se giró hacia la pizarra.

– Voy a explicar por qué es una mala idea.

Y entonces comenzó a hablar. Ella desconocía quién era y tal vez debería haberle dicho que se marchara, pero no podía ni moverse ni hablar. Era como si él proyectara una especie de fuerza alienígena que la dejaba inmovilizada.

Tal vez eran sus ojos, pensó mientras miraba esas profundidades color verde avellana, o quizá sus rubias pestañas. Podría haber sido el modo en que se movía o el calor que sentía cada vez que él pasaba delante de ella. O quizá simplemente había inhalado algún gas extraño cuando su ordenador había empezado a echar chispas antes de morir.

A pesar de que disfrutaba de los encuentros entre hombre y mujer como la que más, nunca antes se había quedado tan cautivada por un hombre, y menos durante una reunión de trabajo que se suponía que ella tenía que dirigir.

Sin embargo, conocía a esa clase de hombre y había visto la desolación que dejaban allí por donde pasaban. Su instinto de protección le ordenaba que se mantuviera alejada, muy alejada. Y lo haría… en cuanto terminara la reunión.

Se puso derecha, decidida a recuperar el control de sí misma y de la reunión, pero entonces las palabras del misterioso invasor tuvieron sentido. A cualquier universidad le resultaría muy difícil rechazar un obsequio consistente en tierras y no le extrañaba que al señor Berman no le hubiera interesado su solución porque su solución no solventaba el problema.

– La investigación de la que estás hablando es importante para todos -concluyó el hombre rubio-. Y ésa es la razón por la que la oferta de la ciudad es la mejor que tenemos sobre la mesa.

Charity se obligó a centrar su atención en el señor Berman, que estaba asintiendo lentamente.

– Buena observación, Josh.

– Simplemente os he mostrado algunas cosas que se os han podido pasar -dijo el rubio con modestia. Al parecer, el rubio se llamaba Josh-. Charity ha hecho todo el trabajo.

Ella frunció el ceño. Ese tipo estaba invadiendo su reunión y su sistema nervioso y además, ¿intentaba darle los méritos a ella?

– En absoluto -dijo ella, aliviada por haber recuperado el poder de la palabra-. ¿Quién podría competir con sus excelentes puntualizaciones?

Josh le guiñó un ojo y levantó la carpeta que había sobre la mesa.

– Ésta es la declaración de intenciones. Creo que la firma se ha demorado demasiado, ¿no te parece, Bernie?

El señor Berman asintió lentamente y sacó una pluma del bolsillo de la chaqueta de su traje.

– Tienes razón, Josh -después, como si nada, firmó el papel dándole a Charity la victoria que tanto había deseado.

Aunque, por alguna razón, se había esperado que esa victoria fuera un poquito más dulce.

En cuestión de minutos, todo el mundo se había estrechado la mano, había murmurado sobre fijar la siguiente reunión para poner en marcha el plan y se había marchado. Charity estaba sola en la sala de juntas donde ya sólo quedaban el olor a plástico quemado y un documento firmado demostrando que todo aquello había sucedido. Miró el reloj. Eran las nueve y diecisiete. Al ritmo que estaba sucediendo todo, podría haber curado varias enfermedades y haber solucionado el problema del hambre en el mundo para cuando llegara el mediodía. Bueno, ella no. Hasta el momento sus logros parecían limitados a la quema de inocentes aparatos electrónicos.

Recogió sus papeles y salió al pasillo a recoger a su ya frío y difunto ordenador. ¿De verdad había pasado todo eso? ¿Había entrado un tipo en su reunión, la había sacado del apuro y después había desaparecido? ¿Como un súper héroe local o algo así? Pero entonces, si lo era, ¿por qué no se había ocupado del problema hacía semanas?

Ella no hubiera podido descubrir de ningún modo que existía una donación privada, por mucho que hubiera investigado y preparado su trabajo. Aun así, se sentía ligeramente insatisfecha porque prefería alcanzar el éxito por sus propios medios y no gracias a un rescate.

Se dirigió a su nuevo despacho en la segunda planta. No había tenido mucho tiempo para instalarse entre la mudanza a Fool's Gold durante el fin de semana y preparar la presentación y por eso se había llevado una caja con objetos personales y la había soltado en el escritorio poco antes de las seis de esa misma mañana. A las seis y un minuto, ya se había presentado en la sala de juntas para repasar su presentación con la esperanza de que fuera perfecta. «Una absoluta pérdida de tiempo», se dijo mientras entraba en el segundo piso. Entre el fallecimiento de su ordenador y el chico misterioso, no tenía que haberse molestado.

Esa mañana a primera hora el espacio abierto del viejo edificio había estado vacío y tranquilo; ahora, media docena de mujeres trabajaban en sus escritorios, había puertas de despachos abiertas y el sonido de las conversaciones salía de ellos creando un sonido de fondo lleno de murmullos.

Se giró hacia su despacho. Su secretaria debería haber llegado para conocerse a pesar de que, técnicamente, llevaban trabajando juntas un par de semanas ya que Sheryl le había enviado información a Nevada.

Charity había visitado Fool's Gold durante el proceso de selección para ocupar el puesto y en aquel momento había conocido a la alcaldesa y a unos cuantos miembros del Ayuntamiento. Nunca antes había vivido en una ciudad tan pequeña. Lo único que conocía que se acercara a eso había sido Stars Hollow, el pueblo donde vivían las protagonistas de Las chicas Gilmore y que había visto en la serie mientras estaba en la universidad. Le había gustado todo lo que había visto en Fool's Gold y había podido imaginarse echando raíces en esa pequeña ciudad junto al lago. Incluso había estado en ese edificio y había echado un vistazo, aunque no se había fijado en el gigantesco póster que colgaba de la pared.

Ahora estaba frente a un enorme póster del chico misterioso, que le estaba sonriendo desde arriba con un casco de bici bajo un brazo, una camiseta ajustada y unos pantalones cortos que dejaban poco a la imaginación. Bajo la fotografía un breve texto decía que se trataba de Josh Golden, hijo predilecto de Fool's Gold.

Parpadeó una vez… parpadeó dos veces. ¿Josh Golden, el célebre ciclista Josh Golden? ¿El segundo ganador más joven del Tour de Francia y posiblemente de cientos de carreras más? Ella nunca había sido seguidora del ciclismo, ni de ningún otro deporte, pero incluso así sabía quién era. Había estado casado con alguna famosa, aunque no podía recordar quién, y ahora estaba divorciado. Era la imagen de bebidas energéticas y de una importante marca de prendas y artículos de deporte. ¿Vivía allí? ¿Se había presentado en su reunión y la había sacado de ese apuro?