– Probablemente no. No tienes que preocuparte. El club de fans no envía la foto del trasero al aire.
– Qué pena. Era impresionante.
– ¿Sí?
– Aja.
– Bien.
Charity se estiró sobre él y a pesar de su reciente clímax, él sintió un intenso deseo volviendo a tomar forma en su interior. Una vez más, la imagen de hacerlo tomándose las cosas con calma, de conocer cada centímetro de su cuerpo, llenó su mente.
Pero no era el momento. Lo que había sucedido antes había sido espontáneo y llevarla a su cama implicaría más de lo que él estaba dispuesto a ofrecer ahora mismo. Tal vez no lo sabía todo sobre Charity, pero sí que sabía que era una chica que entregaba su corazón a la vez que su cuerpo y a él no podía confiársele el corazón de ninguna mujer.
Así que, por mucho que quería besarla de nuevo, se movió para salir de debajo de ella. Se levantó y tiró de ella.
– Voy a acompañarte a casa.
– Me sé el camino.
– Puede, pero las calles son peligrosas y no quiero que te pase nada.
– Mi puerta está a escasos metros. ¿Qué podría pasarme?
– Nunca se sabe.
Ella sonrió, recogió sus sandalias y su bolso y él la siguió hasta la puerta.
Cuando Charity agarró el pomo, se giró hacia él.
– No eres como pensaba.
– No se lo digas a la gente. Si alguien te pregunta, recuerda que soy un dios en la cama.
– Oh, y lo eres. Pero… -le acarició la mejilla- alguien tan famoso como tú, con tanto éxito y tan guapo, podría ser todo un cretino. Y tú no lo eres. Te importa la gente, eres comprensivo. Sé que mi opinión no cuenta nada, pero tu exmujer fue una estúpida al dejarte escapar.
Le habían hecho miles de cumplidos a lo largo de los años, las mujeres habían alabado todo de él y la mayoría de las veces había sabido que simplemente querían sacarle algo.
Ahora, mientras miraba los preciosos ojos de Charity y veía la verdad en ellos, supo que hablaba en serio.
– Gracias -le dijo.
Ella le sonrió y abrió la puerta. Unos segundos más tarde, estaba a salvo en su habitación y él solo en el pasillo. Mientras recorría los pocos metros hasta su habitación, se dio cuenta de que hacía mucho tiempo que nadie creía en él. No, eso no era verdad. Siempre había tenido apoyos. La única persona que importaba y que no creía en él era él mismo.
Josh durmió como un tronco, se despertó temprano y llegó a su oficina un poco antes de las siete. Eddie llegó a las siete y media, vestida con un chándal de terciopelo amarillo y lo miró.
– Éste es mi rato de tranquilidad -le dijo-. ¿Qué estás haciendo aquí?
– Trabajando.
No se molestó en mencionar que era su oficina y que ella era su empleada. De todos modos, a Eddie le daría igual.
– Nunca has llegado antes de las ocho y más te vale no convertir esto de llegar pronto en un hábito.
Él le guiñó un ojo.
– Haré lo que pueda.
– ¿Por lo menos has hecho café?
Él señaló la cafetera.
Ella suspiró.
– A veces no eres tan malo.
Se sirvió una taza y volvió a su mesa. Él podía oírla refunfuñar, pero ignoró el sonido. Tenía que centrarse en la propuesta que le había enviado su abogado, una posible inversión en un centro comercial de Las Vegas. Cuando el mercado inmobiliario tocó fondo, muchas propiedades comerciales salieron a subasta y ahora se podían adquirir por mucho menos dinero, sobre todo si se trataba de un inversor dispuesto a pagar en mano.
Él revisó los estudios demográficos del vecindario que se construiría allí, la lista de los actuales arrendatarios y la competencia que podrían suponer los pequeños comercios de la zona.
– Es Steve -gritó Eddie.
Josh alzó la mirada. Ella estaba sacudiendo el teléfono.
– Steve, tu antiguo entrenador. Un tipo alto y calvo.
– Gracias. Ya sé quién es.
Steve y él llevaban meses sin hablar, tal vez un año, porque Josh no había necesitado un entrenador después de retirarse.
– Buenos días -dijo él al contestar-. Hoy te has levantado temprano.
– Estoy en Florida, aquí es prácticamente mediodía. ¿Qué tal te va?
– Bien. ¿Y a ti?
– Estoy trabajando con un grupo de chavales, hay mucho potencial, pero poca disciplina. Son como cachorritos, se distraen con demasiada facilidad. Una chica en bikini pasa por delante y se chocan unos contra otros. Me agotan.
Josh se recostó en su silla.
– ¿Hay alguien especial? -se refería a los corredores, no a la chica, pero sabía que Steve se lo imaginaría.
– Hay un chico, Jorge, es de familia pobre y no empezó a montar en serio hasta que entró en el instituto. Tiene que trabajar mucho, pero creo que puede lograrlo.
– ¿Buscas sponsor? -ya se lo habían propuesto a Josh antes, pero hasta el momento no había estado dispuesto a hacerlo. Por otro lado, si Steve pensaba que el chico valía, podría pensarse invertir en él.
– No, pero deja que piense en ello. Podrías venir a verlo antes de decidirte.
Su antiguo entrenador tenía razón. Tendría que viajar a Florida antes de tomar una decisión y eso significaba volver al mundo donde una vez había sido el rey, algo que llevaba dos años evitando.
– Pero no te he llamado por lo de Jorge, sino por la carrera benéfica. Habrás oído que hemos perdido a nuestro sponsor.
– Eso es lo que pasa cuando el gerente roba el fondo de pensiones y huye con su secretaria.
– Eso parece -Steve parecía frustrado-. Sabes que estas carreras se celebran por todo el país y en condiciones normales no te habría molestado, pero esto es distinto. Lo recaudado irá destinado a la investigación de la diabetes infantil y el hijo de mi hermana la tiene, así que es algo personal. Vi que tu ciudad estaba pidiendo información y pensé que tú estarías detrás. Quería hablar contigo en persona para que intentaras convencerlos. Todo está preparado. Tenemos un montón de ciclistas fantásticos apuntados. Podrías ver a muchos amigos y Jorge participará, así que así te ahorrarías un viaje. Incluso te dejaríamos participar si quisieras volver. Siempre fuiste el mejor, Josh, y no hay razón para pensar que eso haya cambiado.
Josh sintió una patada en el estómago.
– Eh… no he estado entrenando -dijo sabiendo que el ejercicio que hacía cada noche lo había mantenido en buena forma, aunque no lo suficiente para competir… suponiendo que pudiera llegar a hacerlo. ¡Pero si sólo con pensarlo se ponía a temblar como una niña pequeña!
– Hay tiempo -le dijo Steve-. Ya sabes lo que hay que hacer, si estás interesado. Te retiraste demasiado pronto, Josh. Sé que estabas afectado por lo que le pasó a Frank, pero marcharte no sirvió para traerlo de vuelta.
– Siempre hablas como el entrenador.
– Lo intento. ¿Puedes ayudarnos con la carrera?
Josh había estado batallando con sus demonios internos durante dos años y hasta el momento ellos siempre habían salido ganando. Tal vez había llegado el momento de una pequeña venganza.
Antes de poder pensar en una lista de por qué sería un gran error aceptar, dijo:
– Conozco a gente en la ciudad y puedo hacer que la carrera se celebre.
– Es genial. Te debo una. Lo que sea, Josh. Lo digo en serio -Steve se detuvo-. ¿Vas a montar?
No. No podría competir ni contra un niño de cinco años subido en una bici de ruedines. No estaba preparado. Si aceptaba, no haría más que humillarse a sí mismo delante de los mejores ciclistas; se correría la voz y todo el mundo sabría que tenía miedo y que era un perdedor.
– ¿Josh?
«¡Al infierno con todo!», pensó agarrando con fuerza el teléfono.
– Claro -dijo esperando sonar natural y no aterrorizado-. Participaré en la carrera.
Diez
– Está claro que el dinero desaparecido es nuestra principal preocupación -dijo Marsha desde su puesto en la cabecera de la mesa-. Esta mañana he recibido una llamada muy desagradable del gobernador y no es una experiencia que quiera repetir -suspiró-. No te culpo, Robert, es sólo que estoy frustrada.
– Yo también -dijo él-. Has contratado a un auditor y estará aquí la semana que viene. Mientras tanto, ya hemos empezado con nuestra propia investigación. Setecientos cincuenta mil dólares es mucho dinero como para que se pierda.
Charity oyó la preocupación en su voz y comprendió el motivo. Él era el tesorero y el dinero había desaparecido bajo su supervisión. Tenía que estar desesperado. Ella deseaba poder ayudar, pero su pericia en el tema se limitaba a una única clase que había dado en la universidad y que había aprobado por los pelos. Las Matemáticas no eran lo suyo.
La reunión de la mañana había empezado justo a tiempo, con varios temas que tratar en el orden del día. Charity disfrutó con el repaso de todo lo que sucedía en el mundo de Fool's Gold.
Por lo general, los temas se discutían en orden, pero durante la última media hora Pia había estado moviéndose en su silla, impacientada.
Marsha tomó unas notas en una libreta y miró a Pia.
– ¿Supongo que no estarás intentando decirme que necesitas ir al baño?
– No.
– Entonces, ¿por qué no nos cuentas la que, obviamente, debe de ser la noticia más emocionante de la historia?
Pia sonrió.
– Puedo esperar mi turno.
– Tal vez, pero entonces enfadarás tanto a una de las miembros del Ayuntamiento que acabará matándote. ¿Qué pasa, Pia?
Pia se aclaró la voz.
– ¿Recordáis que la carrera de bicis que perdió el sponsor y no tenía donde celebrarse? ¡Es nuestra! He hablado con los jefes del comité y están muy emocionados con la oportunidad de celebrar el evento en nuestra ciudad. La carrera de bicis es sólo un día, pero hay también un torneo de golf con famosos. Estamos hablando de tres, o tal vez cuatro, noches de alojamiento en la ciudad.
Se detuvo mientras los miembros del consejo se miraban unos a otros y murmuraban.
– Es impresionante -dijo Gladys-. ¿Cuatro noches? Estamos hablando de muchos ingresos.
– Va a ser una pesadilla logística -dijo Alice-. Necesitaré permisos y dinero para contratar empleados temporales que ayuden a controlar las masas.
– Dame una cantidad aproximada -le dijo Marsha-. Pia, ¿tienes preparado un informe completo?
– Me acabo de enterar esta mañana. Te lo daré mañana, aunque gran parte del trabajo preliminar ya está hecho. Celebramos el torneo de golf el año pasado, así que nos basaremos en esa planificación. Luego llamaré a Josh para tantear un poco cómo será la carrera.
Gladys entrecerró los ojos.
– ¿Es eso lo único que vas a tantear?
– No todo el mundo está enamorado de Josh -le dijo Pia a la mujer.
– Dime una mujer que no sienta nada por él.
La mayoría de las mujeres se rieron y Charity hizo todo lo que pudo por fingir que le hacía gracia el comentario sin llamar la atención.
Las imágenes de la noche anterior aún ardían en su memoria. No podía creer lo que había pasado, lo que había hecho. Ella nunca en su vida se había mostrado tan salvaje, tan desinhibida, y, sin duda, nunca había hecho el amor con un hombre al que apenas conocía.
Y aun así… no podía lamentarlo. No sólo porque la experiencia física había sido increíble, sino porque cuanto más tiempo pasaba con Josh, más le gustaba.
Ahora, mientras Pia entraba en más detalles de la carrera, Charity se preguntaba cómo se tomaría él la noticia. Seguro que se disgustaría. Se hablaría de su pasado y la prensa incluso querría entrevistarlo. Además, ver a todos esos ciclistas en la ciudad le recordaría todo lo que se había visto obligado a abandonar.
Si fuera otra persona, le sugeriría que se marchara de la ciudad ese fin de semana y evitara todo ese circo. Pero Josh no lo haría. Él se quedaría, se mostraría accesible y no dejaría que nadie viera cuánto estaba sufriendo por dentro.
– Hay más -dijo Pia con los ojos llenos de emoción-. Me he guardado lo mejor para el final.
– No estoy seguro de que pueda haber algo mejor -le dijo Marsha.
– Pues lo hay. Josh correrá en la carrera. Regresará al ciclismo aquí, ¡en Fool's Gold!
La conversación estalló. Todo el mundo hablaba con todo el mundo e incluso Alice parecía feliz con la noticia. Charity hizo lo que pudo por participar del momento, pero le resultaba difícil asimilar la información. ¿Josh iba a competir? ¿Cómo podría hacerlo?
Había oído el dolor en su voz cuando le había hablado del accidente y de su incapacidad de montar con nadie. ¿La carrera no implicaría un entrenamiento y una exposición? ¿No vería toda la ciudad lo que estaba haciendo?
Mientras se formulaba esas preguntas, se preguntaba si ésa era la cuestión. Si había decidido enfrentarse al problema de lleno y tenía éxito, sería un momento impresionante. Pero si fracasaba, el mundo lo sabría. No sabía si debería admirarlo por ello o decirle que pensara en ir a una terapia.
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