– No soy muy de animales -admitió Pia-, y no sé nada sobre gatos. Crystal dice que es muy tranquilo y limpio. Supongo que compraré un libro. ¡Es tan injusto!
Charity asintió. No tenía palabras.
– Ya ha perdido a su marido -continuó Pia-. Lo único que quería era casarse y ser madre y ahora eso jamás sucederá. Y sé que le preocupa el tema de los embriones. Se niega a donarlos para la investigación, pero no pueden estar congelados para siempre. ¿Te imaginas estar en su posición? ¿Muriéndote y teniendo que decidir el destino de unos hijos que nunca tendrás?
– No -dijo Charity sinceramente. Era una decisión imposible, una que ninguna mujer debería tener que tomar nunca-. ¿Tiene familia? ¿Una hermana o una prima que quisieran los embriones?
– No. Está sólo ella -Pia la miró-. Lo siento. Seguro que estabas teniendo un buen día hasta que me he presentado aquí.
– Te escucho encantada.
– Gracias -respiró hondo-. Será mejor que vuelva al trabajo. Esta noche voy a ir a ver a Crystal para conocer un poco mejor a su gato.
– Serás una buena mamá para la mascota -le dijo Charity-. Te preocuparás por él y eso es lo que importa.
– Eso espero -se levantó-. Gracias otra vez por haberme dejado desahogarme.
– Cuando quieras, de verdad.
Pia asintió y se marchó y Charity se quedó mirando en la dirección por la que se había ido. ¡La situación de Crystal era tan injusta! El dilema de los embriones era desgarrador. ¡Perderlo todo así!
Pensó en su propia vida, en la segunda oportunidad que le habían dado de formar parte de una familia, y admitió que era más que un golpe de suerte, era como un regalo del cielo.
Se levantó y recorrió el pasillo hasta el despacho de Marsha. Su abuela, sentada junto a su escritorio, sonrió al verla.
– ¿Qué tal?
Charity intentó sonreír, pero no pudo y las lágrimas que solía contener con facilidad se acumularon en sus ojos.
Marsha se levantó.
– ¿Qué pasa?
– Nada -respondió acercándose y abrazándola con fuerza-. Estoy muy agradecida de que seas mi abuela. Creo que no te lo había dicho y quería que lo supieras.
Marsha le devolvió el abrazo, uno lleno de amor y de promesas.
– Yo también estoy muy feliz. He tenido que esperar mucho tiempo.
Charity se puso recta.
– Yo no me marcharé. No soy como mi madre.
Marsha le acarició la mejilla y sonrió.
– Lo sé. Las dos nos quedaremos aquí. Juntas.
Catorce
El anuncio de la sesión especial del concejo municipal llegó sin previo aviso, algo que a Charity le resultó muy extraño. Por lo general había una larga lista de temas que tratar y le molestó no haber podido preparar ni preguntar nada dado que había recibido el anuncio en un correo electrónico apenas media hora antes de que se celebrara la reunión. Por eso se quedó impactada al entrar en la sala de juntas y encontrarse a Josh sentado en la mesa. ¿Qué hacía él en una reunión del concejo municipal?
Gladys estaba sentada a su lado batiendo sus pestañas postizas. Charity se sentó enfrente, dos sillas más allá, evitando estar demasiado cerca y dejar al descubierto la predecible reacción de su cuerpo cada vez que él estaba delante. Josh le sonrió cuando tomó asiento y ella le devolvió la sonrisa intentando no dejar que nadie viera que estaba desconcertada y algo furiosa. Tenían una relación, así que, ¿no debería él haberle dicho algo?
Cuando todo el mundo había llegado, Marsha declaró constituida la sesión especial. Después, le dio paso a Josh.
– Gracias por venir -comenzó a decir él mientras les repartía a todos una carpeta azul-. Quiero hablar sobre la posibilidad de abrir una escuela de ciclismo en la ciudad.
Charity lo miró. ¿Desde cuándo quería hacer eso?
– Varias personas se me han acercado a lo largo de estos años para proponérmelo y nunca me había parado a pensar en ello hasta hace unas semanas. Después empecé a investigar un poco y no sólo hay necesidad de una escuela en la zona, sino que además una escuela de éxito traería dinero a la comunidad. No sólo por los impuestos abonados por el negocio en sí, sino por los visitantes que atraeríamos y las carreras.
– Tengo que llenar los hoteles -dijo Pia-, y necesitamos los ingresos tributarios.
– También he estado hablando con algunos sponsors potenciales y están muy interesados.
Marsha no parecía sorprendida y Charity tuvo la sensación de que Josh ya había tratado el tema con ella.
– ¿Qué necesitarías? -preguntó Gladys.
– Terreno. Ya he seleccionado algunas tierras. Tengo un par de acres que podría donar y Marsha tiene dos más junto a los míos. El último solar es propiedad de la ciudad.
Se levantó y apagó las luces antes de encender el proyector que iluminó la pantalla del fondo.
Una vista aérea de la ciudad mostraba la tierra en cuestión que, a excepción del terreno propiedad de la ciudad, se situaba justo fuera de los límites de Fool's Gold.
– Querríamos estar anexionados. Los impuestos serían más altos para nosotros, pero eso se vería contrarrestado por servicios a la ciudad.
Pulsó un botón y apareció otra imagen, la representación de un gran edificio.
– Estamos pensando en tener pistas de interior y de exterior, salas de pesas y simuladores. Habría dos o tres casas pequeñas donde los estudiantes podrían vivir durante el entrenamiento. Los chavales que aún estuvieran en el instituto serían un problema y podría ser una opción tener tutores, pero entonces tendrían una falta de integración. Si trabajáramos e ideáramos algo con el consejo de educación, podrían asistir a las clases de los centros locales mientras estuvieran entrenando.
Siguió hablando y explicando su bien ideado plan mientras Charity escuchaba, impresionada, pero aún un poco dolida por el hecho de que no se lo hubiera consultado. Al parecer, ella pensaba que tenían una relación y él no, pero no dejó que eso influyera en su votación. Le dio un «sí» a la idea, como hizo todo el mundo.
Cuando la reunión terminó, volvió a su despacho. Josh entró unos minutos después sonriendo y obviamente satisfecho por cómo habían salido las cosas.
– ¿Qué te ha parecido?
– Me he quedado sorprendida. ¿Cómo vas a tener una escuela de entrenamiento aquí y no montar?
– No podré hacerlo -admitió-. Tendré que involucrarme. De un modo u otro, superaré esto.
– ¿Golpeándote contra una esquina?
– Haré lo que haga falta -fue hacia su mesa-. ¿Te ha gustado la presentación?
Ella no comprendía la pregunta. Si él fuera otra persona, asumiría que su opinión le interesaba, que quería oír que se había quedado impresionada, pero se trataba de Josh. Todo el mundo lo adoraba, ¿por qué iba a importarle que ella lo alabara o no?
– No quería decirte nada. O bueno, la verdad es que sí que quería contártelo. Me habría venido muy bien tu ayuda, pero no quería aprovecharme de nuestra relación y situarte en una posición incómoda. Si no te gustaba la idea, no quería que te vieras obligada a apoyarla.
¿Había pensado en ella? ¿La había tomado en cuenta y había sido considerado?
Su irritación se desvaneció y quedó reemplazada por un recordatorio de que siempre era mejor conocer todos los detalles antes de sacar conclusiones.
– Has hecho un gran trabajo -le dijo, agradecida de no haber criticado su actuación movida por su previo enfado-. Es una gran idea. Y, oye, eso traería a muchos hombres, ¿verdad? Gladys estará encantada.
– Vivo para complacerla.
Charity se rió.
– Estará encantada de saberlo -pero su sonrisa se desvaneció-. Aunque no estoy segura de que vaya a solucionar el problema el hecho de que te impliques tanto.
– Ninguna otra cosa ha funcionado. Yo soy así. Soy el tipo que compite para ganar. No pretendo hacerlo durante el resto de mi vida, pero quiero dejar mi carrera bajo mis propios términos. Si me hubiera lesionado, entonces podría aceptarlo, pero no me sucede nada… al menos, no por fuera.
Ella pudo ver su determinación.
– Está bien. Al parecer, Fool's Gold va a tener una escuela de ciclismo. ¿Vamos a ponerle tu nombre?
Él sonrió.
– Claro. Estaba pensando en algo como «Instituto Golden».
– Suena como un local de rayos UVA.
– Muestra un poco de respeto o le diré a Gladys que no estás tratándome bien.
– ¿Estás amenazándome con una mujer que ya ha cumplido los sesenta?
– Podría contigo.
– Me temo que sí que podría.
Él rodeó su escritorio, le dio un fugaz beso en la boca y retrocedió.
– Tienes que trabajar. ¿Te apetece salir a cenar esta noche?
– Mucho.
– ¿A las siete?
– Iré a tu habitación -dijo ella deseando que llegara ya el momento de estar juntos.
– Seré el chico guapo, te lo digo por si hay alguien más allí y dudas.
– Gracias por la información.
Charity lo vio marcharse y se sentó detrás de su mesa. Mientras valoraba que Josh pensara que tenía que solucionar el problema, le preocupaba que hubiera más en juego. ¿Actuaba para tener la opción de dejar el deporte bajo sus propios términos o lo hacía en realidad para volver a ser aquel tipo famoso? La estrella.
Porque un atleta de fama mundial no se quedaría en Fool's Gold, sino que estaría por el mundo, muy, muy lejos de ella.
Charity se vistió para cenar y salió de su habitación para recorrer los escasos metros que la separaban de la de Josh. Pero mientras cerraba su puerta, vio a una guapa adolescente llamando a la de él. La chica debía de tener unos dieciocho o diecinueve años, llevaba un vestido plisado y su actitud era más desafiante que animada.
Él abrió la puerta.
– Llegas justo a… -su mirada de placer se desvaneció. Miró a Charity, que enarcó las cejas.
– No tengo ni idea -dijo y volvió a centrar la atención en la chica-. ¿Sí?
La chica hizo intentona de sonreír.
– Soy yo. Emily.
– Vale.
– Emily. Nos conocimos hace un par de meses en el bar de Jo. Me invitaste a una copa. Bueno, a más de una. Después vinimos aquí y… -Emily miró a Charity-. ¿Quién eres tú?
– Su pareja.
La chica pareció quedarse impactada un segundo y después se puso derecha.
– Bueno, da igual. Esto es privado. A lo mejor podrías volver más tarde.
– ¡Ni hablar! -dijo Josh con firmeza.
Charity hizo lo que pudo por evitar precipitarse y sacar la peor conclusión posible.
– ¿Por qué no pasáis las dos? -les preguntó.
Emily entró en la suite y Charity vaciló.
Él le tendió la mano mirándola fijamente.
– No es lo que crees.
Ella recordó que Josh le había contado que había estado mucho tiempo sin tener relaciones íntimas con nadie y en aquel momento lo creyó. Pero, ¿lo creía ahora? ¿Se fiaba de la evidencia o confiaba en su instinto? Porque ahora mismo lo que su instinto le decía era que Josh era alguien especial, alguien a quien quería conocer mejor.
Le agarró la mano y él la llevó hacia sí.
– Gracias -le susurró al oído y entró con ella en la suite.
Emily estaba de pie detrás del sofá; ahora parecía mucho menos segura de sí misma y más pequeña. El cabello le caía en unos oscuros rizos, tenía los ojos grandes y un cuidado maquillaje.
– ¿Estás seguro de que quieres que esté? -preguntó Emily mirando a Josh.
– Sí.
– Pues te arrepentirás.
– Es un riesgo que estoy dispuesto a correr.
Emily respiró hondo y sacudió la cabeza.
– Estoy embarazada.
Charity retiró la mano, aunque no la soltó. Le daba vueltas la cabeza. ¿Embarazada? ¿Quería decir eso que se había acostado con Josh de verdad?
– Jamás me he acostado contigo -le dijo Josh con voz calmada.
– Estabas borracho, pero no creía que lo estuvieras tanto.
Los grandes ojos de Emily se llenaron de lágrimas.
– No puedo creer que no te acuerdes de mí. Lo haces con todo el mundo, lo sé, pero aquella noche significó algo para mí y ahora estoy embarazada.
Sus lágrimas comenzaron a caer sin cesar.
– Iba a ir a la universidad en otoño, ¿cómo voy a hacerlo ahora? Este bebé es tuyo. Tienes que responsabilizarte de él.
Charity sintió náuseas y apartó la mano de Josh bruscamente, agradecida de que Emily se hubiera presentado allí antes de que hubieran cenado. Si hubiera comido algo, ahora mismo estaría vomitando.
– ¿De cuánto tiempo estás? -preguntó él.
– Sie… siete semanas.
– ¿Recuerdas la fecha de aquella noche tan especial que tuvimos?
Había cierta furia en su voz, no preocupación. Estaba claro que no creía a Emily. Josh era muchas cosas, pero no era un irresponsable. Eso sí que lo sabía. Así que si estaba seguro de que el bebé no era suyo, entonces ella debía suponer que jamás había estado con Emily.
Respiró hondo y se recordó que tendría que darle el beneficio de la duda.
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