Josh era consciente de la posición de cada uno; sería un buen entrenamiento para ellos. Cuando Brandon…
Un momento… Su mente dejó de pensar en eso.
Había estado en mitad de un ataque de pánico y a punto de perder el control por completo, ¿qué demonios había pasado?
Repasó lo sucedido y se dio cuenta de que lo de la ardilla lo había distraído tanto que había olvidado esos síntomas que lo invadían. Al parecer, se desvanecieron ante la falta de tensión.
Era el primer atisbo de esperanza que había tenido en dos años y significaba que tenía una oportunidad de lograrlo. Significaba que podía volver y ser todo lo que había sido antes. No tenía que tener miedo.
Se sentó en su bici y comenzó a reírse. El sonido resonó por las montañas que los rodeaban y uno de los chicos miró a su amigo.
– La gente mayor es muy rara -murmuró.
Josh sonrió.
– Y tanto.
Quince
Charity pasó a otra imagen en el ordenador.
– Ahora pasamos a la parte de «estilo de vida» de la presentación -dijo-. He subido un listado de propiedades, todo desde estudios a amplios pisos de precios elevados en el lago o el campo de golf. Aquí hay unas imágenes de las bodegas. También del complejo hotelero de la pista de esquí y del restaurante ganador de varios premios. Para empaparse del sabor local tenemos el mercado del granjero, el desfile del Cuatro de Julio y las obligatorias fotos de la puesta de sol.
Esa última imagen mostraba una familia paseando junto al lago. El padre llevaba en brazos a una niña pequeña, la madre llevaba de la mano a un niño pequeño y las figuras estaban perfiladas contra una bella puesta de sol roja y naranja.
– Muy bonito -dijo Marsha, sentada al lado de Charity. Estaban en el despacho de la alcaldesa revisando la presentación de Charity-. ¿Y qué me dices del paquete financiero?
Charity pasó a darle información sobre el hospital: reducción de impuestos, posibles subvenciones y las aportaciones del estado, del condado y de la ciudad.
Marsha sonrió.
– Has hecho tus deberes -le dijo con gesto de aprobación.
– Lo tengo claro. Fool's Gold es, con mucho, el mejor lugar para el nuevo hospital. Y se lo haré ver -sonrió-. Aunque de un modo muy educado y profesional, claro.
– No tengo ninguna duda.
– La buena noticia es que sólo hay otro lugar que compite con nosotros, así que tenemos muchas opciones. Por lo menos esta vez no hay ninguna familia rica que quiera poner su nombre en la puerta. Sigo enfadada por no haberlo sabido.
– No llevabas aquí ni cinco minutos. ¿Cómo ibas a saberlo?
– Tienes razón -dijo Charity, pero no podía evitar pensar que debería haber sido capaz de descubrirlo. Era su trabajo, después de todo-. Esta vez es distinto. No habrá ninguna sorpresa.
– Pareces muy decidida.
– Soy una fuerza inamovible.
– Entonces tengo plena confianza en que lo lograrás -Marsha agarró su taza de café y dio un sorbo-. Me he fijado en que Josh está entrenando con el equipo del instituto.
Hablaba casi con indiferencia, pero a Charity no la engañaba. Aunque su abuela y ella estaban conociéndose, no habían pasado mucho tiempo hablando de la vida privada de Charity. Como todo el mundo sabía, estaba saliendo con Josh, y estaba claro que Marsha también lo sabía, aunque no había sacado el tema antes.
– Va a participar en una carrera -dijo Charity esperando que la sesión de ese día fuese mejor que la última.
– Él también es una persona muy decidida. Incluso cuando era más joven, estaba increíblemente centrado. El talento nunca es suficiente y la motivación siempre es importante. Es un buen hombre.
Charity se recostó en el sofá.
– ¿Hay algún «pero» en esa frase?
– No. Creo que Josh es muy especial. Necesita a alguien en su vida y voy a poner en peligro nuestra nueva relación diciendo que tú también.
– Yo quiero eso -admitió-, pero no estoy segura de que Josh quiera lo mismo.
– ¿Porque los rumores sobre sus talentos son exagerados? -los labios de Marsha se arrugaron cuando terminó de formular la pregunta.
– ¿Intentas descubrir algo sobre mi vida amorosa?
– Sólo en el sentido más amplio. Creo que demasiados detalles nos harían sentir incómodas.
Charity se rió.
– Tienes razón. No, los rumores no exageran. Josh es genial y me gusta mucho estar con él. Es divertido y cariñoso e inteligente. Eso sin mencionar que es guapísimo.
– Ahora me parece que viene un «pero» en la conversación.
– Pero es peligroso. Todo eso de la fama me hace sentir incómoda. Quiero que mi vida esté anclada aquí, quiero una vida normal.
– Josh es muy normal y éste es su hogar.
– Por ahora. Pero, ¿qué pasará cuando vuelva a competir? ¿Qué pasará si regresa al ciclismo? Que volverá a ser un tipo de éxito. No estoy diciendo que no quiera que eso le suceda porque si le hace feliz, si le hace sentir mejor, entonces debería intentarlo. Pero no me interesa alguien que necesite la aprobación del mundo para sentirse bien consigo mismo.
– ¿Es eso lo que crees que quiere?
– No estoy segura -admitió Charity-. Pero me preocupa. Quiero tener una relación en la que sea la persona más importante para mi pareja, quiero sentir lo mismo por él. Pero no puedo competir contra una multitud de fans.
– Tal vez no tendrías que hacerlo.
– Tal vez -aunque no estaba tan segura-. Por ahora eso no importa porque sólo estamos conociéndonos.
Marsha sonrió.
– Ten cuidado. Así es como empiezan las grandes historias de amor.
Después de que Josh terminara de entrenar con el equipo, volvió al hotel y se duchó. Cuando estuvo vestido, miró el reloj. Charity aún estaría en el trabajo unas dos horas más, así que podría ir a su oficina, aunque no estaba de humor. La inquietud lo hizo salir del hotel. Caminó por la calle sin rumbo fijo hasta que giró en una calle y vio el cartel de un negocio familiar.
Construcciones Hendrix llevaba allí unos cuarenta años. El abuelo de Ethan había creado la empresa y su padre se había hecho cargo de ella una década después. Cuando eran pequeños, Ethan había jurado que él no seguiría en el negocio familiar, pero unas semanas después de que Ethan se hubiera licenciado en la universidad, su padre murió de manera inesperada y, como hijo mayor, recayó sobre él la responsabilidad de hacerse cargo de la empresa.
Tal vez Ethan había planeado que uno de sus hermanos se uniera a él o le comprara su parte, pero eso no había sucedido. Casi diez años después, Ethan dirigía la empresa de construcción y el negocio de los molinos.
Josh se quedó mirando el edificio. Podía ver a varias personas dentro y se preguntó si Ethan sería uno de ellos. Por lo que él sabía, su antiguo amigo podía estar allí o en las instalaciones donde fabricaban los molinos. Podía acercarse y averiguarlo.
Dio un paso y se detuvo. Sin contar los mensajes que le había dejado en el teléfono, había pasado mucho tiempo desde la última vez que había hablado con Ethan, unos diez años, y no estaba seguro de qué decir. Lo cierto era que no había hecho nada malo, la lesión de Ethan no fue ni responsabilidad ni culpa suya, pero entonces, ¿por qué se sentía tan mal por ello?
Sabiendo que sólo había un modo de obtener la respuesta, cruzó la calle y entró en la oficina.
Nevada Hendrix, una de las hermanas de Ethan, estaba sentada en la mesa de recepción con los pies colgando. Tenía los vaqueros y la camiseta manchados de polvo de yeso, las botas desgastadas y no se podía decir que su estilo en ese momento fuera una declaración de moda. Gesticulaba profusamente mientras hablaba.
– No podrías estar más equivocado -decía-. En todo. Si no te callas y… -alzó la cabeza y vio a Josh-. ¡Dios mío!
Se levantó y lo miró.
– Estás aquí.
– En carne y hueso. ¿Está aquí?
No tuvo que explicarle a Nevada a quién se refería.
– Eh, claro, está en su despacho -le indicó que fuera hacia la parte trasera del edificio.
– Sé dónde está -le dijo y señaló al teléfono-. Estabas con una llamada.
– ¿Qué? Oh -la chica volvió a centrar la atención en el teléfono.
Caminó entre las mesas que estaban en su mayoría vacías; los ingenieros y los empleados de ventas estarían fuera visitando clientes.
En la parte trasera del edificio había un gran comedor, un cuarto con material de oficina y varias impresoras grandes, además de una única puerta con el nombre de Ethan en ella. Josh llamó una vez y abrió.
Ethan estaba sentado detrás de su escritorio trabajando con el ordenador. Su expresión era intensa mientras movía el ratón.
– No es problema mío -dijo aún mirando a la pantalla-. No me importa tu título de Ingeniería. Te has equivocado con lo del puente y voy a demostrártelo.
– Vaya, y yo que pensaba que tenía un título en Empresariales.
Ethan alzó la vista y enarcó las cejas.
– Creía que eras Nevada.
– Eso parece.
Ethan le indicó que se sentara, guardó el documento en el que estaba trabajando y miró a Josh.
– Qué sorpresa.
– Para mí también -admitió Josh antes de sentarse-. He venido a hablar contigo.
Ethan se quedó mirándolo con una expresión difícil de interpretar.
– Pues entonces habla.
Ahora que estaba ahí, Josh no sabía qué decir. Había tenido diez años para planear esa conversación y no podía recordar la mitad de lo que había sucedido entre ellos.
– Te he dejado mensajes en el teléfono, primero todos los meses y después uno al año. He intentado ponerme en contacto contigo.
Ethan enarcó la ceja izquierda.
– Has hecho un gran esfuerzo -le dijo con ironía.
– No me devolviste las llamadas.
– Estaba esperando a que vinieras a verme en persona.
– Aquí estoy.
– Ya lo veo -Ethan sacudió la cabeza-. Te marchaste, Josh. Habías sido parte de mi vida, parte de la vida de mi familia, y desapareciste sin más. ¿Sabes cómo se sintió mi madre por eso?
– No, pero sé que estuvo mal.
– Peor que mal. Mamá te quería como si fueras hijo suyo. Hasta tenía un maldito álbum con recortes de tus carreras.
Josh deseó tener una gran roca a su lado, porque incluso metiéndose debajo se sentiría mejor de lo que se sentía ahora.
– Lo estropeé todo -admitió.
– Y tanto.
Se quedaron mirando.
– El accidente no fue culpa mía -dijo Josh finalmente-. Te chocaste contra mí y tuve suerte de no caer también.
Ethan se recostó en su silla, pero no habló.
– Te lesionaste -continuó Josh-. Eso sucede, pero seguiste adelante y ahora tienes una vida fantástica. Fíjate en este lugar. ¿Cómo es? ¿El doble de grande de cuando lo dirigía tu padre? Y también está la empresa de molinos. Eres un triunfador.
– Lo sé.
Ethan no le decía nada y eso estaba irritándolo. Se levantó.
– Ya no pienso seguir sintiéndome culpable. No es culpa mía que tuvieras que dejar de competir. Ya no pienso seguir pagando por ello. Me equivoqué al irme y me he disculpado por eso.
Ethan esperó un par de segundos.
– ¿Has terminado ya?
– Sí -Josh volvió a sentarse.
Ethan se inclinó hacia él.
– Yo nunca te culpé por lo que pasó -esbozó una leve sonrisa-. Me perdí aquella carrera -la sonrisa se desvaneció y su expresión se endureció-. Después del accidente, ni siquiera viniste a verme al hospital. Eras como un hermano para mí y no quisiste acercarte por si acaso mi lesión era contagiosa.
Josh se movía incómodo en su silla, sintiéndose avergonzado y como un estúpido.
– No fue así -comenzó a decir sacudiendo la cabeza-. No. Sí que fue así. Eras genial, Ethan, y sabía que sí pudo pasarte a ti podía pasarme a mí, podía pasarle a cualquiera. Así que me mantuve alejado. Lo siento.
– Éramos como hermanos.
Josh asintió.
– Y seguiste alejándote.
– No sabía qué decir -admitió Josh.
– Me lo imaginé.
– ¿Qué? ¿Entonces por qué no viniste tú a hablar conmigo?
– Sabía que algún día volverías, aunque no pensé que fueran a pasar diez años. Claro que yo siempre he sido el inteligente… y el guapo.
– Ni en tus sueños.
Había más que decir, más que explicar, más de lo que disculparse, pero eso ya vendría más adelante. Ahora mismo ya se había dado el primer paso y lo único en lo que podía pensar era en todo el tiempo que había malgastado… que habían malgastado los dos. Gladys tenía razón; los hombres eran idiotas.
Josh se levantó.
– ¿Quieres ir al bar de Jo a tomar algo?
– Claro.
Cuando salieron del despacho, Nevada seguía al teléfono. Dejó de hablar y los vio irse.
– Dentro de un rato empezarás a recibir llamadas -dijo Josh mientras caminaban.
– De las chicas y de mamá. Seguro que va a ser un día muy interesante.
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