Marsha se rió.
– Creo que eso de experimentada hace que parezca una prostituta entradita en años -agarró a Charity del brazo y la llevó al salón-. ¿Sigues impactada?
– Sí y no creo que eso vaya a cambiar en mucho tiempo. No me parece real. Acabo de enterarme hace cinco minutos.
Marsha se sentó a su lado y le tomó la mano.
– Entonces, ¿no se lo has dicho a Josh?
– No, he venido aquí directamente.
Un millón de pensamientos abarrotaban su cabeza, intentó centrarse en uno, pero le fue imposible.
– ¿Vas a quedarte?
Al principio Charity no comprendió la pregunta y al instante estaba abrazando a Marsha otra vez, sintiendo el miedo de la mujer de volver a perder a su familia por segunda vez.
– Voy a quedarme -le dijo Charity con firmeza-. Estar embarazada y soltera no es como quería que me conocieran por aquí, pero si a ti no te importa, a mí tampoco.
– Claro que no me importa. Estoy encantada.
Charity se puso recta y después volvió a recostarse en el sillón posando una mano sobre su vientre.
– Embarazada. Vaya forma de empezar una conversación. No te preocupes, sé que tengo que contárselo y teniendo en cuenta donde vivo, tengo que hacerlo pronto. No es un buen lugar para guardar secretos.
– ¿Habíais hablado de tener un futuro juntos? -le preguntó Marsha con delicadeza.
– No hacemos muchos planes más allá del fin de semana. Josh está centrado en la carrera y lo que significa para él. Quiere recuperar su antigua vida, eso lo sé. Sé que echa de menos la emoción de la competición.
La emoción de ser famoso…
– Y esto no va a gustarle -terminó Charity.
– Puede que te sorprenda, pero Josh siempre ha querido formar una familia.
– Pues a mí me parece que es hombre de relaciones de un solo día -miró a Marsha-. No espero ningún milagro. No va a ponerse de rodillas y suplicarme que me case con él.
– ¿Te gustaría que lo hiciera?
Charity miró a otro lado.
Amaba a Josh, ésa era la parte fácil. Pero ¿tener un futuro con él? No era posible.
– Queremos cosas distintas. Tenemos distintas visiones de la vida.
– El matrimonio se basa en el compromiso.
– Él quiere ser el centro de atención y yo quiero una vida normal en el amplio sentido de la palabra. Quiero un hombre normal.
– Pero no estás embarazada de un hombre normal. Estás embarazada de Josh.
– Y lo quiero.
Marsha le dio una palmadita en el brazo.
– Eres una chica lista. Ya sabrás qué hacer. Josh necesitará un poco de tiempo para acostumbrarse al hecho de que estás embarazada, pero creo que todo saldrá bien. Ya lo verás.
Charity esperaba que tuviera razón.
– Si no quiere formar parte de nuestras vidas, estaremos bien. Me crió una madre soltera y sé lo bueno y lo malo de la situación -agarró la mano de Marsha-. Además, sé que no estaré sola.
– No, no lo estarás. Me tendrás a mí, pase lo que pase.
Esas palabras la reconfortaron.
– Y a la ciudad -añadió Marsha.
Charity gruñó.
– Todo el mundo se pondrá como loco cuando se enteren de que estoy embarazada de Josh. ¿Qué voy a hacer?
– ¿Sinceramente? Mantenlo en secreto todo lo que puedas.
Charity se rió.
– Eso no me es de mucha ayuda.
– Es lo mejor que puedo decirte.
Dos noches después, Charity estaba sentada en su cama mientras Josh y ella veían una película juntos. Durante las últimas cuarenta y ocho horas, había tenido docenas de oportunidades de decirle que estaba embarazada y se había echado atrás cada una de ellas diciéndose que estaba buscando el momento perfecto, algo que era una absoluta mentira. Simplemente no quería que lo supiera. Porque una vez que lo supiera, todo cambiaría y ella no estaba preparada para perderlo. Aun así, cada día que pasaba había creado un problema. Guardarse la información la hacía sentirse incómoda consigo misma, así que tendría que soltarlo y decirlo.
Estaban viendo una película de espionaje internacional en la que el destino del mundo recaía sobre el guapo protagonista. Una especie de James Bond, pero sin ese acento tan delicioso. La protagonista era supuestamente rusa y el malo era de un país europeo sin nombre.
Cuando la novia del malo apareció en pantalla, Josh dijo:
– Ésa es Angelique. Hizo esta película justo antes de que rompiéramos. Fui a visitarla al rodaje en varias ocasiones.
Hablaba con naturalidad, como si fuera un dato interesante y nada más. Pero para ella no era así.
Sabía que había estado casado con Angelique y se había imaginado una preciosa morena con los ojos grandes y unos pechos enormes, pero esa imagen no se acercaba en nada a la belleza que estaba viendo en la televisión.
Angelique llevaba poco más que un camisón corto. Sus piernas eran infinitamente largas y perfectas, sus pechos parecían dar en la cámara y sus tersos pezones se veían claramente bajo la fina capa de seda.
Había algo en ella, algo no definido, que te hacía mirarla. «Carisma», pensó Charity. «Igual que Josh».
Nunca había visto una fotografía de los dos junios, pero tenía la sensación de que darían la impresión de estar hechos el uno para el otro.
– ¿Estuviste casado con ella? -preguntó aunque ya conocía la respuesta.
– Ya te he hablado de ella.
Oh, sí, claro. Pero había una gran diferencia entre mencionar a una exmujer y admitir que uno había estado casado con una diosa.
Aunque eso no se lo diría.
– Es guapísima.
– Supongo que sí -Josh miraba a la cámara y se encogió de hombros-. La operación de nariz no salió bien y tuvieron que operarla otra vez para arreglárselo.
Charity enarcó las cejas.
– Creo que no deberías estar diciéndome eso.
Él se giró hacia ella preocupado.
– Sé lo que piensas cuando la miras.
– Lo dudo.
– Sé lo que yo pienso. Pasó hace tiempo y no lamento que se terminara.
¿No? Después de todo, Angelique lo había dejado a él. Él quería volver a las carreras, recuperar sus momentos de gloria, pero ¿lo haría para demostrarle a su exmujer lo que se había perdido? Una vez que volviera a estar arriba, sería él quien rechazara a los demás. O tal vez tenía planeado volver con ella y tener unos bebés perfectos.
¡No! Lo que estaba pensando era totalmente irracional, algo provocado sin duda por la preocupación y unas hormonas revolucionadas.
– No vayas ahí.
– ¿Ir adonde? -preguntó ella.
– Adonde sea que estás ahora mismo. No estoy interesado en ella.
Charity lo miró como si estuviera viéndolo por primera vez, viendo esos rasgos perfectos, la natural sonrisa, el ego gigantesco y ese corazón cálido y noble. Era un buen tipo y en otras circunstancias se habría sentido de lo más cómoda enamorándose de él. Por desgracia, las circunstancias no eran las mejores.
– ¿Charity? -le preguntó él preocupado-. ¿Qué pasa?
Ella respiró hondo y soltó la verdad.
– Estoy embarazada.
Josh se había preparado para oírla decir que algo le preocupaba, que le resultaba intimidante ver a Angelique o que había decidido que odiaba la vida en una ciudad pequeña y que quería mudarse a Los Ángeles.
Pero, por el contrario, dos palabras zumbaban en su cabeza. Sintió como si la habitación se hubiera quedado sin aire, no podía respirar, pero lo peor de todo era que no podía pensar. No lograba entender qué había querido decir.
Ella lo miraba expectante, esperando que dijera algo.
¿Embarazada? Embarazada.
Había un bebé. Su bebé.
Se levantó de la cama y miró a Charity. Lo invadió el nerviosismo. Ahora no, no podía tener un hijo, no estaba preparado. Podía estropearlo todo.
Tiempo, se dijo. Tenía unos meses para prepararse, para aprender a ser el padre que un niño se merecía.
Charity se giró.
– No espero nada -dijo secamente-. No tienes que asustarte. Te lo he dicho por cortesía, nada más.
A él no le gustó cómo sonó eso.
– ¿Qué quieres decir?
– Que soy yo la que está embarazada, no tú. El bebé es mi responsabilidad.
– Y la mía también -dijo aún sin entender qué estaba pasando.
Un niño, iban a traer un niño al mundo y la expresión «estés listo o no» nunca había tenido mayor sentido.
– Lo solucionaré -dijo para sí.
– No tienes que hacerlo.
– Yo también formo parte de esto. Estaré a tu lado y al lado del bebé.
Pero ella no parecía creerlo y teniendo en cuenta que Charity lo sabía todo sobre su pasado, cómo había fracasado, comprendía que tuviera dudas.
– Dame un poco de tiempo, sólo te pido eso -le dijo mientras iba hacia la puerta-. Ya veremos.
Y con eso se marchó.
Charity se tendió sobre la almohada y deslizó la mano sobre la calidez que aún permanecía en el lado que había ocupado Josh.
Lo que ella sí que vería sería la rapidez con la que Josh se marcharía, pensó con tristeza. No la había sorprendido su reacción, pero aun así era decepcionante.
– ¡Oh, Dios mío!
Pia estaba en la puerta de su piso mirando a Charity con los ojos como platos.
– Estás increíble. Me encanta el color y el corte. Has ido a Julia, ¿verdad? Nadie da los reflejos como ella, pero no le digas a Bella que te he dicho esto. ¡Vaya! Estás preciosa, genial.
Charity sonrió a su amiga.
– Pues yo no me siento genial.
– Entonces pasa y arreglaremos eso.
Charity entró en el alegre piso.
– Siento haberme presentado así. Debería haber llamado porque es tarde.
Pia sacudió la cabeza.
– No seas tonta. No es que tenga una cita ni nada.
Entraron en el salón donde en la pantalla de televisión se veía la imagen congelada de una película. Sandra Bullock estaba junto a una casa hecha casi enteramente de cristal.
– La casa del lago -dijo Pia-. Me encanta, no lo puedo evitar. La esperó dos años. ¿Qué chico hace eso?
Charity no había tenido intención de ir allí. Después de que Josh se hubiera marchado, ella se había dicho que estaría bien, que lo superaría, igual que cientos y miles de mujeres solteras que descubrían cada día que estaban embarazadas y salían adelante. Pero no era la idea de ser madre soltera lo que estaba desgarrándola por dentro, sino saber que Josh no la amaba. No había esperado que lo hiciera, pero ahora ni siquiera podía esperarse tener un final feliz.
– Todos los hombres son unos cerdos -dijo y señalando a la pantalla añadió-: Menos Keanu Reeves.
– Exacto -Pia la acompañó al sofá-. Aunque debería decirte que hay un nuevo hombre en mi vida -señaló al gato de pelo corto acurrucado en un sillón-. Es Jake -dijo bajando la voz-. El gato de Crystal.
– Oh, es precioso.
El gato alzó la mirada y la dirigió a Charity. Tenía los ojos grandes y de color esmeralda. La miró con altanería antes de agachar la cabeza y cerrar los ojos.
– Vamos a pasar el fin de semana juntos para ver si nos llevamos bien -Pia arrugó la nariz-. No me gustan mucho las mascotas, pero es una forma de ayudar a Crystal y puede que tener un gato me venga bien -dijo no muy segura.
– ¿Es simpático?
– No lo sé. Es muy reservado, pero respeto su necesidad de tomarse las cosas con calma.
Charity miró a su amiga.
– Es un gato.
– Lo sé, pero ¿no deberían ser altaneros y esquivos? He pensado que si le dejo dar el primer paso, las cosas irán mejor. No quiero que piense que quiero esta relación más de lo que la quiere él.
– Me parece que estás dándole demasiada importancia. No creo que tenga un plan magistral.
Pia miró a la mascota.
– Pues yo creo que sí. Ya veremos lo que pasa. Hasta ahora ha estado muy tranquilo y es muy limpio. Pensé que me aterrorizaría la idea de tener una caja para el pis, pero no. Apunta mucho mejor que muchos hombres que conozco.
– Puede que él sea la respuesta.
– Puede -Pia se giró hacia ella-. ¿Te traigo algo? Tengo una amplia selección de helados. Ahora estoy pasando por una fase láctea. Seguro que no tengo ni una galleta, pero es probable que tenga cinco clases de helados.
– No, gracias -Charity se tocó el vientre. Hasta el momento no había tenido ni antojos ni malestar, pero no quería provocar las cosas.
– ¿Qué está pasando? Ha sucedido algo y supongo que ha sido con Josh.
Charity asintió.
– No sé por qué me he dejado creer que sería distinto. ¡Con la de chicos de los que podría haberme enamorado! ¿En qué estaba pensando?
– No estabas pensando. Ése es el problema. No pensamos cuando se trata de hombres. Sinceramente, no sé por qué Marsha está tan empeñada en traer a más hombres a la ciudad. No dan más que problemas.
Agarró la mano de Charity y la apretó con fuerza.
– Cuéntamelo desde el principio y dime qué es eso tan horrible que te ha hecho. Después, nos emborracharemos y lo insultaremos.
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