– Gracias. Es usted muy amable.

Él le guiñó un ojo.

– Me han llamado muchas cosas, Charity, pero me gusta que me llamen «amable». Que pases una buena noche.

– Gracias.

Caminó el resto del camino hasta el hotel y cuando llegó a los escalones que conducían al vestíbulo, se giró. Morgan estaba observando. Lo saludó y él le respondió alzando la mano. Después, siguió barriendo.

En ese momento tuvo claro que le gustaría vivir allí porque, aunque cada sitio tenía sus rarezas, en Fool's Gold había muchas cosas que apreciar.

Se detuvo antes de empujar las puertas dobles que conducían al interior del hotel; eran grandes y estaban profusamente talladas, parecían artesanía de otra época.

Ronan's Lodge, también conocido como Ronan's Folly, era un hotel enorme situado junto al lago. Se había construido cuando el oro fluía como los ríos de donde los hombres lo cribaban. Ronan McGee, un inmigrante irlandés, había llegado al oeste para hacer fortuna y después había gastado su mayor parte en la construcción del hotel.

Charity había leído su historia la última vez que había estado en la ciudad cuando, al ser incapaz de dormir la noche antes a su entrevista de trabajo, había hojeado todos los folletos turísticos que había encontrado en la habitación.

Ahora, mientras entraba en el inmenso vestíbulo con sus paredes paneladas con madera tallada y la enorme lámpara de araña importada hecha de cristal irlandés, se sintió como en casa. Con el tiempo compraría una casa y se adaptaría a la vida en Fool's Gold, pero Ronan's Lodge era el mejor alojamiento temporal que podía tener.

Pasó por delante del mostrador de recepción en dirección a la escalera curvada que la llevaría a la segunda planta desde donde una pequeña escalera de caracol llegaría a la tercera, donde tenía una pequeña suite.

Apenas había puesto la mano sobre la barandilla, sin subir aún el primer escalón, cuando alguien le habló. La voz venía de detrás y dijo una única palabra.

– Hola.

No tuvo que mirar para saber de quién se trataba.

Lo único que tenía que hacer era quedarse allí de pie sintiendo cómo el corazón se le descontrolaba dentro del pecho y cómo iba invadiéndola un intenso calor.

Su semana había comenzado con una invasión de Josh Golden y parecía que terminaría del mismo modo. La única pregunta que le surgió antes de girarse hacia él fue por qué, de todos los hombres del mundo, tenía que ser él.

Tres

Charity se giró y se encontró a Josh de pie a su lado en el vestíbulo. Era tan alto como recordaba, aunque su alborotado pelo ahora parecía más dorado que rubio. Los rabillos de sus ojos verde avellana se arrugaron ligeramente a la vez que su boca se curvaba en una sonrisa. Posiblemente era el hombre más guapo que había visto en persona y, por si eso fuera poco, hacía escasas horas que había vuelto a ver su trasero desnudo. ¡Cómo no iba a resultarle difícil concentrarse!

– Soy Josh -le dijo-. Nos conocimos en el despacho de la alcaldesa.

Ella casi se atragantó de la risa. ¡Cómo si se le hubiera olvidado!

– Sí -dijo esperando sonar calmada y como si su presencia no la afectara lo más mínimo-. A principios de semana. Te hiciste con las riendas de mi reunión y cerraste el trato. Lo recuerdo.

– No estarás enfadada por eso, ¿verdad?

Estaba… muchas cosas. Estaba confundida por el modo en que su cuerpo reaccionaba ante su presencia; estaba furiosa porque él hubiera tenido acceso a una información que ella no había logrado y que, por ello, hubiera hecho un mejor trabajo que el suyo en la presentación. Estaba hambrienta y cansada. Pero no, no estaba enfadada.

– Estoy bien -le aseguró-. Necesitábamos que la universidad firmara y eso es lo que pasó. Probablemente debería darte las gracias.

Se detuvo, esperando que él se disculpara para ir a atender a quien fuera o lo que fuera que lo había llevado hasta el hotel. Sin embargo, siguió mirándola.

Ella intentó no dejarse afectar por su mirada ni tener ninguna clase de reacción ante ella, una tarea que le requirió demasiado esfuerzo.

Después de unos segundos mirándolo, le dijo:

– No quiero entretenerte.

– No lo haces -señaló a las escaleras-. ¿Vamos?

– ¿Cómo dices?

– Que si subimos. Somos vecinos. Tú estás en la 301 y yo en la 303.

Le puso la mano en la parte baja de la espalda, como guiándola hacia las escaleras. Instintivamente, ella se movió y se negó a prestarle atención a las sacudidas eléctricas que la recorrían por todas partes. Un calor emanaba de cada uno de sus dedos, un calor que le hizo a Charity desear un contacto entre dos pieles desnudas y quince minutos a solas con Josh.

Nivel de azúcar en sangre, se dijo. Tenía un nivel bajo de azúcar.

– ¿Por qué vives en un hotel? -le preguntó casi para distraerse.

– ¿Por qué no? Es céntrico, tiene servicio de habitaciones y me hacen la cama todas las mañanas.

– ¿Lo mejor para no tener ninguna responsabilidad en la vida? -preguntó ella, aunque al instante deseó no haberlo hecho. Eso sí que había sido una respuesta burlona.

Pero en lugar de molestarse, Josh se rió; fue un grave y excitante sonido que hizo que a Charity se le pusiera la piel de gallina.

– ¿Lo dices porque ser responsable es el súmmum de la perfección? -preguntó él.

– Es una señal de madurez.

– Una cualidad que está demasiado sobrevalorada.

Lo estaría para él, pensó ella. Ella había sido responsable de cuidar de sí misma desde que tenía nueve años y siempre había envidiado a las personas despreocupadas, ésas que sabían que otros cuidarían de ellas. Ella no había tenido esa opción; su madre había sido el espíritu libre de la familia y le había dejado la tarea de asegurarse de que la vida de las dos marchara bien.

Siempre había querido a su madre y había deseado que fuera distinta. Sí, claro que había sido divertido tener una madre que nunca te decía que tenías que ir al cole ni hacer los deberes, pero también había momentos en los que un niño necesitaba unas reglas y algo de orden. Por ello, Charity había tenido que aprender a proporcionarse a sí misma ambas cosas.

Cuando llegaron a la tercera planta se adelantó para llegar a su habitación lo antes posible y escapar en su interior. Sin embargo, él llegó antes y se apoyó contra su puerta.

– Deberíamos quedar para tomar una copa algún día -le dijo mirándola fijamente con esos brillantes ojos verde avellana y haciendo que todo su cuerpo suspirara.

– No estoy segura de que sea buena idea pasar tiempo con un hombre que se declara alegremente un inmaduro y un irresponsable.

Él volvió a reírse.

– No soy tan malo.

– ¿No?

– Mira. Soy absolutamente normal. Prácticamente aburrido.

Era muchas cosas, pero aburrido no.

Antes de que ella pudiera señalar ese detalle, la puerta de él se abrió y una preciosa rubia, que no llevaba encima más que una de sus camisas, salió.

– Hola, Josh. Me había parecido oír tu voz.

Josh se puso derecho. Charity aprovechó la distracción para meterse en su habitación y cerró la puerta. Se apoyó contra la pared unos segundos antes de agacharse a encender una lamparita.

Cuando la luz invadió el pequeño, pero elegantemente amueblado salón, ignoró la sensación de vacío que le hizo un nudo en el estómago y se dijo que ni siquiera se había sorprendido por lo que había visto. Estaba claro que un tipo como Josh tendría a una mujer en su habitación; seguro que hasta entraban allí en turnos. Por lo que había oído, le encantaban las mujeres y a las mujeres les encantaba él.

Puso los hombros rectos. Aunque no pudiera controlar sus reacciones físicas, sí que podía controlar sus acciones… y no haría nada.


Cuando llegó el viernes, Charity se sentía más cómoda en el viejo edificio del ayuntamiento y se había aprendido el nombre de casi todos los que trabajaban allí.

Su reunión de las once era con Pia O'Brian, algo que había estado esperando desde que Sheryl la había anotado en su agenda.

Pia llegó justo a tiempo con su rizada melena castaña ondeando sobre sus hombros y ese traje que ensalzaba sus largas piernas.

– ¿Cómo estás? -le preguntó Pia mientras Charity le indicaba que se sentaran en la mesa de reuniones que había junto a la ventana-. ¿A punto de volver corriendo y gritando a la gran ciudad?

– Me gusta estar aquí. La vida en una pequeña ciudad va conmigo.

– Eso lo dices ahora -le dijo Pia con cierta voz burlona mientras dejaba sobre la mesa unas carpetas-, pero espera que pasen unos meses y te des cuenta de que todo el mundo lo sabe todo sobre ti y que no les da miedo hablar de ello.

Charity se rió.

– Mi vida no es tan interesante. ¿Por qué iba a interesarle a alguien?

– Eres nueva, supones cotilleos frescos para las mujeres de por aquí. Recuerda que no hay secretos. No durante mucho tiempo.

– Gracias por la advertencia -miró las carpetas-. ¡Vaya! Una lectura ligerita, ¿eh?

– Me gustaría pensar que tanta información no te va a dormir, pero no puedo asegurártelo -le dio una palmadita a la pila de carpetas-. Son resúmenes de los festivales y celebraciones de los últimos dos años. El desfile del 4 de Julio, la Noche Fantástica de las Luces de Navidad, y ese tipo de cosas, además de los siempre populares Días de la Fiebre del Oro. Si algo importante sucede en Fool's Gold, lo más probable es que yo esté metida en ello. O, por lo menos, dando asesoramiento. Así que si alguna vez necesitas dos mil sillas plegables a un gran precio, ven a verme a mí la primera.

– Espero que nunca vaya a necesitarlas -murmuró Charity.

– ¿No tienes pensado celebrar una gran boda?

– No salgo con nadie.

– Yo tampoco.

– Soy nueva aquí. Tú, ¿qué excusa tienes?

No podía imaginar a Pia sin un hombre. Era guapísima y muy extrovertida.

– Una escasez absoluta de hombres -le respondió con tono alegre-. Estoy segura de que Marsha te ha explicado que tienes que centrarte en trabajos desempeñados básicamente por hombres. Lo último que necesitamos por aquí es una escuela de belleza. Se me dan genial los eventos orientados a los hombres, como torneos de golf o muestras de coches -dijo ahora con seriedad.

Charity no pudo evitar reírse.

– Sé que para vosotros este asunto es muy importante, pero tengo que admitir que me resulta muy extraño.

– ¿Qué me vas a decir a mí? Cuando me gradué en el instituto, había un diez por ciento más de chicas en mi clase y gracias a eso el baile de graduación fue horrible.

– Pero no creo que tú fueras sin un acompañante.

Pia se encogió de hombros.

– No, pero algunas amigas mías tuvieron que traer chicos importados para el baile. Fue muy humillante.

– ¿Creciste aquí?

Pia vaciló y después asintió.

– Nací y crecí aquí. Tercera generación… ¿o es la cuarta? Nunca puedo recordarlo. Mis padres se marcharon hace unos años, pero yo me quedé. Soy la última O'Brian en Fool's Gold -sonrió-. Es mucha responsabilidad.

– Supongo que sí -Charity se inclinó hacia ella-. Haber vivido aquí toda tu vida ha debido de ser genial. Yo no dejaba de mudarme cuando era pequeña. A mi madre no le gustaba residir en un mismo sitio, pero yo soñaba con hacerlo. Conocerlo todo sobre un lugar y echar raíces. Tienes suerte.

Algo se iluminó en los ojos de Pia.

– La desventaja es eso de que no se puede tener secretos. Todo el mundo lo sabe todo sobre ti y a veces pienso que sería genial poder pasear por la calle sin que nadie supiera quién soy.

– Eso puede hacerte sentir muy sola.

– También puede hacerte sentir así la vida en una pequeña ciudad -sacudió la cabeza-. Bueno, dejémonos de filosofar y volvamos al trabajo. Quiero que le eches un vistazo a la programación para el festival de este año. Dependiendo de la clase de negocio que estés buscando, puede que quieras invitar a algunos ejecutivos y a sus familias para experimentar la vida en una pequeña ciudad. O mejor aún, invita a ejecutivos solteros. Durante los festivales estamos de un humor fantástico, nos arreglamos mucho y nos mostramos muy simpáticos.

Charity miró la lista.

– ¿Y cuándo no os arregláis, entonces? Porque celebráis algo prácticamente cada mes.

– Pues eso no es todo -continuó Pia-. También hay varios eventos benéficos. Íbamos a celebrar una carrera de bicis, pero sigue posponiéndose.

¿Carrera de bicis? ¿Eso no era territorio de Josh Golden? Charity pensó en preguntar, pero temió que Pia pensara que la pregunta implicaba un interés en él por su parte.

– Hay torneos de golf benéficos. Tenemos un fantástico campo de golf. Varios, en realidad, pero el profesional es muy conocido. No me preguntes por qué porque yo no me ocupo de lo del golf, ni tampoco de los eventos con famosos. Demasiado exigentes.