– Es bueno saberlo -murmuró Charity-. Entonces no creo que busques marido en esa clase de eventos.
Pia se rió.
– No estoy segura de ser de las que se casan. Ni siquiera sé si quiero tener hijos. Todavía estoy en esa fase de mi vida en la que me conformo con lograr que no se me muera una planta. Después, pensaré en tener una mascota.
– Por lo menos tienes un plan.
– Ya te contaré cómo me funciona.
Revisaron el resto de la programación del festival y Charity prometió estudiarlo detenidamente y preguntarle a Pia si le surgía alguna duda.
Pia recogió su bolso y su maletín y se levantó.
– Me alegra que aceptaras el trabajo, Charity. Sé que eras la candidata número uno para Marsha y eso es decir mucho porque los candidatos segundo y tercero eran dos hombres solteros.
– Estoy agradecidísima.
– ¡Como tiene que ser! -dijo Pia riéndose-. Por cierto, hay un grupo de mujeres que se reúnen un par de veces al mes para celebrar una noche de chicas. ¿Quieres que te llame la próxima vez que nos reunamos?
– Sí, gracias, me gustaría mucho.
– Entonces estaremos en contacto -dijo antes de despedirse y marcharse.
Charity volvió a su mesa, donde podía ver las pilas de carpetas que tendría que llevarse a casa esa noche para revisar. Había estado tan ocupada con el trabajo que no había tenido tiempo ni de encender la televisión de su habitación, aunque probablemente no fuera algo tan malo, porque tampoco le vendría mal algo de vida social.
En lugar de pensar en Robert, un tipo soltero absolutamente normal y agradable, su cerebro inmediatamente se centró en Josh, el hombre que le había estado tirando los tejos mientras su entretenimiento nocturno lo esperaba en su habitación. ¡Eso sí que era de mal gusto!
Por lo menos, una noche de chicas sería divertido y le daría una oportunidad de hacer amigas en la ciudad. Durante el fin de semana podría empezar a explorar la zona e incluso investigar si la facultad tenía clases interesantes sobre cosas como cocina o costura. Tenía que salir más.
Se anotó en la agenda que tenía que conseguir un folleto informativo y después se giró hacia el ordenador. Pero antes de poder leer el e-mail, alguien llamó a su puerta abierta.
Charity alzó la mirada y vio a una mujer de unos cuarenta años con uniforme de policía entrando en su despacho.
– Alice Barns -dijo al acercarse al escritorio y estrecharle la mano con firmeza-. La Jefa de Policía de Fool's Gold. Pensé que debía venir a presentarme.
Charity señaló la silla que había al otro lado del escritorio.
– Me alegra que lo haya hecho. Mucho gusto en conocerla.
Ella ladeó la cabeza y sonrió.
– ¿Cómo debería llamarla?
– Jefa Barns delante de la prensa o de mis hombres. Alice cuando no estemos trabajando.
– Es bueno saberlo.
– ¿Cómo estás adaptándote? -le preguntó Alice.
– Ha sido una semana muy ocupada. He aprendido mucho. Hasta el momento, adoro este lugar.
– Es un buen lugar para vivir -le dijo Alice-. No hay mucha actividad criminal. Unos cuantos adolescentes que se creen más listos de lo que son, alguna que otra persona que se cuela en los complejos vacacionales y turistas sobrepasando los límites de velocidad. Nada con lo que no puedan mis fuerzas de seguridad. Puede que haya un nuevo sin techo en la ciudad.
– ¿Por qué dices eso?
– Alguien está robando en los supermercados, obre todo snacks y comida rápida y artículos de tocador. No es nada de lo que haya que preocuparse. Descubriremos quién está haciéndolo y detendremos los robos.
Mientras que Charity odiaba pensar que alguien pudiera pasar hambre, comprendía que los negocios locales no tenían que pagar las consecuencias de los robos.
– ¿Tienes pensado salir a visitar la ciudad? -preguntó Alice.
– Sí. Quiero conocerlo todo bien.
– Buena idea, pero te haré una pequeña advertencia. Las minas abandonadas son peligrosas. No pases junto a la valla y si sales a hacer senderismo, hazlo por la zona baja.
– No soy mucho de hacer senderismo -admitió Charity.
– Te sorprendería saber cuánta gente intenta entrar en las viejas minas pensando que es muy romántico. Si estuviera en mis manos, dejaría que la selección natural hiciera el trabajo por nosotros, pero la alcaldesa Marsha cree que tenemos que mostrárselo a los turistas por muy estúpidos que sean.
Charity no pudo evitar reírse y Alice apretó los labios.
– Aunque eso no se lo diría a la alcaldesa -murmuró.
– Sería lo mejor.
La jefa de policía se levantó.
– Bueno, eso es todo. Tenemos tolerancia cero con la conducción en estado ebrio, pero no tienes pinta de hacerlo, así que no te aleccionaré en ese sentido.
Charity se levantó y se situó al lado de Alice al otro lado del escritorio.
– ¿Cómo puedes saber que no lo haría?
– ¿Es que me equivoco?
– No, pero lo has dicho muy segura.
– Soy muy buena juzgando a la gente.
Salieron juntas.
En el piso principal del edificio, la Jefa Barns volvió a estrecharle la mano.
– Si tienes algún problema, ponte en contacto conmigo o con alguien de mi oficina -le dijo Alice-. La alcaldesa Marsha está impresionada contigo y con tu trabajo y a mí con eso me basta.
Charity se sonrojó ante el cumplido.
– Gracias. Haré todo lo que pueda por mantenerme alejada de los problemas.
– Lo sé.
La jefa se puso su gorra azul y salió a la acera. Charity la vio marcharse. Había pretendido hacer un chiste con lo de mantenerse alejada de los problemas, pero Alice se lo había tomado en serio, como si supiera que Charity siempre hacía lo correcto. Ella era esa clase de persona.
Y eso era bueno, ¿no? Nunca había pensado que las chicas malas se divirtieran más.
– ¿Alice está intentando asustarte?
Se giró y vio a Robert bajando las escaleras.
– Me ha caído bien.
– Espera a que te multe por conducir deprisa, puede resultar muy intimidante. Tiene tres hijos. Juegan al fútbol en el instituto y son mucho más altos que ella, pero seguro que tiemblan en su presencia.
Charity se rió.
– Eso podría ser más cosa de madre que de policía.
– Puede que tengas razón -se detuvo-. Me marcho a San Francisco este fin de semana para reunirme con unos amigos, pero quería saber si estarás libre el próximo para salir a cenar.
Cenar con Robert. Sonaba… muy bien.
– Me gustaría.
– Genial. Fijaremos la hora y el día durante la semana -miró su reloj-. Tengo que irme si quiero llegar a tiempo a San Francisco.
– Claro. Que lo pases bien con tus amigos.
– Eso haré.
Se marchó por una puerta lateral que conducía al aparcamiento de empleados.
La cena con Robert sería un agradable modo de pasar una noche, se dijo antes de estremecerse. ¿Agradable? ¿Es que no podía ocurrírsele nada mejor? ¿Y qué si no sentía chispas cuando estaba con él? Las chispas eran peligrosas, eso sin mencionar que estaban sobrevaloradas. Mejor la sustancia que una chispa.
Volvió al segundo piso, pero antes de llegar a su despacho, Sheryl salió corriendo para buscarla.
– Vas a llegar tarde -le dijo su secretaria-. Será mejor que te des prisa.
– ¿Para qué? Hoy no tengo ninguna reunión.
– Ahora tienes una -parecía encantada-. Marsha ha llamado hace un momento y lo ha añadido a tu agenda. Estoy celosísima. No es que necesite hacer ninguna excursión, pero ojalá fuera yo.
A Charity no le gustó cómo sonaba todo eso.
– ¿En qué consiste la reunión?
– ¡Josh viene hacia aquí para enseñarte la ciudad! -los ojos de Sheryl se iluminaron de emoción-. Solos los dos. Con eso se harían realidad todas mis fantasías. Bueno, no todas, claro, pero por lo menos sí esas de las que puedo hablar.
¿Pasar tiempo con Josh?
– ¿Y por qué iba Marsha a preparar algo así? Puedo conocer la ciudad yo sólita.
– ¡Es con Josh! Tienes mucha suerte. Marsha te está haciendo un gran favor.
Charity pensó que no necesitaba esa clase de favores, pero eso no se lo diría a Sheryl. Marsha no sólo era la alcaldesa y su jefa, sino que simplemente intentaba ser amable. El problema era que Charity no podía confesar la falta absoluta de control que tenía cada vez que Josh estaba a escasos metros de ella.
La reacción que había tenido ante él ya había sido lo suficientemente exagerada, pero ser un cliché hacía que la cosa empeorara. Al parecer, todas las mujeres del pueblo reaccionaban del mismo modo. ¡Pobrecillo, tan abrumado por el interés femenino! Seguro que era increíble que pudiera terminar algo en un día aunque, tal vez no hacía nada que tuviera que terminar. Por lo que ella sabía, se pasaba la vida sentado y viviendo de lo recaudado en las carreras y de los derechos de propiedad de sus fotografías con el trasero desnudo.
Pero nada de eso importaba, se recordó. Tenía una reunión a la que asistir.
– ¿Cuándo se supone que tengo que quedar con él? -le preguntó a Sheryl.
– Ahora -respondió una grave voz de hombre a su lado.
La repentina explosión de su ritmo cardíaco le robó el aliento. Sus muslos temblaron y vio cómo el mundo se iba estrechando hasta limitarse a una sola persona iluminada por una luz casi sobrenatural.
¿Qué tenía él que lograba que todo su cuerpo conspirara para traicionarla? Tenía que ser la química o alguna clase de deficiencia por su parte, nutricional, o posiblemente mental. Tal vez debería ir más al gimnasio. O mejor dicho, debería ir al gimnasio.
– Hola -dijo ella intentando calmarse-. Me alegro de volver a verte. Tengo entendido que tenemos una reunión programada.
– Marsha ha pensado que debía enseñarte la ciudad.
– ¿No es ella la persona más indicada para hacerlo? -preguntó Charity intentando no apretar los dientes-. Y aunque se lo agradezco, se me da bastante bien moverme sola por Fool's Gold, así que si tienes otra cosa que hacer…
Él no captó la indirecta y sonrió.
– Tú eres mi única prioridad.
«Está de broma», se dijo ella. Tenía que estarlo. Aun así, había algo en la forma con que hablaba que la hizo querer gemir… o ronronear.
– Oh, Dios mío -dijo Sheryl entre suspiros.
Charity se tiró del bajo de su clásica chaqueta de tweed.
– Bien. Entonces iremos a dar esa vuelta -vaciló-. No iremos en bici, ¿verdad?
La boca perfecta de Josh se curvó en una sonrisa de complicidad.
– Habéis estado hablando de mí.
A Charity no le gustó cómo sonó eso, ya que implicaba un interés que ella se negaba a admitir.
– Es difícil evitarte con tantos pósters, salvapantallas y muñecos.
– ¿Cuál es tu favorito?
Ella inmediatamente pensó en la fotografía del salvapantallas de Sheryl… ésa en la que se lo veía en la ducha… Desnudo y dándole la espalda a la cámara.
– No lo he pensado -mintió-. ¿Puedo decírtelo en otro momento?
– No puedo esperar a oír la respuesta.
– Seguro que sí. ¿No te cuesta a veces cargar con ese ego tan grande que tienes?
Él sonrió más ampliamente.
– Claro. Por eso tengo fans. Para que me ayuden a llevar el peso.
«Es un hombre imposible», pensó ella intentando no reírse. Señaló la puerta.
– Acabemos con esto.
– No finjas que no es lo que te ha alegrado el día.
– ¿Siempre estás tan seguro de ti mismo?
Él le sujetó la puerta.
– Es parte de mi encanto.
Seguro que sí… y eso significaba que estaba metida en un gran problema.
Cuatro
Josh dirigió el camino hasta un resplandeciente todoterreno negro, uno muy grande al que casi costaba subirse. Charity agradeció que su sencillo traje azul marino tapara sus rodillas y no fuera demasiado ajustado, porque ese estilo le permitió subir sin darles un espectáculo exhibicionista a los buenos ciudadanos que pudieran estar observándolos.
Josh subió a su lado con la agilidad de un atleta. Apoyó un brazo sobre la consola situada entre los dos y se acercó. Se acercó demasiado. Cuando ella tomó aire captó el aroma de su cuerpo, un cálido y masculino olor.
Era exactamente como los hombres que habían entrado y salido de la vida de su madre, pensó decidida a no dejarse hundir en el mismo dolor y tristeza que tantas veces había visto. Los hombres llamativos eran agradables de mirar, pero una apuesta horrible en lo que respectaba a las relaciones. ¿Cuántas veces le habían roto el corazón a su madre? ¿Diez? ¿Veinte? Era como si cada ciertos meses encontrara a alguien nuevo, alguien perfecto que le prometía todo para después dejarla destrozada.
Charity quería una pareja con la que poder ser feliz para siempre, alguien normal, y eso era algo que Josh jamás podría ser.
– ¿Qué te gustaría ver? -preguntó él con una voz baja y ligeramente sugerente.
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