– Muy bien. Espero… espero tener en hijo y poder contar también con su madre. Lo que quiero es formar un grupo familiar, me gustaría contar con un apoyo emocional básico por tu parte y ser capaz de darte a ti lo mismo.

Callie asintió y se mordió el labio inferior.

– ¿Como si fuéramos buenos amigos? -le preguntó algo escéptica.

– Exactamente -contestó Grant.

Callie frunció el ceño, pensativa. Aquello le preocupaba. Todo aquello le sonaba demasiado familiar, pero no veía otra alternativa.

– Si accedo a hacerlo, ¿qué ocurriría si… si… si no saliera bien?

Grant sonrió. Obviamente, Callie estaba cada vez más cerca de decir que sí y tuvo que hacer un gran esfuerzo para controlarse y no dejar que la excitación se apoderara de él.

– Firmaríamos un contrato que incluiría ese tipo de cosas.

Callie sonrió e intentó hacer una broma.

– Si sucede algo así, supongo que, a imagen y semejanza de Enrique VIII, me repudiarías e irías en busca de tu Ana Bolena.

Grant sonrió.

– ¿Tú eres Catalina de Aragón?

– Prefiero divorciarme que perder la cabeza -contestó Callie encogiéndose de hombros.

– Hablaré con mi abogado para que redacte un contrato -dijo Grant-. No te preocupes, todo ese tipo de contingencias estarán contempladas.

– Muy bien. Si, al final, accedo a todo esto, me gustaría que mi abogado pudiera echarle también un vistazo.

¡Como si tuviera abogado! Obviamente, si, al final, decidía meterse en aquel lío iba a tener que encontrar uno.

– Así, si me parece que hay que incluir cambios, estaríamos a tiempo de hacerlo antes de casarnos.

Grant sacudió la cabeza y la miró fijamente.

– ¿Por qué das por hecho que vas a querer cambiar algo?

Aquello hizo sonreír a Callie.

– Porque estoy segura de que tu contrato estaría hecho desde tu punto de vista, lo que es completamente normal, pero yo también tengo derecho a tener el mío. Es lo justo.

Grant asintió lentamente y se recordó que, a partir de entonces, iba a tener que tener en cuenta los pensamientos de Callie. Aquello no era como contratar a una empleada sino, más bien, como tener una socia.

Aquello lo hizo estremecerse porque le gustaba tener el control, pero rápidamente se relajó y se dio la enhorabuena a sí mismo por ser capaz de ser tan perceptivo y magnánimo.

Sí, ser socios era la solución perfecta.

Por lo visto, Callie le estaba leyendo el pensamiento.

– Entiendes que no soy capaz de tener un hijo y entregártelo como si tal cosa, ¿verdad? No quiero ser una madre de alquiler, quiero participar en la vida del niño tanto como tú.

– Lo entiendo perfectamente -contestó Grant intentando dilucidar qué escondía Callie-. Callie, ahora me gustaría que me dijeras por qué te estás planteando hacerlo. ¿Qué esperas tú de todo esto?

Callie tomó aire.

– Quiero que mi hijo tenga un buen padre y espero tener una situación privilegiada para criarlo.

– Eso es exactamente lo que yo quiero darte -contestó Grant muy contento-. Callie, podemos hacerlo. Podemos tener un hijo juntos. ¿Te estás dando cuenta de que realmente lo podemos hacer?

– Puede ser -contestó Callie-. Sin embargo admito que hay algo más. Quiero ser completamente sincera contigo. Realmente quiero tener un hijo, es un deseo que me consume, pero también hay otro factor -añadió tomando aire de nuevo-. Actualmente, mi situación económica es caótica.

Ya estaba. Ya lo había dicho. Se sentía terriblemente mal y miró Grant a los ojos esperando que la estuviera mirando con desprecio.

– No pasa nada -dijo él sin embargo-. ¿Cuánto necesitas?

– ¡No! -exclamó Callie mirando a su alrededor por si había gritado demasiado-. No me refería a eso. A lo que me refería era a que me gustaría seguir trabajando hasta el último momento.

– ¿Por qué? No tienes necesidad.

– Precisamente ahí es adonde voy. Lo necesito. No puedo…

– Callie, yo creo que es mejor hacerlo sobre la marcha. Si tú te sientes cómoda trabajando, por mí no hay problema.

Callie cerró los ojos. Grant se estaba comportando con una amabilidad que la tenía sorprendida. No se la merecía.

Bueno, lo cierto era que Grant quería algo muy importante de ella. Callie abrió los ojos, con la intención de explicarle su dilema. Necesitaba pagar la residencia en la que estaba su suegra y quería que Tina pudiera disfrutar del mejor tratamiento médico que hubiera. Sin embargo, en su actual situación económica ambos deseos eran completamente irrealizables.

– Lo que quiero que entiendas es que mis motivos para acceder a todo esto no son completamente puros -insistió sonrojándose-. Si accedo a tener un hijo contigo, quiero tener muy claro si estás dispuesto a ayudarme económicamente. Lo que te pido es que me hagas un préstamo -se apresuró a añadir-. Te devolveré hasta el último centavo, te lo aseguro.

Grant se estaba dando cuenta de que a Callie le estaba resultando increíblemente duro pedirle aquello. ¿No se daba cuenta de lo fácil que era para él ayudarla?

De repente, se dio cuenta de que, obviamente, Callie sabía que Grant tenía mucho dinero y que no le suponía ningún problema prestárselo. Lo que la estaba devorando por dentro era que, al pedirle dinero en aquella circunstancia, era como si estuviera ofreciéndose a tener un hijo con él a cambio de dinero, y aquello no podía soportarlo.

– Callie… -dijo Grant alargando el brazo y tomándola de la mano-. Ya está. Voy a hablar con mi contable para que te preste lo que necesites.

Callie se sonrojó e intentó apartar la mano, pero Grant no se lo permitió.

– Escúchame bien. Ya está. Si te quedas más tranquila, te diré que no voy a participar en la transacción. Además, esto no tiene nada que ver con que nos casemos y tengamos un hijo. Quiero que te lo pienses todo muy bien. Aunque decidas que no quieres casarte conmigo, el préstamo seguirá adelante. Este tema está cerrado -le aseguró sonriendo-. Volvamos al tema de nuestro hijo, que me gusta más. ¿Qué nombres te gustan?

Callie lo miró a los ojos y, de repente, notó que se le había formado un nudo en la garganta. Que Grant le acabara de quitar casi por obra de magia de las espaldas un peso que ella creía insalvable…

Le hubiera gustado poder darle las gracias, pero no podía hablar, así que se limitó a apretarle la mano.

– ¡Grant Carver, cuánto me alegro de verte!

Ante aquello, ambos dieron un respingo y Grant le soltó la mano a Callie como si se hubiera abrasado. Al levantar la cabeza, se encontró con una mujer alta y guapa y se levantó para saludarla.

– Hola, Amy, yo también me alegro de verte

– ¡Oh, Grant! -exclamó la desconocida abrazándolo con tanta vehemencia que Grant se la tuvo que quitar de encima.

– Te presento a Callie Stevens -dijo Grant dando un paso atrás para que la rubia no se acercara tanto-. Callie, te presento a Amy Barnes, una amiga de hace mucho tiempo.

Amy saludó a Callie, pero era obvio que sólo tenía ojos para Grant. Aquella mujer era alta y delgada como una modelo y llevaba un vestido maravilloso que le debía de haber costado tanto como a Callie su coche.

– He venido a tomar algo con las chicas -dijo a Grant señalando a otras tres mujeres que parecían sus clones-. Vamos a comer. Este sitio está fenomenal, ¿verdad? Me encanta la música que ponen, me dan ganas de bailar -añadió haciéndolo de manera provocativa-. Bueno, guapetón, ¿Por qué no te acercas a saludar a las chicas? Les encantaría verte un ratito.

Grant puso cara como si le acabara de pedir que se comiera un gusano.

– Eh… bueno… verás, la señorita Stevens y yo estamos hablando de algo muy importante y ahora mismo no puedo ir.

– Ah -sonrió la rubia mirando a Callie de reojo-. Bueno, entonces en otra ocasión será. Llámame de vez en cuando, ¿de acuerdo? Tenemos que quedar a hablar de los viejos tiempos. Ya sabes… -añadió acercándose y hablándole en voz baja-: la semana que viene sería el cumpleaños de Jan. Deberíamos…

– Sí, ya te llamaré -se apresuró a asegurarle Grant-. Saluda a las chicas de mi parte.

A continuación, se volvió a sentar frente a Callie mientras Amy Barnes se alejaba en dirección a su mesa con un increíble vaivén de caderas.

– Era la mejor amiga de mi mujer -le dijo Grant a Callie a modo de explicación.

Callie asintió y se preguntó si la mujer de Grant habría sido como la rubia. De ser así, ¿iba a estar Grant satisfecho con ella? Se iba a llevar una buena sorpresa porque Callie no tenía nada que ver con aquellas mujeres.

Callie decidió apartar aquellos pensamientos de su mente porque bastantes dudas tenía ya como para, además, ocuparse en aquellos momentos de aquel tema. En su cerebro ya no cabían más cosas. Tenía que tomar una gran decisión que iba a cambiar su vida.

Miró a Grant de manera penetrante y se preguntó si podría casarse con él, si podría vivir con él, hasta qué punto lo conocía.

«Lo conozco bastante bien», decidió.

Sí, lo cierto era que sabía muchas cosas de Grant Carver. Además, el hecho de que fuera increíblemente guapo ayudaba bastante.

¿Si hubiera sido bajito, gordo y feo se habría casado con él? Por suerte, no tenía que contestarse a esa pregunta.

– Bueno, tengo que volver a la oficina -estaba diciendo Grant mirando el reloj-. Tu vete a casa y piénsate bien todo esto.

– ¿De cuánto tiempo dispongo? -quiso saber Callie.

Grant se quedó pensativo.

– ¿Qué te parecen veinticuatro horas? -le propuso-. Pasaré a recogerte mañana a las cinco para ir a cenar. Hablaremos entonces.

Callie asintió.

– ¿Y no me vas a hacer una lista de tus defectos para que pueda tenerlos en cuenta? -le preguntó frunciendo el ceño.

Aquello hizo que Grant echara la cabeza hacia atrás y se riera.

– Por supuesto que no. Todo en mí es bueno, Callie. Todo va a salir bien.

«Todo va a salir bien».

Callie deseaba creerlo. Sin embargo, como todo en su vida le había salido mal, siempre se esperaba lo peor.

Por eso, a la mañana siguiente llamó a Grant para decirle que había decidido no seguir adelante con el proyecto.

– Ahora mismo voy -contestó Grant.

– No -se apresuró a decir Callie-. No serviría de nada. Voy a salir. Además, no puedes hacer nada para hacerme cambiar de parecer.

– ¿Por qué?

Callie tomó aire y suspiró.

– Hay un enorme obstáculo del que no hablamos ayer y, cuanto más pienso en ello, más me convenzo de que, tarde o temprano, daría al traste con nuestros planes por mucho cuidado que tuviéramos.

– ¿A qué te refieres?

– Al amor.

– ¿El amor? -se extrañó Grant-. Claro que hemos hablado de ese tema. Lo hemos dejado muy claro. Ninguno de los dos quiere que haya amor en esta relación.

– Una cosa es decirlo, una cosa es tener muy claro que nuestra relación va a ser única y exclusivamente un matrimonio de conveniencia del que los dos vamos a obtener un beneficio, un matrimonio reglado por la lógica, pero, cuando nos casemos, estaremos mucho tiempo juntos. ¿Qué pasaría si uno de nosotros perdiera la objetividad y…? Quiero decir que, ¿cómo podríamos garantizar que la cosa nunca pasará a mayores?

Grant se quedó en silencio unos segundos.

– Buena pregunta, lo admito. Es verdad que para seguir adelante con todo esto tendría que haber entre nosotros cierto afecto. Por lo menos, tendríamos que caernos bien.

– Yo creo que nos caemos bien -admitió Callie a regañadientes.

– Muy bien, pero ninguno de nosotros quiere una unión emocional. Tú no quieres volver a casarte, ¿no?

– Por supuesto que no -suspiró Callie pensando en Ralph-. Sin embargo, Grant, seguimos corriendo el riesgo de que… bueno, de que uno de nosotros empiece a gustarle el otro demasiado.

– Yo te aseguro desde ahora mismo que, en mi caso, no me va a suceder -contestó Grant-. No sé lo que sabes de mi matrimonio, pero te diré que Jan fue el amor de mi vida. En cuanto la conocí, supe que era la mujer con la que quería estar y que nuestra unión iba a ser para siempre -le explicó Grant-. Yo soy de esos hombres que se entregan para siempre. Por supuesto, tuvimos nuestros más y nuestros menos, pero era mi gran amor -añadió con voz trémula-. Cuando la perdí a ella y a nuestra hija, perdí mi vida.

Callie cerró los ojos. El dolor de Grant era difícil de soportar.

– Salí del hoyo porque mi abuelo me necesitaba -continuó Grant tras haber hecho una pausa para recuperar la compostura-. No quería defraudarlo porque él también lo había pasado muy mal en la vida, así que, poco a poco, conseguí salir de la oscuridad.

Callie se dio cuenta de que a Grant le costaba mucho hablar de todo aquello.

– Normalmente, no suelo hablar de mí tan abiertamente, pero me siento obligado a ser completamente sincero contigo. La decisión que tenemos que tomar es muy importante. Yo no me quiero volver a enamorar. Eso ya lo conozco. Lo que quiero es seguir adelante con mi vida.