Callie asintió. Grant estaba siendo completamente sincero con ella y ella creía sus palabras.
– Eso no quiere decir que no me muera por tener un hijo. No lo puedo explicar con palabras. Reconozco que, por una parte, me influye mucho el gran deseo que tiene mi abuelo de ver un heredero para la familia. Significaría mucho para él. Pero no es sólo eso. A lo mejor es algo que llevo en el ADN. La verdad es que no lo sé, pero necesito tener un hijo.
– Te comprendo perfectamente porque a mí me pasa lo mismo -murmuró Callie.
Grant permaneció en silencio, dejando que Callie reflexionara.
– Callie, por favor, piénsatelo bien. Te lo suplico.
Callie no contestó.
– Nos vemos esta noche, ¿de acuerdo? -dijo Grant.
– De acuerdo -contestó Callie colgando el teléfono.
Callie pensó en ello.
Aquella tarde, salió el sol y Callie, más optimista, pensó que las cosas no eran blancas o negras y el proyecto se le antojó de nuevo posible.
Al pensar sobre el asunto, se dio cuenta de que aquélla podría ser su última oportunidad. Tenía casi treinta años y no tenía novio, así que, a lo mejor, lo que le estaba proponiendo Grant era justamente lo que ella necesitaba.
Lo único que tenía que hacer era liarse la manta a la cabeza.
¡Bueno, si era sólo eso…!
Sí, lo iba a hacer. Se iba casar con Grant Carver para tener un hijo con él.
– Es un matrimonio de conveniencia -le dijo a Tina, que recibió la noticia con la boca abierta-. No es un matrimonio por amor.
Su amiga estalló en carcajadas.
– Claro, lo dices porque es imposible que te enamores de un hombre así, ¿verdad? -dijo entre risas.
Pero Callie estaba decidida a mantenerse firme. Al fin y al cabo, ya había estado casada con anterioridad y sabía en lo que consistía matrimonio.
Más o menos.
Grant pasó a recogerla a la hora a la que se habían citado y fueron a cenar al club de campo. No le preguntó por su decisión hasta que estuvieron sentados a una mesa redonda sobre una plataforma tan alta que se veía toda la ciudad de Dallas.
En aquella ocasión, estaban sentados muy juntos, no uno enfrente del otro a cada lado de la mesa. El sumiller les sirvió un maravilloso vino color rubí y Grant elevó su copa para hacer un brindis.
– Por las campanas de boda y las pisadas de un bebé por el pasillo -propuso con una sonrisa-. ¿Quieres brindar por ello, Callie Stevens?
Callie sabía perfectamente lo que le estaba preguntando. Lo miró a los ojos y sintió un escalofrío. Había llegado el momento de la verdad. Tomando aire, asintió y elevó su copa.
– Sí, Grant Carver -contestó-. Voy a brindar por esas dos cosas y, además, me voy a casar contigo.
La alegría que vio en los ojos de Grant hizo que a Callie se le formara un nudo en la garganta y que se le acelerara el corazón. Lo cierto era que era maravilloso sentirse deseada aunque solamente fuera en un matrimonio por conveniencia.
Por un instante, creyó que Grant iba a dejar la copa sobre la mesa, que la iba a abrazar y la iba a besar. Por supuesto, de haberlo hecho, Callie le habría dicho que no y lo habría apartado, pero lo cierto era que se le había acelerado el corazón.
Callie era consciente de que, por mucho que lo intentara, no iba a poder evitar sentir cierta excitación cuando estuviera con aquel hombre.
Por supuesto, no hizo falta que Callie hiciera ninguna llave de karate para mantener a Grant en su sitio porque Grant sabía controlarse sólito, pero su sonrisa la envolvió con la misma calidez que si hubieran sido sus brazos.
– Maravilloso -exclamó con un brillo especial en los ojos-. Has hecho una buena elección. Callie, vamos a ser una pareja genial.
«Ojalá», pensó Callie deseando que fuera cierto.
Estaban sentados muy cerca y sus cabezas se acercaron todavía más y así se quedaron hablando casi como si fueran novios, perdidos en un mundo propio.
El camarero les sirvió las ensaladas y los primeros platos, pato al horno para ella y carne a la brasa para él.
La comida resultó deliciosa y la música, muy romántica. Se oía el tintineo de la cristalería y el murmullo de los cubiertos de plata. A Callie le pareció que aquél era el entorno perfecto para lo que estaba ocurriendo en su vida y se sentía como si hubiera entrado en otro mundo, un mundo en el que todo era posible.
– ¿Cuándo lo vamos a hacer? -le preguntó a Grant.
– ¿Te refieres a cuándo nos vamos a dar el «sí quiero»? -sonrió Grant-. He hablado con un juez de paz que conozco para que nos case el miércoles que viene. Por supuesto, si a ti te parece bien. Así, tendremos tiempo más que de sobra para hacer los papeles. Tenemos que llevar dos testigos. Por mi parte, va a ir mi hermana Gena.
Callie asintió.
– Por la mía, irá Tina.
Grant se quedó mirándola con disgusto, lo que sorprendió a Callie.
– ¿Tan amigas sois? -le preguntó.
– Sí, nos conocemos de toda la vida -contestó Callie-. Verás, nuestras madres eran madres solteras y las dos murieron cuando éramos adolescentes. En aquellos momentos, ninguna teníamos familia. Nos conocimos cuando los Servicios Sociales nos mandaron a vivir a la misma casa de acogida con otros diez niños.
– ¡Dios mío! ¡No tenía ni idea de que hubieras tenido que pasar por eso! -exclamó Grant atónito.
Callie intentó sonreír, pero no le salió.
– Al principio, fue horrible -admitió-. Menos mal que conocí a Tina. Formamos una especie de familia entre las dos y eso nos permitió llevar las cosas mejor.
– Entiendo que, para ti, tu amiga es como para mí mi hermana -comentó Grant con aire resignado.
Callie asintió.
– Estaría dispuesta a hacer lo que fuera por ella.
A Callie le pareció que Grant parecía incómodo y no entendía por qué pero, en aquel momento, les sirvieron el postre y se olvidó del tema. El camarero les llevó Bananas Foster y flambeó el azúcar allí mismo hasta convertirla en caramelo.
– Esto está buenísimo -se relamió Callie-. Podría comerme uno de estos todos los días.
Grant no contestó y Callie levantó la mirada para ver qué sucedía. Se encontró con que la estaba mirando comer y aquello la puso nerviosa, así que decidió hablar de algo.
– Supongo que tendremos que fijar los detalles -propuso.
– Sí -contestó Grant-. Había pensado que nos fuéramos a vivir a mi casa hasta que naciera el niño. Por supuesto, tendrías que venir a verla para ver si te gusta…
– ¿Me voy a tener que mudar de casa? No había pensado en eso. ¿Y no podría seguir viviendo en la mía? -se alarmó Callie.
– Callie, vamos a estar casados y las parejas casadas viven juntas.
Grant tenía razón. Callie se sintió como una tonta. No había pensado en aquel tema. Era evidente que tenían que hacer parecer que aquel matrimonio era normal y corriente. ¿En qué estaba pensando?
– Tienes razón, pero quiero dormir en una habitación aparte.
Grant frunció el ceño.
– Si eso es lo que quieres -accedió sin embargo.
A Callie le sorprendió que no se opusiera.
– Creo que será lo mejor.
Grant se encogió de hombros y, a continuación, pensó en algo que los animara.
– Te he traído un regalo -dijo metiéndose la mano en el bolsillo-. Cierra los ojos.
– ¿Qué es? -preguntó Callie.
– Una sorpresa. Cierra los ojos.
Callie cerró los ojos y sintió que Grant le ponía algo en el dedo.
– Ahora estamos oficialmente prometidos.
Callie abrió los ojos y se quedó mirando el precioso anillo que tenía en el dedo índice.
– ¡Oh, Dios mío! ¡Qué bonito es! -exclamó sinceramente.
Efectivamente, el solitario de diamantes era espectacular.
– ¡Oh, Grant!
– Era de mi madre.
Callie se quedó helada.
– No puedo aceptar el anillo de tu madre en un matrimonio que es de conveniencia.
– No te preocupes, hay una cláusula en el contrato que firmaremos en la que se especifica que, si nos divorciamos, me lo tendrás que devolver -le explicó Grant.
– Pero…
– Mi madre murió hace casi un año. Le habrías gustado. Estoy seguro de que le habría encantado que me casara contigo.
Callie no supo qué decir. De alguna manera, aquel anillo no era normal y corriente. Era el anillo de la madre de Grant. ¿Y si lo perdía? En cualquier caso, era obvio que Grant no quería discutir aquella noche, así que Callie decidió dejar pasar el tema.
– Es precioso, Grant. Muchas gracias.
Grant sonrió.
Callie lo tenía tan cerca que sentía el calor que irradiaba su cuerpo y supo que la iba a besar. Incluso, a lo mejor, en aquella ocasión le permitía hacerlo. Lo miró a los ojos y esperó, pero Grant no se inclinó hacia ella y, de repente, le estaba hablando de las plazas de garaje, de las llaves de casa y de otro tipo de detalles de la vida cotidiana que iban a compartir.
Callie apenas lo oía. Había estado tan segura de que la iba a besar… por supuesto, no habría sido un beso apasionado porque no era aquél el lugar apropiado para la pasión y, de todas maneras, se suponía que la pasión no tenía nada que ver con su relación.
Sin embargo, a Callie le parecía que un sencillo beso para sellar el acuerdo al que habían llegado habría sido apropiado. Le había parecido tan apropiado que incluso había ladeado la cara para besarlo. Seguro que Grant se había dado cuenta.
Aun así, no la había besado.
A Callie le hubiera gustado creer que era porque tenía puntos en el labio, pero, de alguna manera, dudaba que hubiera sido por eso.
¿Querría eso decir que no sentía por ella absolutamente nada?
«Por supuesto que no, se supone que no tiene que sentir absolutamente nada por mí», se recordó Callie a sí misma diciéndose que el suyo iba a ser un matrimonio de conveniencia y no de amor.
Sí, aunque se enamorara de aquel hombre, tendría que tener aquello muy presente. ¿De dónde demonios había surgido aquel pensamiento? Sin duda, de sus miedos más profundos. Durante años, Callie se había repetido una y otra vez que no se enamoraría de nuevo jamás.
Había salido con hombres muy atractivos por los que no había sentido absolutamente nada y lo último que esperaba era enamorarse de Grant, pero ¿qué ocurriría si le sucediera? ¿Era una locura arriesgarse?
Tal vez, pero había tomado una decisión y la iba a mantener. Se jugaba mucho.
– ¿Te parece bien que pensemos en un médico? -le preguntó a Grant.
Grant la miró sorprendido.
– ¿No tienes un ginecólogo de confianza?
– Por supuesto, mi ginecólogo de toda la vida me llevará el embarazo, pero me estaba refiriendo al médico que vamos a utilizar para… bueno, ya sabes -contestó Callie encogiéndose de hombros y sorprendida porque se había sonrojado.
Grant frunció el ceño como si no diera crédito a lo que estaba oyendo.
– No sé a qué te refieres.
¿Por qué se lo estaba poniendo tan difícil?
– Bueno, para empezar, nos tendrán que hacer pruebas -contestó Callie intentando sonar delicada-. Además, vas a tener que… bueno, vas a tener que hacer un depósito de…
– Espera un momento -la interrumpió Grant mirándola fijamente-. ¿Crees que vamos a tener un hijo por inseminación artificial?
– Por supuesto -contestó Callie muy sorprendida.
– ¡Callie! -se rió Grant con tanta fuerza que varias personas se giraron hacia ellos-. Yo creo que somos perfectamente capaces de hacerlo nosotros solitos, ¿no te parece?
Callie estaba avergonzada pues varias personas los estaba mirando y allí estaba Grant diciendo que…
– ¿Nosotros solitos? -repitió Callie mirándolo confusa-. Ah, te refieres a…
– Por supuesto que me refiero a eso. Tú y yo. Juntos.
Grant se quedó mirándola fijamente, dándose cuenta de repente de que Callie no estaba de broma. No se le había ocurrido que Callie pudiera pensar que lo iban a hacer recurriendo a la inseminación artificial. Iba a tener que tratar aquel tema con prudencia.
– Por supuesto, depende de ti, pero yo creo que podríamos hacerlo de manera un poco más personal, ¿no?
Callie se mordió el labio. Le latía el corazón de manera acelerada. No se había dado cuenta de que… pero, por supuesto, Grant tenía razón. Una de las cosas que la habían echado para atrás sobre la inseminación artificial había sido que le había parecido muy fría.
– Después de todo, los dos hemos estamos casados ya y los dos tenemos experiencia en la cama, ¿no?
– La verdad es que… -contestó Callie mirándose las manos y sonrojándose.
– ¿Estás de broma? -se extrañó Grant-. Has estado casada antes.
– Sí, pero… -contestó Callie mirándolo con los ojos llenos de confusión, una confusión que emocionó profundamente a Grant-. Mi marido no podía… no…
¿Cómo explicarle que había estado casada con un hombre que la había tratado como si fuera una muñeca, una preciada posesión, y no una mujer de carne y hueso?
"Casada con el Jefe" отзывы
Отзывы читателей о книге "Casada con el Jefe". Читайте комментарии и мнения людей о произведении.
Понравилась книга? Поделитесь впечатлениями - оставьте Ваш отзыв и расскажите о книге "Casada con el Jefe" друзьям в соцсетях.