Bret respiró profunda y entrecortadamente. Se quedó lívido, con los puños apretados.
– ¿Han encontrado los restos del aparato? -preguntó con voz ronca.
– No. -Se secó los ojos y apretó la mandíbula-. No han recibido llamadas de socorro ni ha habido contacto por radio. Si hubiera hecho un aterrizaje de emergencia en alguna parte… -No tuvo que decirlo. Si Cam hubiera aterrizado, se habría comunicado por radio, pero aterrizar y estrellarse eran dos cosas muy diferentes-. Se ha iniciado la búsqueda.
El semblante de Bret se había vuelto gris y tenía los hombros caídos.
– Mejor… Supongo que debería llamar a Seth Wingate. -Volvió a su mesa para dejarse caer pesadamente en la silla y se puso a rebuscar en la agenda de teléfonos. Karen sacó rápidamente el archivo de la familia del ordenador y le dijo el número en voz alta.
– ¿Sí? ¿Qué ocurre? -Una voz ligeramente arrastrada lo saludó. De fondo sonaba un televisor con el volumen bastante alto.
¿Estaba ya borracho? Era media tarde.
– ¿Seth?
– El mismo que viste y calza.
– Bret Larsen de J &L. -Bret apoyó los codos en la mesa y se tapó los ojos con una mano.
– Pensaba que iba a llevar a esa zorra, perdón, a mi querida madrastra, a Denver hoy.
– Cam, el capitán Justice, se ha encargado de ese vuelo en el último momento. -Notó que le faltaba el aire, así que tragó una bocanada rápida. Tenía que acabar con esto-. Hemos perdido contacto con el avión. No han llegado a repostar a Salt Lake.
Increíblemente, Seth se rió.
– Me está diciendo gilipolleces.
– No. Se ha puesto en marcha el equipo de Búsqueda y Rescate. Ellos…
– Gracias por llamar -dijo Seth, riéndose de nuevo-. Supongo que algunas de mis jodidas plegarias han sido escuchadas, ¿eh?
Bret escuchó de pronto el pitido de la línea telefónica.
– ¡Cabrón! -bramó, luchando contra el deseo irrefrenable de lanzar el teléfono contra la pared-. ¡Hijo de puta! ¡Bastardo!
– Deduzco que no está disgustado -dijo Karen. Estaba todavía pálida, pero tenía los ojos sin lágrimas y el aspecto ojeroso y perdido de alguien que estaba pasando por una gran conmoción.
– El hijo de puta se ha reído. Ha dicho que sus plegarias habían sido escuchadas.
– Quizá con algo de ayuda de su parte -apostilló ella con intenso odio.
Lo primero que hizo Seth fue quitarle el sonido al televisor y llamar a su hermana Tamzin. Cuando contestó pudo darse cuenta, por los gritos y el chapoteo que se oían de fondo, de que estaba al lado de la piscina vigilando a sus dosmocosos. No le gustaban sus sobrinos ni tampoco su hermana; pero en este frente, por lo menos, estaban unidos.
– No te lo vas a creer -ronroneó satisfecho-. Parece que el avión de Bailey se ha estrellado volando a Denver.
Al igual que él, su primera reacción fue de risa.
– ¡Me estás tomando el pelo!
– Acaba de llamar Bret Larsen. Se suponía que iba a ser él su piloto, pero en su lugar llevaba el avión el otro, el alto.
– ¡Oh, Dios mío, eso es estupendo! No puedo creer… Quiero decir, sé que no deberíamos celebrarlo, pero ella ha sido tan… ¿Cómo te las has arreglado?
Una furia instantánea lo invadió. Era tan malditamente estúpida… Tenía identificador de llamadas; sabía que él estaba llamando desde un móvil, que era evidentemente poco seguro, ¿y decía algo así? ¿Estaba tratando de que lo detuvieran?
– No sé de qué me estás hablando -dijo fríamente.
– Ah, vamos. ¡Madison, no hagas eso! Te dejaré sin ir a jugar si… -gritó de repente-. ¡Mira lo que has hecho ahora! ¡Mamá está toda mojada! ¡Ya está bien! ¡No puedes traer a nadie a casa durante un mes!
Incluso por el teléfono, Seth podía oír el odioso lloriqueo de su sobrina, un sonido particularmente irritante, mientras se lanzaba de forma inmediata a una campaña para agotar a su madre y restablecer sus derechos. Tamzin nunca cumplía ninguna de sus amenazas, y sus hijos lo sabían perfectamente. Todo lo que tenían que hacer era llorar el tiempo suficiente y Tamzin cedía sólo para que se callaran. Seth se pellizcó el puente de la nariz.
– ¿No puedes hacer que se calle? Suena como el silbato de una locomotora.
– Hoy están volviéndome loca.
«No se necesita mucho», pensó él, cínicamente.
– Entonces, ¿qué hacemos? -preguntó Tamzin-. ¿Tenemos que reclamar el cadáver o algo así? Porque no me importa si está enterrada o no. No voy a gastar un céntimo en su funeral.
– No haremos nada todavía. Están buscando el avión.
– ¿Quieres decir que ni siquiera saben dónde está?
– ¿Y por qué otra razón lo iban a estar buscando? -soltó él con furia.
– ¿Cómo saben que se ha estrellado si desconocen dónde está? Lo lógico es que alguien se dé cuenta cuando un avión desaparece de la pantalla del radar.
Él empezó a explicarle que los vuelos de este tipo no iban a la misma altura que los de la aviación comercial y no eran rastreados por radar hasta que se aproximaban a un espacio aéreo controlado; pero decidió ahorrarse el esfuerzo.
– No se ha presentado en la parada programada para repostar combustible.
– Entonces, ¿podría no haberse estrellado? ¿No están seguros? -En su voz se notaba la desilusión.
– Están todo lo seguros que se puede estar.
– Entonces, ¿cuándo tendremos el control del dinero?
– Cuando se encuentren los cadáveres y se expida un certificado de defunción, supongo. -En realidad no tenía ni idea; los asuntos legales podrían tardar algún tiempo antes de resolverse.
– ¿Cuánto llevará eso? Es ridículo que no tengamos control sobre nuestro propio dinero. Odio, odio absolutamente a papá por hacerme esto. Tengo que aparentar ante todos mis amigos que la dejamos vivir en la casa por la bondad de nuestro corazón y que soy cuidadosa con el dinero, cuando la verdad es que ella reparte cada céntimo como si fuera suyo.
– No lo sé -dijo él con impaciencia-. Llama a tu abogado si quieres averiguarlo ahora mismo.
– Además, no me voy a poner de luto, y no voy a aparentar que lo siento.
– Claro, claro, yo tampoco. -De repente no pudo soportar hablar con ella ni un minuto más-. Te avisaré cuando averigüe algo más concreto.
– Podías haber llamado antes. He tenido un día espantoso y si me hubieras dicho esto por la mañana habría estado de mejor humor.
Seth desconectó el teléfono y en un ataque de ira lo arrojó contra la pared. Lo que había empezado como pura satisfacción ahora le dejaba un sabor amargo en la boca. Se dirigió al baño para beber un vaso de agua y se quedó mirando fijamente al espejo como si no se hubiera visto nunca antes, preguntándose si los demás verían en él a alguien capaz de matar para conseguir sus fines. Su boca se hizo más fina cuando la apretó y se dio la vuelta, alejándose de su propia imagen en el espejo. Volvió al salón, tomó el whisky que estaba bebiendo, el tercero del día, y se lo llevó a la boca. Entonces, sin llegar a beber, lo volvió a dejar. Necesitaba tener la cabeza despejada, así que eso significaba que, de momento, ya había tenido suficiente whisky.
Tendría que ser muy, muy cuidadoso, o su deslenguada y estúpida hermana lo llevaría a prisión.
Capítulo 12
Bailey dio un paso atrás para inspeccionar el resultado de su trabajo; y no porque estuviera entusiasmada por su belleza. El «refugio» -esperaba que fuera lo suficientemente resistente para denominarlo así- era una colección tan variopinta de cosas sin orden ni concierto y de forma tan extraña, que hasta un país del Tercer Mundo lo hubiera rechazado. Le temblaban las rodillas; después de aquel enorme esfuerzo estaba al borde del desmayo.
Sentía latir sus sienes y tenía tanta sed que la boca parecía de algodón. Derretir nieve en la boca sólo le proporcionaba un breve alivio, y además le hacía sentir más frío aún. También tenía hambre. Le dolía todo el cuerpo, y cada movimiento provocaba una protesta de sus músculos. Estaba tan mareada que, al final, se había visto obligada a andar a gatas, lo que significaba que los pantalones de su chándal se habían mojado con la nieve y ahora le restaban aún más calor de su cuerpo.
Pero al menos había terminado, y ella y Justice tenían un lugar donde dormir que, si no se les venía abajo, les proporcionaría algo de protección contra el frío nocturno. Y eso no había sido fácil.
Pertrechada únicamente con la navaja de Justice para cortar, había tenido que usar todos los troncos y ramas rotos que pudo encontrar. El avión había destrozado muchas ramas, pero no todas habían sido cortadas de cuajo. Algunas las había podido arrancar, pero no pudo permitirse el lujo de gastar demasiada energía o tiempo en ninguna de ellas. Recoger un par de ramas rotas del suelo, aunque no fueran tan fuertes como una que aún estaba colgando, era mucho más fácil que intentar cortarlas con una navaja.
Tras elegir un espacio alargado entre unos cuantos árboles que se apretujaban hacia el lateral cóncavo de una roca, bastante recomendable sobre todo porque era plano y no había raíces que sobresalieran del suelo, había retirado tanta nieve como le había sido posible y cubierto el espacio limpio con un entramado formado con las ramas más flexibles. Los árboles parecían todos abetos de hoja perenne, así que las ramas con sus agujas formarían una buena capa acolchada entre sus cuerpos y el suelo.
Probablemente lo había empezado al revés, pero en aquel momento creyó que era mejor empezar por la cama y después construir el refugio a su alrededor para poder visualizar mejor el tamaño que debería tener. Como él había dicho, cuanto más pequeño, mejor. Como estaba concentrada en hacer el refugio lo suficientemente largo para que él pudiera estirar las piernas, se puso de pie junto a Justice y midió su estatura cuidadosamente poniendo un pie delante del otro. Era un poco más largo que siete de sus pies desde el talón hasta el dedo.
Él no dejó de mirarla durante todo el proceso, con el ceño ligeramente fruncido.
– ¿Está haciendo alguna especie de prueba de alcoholemia?
– Estoy midiéndolo. Tiene aproximadamente un par de centímetros más de siete pies; de mis pies reales, no de los pies de treinta centímetros. No quiero hacer un refugio demasiado corto para usted.
Trató de hacer la cama unos centímetros más larga que esa medida, o habría que decir más bien que intentó hacer un lado más largo, porque el espacio libre estaba ligeramente torcido a causa de la colocación de los árboles. Imaginó que ella ocuparía el lado más corto.
Sobre el entramado de ramas y agujas puso el almohadillado de gomaespuma que había quitado de los asientos del avión e imaginó que estaría más mullido que los sacos de dormir. Dadas sus preferencias, sin embargo, había cogido el saco, al menos así tendría más calor. Permanecer caliente durante la noche sin una hoguera sería un verdadero desafío.
Cuando tuvo el almohadillado en su sitio, empezó a trabajar con las ramas más largas. Obviamente necesitaba una especie de armazón, por lo que precisaría el rollo de cinta para sujetar las ramas, pero se sintió un poco reacia a usarlo. El rollo era pequeño y se acabaría pronto. Si usaba tiras de ropa para atar el armazón y no daba resultado, al menos podría volver a utilizarlas, mientras que la cinta, una vez usada, ya no servía para nada.
La chaqueta de seda estropeada era perfecta para hacerla jirones.
Al principio, trató de hacer un armazón en forma de V invertida, pero aquello resultó estar más allá de su capacidad constructora, lo cual no era sorprendente. Cuando la rudimentaria estructura se desplomó por tercera vez, decidió dejar de perder el tiempo en aquel empeño.
Volvió al lugar donde se encontraba Justice acostado bajo el montículo de ropa y se agachó junto a él.
– ¿Recuerda cuando dije que era un desastre como constructora? -preguntó.
Él entreabrió los ojos.
– ¿Es ésa su forma de decirme que vamos a dormir a la intemperie esta noche?
– ¡No, es mi forma de pedirle ayuda! Déme algunas instrucciones, sugerencias, algo. Si tiene alguna experiencia en esto, ya sabe más que yo.
– Creía que había ido a hacer rafting antes.
– Sí, pero me gustaría señalar que no se hace rafting en la cumbre de una montaña nevada.
– ¿No ha montado nunca una tienda de campaña?
Ella soltó un sonido burlón.
– Era estudiante. Por supuesto que no. Dormíamos en sacos de dormir en torno a una hoguera.
– Bien. -Pensó durante un momento-. ¿Qué tipo estaba tratando de construir, con armazón en «A» o de apoyar?
– Un armazón en «A». No puedo lograr que se tenga en pie.
– Haga primero la base. Trace los lados más prolongados con dos ramas largas paralelas, después ponga encima las ramas cruzadas para apuntalar, una a cada lado, y asegure las cuatro esquinas.
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