– Cansada, pero bien. ¿Y tú?
– Igual. ¡Prepárate! -Pronunció aquellas palabras mientras los rodeaba la gente. Logan y Peaches abrazaron a Bailey, que se sintió zarandeada por ambos lados. Peaches se echó a llorar, y Bailey estuvo a punto de hacerlo también, pero se contuvo. Logan la estrechó con fuerza rodeando a las dos con los brazos, pero ella pudo sentir que temblaba. Miró fugazmente hacia Cam, que también estaba siendo rodeado por el grupo de bienvenida. Vio a Karen darle un puñetazo en el pecho, como castigándolo por haberla preocupado; después, con una sonrisa, Cam abrió los brazos y ella estalló en llantos mientras se dejaba abrazar.
– Estás muy delgada -estaba diciendo Peaches mientras se secaba las lágrimas.
– Es la nueva dieta -dijo Bailey-. La Dieta del Accidente de Avión. Siempre funciona.
– ¿Tienes hambre? -preguntó Logan deseoso de poder hacer algo, y traer comida entraba en esa categoría.
– Me estoy muriendo de hambre. Creo que he comido una tonelada de comida hoy, pero unos minutos después de comer tengo otra vez hambre.
– Entonces salgamos. Compraremos algo de camino a tu casa. Te pondré al tanto de lo que pasó con Tamzin y tú puedes contarnos lo del accidente. Tengo un millón de preguntas.
Bailey miró a su alrededor buscando a Cam de nuevo.
– Todavía no. No sin Cam, en todo caso. Ni siquiera os he presentado. -Pudo ver que Logan mostraba cierta reticencia, y era natural que tuviera reservas con respecto a la rapidez con que ella y Cam se habían comprometido, pero Bailey le palmeó el brazo-. No te preocupes tanto. En realidad vamos por… nuestra cita número veinticinco. O quizá sea la trigésima en este momento, no he echado las cuentas. Pero nos conocemos mucho mejor de lo que crees.
– ¿La trigésima cita? ¡No sabía que estuvieras saliendo con él! -exclamó Peaches desconcertada mientras todo el mundo empezaba a entrar en el edificio-. ¡Nunca dijiste ni una palabra!
Bailey vio que Cam estaba organizando las cosas, enviando a la mayoría de la gente de vuelta a sus ocupaciones después de agradecerles que le hubieran dado la bienvenida y diciéndoles que tenía mucho trabajo por delante. Aunque no lo hacía abiertamente, ahora que lo conocía, ella veía esa actitud tranquila pero férrea de mando que le resultaba tan natural como respirar. Incluso con la cara llena de cardenales y la cabeza vendada, llevaba la autoridad como una segunda piel y la gente seguía sus instrucciones sin dudar, sin notarlo siquiera.
Sin embargo, unos cuantos elegidos entraron en la oficina de J &L: Bret, Karen, MaGuire. Cam dejó la puerta abierta y, con la mano tendida, invitó a pasar a Bailey, así que Logan y Peaches entraron también. Ella se dirigió inmediatamente hacia Cam y le presentó a su familia. Él y Logan se estrecharon las manos, con cautela por parte de Logan, con tranquilidad por la de Cam. A pesar de todo lo que les quedaba todavía por resolver, Bailey en ese momento se sentía inmensamente feliz.
Cam vio que Bailey se encontraba bien. Parecía tan frágil esa mañana… Le dio la sensación de que se había agotado hasta la extenuación y que no había podido sacudirse la preocupación, aunque la comida había ayudado mucho a revivirla.
– ¿El café está recién hecho? -le preguntó a Karen. Quería que se atendiera a Bailey antes de ocuparse de sus otros asuntos urgentes.
– Acabo de hacerlo. -Sus ojos todavía estaban brillantes por las lágrimas, pero resplandecía-. ¿Quieres un poco?
¿Karen le estaba ofreciendo café? Debería morirse más a menudo, pensó Cam.
– Ahora mismo. Pero si no te importa, asegúrate de que Bailey tenga algo de comer y beber, cualquier cosa de la máquina será suficiente.
Karen sonrió abiertamente.
– ¿Bailey? -preguntó en voz baja, acercándosele para que nadie más oyera-. ¿Ya no es la señora Wingate?
– Me dio parte de la comida y del agua que teníamos para mantenerme vivo -dijo él-, privándose ella. Así que ahora la llamo Bailey. -Al menos eso es lo que había sucedido durante el primer día. Después, él ya se había asegurado de que ella comiera y bebiera tanto como él.
Vio un destello repentino en los ojos de Karen y supo que había añadido mentalmente a Bailey en la lista de las personas que estimaba, lo que significaba que Bailey comería aunque Karen tuviera que sentarse sobre ella y obligarla. Considerando que se había pasado el día comiendo sin parar, no creía que hubiera que llegar a esos extremos.
Se acercó a Bailey y le rozó el brazo para llamar su atención.
– Voy a hablar con Bret unos minutos -dijo.
Ella apretó suavemente la mano, examinando su expresión, lo mismo que él había hecho, preocupándose de él. Él suponía que esa costumbre se relajaría cuando pasaran unos días, pero ahora estaban todavía demasiado cerca de su calvario, y en cierto sentido se encontraban aún en una situación de supervivencia, lo que significaba que tenían que ocuparse el uno del otro.
Llamó la atención de Bret con un ligero movimiento de cabeza. La oficina de su socio estaba más cerca, así que se dirigieron allí. Cam cerró la puerta tras ellos. Probablemente era la primera vez que esa puerta se cerraba desde que empezaron el negocio.
Se volvió hacia su mejor amigo, el hombre que había sido como un hermano para él durante años.
– ¿Por qué lo has hecho? -preguntó.
Bret se derrumbó en su silla, cerró los ojos y hundió la cabeza entre las manos. Su cara había envejecido mucho desde que Cam lo vio por última vez, tenía arrugas que no estaban allí hacía seis días.
– Mierda -dijo con tono sombrío-. Por dinero. Ha sido por dinero. Tengo unos problemas serios con unos matones… -Se interrumpió, sacudiendo la cabeza-. Sabía que lo descubrirías. Cuando esta mañana nos hemos enterado de que estabas vivo y habías salido de esas malditas montañas, lo supe. Era imposible que no hubieras escarbado por allí examinado los restos del avión, que no hubieras buscado la razón que había provocado el accidente.
Cam mantuvo su cólera bajo control con voluntad de hierro. Aunque deseaba golpear a Bret, hacerlo trizas literalmente, quería más respuestas. El dolor vendría después, lo sabía, dolor por la pérdida de la amistad que habían tenido, pero tendría que esperar el momento oportuno.
– Creí que había sido Seth hasta que MaGuire me habló del transpondedor y la radio. Eso era demasiado complicado, tenía demasiadas implicaciones, era más de lo que él podía haber hecho. Se te fue la mano.
– Sí, tengo la costumbre de pasarme. -Bret levantó la cabeza; en la expresión de sus ojos se vislumbraba la profundidad del remordimiento-. Fue un impulso. Cuando Seth llamó ese día, vi una oportunidad, y estaba desesperado, así que la aproveché.
– ¿Cómo simulaste tu enfermedad?
– Soy alérgico a los gatos, ¿recuerdas? Me mantengo alejado de ellos, ni siquiera salgo con una mujer que tenga uno. Así que fui a un refugio de animales, cogí un gato y lo acaricié, me froté la cara contra él.
Cam sabía que Bret era alérgico a los gatos, lo sabía desde hacía tanto tiempo que no pensó en ello; Bret era tan cuidadoso en evitarlos que Cam nunca lo había visto con una reacción alérgica hasta el día en que había ocupado su lugar en el vuelo de Bailey. Aunque hubiera pensado de inmediato en una alergia, no habría sospechado, porque una reacción alérgica no es algo fuera de lo normal.
– No me paré a reflexionar -dijo Bret con aire cansino-, simplemente lo hice. Era mi única salida. El dinero de tu seguro de vida me sacaría del apuro. Era como… No podía pensar en otra cosa, sólo en conseguir ese dinero. Pero cuando Karen me dijo que el avión se había perdido de repente, fue real. Te había matado. Había asesinado a mi mejor amigo. Eso me impactó, y todo lo que pude hacer fue vomitar bilis.
Lo extraño era que Cam le creía. Bret era impulsivo, tendía a concentrarse en metas a corto plazo.
– Pensé que el avión se incendiaría -continuó Bret-. Siempre hay unos litros de combustible que se quedan en el depósito sin poderse utilizar. Y aunque hubiera alguna evidencia, sabía que Seth sería el sospechoso, por esa estúpida llamada telefónica, pero además de eso no había nada que lo relacionara con el avión. No creía que pudieran arrestarlo.
– MaGuire dijo que fuiste tú el que señaló que el avión no llevaba suficiente combustible.
– Sí. Pensé que si era yo el que hacía esa observación, nadie sospecharía que había provocado el accidente. -Bret se pasó las manos por la cara, después se enfrentó a la mirada de Cam-. ¿Y ahora qué? -preguntó, poniéndose de pie-. Cuando creí que estabas muerto, que te había asesinado, hice lo que pude para cubrirme las espaldas. Pero tú eres un piloto demasiado bueno para morir fácilmente, ¿verdad? No sabía si reírme o llorar cuando recibimos la noticia. Supongo que hice las dos cosas. Pero estaré de acuerdo con la forma en que quieras llevar este asunto. Me entregaré, si eso es lo que quieres.
– Eso es lo que quiero. -Cam no se doblegaba. No había forma de echarse atrás, no dejaría que los años de amistad y los buenos tiempos lo ablandaran, porque algunos caminos sencillamente no pueden volverse a recorrer-. Intento de asesinato, fraude al seguro… Pagarás en la cárcel durante algún tiempo.
– Sí. Si no me liquidan antes. Pero ya da lo mismo. -Bret tenía el aspecto de un hombre que nunca se perdonaría a sí mismo. Eso era bueno para Cam, porque él tampoco le perdonaría nunca.
– Hay algo más -dijo.
– ¿Qué? -preguntó Bret.
Cam le dio un puñetazo en la cara con tanta fuerza como pudo, poniendo en él toda la rabia que había ido conteniendo. La cabeza de Bret se movió con un chasquido y su cuerpo se estrelló contra la silla, volcándola junto a la papelera. Terminó tirado en el suelo en medio de la basura esparcida.
– Eso es por haber intentado matar a Bailey también -dijo Cam.
De todas las personas que Bailey esperaba ver ese día, Seth Wingate no era precisamente una de ellas. Pero allí estaba, de pie en el umbral de la casa de su padre justo antes de la medianoche.
Ella estaba haciendo la maleta, o más bien estaba buscando los pocos objetos personales que le quedaban en la casa, porque Tamzin había vaciado el armario de Bailey y había tirado su ropa, y todo aquello que sabía con seguridad que pertenecía a Bailey. También había destrozado la casa. Bailey se encontraba tan furiosa que estaba barajando la idea de llamar a la policía, pero se estaba dando tiempo para tranquilizarse antes de hacerlo.
Las últimas horas habían sido un auténtico cataclismo. Todavía le costaba aceptar que Bret hubiera intentado matar a su socio a causa del dinero del seguro, y si a ella le costaba pensar en ello, podía imaginarse lo duro que era para Cam. Bret parecía abrumado por la culpa, pero eso no cambiaba los hechos. MaGuire se había ocupado de todo, aunque se había quedado tan conmocionado como los demás. Bret había ido voluntariamente con MaGuire a la policía para entregarse. Pero los aspectos legales que implicaba deshacer la sociedad y la posibilidad o no de continuidad de Executive Air Limo estaban aún en el aire. Si sobrevivía sería simplemente como Executive Air Limo, porque ya no habría J &L.
Bailey tenía algunas ideas sobre eso, pero, por otra parte, quería pensarlo más a fondo. También tenía que reconsiderar su decisión sobre la administración de los fideicomisos, ahora que sabía que Seth no había sido el que había tratado de matarlos. Por otra parte, cuando descubrió lo que Tamzin había hecho le entraron ganas de cometer un asesinato y desentenderse de ambos. La única decisión que no había cambiado era que no quería pasar otra noche en aquella casa que no era suya.
Logan y Peaches la acompañaban, al igual que Cam. Habían venido a ayudarla a hacer las maletas, pero quedaba muy poco de sus pertenencias. Cam también estaba lívido de ira, pero tanto Logan como Cam se controlaban. Peaches era la única que parecía al borde de un serio ataque de nervios, y Logan la estaba vigilando mientras se movía furiosa de una habitación a otra.
Ahora Seth estaba allí, y aunque sabía que no había tratado de matarla, no le apetecía lidiar con él en ese momento. Abrió la puerta de un tirón y se quedó plantada en la entrada, sin invitarlo a entrar. Detrás de ella, oyó a Cam, que se acercaba y se ponía a su lado.
Pero Seth no hizo ningún intento de entrar. A pesar de que habitualmente a aquella hora ya debería haber estado en su segundo o tercer bar, no tenía aspecto de venir borracho. De hecho parecía sobrio, lo cual la asombró. Iba vestido de un modo sencillo, con pantalones y un jersey, su pelo negro estaba bien cortado y peinado y su aspecto era inexpresivo.
– Mucha gente cree que yo causé el accidente -dijo con brusquedad-. Sólo quería decirte que no lo hice.
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