La siguiente vez que volvió a la superficie, se esforzó y se concentró hasta que finalmente pudo doblar los dedos de la mano izquierda.

Al principio fue consciente sólo de cosas pequeñas, cosas inmediatas: lo difícil que era moverse, el brazo derecho como si algo lo estuviera cortando, la necesidad de toser de nuevo. Impregnándolo todo estaba el dolor, insistente e inquebrantable. Le dolía todo el cuerpo, como si hubiera caído…

No. El avión…, el avión se había estrellado.

La percepción de la realidad la invadió, mezclada con el asombro y la turbación. El avión se había estrellado, pero estaba viva. ¡Estaba viva!

No quería abrir los ojos, no quería ver la gravedad de sus heridas. Si le faltaba alguna parte del cuerpo no quería saberlo. Si era así, moriría de todos modos. Por conmoción y pérdida de sangre, en esa aislada cumbre a kilómetros y horas de cualquier posible rescate. Quería solamente quedarse allí con los ojos cerrados y dejar que ocurriera lo que tenía que suceder. Todo le dolía tanto que no podía imaginar moverse y arriesgarse a un dolor más intenso.

Pero había algo molesto que entorpecía su respiración, y el brazo derecho le dolía realmente en el lugar donde se le clavaba algo punzante. Tenía que moverse, tenía que alejarse de allí. Fuego. Siempre había riesgo de incendio en un accidente de avión, ¿verdad? Tenía que moverse.

Gimiendo, abrió los ojos. Al principio no pudo enfocar bien la mirada; todo lo que podía ver era una difusa mancha marrón. Parpadeó repetidamente y finalmente la mancha se convirtió en una especie de tela. Seda. Era su chaqueta de seda, que le cubría la mayor parte de la cabeza. Levantó el brazo izquierdo con esfuerzo y se las arregló para apartarla de los ojos. Sonaron unos trozos de cristal cuando el movimiento los desplazó.

Bien. Su brazo izquierdo funcionaba. Eso estaba bien.Trató de ponerse derecha, pero algo iba mal. Nada estaba en su sitio. Hizo algunos esfuerzos débiles e inútiles por sentarse y después emitió un sonido sordo de frustración. En vez de forcejear como un gusano en un anzuelo, tenía que analizar la situación, ver exactamente a qué se estaba enfrentando.

Era difícil concentrarse, pero tenía que hacerlo. Respirando profundamente, miró a su alrededor, tratando de entender lo que veía. Niebla, árboles, destellos ocasionales de cielo azul. Vio sus pies, el izquierdo sin zapato. ¿Dónde estaba su otro zapato? Entonces, como un relámpago, le golpeó el cerebro otro pensamiento. ¡El capitán Justice! ¿Dónde estaba? Levantó la cabeza lo más posible y lo vio inmediatamente. Estaba desplomado en su asiento, con la cabeza caída hacia delante. No podía distinguir sus rasgos; estaban cubiertos por lo que parecía ser un mar de sangre.

A toda prisa trató de enderezarse, sólo para volver a caer hacia atrás. Su posición la confundía. Estaba acostada en el suelo de la cabina… No, no era así. Se concentró todo lo que pudo, forzando a su cerebro a hacer un balance de la realidad tangible de su posición, y bruscamente las cosas cobraron significado. Estaba todavía sujeta a su asiento por el cinturón de seguridad y acostada contra el lado derecho del avión, que estaba apoyado en un ángulo bastante pronunciado. No podía levantarse porque tenía que impulsarse hacia arriba y hacia la izquierda, y le resultaba imposible hacerlo a menos que usara los dos brazos, pero tenía el brazo derecho atrapado y no podía liberarlo a menos que retirara el peso que había sobre él.

Si Justice no estaba muerto, lo estaría pronto si ella no conseguía ayudarlo. Salir del asiento. Eso era lo que tenía que hacer. Con la mano izquierda buscó a tientas el cinturón de seguridad y abrió la hebilla. Cuando el cinturón se liberó, la parte inferior de su cuerpo rodó sobre el asiento y cayó con un golpe doloroso que la hizo gemir de nuevo, pero el cinturón aún estaba enredado en el hombro. Forcejeó para liberarse y se las arregló para ponerse de rodillas.

Con razón sentía que algo se le clavaba en el brazo derecho: así era. De su tríceps sobresalía un fragmento triangular de metal. Sintiéndose irracionalmente ofendida por la herida, tiró del trozo y lo arrojó lejos, después reptó hacia delante hasta acercarse a Justice. El ángulo en que se encontraba apoyado el avión hacía difícil mantener el equilibrio aunque ella no hubiera estado mareada y soportando dolores y heridas, pero apoyó el pie derecho en el costado del aparato y se impulsó hacia arriba para llegar al escaso espacio que quedaba entre los asientos de los dos pilotos.

Oh, Dios, había tanta sangre… ¿Estaba muerto? Había luchado tan duramente para hacer caer el avión en un ángulo que les permitiera sobrevivir que ella no podría soportar que le hubiera salvado la vida y hubiera muerto en el intento. Con mano temblorosa se estiró y le tocó el cuello, pero su cuerpo estaba demasiado conmocionado por el esfuerzo que había supuesto dejar de temblar y no pudo saber si él tenía pulso o no. «No puedes estar muerto», susurró desesperadamente mientras colocaba la mano bajo su nariz para ver si podía sentir su respiración. Le pareció que sí respiraba y miró fijamente su pecho. Finalmente vio el movimiento ascendente y descendente, y el alivio que la invadió fue tan intenso que casi estalla en lágrimas.

Estaba todavía vivo, pero inconsciente y herido. ¿Qué debía hacer ella? ¿Debía moverlo? ¿Y si se había lesionado la columna? Pero ¿y si no hacía nada y se desangraba?

Apoyó la cabeza dolorida contra el lateral del asiento de él, sólo durante un momento. «¡Piensa, Bailey!», se ordenó. Tenía que hacer algo. Tenía que ocuparse de lo que sabía que estaba mal en él, no de lo que tal vez estuviera mal, y sabía con seguridad que estaba perdiendo mucha sangre. Así que lo primero era lo primero: detener la hemorragia.

Miró hacia arriba, buscando algo a lo que agarrarse mientras trepaba hacia delante, hacia el interior de la cabina del piloto; pero no había nada allí. El ala izquierda y la mayor parte del fuselaje de ese lado habían desaparecido, arrancados como si un abrelatas gigante hubiera abierto el aparato. No había nada a lo que asirse excepto los bordes de metal destrozado, afilados como una cuchilla. A través del agujero sobresalía parte de la rama tronchada de un árbol.

No había nada más al alcance, así que agarró la parte alta del asiento de Justice y se impulsó hacia arriba, deslizándose entre lo que quedaba del techo y la parte alta del asiento del copiloto. La mejor posición en la que podía ponerse era en cuclillas, con los pies apoyados contra la puerta derecha.

– Justice -dijo, porque había leído en alguna parte que las personas inconscientes a veces aún podían oír y responder a su nombre. No sabía si era verdad o no, pero ¿qué daño podría hacer?-. ¡Justice! -repitió más insistentemente, mientras le agarraba los hombros y trataba de ponerlo derecho. Era como tirar de un tronco. Su cabeza cayó hacia un lado, la sangre goteaba de su nariz y su mejilla.

Tirar de él no iba a servir de nada. Su cinturón de seguridad lo mantenía en su sitio, pero ella estaba trabajando contra la gravedad. Necesitaba liberar el cinturón y sacarlo del asiento, tratar de sacarlo del avión.

Como le había pasado a ella, él caería, del asiento en cuanto soltara el cinturón, pero era un avión pequeño; la distancia era de unos sesenta centímetros, como mucho. Aun así, el fuselaje se había plegado hacia dentro en el lado del copiloto y una rama de árbol había perforado todo el revestimiento de metal como una estaca a través del corazón de un vampiro. El extremo afilado de la rama formaba un ángulo hacia atrás, en vez de apuntar hacia arriba, pero no quería correr el riesgo de que él pudiera quedar empalado, así que miró a su alrededor buscando algo que poner sobre la rama.

Lo primero en lo que pensó fue en su bolso, pero no lo veía. Estaba a la izquierda del asiento, así que pudo haber salido volando cuando esa parte del avión se había partido. Todo lo que había disponible era su chaqueta de seda, sucia y manchada de sangre. Retorciéndose, gruñendo por el esfuerzo, se las arregló para agarrar una manga y arrastrarla hacia ella. La prenda era fina, casi no pesaba. La seda era fuerte, pero lo que necesitaba en esa situación era algo voluminoso para cubrir el extremo afilado de una rama, no una tela que se pudiera tensar.

Le llegó la inspiración. Rápidamente se inclinó hacia delante y se quitó el zapato que le quedaba, un mocasín de diseño muy caro, y lo metió en la punta que sobresalía. Después dobló su chaqueta y la puso sobre la rama como relleno adicional.

– Bueno, Justice, vamos a moverle de este asiento -dijo suavemente-. Después trataré de sacarle del avión, pero lo primero es lo primero. Cuando suelte tu cinturón de seguridad va a caer un poco, unos treinta centímetros. ¿Preparado? -Probablemente caería sobre ella, dado lo extremadamente limitado del espacio, y entonces quedaría apresada, sin espacio para escapar. Estaba realmente en una mala posición. Suspirando, trepó sobre el lado superior del asiento hacia la parte de atrás de nuevo.

En lo más profundo de la garganta de él sonó un gemido bajo.

Ella saltó, tan sobresaltada por el quejido que casi grita.

– Oh, gracias a Dios -susurró para sí misma mientras se ponía derecha. En un tono ligeramente más alto que el normal volvió a decir su nombre-: ¡Justice! Despierte si puede. No puedo sacarlo del avión sola; tiene que ayudarme todo lo que pueda. Ahora voy a soltar el cinturón, ¿de acuerdo?

Mientras hablaba extendió la mano hacia arriba y a su alrededor, buscando la hebilla, deslizando los dedos por el tejido del cinturón, hasta que encontró el metal. Un rápido movimiento en el cierre y él cayó como una piedra sobre su costado derecho, libre de la sujeción, con la cabeza y los hombros descansando en el suelo, sus largas piernas aún dobladas sobre el tablero y enredadas en los controles.

– ¡Maldita sea! -gimió ella. Aquella posición no era mejor; él le daba la espalda y aún no podía verle mucho la cara ensangrentada. Ni había espacio para que ella se metiera delante de él para descubrir de dónde venía la sangre.

Bailey respiró profundamente unas cuantas veces, preguntándose cómo iba a manejar aquella situación. El aire que inspiró era frío y cargado del aroma de los pinos. El efecto fue casi como una bofetada. Una vez más hizo balance de su situación. No podía arrastrarlo hacia arriba; era demasiado pesado y la inclinación del avión, excesiva. Por otra parte, si pudiera abrir la puerta del copiloto, podría sacarlo por ahí. Examinando la rama que sobresalía, vio que en realidad había entrado por la cabina frente a la bisagra de la puerta, así que no constituía un obstáculo. Pero por la forma en que estaba inclinado el avión, la portezuela podía estar bloqueada. Atisbo por las ventanas manchadas del lado derecho, que estaban tan rayadas que casi no podía ver a través de ellas, y mucho menos apreciar si algo obstruía el paso desde el exterior.

La ventana del copiloto tenía batiente. Si pudiera abrirla… La acción siguió directamente al pensamiento, pero el marco estaba curvado lo suficiente para que no funcionara el batiente de la ventana, y no podía apoyarse para hacer palanca sobre ella. Levantó el puño con frustración y golpeó la ventana, pero lo único que consiguió fue hacerse más daño.

– Maldita sea, maldita sea. ¡Maldita sea! -Soltó aire con desesperación. Si no podía abrir la ventana, probablemente tampoco conseguiría abrir la puerta-. Por otra parte -se dijo en voz alta-, ¿por qué estoy perdiendo tiempo con la ventana cuando necesito abrir la puerta? Si lograra empujar la portezuela, no necesitaría abrir la ventana.

Sentía como si estuviera pasando por alto unos cuantos aspectos obvios, que su cerebro estaba trabajando sólo a medio gas, pero estaba haciéndolo lo mejor que podía en esas circunstancias. Sentía todo el cuerpo como si la hubieran aporreado con ensañamiento, le dolía la cabeza y le sangraba el brazo. Pensaría lo mejor que pudiera, y al que no le gustara que se largara.

Largarse. Muy divertido. Ja, ja. No había nadie allí a quien le gustaran o le dejaran de gustar sus decisiones -aparte de Justice, y él no estaba en situación de hacer comentarios-, así que su retahila de lamentaciones era totalmente inútil.

Las piernas. Las piernas eran mucho más fuertes que los brazos, y ella era más fuerte que la mayoría de las mujeres gracias a todas las horas de ejercicio. Era capaz de levantar casi doscientos kilos con sus piernas. No era una enclenque y no debía actuar como si lo fuera. Si la puerta estaba atascada, tal vez pudiera empujarla y abrirla con las piernas.

El alto cuerpo de Justice le estorbaba, pero pensó que podía hacer palanca en algún sitio. Antes de colocarse en posición, sin embargo, se inclinó a un lado y tiró de la manilla para ver si el pestillo cedía. Notó resistencia, como de metal contra metal, pero había contado con ello y tiró más fuerte. Finalmente el pestillo cedió, pero la puerta permaneció en su sitio. Tampoco le sorprendió.