La furia apasionada de su temperamento brilló en sus mejillas. Cathryn le dio la espalda y precipitadamente se puso la ropa interior. ¡Maldición! No importaba lo que ella hiciera, él ganaba. Si se vestía, hacía lo que él había dicho. Si no se vestía, sabía que estarían en la cama en cuestión de segundos. Tener que admitir ante sí misma que no tenía la fuerza de voluntad para resistirse a él le dejaba un amargo sabor en la boca. Cualquier abstinencia que guardaran era por el poder de voluntad de él. Y Rule tenía mucho de eso. Había estado imponiendo su voluntad a todo el mundo durante años.

Cuando metió los brazos en las mangas de la camisa, las manos masculinas se acercaron a sus hombros y delicadamente la giró para ponerla frente a él. Rápidamente ella alzó la vista y no se sorprendió al ver su expresión reservada, su cara pétrea. Apartó las manos de ella y él mismo abotonó la camisa, los dedos demorándose sobre las suaves elevaciones de sus pechos. Cathryn inspiró profundamente e intentó controlar el deseo que la inundó, haciendo que sus pezones le dolieran y que se fruncieran tensos bajo el encaje del sujetador.

– ¿Rompería nuestro trato si te besase? -murmuró con dureza.

Cathryn se dio un susto cuando comprendió que el hombre estaba ferozmente enfadado con las restricciones que ella había puesto. Rule estaba acostumbrado a tener a una mujer siempre que necesitaba una, y el celibato lo irritaba. El saber que ella podía contrariarlo la hizo sonreír. Observándolo, evitó responder directamente.

– ¿Sólo un beso?

Por un momento pareció que Rule iba a explotar de furia. La mirada que la dirigió era tan violenta que dio un paso atrás, dispuesta a gritar a pleno pulmón si se le acercaba. Entonces él se controló, refrenando su temperamento y forzándose visiblemente a relajarse.

– Voy a tenerte otra vez -prometió suavemente, haciendo que mantuviera la mirada-. Y cuando lo haga, voy a compensar todo este tiempo, así que prepárate.

– ¿Lo pondrías por escrito? -preguntó igual de suavemente con tono burlón.

– Lo pondría por escrito.

– Es extraño; nunca hubiera pensado que fueras rudo con una mujer.

Una sonrisa iluminó repentinamente sus sombríos rasgos.

– No hablaba de ser rudo, cariño. Hablaba de satisfacer un montón de deseos.

La hacía el amor con palabras, seduciéndola con recuerdos. Su corazón se aceleró cuando pensó en la noche que habían pasado juntos. Tragó y abrió los labios para concederle el beso que pedía… todos los besos que quisiera… pero él se adelantó dando media vuelta y alejándose bruscamente.

– Vístete, Cat. Ahora. Estaré abajo.

Temblando, estuvo un momento contemplando la puerta que Rule había dejado abierta tras su salida. Quedó allí ansiándolo, deseando que volviera. Luego salió de su niebla sensual y se puso los vaqueros y las botas; le temblaban las manos de arrepentimiento y alivio. ¿Cómo había podido negarse Rule una satisfacción sexual? Seguro que se había dado cuenta que ella había estado temblando al borde la rendición, pero él se había echado atrás. ¿Por qué ella había amenazado con marcharse? ¿Tanto quería que se quedase?

Después de cepillarse los dientes y desenredarse el pelo, bajó las escaleras e irrumpió en la cocina, repentinamente asustada de que no la hubiera esperado. Estaba sentado desgarbadamente en la mesa, bebiendo poco a poco una taza de café. Algo titiló brevemente en sus ojos cuando ella entró, pero lo ocultó con rapidez antes de que pudiera leerlo. Su estomago dio un desagradable salto cuando vio a Ricky sentada al lado de él. Murmurando los buenos días, se sentó y cogió la taza de café que Lorna colocó enseguida ante ella.

Ricky arqueó una ceja.

– ¿Por qué te has levantado tan temprano? -preguntó sarcástica.

– La he despertado -indicó Rule bruscamente-. Ella viene hoy conmigo.

La bonita cara de Ricky se contrajo en un ceño.

– ¡Pero yo pensaba ir contigo otra vez!

– Puedes ir donde quieras -dijo Rule sin levantar los ojos de su café-. Cat viene conmigo.

Cathryn lo miró, preocupada por el modo en que él dejaba a un lado a Ricky, cuando sólo el día antes ellos dos habían estado riéndose juntos mientras descargaban el camión. Una rápida mirada a Ricky rebeló un tembloroso labio inferior, signo de que había intentado imponerse y de que había sido vencida.

Lorna puso ante ellos los platos llenos, haciendo que todos se concentraran en la comida, cosa que Cathryn agradeció. Rule comió con su buen apetito de costumbre, aunque Cathryn y Ricky hicieron poco más que picotear sus alimentos, al menos hasta que Rule alzó la vista y frunció el ceño cuando vio el plato aún lleno de Cathryn.

– Ayer no comiste nada -dijo de forma significativa-. Te comerás todo lo que tienes en el plato aunque tenga que alimentarte yo mismo.

Encantadoras imágenes de huevo chorreando por la cara masculina bailaban malvadamente en la mente de Cathryn, tentándola, pero las rechazó a regañadientes. Rápidamente se tragó el desayuno, se bebió de un golpe el café y se puso en pie de un salto. Dándole una patada en el tobillo, le dijo rabiosa:

– ¿Por qué tardas tanto?

Oyó tras ella a Lorna que sofocaba rápidamente una risita. Rule se elevó en toda su altura, sujetó la muñeca de ella con los dedos y la arrastró tras él. Se detuvo en la puerta trasera para encasquetarse en la cabeza un sombrero negro bastante estropeado, luego agarró otro y se lo puso a Cathryn. Ella lo señaló dándole un golpe y dijo malhumoradamente.

– Éste no es mi sombrero.

– Pues que pena -refunfuñó él mientras la arrastraba por el patio hacia el establo.

Cathryn se resistió cada centímetro del camino, forcejeando con la muñeca y tratando de soltarse el brazo. Cuando eso no resultó intentó ponerse a su altura para ponerle la zancadilla, pero tampoco resultó, ya que seguía manteniéndola sujeta y haciendo que caminara detrás de él. Le vino fugazmente a la cabeza el pensamiento que debía satisfacerlo la costumbre de llevarla arrastrando a través del patio y se preguntó lo de que debían pensar los trabajadores del rancho de eso. La imagen mental de caras masculinas sonriendo ampliamente le dio la fuerza suficiente para liberar su muñeca con una violenta torsión.

– ¡No soy un perro para que me lleves a todas partes atada a una cadena!

– Es estos momentos creo que una cadena sería lo más adecuado para ti -gruñó suavemente-. ¡Maldita gatita montesa pelirroja! Te niegas a que te toque, pero todo lo que haces es provocarme. Nunca creí que llegases a burlarte de mí, pero puede que hayas cambiado mientras has estado lejos.

Consternada, Cathryn clavó los ojos en él.

– ¡Yo no me burlo de ti!

– ¿Eso quiere decir que ibas en serio cuando me has dado permiso?

– ¡No te he dado nada! -negó con vehemencia-. Sólo mira el modo en que te has comportado esta mañana… y ayer, también. Tú exiges que todo sea fácil. Estoy enfadada contigo… no, estoy furiosa. Enfurecida. ¿Me he explicado?

Rule parecía asombrado.

– ¿Qué es lo que he hecho ahora?

De refilón, Cathryn vio a Lewis Stovall apoyado negligentemente en la puerta del establo, y aún más, sonreía de oreja a oreja, lo que probablemente quería decir que encontraba toda la situación muy divertida. Inspiró y evadió la pregunta de Rule diciendo:

– Ya es hora de que empecemos -y rodeándolo entró en el establo.

Estaba segura de que sólo la presencia de Lewis y de otros trabajadores hizo que Rule se controlase. Ella ensilló su montura, escogiendo el caballo castrado gris que había montado el primer día que llegó a casa. Después de que Rule montase sobre su enorme caballo castaño, la guió por los pastos, y mirando la tensión de sus anchos hombros, Cathryn supo que no había olvidado el tema de la conversación anterior. ¡Vuelve a sacarla!, pensó con ferocidad. ¡Tenía algunas cosas que decirle al señor Rule Jackson!

Capítulo 6

Él sólo esperó hasta que estuvieron fuera del alcance del oído de los otros antes de guiar a su caballo cerca del de ella y decir con una peligrosa calma.

– Más vale que me des una buena explicación.

Cathryn le dirigió una feroz mirada con los ojos entrecerrados.

– Lo mismo va por ti -contestó con rabia-. Por ejemplo, ¿por qué estabas besándote y abrazándote con Ricky ayer tarde, y en cambio esta mañana la has tratado como a un trapo sucio? ¿Fue una representación en mi beneficio?

Una repentina diversión iluminó sus oscuros ojos.

– Ricky nunca ha hecho nada en tu beneficio.

– ¡Deja de jugar conmigo, maldita sea! -dijo furiosa-. Ya sabes lo que quiero decir.

– Estás celosa -habló él arrastrando las palabras, parecía tan satisfecho consigo mismo que Cathryn casi explotó de cólera.

– ¡No lo estoy! -gritó-. ¡Por mí puedes salir con todas y cada una de las mujeres de Texas! Quiero saber porque fuiste ayer tan amistoso con ella y hoy la has tratado como a un perro sarnoso. En el pueblo corre el rumor de que te acuestas con Ricky -se sintió enferma sólo con decir las palabras, y sus manos se tensaron en las riendas, haciendo que el caballo gris se agitase y sacudiera la cabeza.

– Oh, te preocupa, bien -contestó él-. ¿Por qué si no has cogido tal rabieta esta mañana?

Cathryn ignoró la provocación de ese comentario, sin ser ya capaz de preguntarle sin rodeos.

– ¿Alguna vez has hecho el amor con Ricky? -preguntó con voz áspera; luego tuvo que tragarse una repentina oleada de náuseas. ¿Que iba a hacer si lo admitía, si sólo con sólo pensar en él tocando a otra mujer hacía que se sintiera enferma? No podría soportarlo.

– No -dijo sencillamente, ignorando completamente de que la cordura de ella dependía de su respuesta-. Pero no por falta de oportunidades. ¿Eso contesta a tu pregunta? ¿O tienes algo más de lo que acusarme? Seguramente soy sospechoso de haberme liado con toda aquella mujer del condado que haya sido abandonada.

Cathryn casi se estremeció por el sarcasmo. Rule normalmente no discutía, pero cuando lo hacía tenía una lengua mortífera. Sus ojos oscuros eran enormes y muy tristes.

– Ricky está enamorada de ti -dijo. No había querido decirlo, aunque luego pensó que lo más seguro es que él lo supiera. Ricky no era una mujer sutil.

Él bufó.

– Ricky no ama a nadie más que a sí misma. Va de hombre a hombre del mismo modo en que una mariposa va de flor en flor. ¿Pero por qué debería preocuparte quién calienta mi cama? Tú no quieres compartirla. Incluso me dijiste que me buscara a alguien cuando necesitar sexo.

La garganta de Cathryn se cerró cuando lo miró desvalida. ¿Acaso era tan ciego? ¿No podía ver que cada centímetro de su cuerpo lloraba por él? Pero gracias a Dios que no lo veía, porque si supiera como se sentía nunca sería capaz de controlarle… o a sí misma. Quería estar segura de él; quería confiar en él antes de que se viera tan involucrada que no le quedara ninguna defensa, pero se sentía presionada por todos lados para lanzar su precaución al viento. Si ella no lo reclamaba, Ricky lo haría; si ella no le daba satisfacción sexual, alguien más lo haría.

Rule frenó a su caballo y se inclinó sobre agarrando las riendas de ella y deteniendo al caballo gris.

– Mira -dijo con toda claridad, sus ojos oscuros eran ilegibles bajo el ala de su sombrero negro-. Necesito el sexo. Soy un hombre normal, sano. Pero soy yo el que controla mis necesidades, no ellas las que me controlan a mí. No deseo a Ricky. Te deseo a ti. Esperaré… un poco.

La furia repentina le devolvió la voz y apartó de un manotazo la mano masculina que sujetaban las riendas.

– ¿Y entonces qué? -escupió ella-. ¿Saldrás a vagabundear como un gato?

Se movió a toda velocidad, la mano enguantada salió disparada y la atrapó por la nuca.

– No tendré que vagar -canturreó dulcemente con una nota peligrosamente sedosa en su voz-. Sé exactamente donde está tu dormitorio.

Ella abrió la boca para gritarle y él se inclinó, absorbiendo las furiosas palabras con su boca, cuando la acercó aún más, la mano de acero sobre su cuello, manteniéndola justo donde quería.

Cathryn se estremeció, caliente, suave, los labios moldeándose a los movimientos del hombre, saboreando el sabor a café de su boca cuando permitió la entrada de su lengua. La mano de él oprimía suavemente sus pechos, luego empezó a vagar hacia su estómago. Era incapaz de detenerlo, ni siquiera podía pensar en hacerlo, su cuerpo esperaba obedientemente las caricias. Pero el caballo de él no estaba de acuerdo con la situación y se alejó corcoveando del caballo castrado, obligando a Rule a soltarla para afianzarse en su montura de nuevo. Calmó al semental con un murmullo, pero sus ojos la quemaron con un oscuro fuego.

– No tardes mucho en decidirte -la aconsejó suavemente-. Estamos perdiendo mucho tiempo.