Cuando terminó, su hermana le dijo:

– Está claro que no habéis visto las noticias de la tarde.

– No hemos tenido tiempo, Brooke.

– Es una pena.

– Hemos estado tratando de ponernos en contacto contigo.

– Entonces, ¿cuánto tiempo tenemos?

– Hasta el martes.

– ¿El martes? ¿La has contenido hasta el martes? Cielo santo, ¿qué le has prometido?

– Todo.

– Oh, vaya. Pobre mujer -dijo Brooke riendo-. Debe ser como tener el Santo Grial en las manos para que luego vaya y desaparezca.

– ¿Te importaría explicarnos de qué estás hablando? -dijo Fitz empezando a perder la paciencia.

Pero Brooke volvió a reírse.

– Piénsalo, querido. Mientras Bron, en mi lugar, le estaba prometiendo a Angie Makepeace revelarle todos mis oscuros secretos, con fotos incluidas, yo estaba dando una conferencia de prensa en Heathrow.

– Pero se pondrá furiosa, pensará que lo hemos hecho deliberadamente. Ella…

– No, no lo hará. No sabrá qué creer y no se atreverá a publicar nada por si hace el ridículo -dijo Brooke encogiéndose de hombros-. Supongo que será mejor llamarla mañana y hacer las paces con ella, dejarla publicar una historia sobre como yo tuve una hija cuando era estudiante y tuve que abandonarla, pero que ahora que nos hemos vuelto a reunir, la llevaré ajuicio si publica cualquier foto de Lucy.

– ¿Se puede hacer eso?

– Es una menor, Bron. Tiene derecho al anonimato.

– ¿Es así de sencillo?

– Probablemente no. Puede que sea una buena idea si desaparecéis un par de meses, hasta que se pase toda la excitación.

– ¿Qué excitación? ¿Sobre qué era la conferencia de prensa?

– He hecho una raya en el suelo, Bron. No me has podido localizar porque he estado ocupada al cien por cien consiguiendo el dinero para comprarle una tierra a ciertos ganaderos en el borde de la selva del Amazonas. Y pienso comprar mucha más. Lo único que necesito es dinero, montones de dinero, así que le estoy ofreciendo a la gente la posibilidad de invertir en el futuro del planeta, de comprar su propio trozo de selva para conservarla.

Luego sonrió y añadió:

– ¿Os apunto a vosotros?

– Que sean tres partes. Lucy querrá su propio pedazo de planeta.

– ¿De verdad?

– Cree que eres impresionante.

– ¿En serio? Entonces, en vez de comprarle el terreno, Fitz, ¿por qué no me dejas que ponga el fondo a su nombre? ¿El fondo de Lucy? ¿El Fondo de Lucy Fitzpatrick? Tú decides.

Se tomó entonces lo que quedaba de whisky en su vaso y se levantó.

– Mirad, llevo mucho tiempo de viaje y luego he tenido que conducir más de lo que debía estar permitido a nadie en el trasto que Bron tiene por coche. Estoy agotada. No os importa si me doy una ducha y luego me acuesto, ¿verdad? Tengo que marcharme realmente temprano mañana…

– Tú misma -dijo Fitz agitando una mano en dirección a las escaleras.

– Ya sabes dónde está todo. Y Brooke, yo también creo que eres bastante impresionante.

Bron sintió como si un volcán fuera a entrar en erupción dentro de su cabeza. Brooke había resuelto la situación y se había sentido como en su casa. Y Fitz se lo estaba permitiendo. ¿Iba a aceptarla de nuevo como si tal cosa? ¿Es que él no había estado escuchando? Brooke no se iba a quedar a jugar a la madre afectuosa. Bueno, pudiera ser que Fitz no supiera lo que era bueno para él, pero ella sí y no estaba dispuesta a dejar que su hermana le fastidiara de nuevo la vida.

Se puso en pie repentinamente.

– Espera -le dijo a su hermana-. Yo te haré la cama de la habitación de invitados mientras te duchas.

– Gracias, Bron. Hacer camas nunca se me ha dado bien.

– Ni quedarte mucho en ellas una vez hechas.

– Perdónanos, Fitz, creo que estoy a punto de recibir una charla sobre responsabilidades.

Tomó a su hermana del brazo y la hizo subir las escaleras, allí Bron le dijo:

– Por Dios, Brooke, esto no es cosa de risa. ¿Es que Lucy no te importa?

– Me importa lo suficiente como para habérsela dejado a Fitz. Él es un hombre cariñoso, querida. Como tú. Se preocupó por mí y sabía que lo haría por mi hija.

– Deberías haberla llevado a casa.

– Tú ya tenías bastante que hacer -dijo Brooke.

– Mira, Brooke, no había nada que impidiera que la cuidaras tú.

– Yo no soy así. Soy la egoísta, ¿recuerdas? No es algo de lo que esté orgullosa, pero sabía que no estaba dispuesta a dejar a un lado mi vida por unas pocas y estúpidas semanas de enamoramiento. Habría abortado si Fitz no me lo hubiera impedido -dijo Brooke haciendo una mueca-. Entonces pensé que, bueno, yo ya había cumplido con mi deber y la daría en adopción, pero Fitz… La vio una vez y… bueno…

Bron vio el brillo de las lágrimas traidoras en los ojos de su hermana a pesar de esas duras palabras y pasó de estar furiosa con ella a sentir tristeza por ella, por todo lo que había dejado a un lado.

– Oh, ven aquí -dijo abriendo los brazos.

Brooke se abrazó a ella y así permanecieron.

– Me gustaría ser como tú, Bron.

– No, no te gustaría. Y yo me alegro. Tú eres especial, diferente. Algunos de nosotros hemos nacido para cambiar pañales y otros lo habéis hecho para cambiar el mundo. Lo comprendo. De verdad.

– ¿En serio?

Brooke se enjugó una lágrima y añadió:

– Tal vez sí lo comprendas. Tú siempre me has comprendido mejor que nadie. Incluso mejor que mamá. Lamento no haber estado allí contigo, Bron. Debería haber estado. Pero estaba buscando el dinero para comprar esas tierras y, sinceramente, pensé que no era más que otro ataque de los que le daban a mamá. Cuando lo supe ya era demasiado tarde. Y además, ¿qué podía hacer yo entonces en casa? Se me necesitaba allí…

– No podías haber hecho nada. No había nada que pudieras hacer, de verdad. Hiciste bien quedándote donde te necesitaban.

– ¿Tú lo crees así?

– Ella lo comprendió, querida. Estaba muy orgullosa de ti.

Miró entonces abajo y vio a Fitz mirándolas. ¿Qué estaría viendo? ¿A su amor perdido volviendo a él? ¿El gran error que había cometido esa tarde yendo a por la hermana?

– Todos estamos orgullosos de ti. Vamos, estás cansada. Date esa ducha.

– ¿Cómo es ella, Bron?

Bronte dudó y luego le dijo:

– Es preciosa. Se te parece mucho. Y tiene los ojos de mamá.

– ¿De verdad?

– Y tiene mi habilidad y delicadeza con las manos.

– ¡No! -exclamó Brooke sonriendo-. ¡Pobre Fitz!

– Juanita Calamidad Dos. Los genes han aparecido de nuevo.

– ¿Y su cabello? ¿Es también rubia?

– No. Lo tiene más oscuro. No tanto como Fitz, más castaño. Y también tiene sus rizos.

– Ah -dijo Brooke mirando a Fitz-. No lo sabe. No se lo has dicho.

– ¿Qué tiene que saber?

Bron se dio cuenta de que iba a saber algo desagradable y miró a su hermana antes de añadir: -¿Qué es lo que él no me ha dicho?

– Que Fitz no es el padre de Lucy, Bron.

Capítulo 10

– ¡Abajo! ¡Ahora mismo!

Fitz había subido los escalones de tres en tres e hizo un gesto airado hacia la puerta de Lucy, que siempre dejaba entreabierta por si lloraba.

Estaba mirando fijamente a Brooke, que se había puesto mortalmente pálida bajo la piel bronceada.

– ¡Oh, cielos!

– ¡Ni una palabra más!

– Ella está ahí -dijo él suplicándole a Bronte con la mirada que apartara a Brooke de la puerta.

– Mi pequeña…

– Ahora no, Brooke.

Entonces él vio horrorizado como Brooke se derrumbaba contra Bron.

– Vamos, querida. Te acostaré.

Lo miró y entonces se dio cuenta de que, al contrario que Brooke, ella no sabía dónde estaba la habitación de invitados.

Él las condujo a la parte trasera de la casa y les abrió la puerta. Sintiéndose inútil, se pasó una mano por la cabeza cuando las dos hermanas se dirigieron al cuarto de baño. -Quédate con ella. Yo haré la cama -dijo.

– Gracias.

Luego Bron cerró la puerta, pero no antes de que él pudiera oír el llanto contenido durante años por Brooke Lawrence.

Hacía todos esos años él había esperado que ella se diera cuenta de su error y volviera a reclamar a la pequeña que él había estado manteniendo por ella. Bueno, ahora Brooke había vuelto y la única sensación de él era un profundo y terrible miedo de que lo que él tanto había deseado se volviera realidad.

Cuando estaba inundado de pañales y deudas, sin poder ir a trabajar, él habría agradecido su vuelta para aliviarlo del problema en que se había metido sin dudarlo ni por un momento.

Ahora Lucy era parte de su vida, tanto que no se la podía imaginar sin ella. Era su hija de todas las maneras, salvo en el pequeño detalle de la concepción.

Siguió mirando a la puerta cerrada del cuarto de baño, de donde salía el sonido amortiguado del llanto. Entonces, incapaz de soportarlo por un momento más, se fue a por las sábanas al armario del pasillo.

De paso miró a la puerta de Lucy, avanzó un paso hacia ella, pero se contuvo. Si se hubiera despertado y oído las voces, habría llamado. Si entraba a mirar, la podía despertar y ese no era el momento para que conociera a su madre de verdad. No con Brooke en ese estado lamentable.

Cuando terminó de hacer la cama, llamó a la puerta del cuarto de baño.

Se abrió la puerta un poco y Bron se asomó.

– Estaré abajo -le dijo-, por si me necesitáis. ¿Quieres que haga té o café?

Fue a marcharse y ya estaba en la puerta cuando Bron lo llamó.

– Fitz…

Él se volvió.

Ella había estado llorando con su hermana y le brillaban los ojos. Estaba preciosa. No como Brooke, no con una belleza tan cuidada. La belleza de Bronte era interior. Verlas juntas había sido una revelación. Ahora no sabía cómo había podido confundirlas. Entonces se dio cuenta de que no lo había hecho, de que, en lo más profundo de su ser, siempre había visto la diferencia. Deseó abrazarla y decírselo, pero ella mantenía la puerta como una barrera entre ellos.

– Ve a ver cómo está Lucy, asegúrate de que está dormida, de que no ha oído… lo que ha dicho Brooke.

Él asintió y Bron volvió a cerrar la puerta.

Deseó echarla abajo y explicarle todo. Debería haberlo hecho esa misma tarde, en vez de acostarse con ella. Ahora todavía había más secretos entre ellos.

Salió de allí y pasó de nuevo por delante de la puerta de Lucy. Sólo se oía su tranquila respiración, pero abrió un poco más la puerta para ver con seguridad que estaba bien.

Se quedó mirándola por un largo momento mientras recordaba toda su vida con ella. Su primera sonrisa, sus primeros pasos, su primer accidente…

– ¿Por qué estás llorando, papá? ¿Te has hecho daño?

Ella había abierto los ojos y lo estaba mirando.

– No -dijo él enjugándose las lágrimas que se le habían saltado.

Luego se sentó a su lado en la cama.

– Sólo estaba recordando cómo eras de pequeña.

– ¿Cosas malas o buenas?

– Todo. Cómo llorabas cuando te salieron los dientes. Lo graciosa que estabas cuando se te empezaron a caer. Cosas como ésas.

Lucy se apartó para dejarle más sitio y él se quitó los zapatos y subió los pies a la cama.

– Josie va a tener una hermanita, ¿lo sabías? He pensado que nosotros podríamos tener otro si mamá se queda con nosotros -le dijo Lucy.

Ya estaba. No más mañanas…

– Lucy…

– Ni siquiera me importaría que fuera un niño.

– Eso está bien, porque te tendrías que conformar con lo que fuera.

– Oh, bueno, siempre podéis tener otro…

– Lucy… Tengo que decirte algo. Es importante, así que quiero que me escuches atentamente. Es acerca de la chica que fue al colegio el día del deporte, de la que ha venido hoy a casa.

– ¿De mamá?

Ya estaba metido en el lío, pensó. Ahora sólo tenía una forma de salir de él. No había forma de suavizar el golpe.

– No es tu madre, Lucy.

Lucy frunció el ceño mientras trataba de entender aquello.

– Pero tú dijiste que Brooke Lawrence era mi madre.

Lucy estaba claramente decepcionada. Él no le había mentido nunca.

– Y lo es, Brooke Lawrence es tu madre, pero la chica que vino al colegio, la que ha venido hoy… bueno, ella no es Brooke. Se llama Bronte. Es la hermana de Brooke y tu tía.

El rostro de Lucy reflejó su sorpresa.

– Oh, mi tía…

– Ella abrió tu carta por error, ya ves; y entonces, bueno, como Brooke estaba fuera y no quería que te sintieras decepcionada, decidió acudir ella en su lugar.

– ¿Son gemelas?

– ¿Qué? Oh, no, sólo hermanas, pero se parecen mucho. Y hacía mucho tiempo que yo no veía a tu madre… Pero eso no es excusa. Debería habértelo dicho en cuanto me di cuenta. Bronte quiso que lo hiciera, pero yo le dije que era mejor esperar a mañana. Pero algo ha sucedido esta noche y ahora no creo que deba esperar a mañana. No ahora que estás despierta.