– Y por el caballero de blanca armadura que acudió en mi auxilio -añadió ella con una risilla.
La expresión de Liam se alteró ligeramente y, por un segundo, Ellie pensó que había dicho alguna inconveniencia. Pero luego Liam sonrió e hizo chocar su copa contra la de ella.
Ellie dio un sorbo, mirándolo por encima del borde de la copa. El líquido corrió con suavidad por la garganta, le calentó un poco la sangre, ayudándola a relajarse. Pero sabía que no debía tomar más de una copa. Ya le estaba costando bastante mantener las distancias. Sobre todo, estando bajo los efectos de Liam Quinn.
Capítulo 3
– ¿Más vino? -Liam agarró la botella y llenó la copa de Ellie sin esperar a que respondiera, Estaba guapísima bebida. Tenía la cara sonrojada, los ojos encendidos y no dejaba de inclinarse hacia adelante sobre la mesa, ofreciéndole una vista generosa de sus pechos, bajo el escote pronunciado del jersey.
– No debería beber más -dijo ella con una risilla-. Mi límite son dos copas.
Liam tuvo la delicadeza de no señalar que había alcanzado su límite hacia tres horas. La botella estaba vacía y lo más probable sería que Ellie Thorpe despertara con una resaca de campeonato al día siguiente.
Por lo general, no le gustaba aprovecharse de una mujer que había bebido de más. Pero esa noche no tenía la cabeza en el sexo… aunque no podía negar que había pensado en levantar a Ellie y llevársela al dormitorio. Le resultaba muy atractiva la forma en que una mujer se comportaba cuando no tenía conciencia de su sexualidad.
Su sonrisa, el modo de estirar la mano para tocarlo cada dos por tres, la manera de pasarse la lengua por los labios después de un sorbo de vino… todo en conjunto lo estaba volviendo un poco loco. Pero Ellie actuaba con absoluta inocencia, sin advertir el efecto que estaba provocando en él,
Liam la miró meter el dedo en el pastel de chocolate que había servido de postre y luego llevárselo a la boca. No pudo evitar imaginar lo que esa boca podría hacer por él, lo que esos labios harían sobre su cuerpo, el sabor de su lengua, Tragó saliva. Estaba siendo una prueba demasiado dura. Sabía lo suficiente de mujeres como para tener la certeza de que podría acostarse con Ellie esa noche con que se lo pidiera.
Pero antes de dar ese paso tenía que resolver un par de cosas… y eso si llegaba a darlo. Toda vez que había conseguido achisparla, necesitaba hacerla hablar. Sobre su trabajo en el banco. Sobre Ronald Pettibone. Y sobre los doscientos cincuenta mil dólares que Sean sospechaba que había robado.
– Háblame de tu trabajo en Nueva York. ¿Qué le llevó a dejar una ciudad con tantos atractivos para venir a Boston? -preguntó con naturalidad.
– No quiero hablar de Nueva York -contestó ella-. Tengo malos recuerdos de un hombre muy malo. O de cuatro o cinco hombres malos… he perdido la cuenta.
– ¿Y el tipo de esta mañana? -preguntó Liam, incapaz de contener la curiosidad. Había notado algo entre los dos, algo que sugería algún tipo de relación anterior. No había parado de preguntarse quién podría ser aquel hombre. Lo había mirado con atención, pero no se parecía a la foto que tenía de Pettibone-. ¿Era uno de los hombres malos?
– Era… No es nadie -contestó Ellie con el ceño fruncido. Luego esbozó una sonrisa perversa-. ¿Los hombres de Boston son mejores? Dime que sí, por favor.
– No lo sé. Quizá tengas que contarme un poco más de los de Nueva York para poder comparar.
– ¿De quién quieres que te hable? Si te cuento, ¿prometes ir a Nueva York y pegarles una paliza a todos?
– Lo pensaré -Liam rió-. ¿Por qué no me hablas del hombre por el que decidiste marcharte?
– Ese era Ronald -dijo arrugando la nariz-. Ronald Pettibone. Y te digo una cosa: no sé por qué siempre me fijo en tipos estúpidos. Mejorando, lo presente, por supuesto.
– ¿Qué te hizo?
– Hizo que me enamorara de él. Después me convirtió en algo que nunca he querido ser. Y luego me dejó tirada. Y luego tuvo la cara de pedirme que le devolviese todos los regalos que me había hecho.
Liam la miró a la cara. No parecía una delincuente en absoluto. Pero sí parecía una mujer capaz de hacer cualquier cosa por amor. Y, a veces, esa clase de mujer podía ser más peligrosa que una con tendencias delictivas.
– Cualquier hombre que te deje tirada tiene que ser un estúpido.
– Gracias -Ellie esbozó una sonrisa luminosa y le dio un pellizquito en la mano-. Eres muy amable. ¿A ti te han dejado tirado alguna vez?
– Unas cuantas -mintió Liam.
– Deberías leer un libro buenísimo que tengo -Ellie se levantó y fue hacia una librería que tenía en la pared opuesta. Pero el vino y la rapidez del movimiento hicieron que las rodillas le fallaran. Liam saltó de la silla y la sujetó antes de que se cayera al suelo.
– Creo que será mejor que dejemos el libro para otra ocasión -murmuró mientras se la acercaba al cuerpo hasta dejar su boca a escasos centímetros de la de él. Al sentir el calor de su aliento contra la barbilla, tuvo que refrenar el impulso de apoderarse de sus labios.
A Ellie se le cerraron los ojos, cabeceó.
– ¿Estamos bailando? -dijo mientras entrelazaba las manos tras la nuca de Liam-. Venga, vamos a bailar.
– Mejor no. Será mejor que te lleve a la cama.
– De acuerdo. Aunque estoy un poco borracha. Puede que no me acuerde de todo por la mañana… pero sé que estará bien.
– No habrá nada que recordar -Liam se agachó y la levantó en brazos, Ellie apoyó la cabeza sobre su hombro mientras la llevaba al cuarto-
La posó en la cama. Ellie suspiró, se hizo un ovillito y apretó la cara a la chaqueta de Liam.
– Hueles bien -dijo.
Liam dio un tirón para rescatar la chaqueta de debajo de su cabeza y se la puso. Luego la descalzó y la tapó con una manta. Mientras le retiraba un mechón de pelo, se aproximó y le dio un beso fugaz sobre los labios.
– Buenas noches, princesa. Te estaré vigilando.
Luego se dio la vuelta y salió del apartamento. La calle estaba a oscuras y vacía. Miró en ambos sentidos y cruzó la calle. Pasar la noche con Ellie habría sido mucho más agradable… y práctico. Pero Liam nunca seducía a una mujer que no quería ser seducida. Y, en esos momentos, Ellie no estaba en condiciones de saber lo que quería.
Aunque no había conseguido las respuestas que buscaba, había conseguido más. Había aprendido suficiente de Ellie Thorpe como para saber que no era codiciosa, ni capaz de cometer un delito de malversación- Era una mujer bella, dulce y romántica, una seductora con risilla infantil. Y Liam sabía que el beso que le había dado no sería el último.
Subió los escalones al ático de dos en dos, empujó la puerta y esperó a que los ojos se ajustaran a la oscuridad del desván.
– Sé dónde has estado.
Liam dio un brinco al oír la voz que salía de entre las tinieblas. Nada más girarse vio a Sean, sentado en el sofá, con las piernas estiradas y las manos entrelazadas detrás de la cabeza.
– ¡Me has asustado! -exclamó Liam. Su hermano se levantó y cruzó la habitación hasta la ventana. Miró por el teleobjetivo de Liam.
– No estabas observando y pensé en vigilar un poco. Vi a un hombre en el apartamento de Eleanor Thorpe- Pensé que sería Pettibone.
– Y hasta habrás hecho fotos -dijo Liam tras callarse una palabrota,
– Sí, pero eras tú el que estaba en el apartamento.
Liam esperó a que Sean le diera una de sus charlas, pero no parecía que fuera a echarle la bronca.
– Está bien, he cometido un error- Solo estaba aprovechando una oportunidad. En realidad es casi culpa tuya.
– ¿Culpa mía?
– Yo no soy detective -dijo Liam, Sacó de una nevera una botella de agua y la abrió-. No puedes esperar que me sepa todas las reglas. Hace unas noches entró un tipo en su casa mientras la estaba vigilando.
– ¿Lo fotografiaste?
– No, fui corriendo a su apartamento y atrapé al intruso antes de que la atacase. Ella pensó que yo era el ladrón y me golpeó en la cabeza, me ató y llamó a la policía.
– ¿La policía está al corriente de esto? -preguntó Sean, cuya cara iba pasando del rojo al morado por segundos.
– No saben nada del desván -dijo Liam-. Conor suavizó las cosas. Por cierto, me pidió que te recordara lo del bautizo de Riley.
– No cambies de tema. Esto no explica qué hacías en su apartamento esta noche.
– Esta mañana pasé por una cafetería de aquí cerca y me crucé con ella. Supongo que la policía le contó que la había salvado y que, en realidad, soy un buen chico, así que me invitó a cenar y tuve que aceptar.
– ¿Se puede saber en qué estabas pensando? Podrías haberte negado -Sean se mesó el pelo. Sacudió la cabeza-. Claro que estoy hablando con Liam Quinn. Liam Quinn no dice no a una mujer.
– Estaba pensando que sería mucho más fácil vigilarla desde dentro de su apartamento, donde hay calefacción, ya que estamos, que desde aquí. Este sitio es un congelador y no hay nada que hacer. Llevo tres días espiándola y no ha pasado nada.
– Se coló un intruso.
– Ya, pero quizá fuera un delincuente cualquiera.
– Y quizá fuera Pettibone, que había ido a hacerle una visita. Quizá lo estuviera esperando. ¿No te has parado a pensar esa posibilidad? No volverá mientras estés rondando.
– Quizá deberías seguir tú solo con el caso.
Sean lo sopesó un buen rato. Finalmente, negó con la cabeza.
– Ahora que te ha descubierto, deberías seguir viéndola.
– ¿Quieres que salga con ella?
– Que la veas. Si eso supone tener una cita, pues tienes una cita. A la primera oportunidad que tengas, le registras el apartamento.
– ¿Eso no va en contra de la ley? -Liam frunció el ceño.
– No exactamente. Si ella te invita a entrar, no pasa nada por que abras un par de cajones.
– Conor me aconsejó que me mantuviera alejado de ella. Se imaginó que estaba trabajando para ti.
– Estupendo.
– Bueno, ¿qué? ¿Quieres que siga viéndola o que me retire?
– No sé.
– Pues dímelo cuando lo sepas -Liam volvió a la nevera y sacó un sandwich. Se había empleado tanto en hacer hablar a Ellie durante la cena que apenas había comido. Dio un mordisco al sandwich y regresó junto a la ventana-. Tuvo otro contacto. Cuando salí de la cafetería, estaba hablando con un tipo. Parecía que estaban discutiendo, pero lo negó. Cuando le pregunté quién era, me dio largas. No quise presionarla.
– ¿Era Pettibone?
Liam sacó la foto de Ronald Pettibone y la contempló un rato.
– No… no sé. Puede. Si lo era, no se parece nada al de esta foto. Pero Ellie tampoco se parece a la mujer de la foto.
– Si es él, volverá -dijo Sean, uniéndose a su hermano en la ventana.
– Deja las cortinas abiertas cuando se desnuda -murmuró Liam, con los ojos clavados en el apartamento de enfrente.
– ¿De veras?
– No seas pervertido -dijo Liam al tiempo que cerraba las cortinas del desván.
– ¿Tú no has mirado?
– Sí, pero por motivos estrictamente profesionales.
– ¿Y qué te pensabas que iba a hacer yo?
– Tiene buen cuerpo -comentó Liam-. Un cuerpazo. Y habría que amputarle el dedo a quienquiera que le hizo la foto del banco.
– ¿Qué más has averiguado?
– No creo que sea una delincuente -Liam se encogió de hombros.
– Es una mujer -dijo Sean-. Una mujer bonita. Y tú estás cegado por su belleza.
– Acabo de conocerla -contestó Liam-. Nunca me ciego hasta la cuarta o la quinta cita.
– ¿De qué habéis hablado?
– De la vida. Amores, trabajo, nada en particular.
– Preséntamela. Saldré yo con ella. La haré hablar.
– Seguro. La seducirás con tus chistes agudos -contestó Liam con sarcasmo-. Además, no estamos saliendo. Solo he cenado con ella, nada más.
– ¿Cómo se llama?
– Ya sabes cómo se llama -respondió Liam con el ceño fruncido-. Eleanor Thorpe.
– Te estás enamorando. Lo noto en la forma de decir su nombre. Has sonreído. Ya he visto esa sonrisa antes y siempre significa lo mismo.
– No quiero saber nada más de esto -dijo Liam-. A partir de ahora la vigilas tú.
– No puedo. Tengo que continuar con el caso de Atlantic City. El marido se marcha a un viaje de negocios y tengo que seguirlo.
– Ni hablar. No pienso pasar un día más en este desván.
– Entonces pasa todo el tiempo que puedas con ella. Te doy permiso -Sean anduvo hacia la puerta, pero, en el último segundo, se giró. Metió la mano en el bolsillo, sacó un fajo de billetes y se lo lanzó a Liam-. Tres mil dólares. Es la mitad de la señal que me han dado. Son tuyos. Pero no la fastidies.
Luego se marchó y cerró la puerta. Liam se quedó quieto, mirando el fajo de dinero que tenía en la mano. Tres mil dólares. No habría pedido un solo dólar por estar con Ellie. Pero tras recibir el dinero, Liam comprendió que no se trataba de un juego. Sean esperaba que la investigase a fondo, aunque ello implicara tener que acabar encarcelando a Ellie Torpe para enfrentarse a los aparatos electrónicos.
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