– ¡No lo puedo creer! -murmuró ella, todavía temblorosa.
– Yo tampoco podía creerlo -agregó Lyle-, pero no hay equivocación posible. De acuerdo con ese documento, mi padre fue personalmente a registrar su nacimiento. No sólo declaró que él era el padre, sino que dio la dirección de donde vivía entonces… la dirección donde él y mi madre vivían, antes que compraran su casa actual -Kelsa no sabía si él pensaba en su madre y en cómo su marido le fue infiel, pero apareció un tono de dureza en su voz al preguntarle-: ¿No tenía usted idea?
– En lo absoluto -replicó ella, perpleja, sintiendo una explosión de emociones tan conflictivas en su interior, que lo único que podía hacer era quedarse mirando el papel fijamente. Hubo silencio un momento, tal vez porque Lyle Hetherington advirtió la impresión que le había producido a Kelsa y dejaba que ella asimilara la noticia. Kelsa seguía sentada, apabullada, con la vista en el acta de nacimiento que tenía en las manos. De pronto exclamó con fuerza-: ¡Él no era!
– ¿Quién no era? -la retó Lyle, mirándola como si hubiera perdido el juicio.
– ¡El señor Hetherington… él no era mi padre!
– ¡Caramba! ¿Qué mas prueba quiere que esa acta de nacimiento?
– ¡Pero no es mía! -exclamó ella-. No es mi acta de nacimiento.
– ¿Usted no es Kelsa Primrose March…?
– Lo soy, pero mi cumpleaños es el cuatro de diciembre y…
– Pudo haber un error.
– ¡Y el año está mal! Yo tengo veintidós años. Esta Kelsa Primrose March tiene veinticuatro -dijo y cuando Lyle se acercó a tomar el acta de nacimiento, continuó-: Y yo no nací en Inchborough -entendió que, después del tremendo impacto que había recibido, no se hubiera dado cuenta antes, de lo equivocada que estaba el acta-. Yo no nací en un hospital, sino en la casa de mis padres, en Drifton Edge, Herefordshire -Lyle volvió su seria mirada del acta hacia Kelsa, dudando obviamente de lo que ella decía-. Y yo -dijo ella- puedo probarlo.
– ¿Puede? -preguntó él, con tensión en la voz.
– Sí puedo.
– ¡Pues hágalo!-expresó él con aspereza.
Kelsa ya estaba en camino de su escritorio.
– Yo no tenía idea de que mí madre y su padre se conocían, mucho menos de que eran amigos. Él nunca…
– ¡Amantes! -interrumpió él con brusquedad-. ¡Eran amantes!
– Puede ser que fueran amantes -convino ella-; pero… -sacó un sobre de un cajón- esto demuestra quién era realmente mi padre -no pudo continuar porque Lyle, siempre impaciente, le arrebató el sobre de la mano y lo abrió-. ¡Vea! -señaló ella, extendiendo el brazo sobre el de él, indicando la sección que estaba leyendo-: Lugar de nacimiento… mi casa de Drifton Edge… y observe la fecha: dos años después de la fecha de su acta de nacimiento. Nombre de la madre, la misma March Whitcombe; pero el nombre del padre es Frank Thomas Stevens. Hasta tengo su acta de matrimonio, si la quiere ver.
– Eso no tiene importancia -dijo Lyle con viveza, pero ella advirtió que aunque el estaba tenso, se mostraba un poco menos forzado que antes. También se dio cuenta de que, aunque él podía leer muy bien sin su ayuda, ella seguía parloteando por el impacto. Y luego supo que había más evidencia física, además de su palidez, de su estado emocional-. Le está temblando la mano -dijo él y Kelsa metió rápidamente las manos en los bolsillos de su pantalón de mezclilla.
– Me ha lanzado un bombazo -replicó ella y, habiéndose repuesto de la breve creencia de que Lyle podía ser su hermano, tenía que enfrentarse al nuevo choque de saber que su santa madre había tenido una aventura amorosa… y con un hombre casado-. Nunca supe que mi madre había tenido otra hija.
– ¿Tiene algo de coñac? -preguntó él, con la mirada menos dura.
– ¿Quiere usted tomar algo?
– ¡Para usted, tonta! -repuso él y, por primera vez desde que lo conocía, le sonrió.
– Pues… no tengo nada de eso -replicó ella, sintiendo algo raro en su interior-. ¿Le gustaría tomar un café?
– Yo lo prepararé -dijo él de inmediato y, para asombro de Kelsa, él se dirigió a adueñarse de la cocina.
Cuando regresó, Kelsa se había dejado caer en el sofá, con la cabeza llena de confusión y recuerdos incongruentes.
– Esto no es café… ¡Es té! -exclamó al probarlo.
– Dicen que es bueno para los sustos -le informó él y fue a sentarse junto a ella en el sofá-. ¿Ya se siente mejor?
– Bastante desconcertada -confesó ella, sintiendo tal corriente afectiva hacia él, que parecía que nunca hubo un momento en que ella quisiera golpearlo, ni él estrangularla-. Me vienen a la mente pequeñeces, cosas a las que no había prestado atención antes, pero ahora que ya sé… que su padre creía que yo era su hija… empiezan a tener significado.
– ¿Cómo cuáles? -la instó él.
– Ah… mi primer encuentro con él. Yo me parezco mucho a mi madre y ahora me doy cuenta de que su padre notó ese parecido inmediatamente. Mencionó mi sonrisa, que es como la de ella, y me preguntó mi nombre.
– Y usted le dijo que era Kelsa Prim…
– ¡No! ¡Eso no lo haría yo! Sólo dije que era Kelsa Stevens y él comentó que era un nombre poco usual y me preguntó si tenía otros nombres.
– Qué raro que no le dio un ataque al corazón cuando se los dijo usted -comentó Lyle en voz baja.
– ¿Sí cree usted que fue una coincidencia que haya yo venido a trabajar a Hetheringtons? Le aseguro que no sabía nada acerca de su padre y mi madre.
– Eso es obvio -convino Lyle, al ver la evidencia ante sus ojos-. Está pálida y temblorosa por lo que le lancé. Pero prosiga. Usted le dijo a mi padre que se llamaba Kelsa Primrose March… ¿Cómo reaccionó él?
– Sugirió, por mi tercer nombre, que tal vez había yo nacido en marzo.
– Vaya que podía ser astuto el viejo -comentó Lyle-. Y, desde luego, usted le dijo que había nacido en diciembre.
– Sí; y también, que me pusieron el nombre de March por mi madre.
– Y en unos minutos, él redondeó la idea. Y lo siguiente que usted supo fue que la transfirieron de la sección de Transportes a la oficina de mi padre.
– Yo soy buena en mi trabajo -aclaró Kelsa, pero también sintió que debía confesar-: Aunque apenas el viernes pasado Nadine me confesó que el señor Hetherington le pidió que me diera el empleo, cualquiera que fuera el resultado de la entrevista.
– Es obvio, ¿no?, que habiendo sido privado de conocer a su hija Kelsa todos esos años, la quería tener donde pudiera verla todos los días y conocerla mejor.
Kelsa advirtió que probablemente Lyle tenía razón en eso.
– ¿Pero por qué nunca me dijo nada acerca de que él creía que yo era su hija? -preguntó.
– ¿Quién sabe? Hay varias posibilidades. Pudo pensar que usted sabía que él era su padre, pero que fue legalmente adoptada por Frank Stevens. O s que no lo sabía y que nunca había visto el original de su acta de nacimiento. Pero sea lo que fuere lo que él creía al respecto, me hace pensar que planeaba en un corto plazo, anunciar el hecho públicamente o, cuando menos, decirme a mí que tenía yo una hermana.
– Ah… ahora recuerdo… Su padre quería decirle algo muy personal cuando regresó usted de Australia.
– Brillante deducción -Lyle sonrió-; pero… nunca encontré el tiempo para tener esa charla privada.
– Lo lamento -murmuró Kelsa y luego agregó-: ¿Por qué no volvió él a verificar todo otra vez?
– ¿Por qué iba a hacerlo? -replicó Lyle-. Todo coincidía. Él tenía los nombres de usted, el hecho de que nació en diciembre, de que su madre se llamaba March y también el que ella provenía de Inchborough… ¿Qué tenía que revisar otra vez? Además, el que usted se parezca a su madre y…
– Ah, acabo de recordar -interrumpió Kelsa-. Esa noche, la noche en que él me trajo a mi apartamento y entró a hacer una llamada telefónica… -continuó, consciente de que ahora Lyle la miraba con ojos más amistosos que antes y que no dudaba de que sí existió tal llamada-, llegamos a hablar de mis padres y él dijo que le daba gusto que le hubiera yo dicho que éramos una familia muy feliz. Entonces, me señaló que no veía ninguna foto de mis padres y yo le enseñé una que tenía… y él comentó que yo era igual a mi madre.
– Así que, habiendo visto por sí mismo que la mujer que la dio a luz, era la misma que había dado a luz a su Kelsa Primrose March, ¿qué otra cosa tenía él que buscar?
Sólo la fecha exacta del nacimiento, pensó Kelsa; pero él no lo hizo y… todo eso era traumatizante. Kelsa todavía estaba muy conmocionada y parecía que entre Lyle y ella habían examinado en detalle todo lo que sabían; pero eso no era suficiente.
– ¿Todavía está alterada? -preguntó él, mirando el pálido rostro.
– Quiero… necesito saber más.
– Sí, hay algunas cuestiones sin respuesta -convino él y fue derecho a lo práctico-: Usted habló de su madre en tiempo pasado.
– Ella murió -aclaró Kelsa con sequedad.
– ¿Podría su padre llenar los huecos? Tal vez él sepa…
– Él murió junto con mi madre. Tuvieron un accidente en un coche rentado, cuando estaban de vacaciones el año pasado, en Grecia.
– Pobre Kelsa -dijo Lyle suavemente y tocó su mano en un momento de compasión.
Mientras la piel le cosquilleaba a Kelsa por el contacto, él se puso de pie, con un aspecto inquieto, y llevó la charola con las tazas de nuevo a la cocina. Para cuando él regresó, ella ya se había repuesto del inesperado contacto.
– ¿Cree que su madre sabía algo? -preguntó ella.
– Conociendo a mi padre, creo que no sería probable que le confesara una aventura amorosa extramarital, a menos que fuera necesario. Pero, aun cuando lo sepa, me temo que ahora no es el momento adecuado para remover una herida antigua.
– Tiene razón, desde luego -convino ella al instante-. No pienso bien ahora o nunca habría sugerido algo así -se disculpó y trató de pensar con lógica-. Nunca he estado en Inchborough, pero creo que es ese el sitio donde debo empezar.
– ¿Piensa en Inchborough?
– Si puedo encontrar a alguien que haya vivido ahí al mismo tiempo que mi madre, podría… -se interrumpió, al ver algo en la expresión de Lyle que le indicó que él había pensado en algo-. ¿Qué es? -preguntó con urgencia.
– Mi tía… mi tía Alicia. Ella nació y creció en Inchborough.
– ¿Cree que podría saber algo? -preguntó ella con ansiedad.
– Tal vez -murmuró él, pensativo-. Aunque es dudoso. Había unos veinte años de diferencia entre ella y mi padre y él se fue de la casa poco después que ella naciera. Pero es posible que haya oído algún chisme al respecto. Ahora que lo pienso -recordó de pronto-, me pareció que estaba muy alterada cuando la vio a usted en Burton y Bowett, el miércoles pasado. Yo estaba demasiado furioso entonces para prestarle mucha atención, pero… ¿Tal vez?
Kelsa no había olvidado la ira de Lyle ese día; pero por ahora tenía otras prioridades.
– ¿Podría telefonearle… ahora?
– ¿Es tan importante para usted? -Lyle la miró a los hermosos ojos azules.
Kelsa apartó la vista. Era raro que le confiara a alguien sus sentimientos íntimos, pero… curiosamente, dados los antecedentes… tenía la impresión de que Lyle la comprendería.
– A veces me siento solitaria, desde que perdí a mis padres. No tengo otros parientes, pero habiendo descubierto que tengo una hermana en alguna parte y, aunque debe de haber sido adoptada y probablemente tenga otro nombre, tengo que encontrarla.
– ¡Ah, Kelsa! -murmuró Lyle y, con asombrosa ternura, tocó su frente con sus labios. Sin embargo, de inmediato se retiró, preguntando-: ¿Dónde está su teléfono?
Kelsa se quedó sentada, pálida y ansiosa, mientras Lyle se comunicaba primero a Información del Directorio para averiguar el número telefónico de su tía en Essex. Poco después, marcó nuevamente, pero mientras más tiempo pasaba él con el auricular pegado a su oído izquierdo, más segura estaba Kelsa de lo infructuoso de su llamada.
– No contestan -confirmó él al colgar el auricular y, ante su expresión decaída, agregó-: No se preocupe, no puede estar siempre fuera de casa.
– Fue muy amable de su parte hacer el intento -agradeció ella con cortesía y advirtió, cuando él dio unos pasos hacia la puerta, que había muy poco más que decir.
– ¿Estará bien si me voy? -preguntó él.
– Claro que sí -mintió ella.
– Estaré en contacto -declaró él.
– Buenas noches, Lyle -sonrió ella y lo acompañó a la puerta.
– Buenas noches -asintió él y se fue rápidamente, mientras Kelsa regresaba al sofá.
Se quedó ahí durante horas… no tenía mucho caso ira acostarse, ¿pues cómo iba a poder dormir? Tenía una medio hermana en algún sitio… y Lyle Hetherington no era siempre el canalla que ella había considerado. De hecho, una vez que aclaró que ella no era su hermana y que no sabía que su padre creía que lo era, Lyle demostró un aspecto mucho más sensible. Aún más, estuvo maravilloso.
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