– Así es -convino ella-. Fue el dinero de Edwina lo que le dio a Garwood el apoyo financiero que necesitaba, para establecer el Grupo Hetherington y…
– Pero no en todo el volumen del financiamiento que él requería -intervino Lyle.
– Tú probablemente sabes más de esos antecedentes que yo -su tía sonrió y luego afirmó-: Lo que sí sé, porque más tarde salió a flote cuando todo explotó con la pobre y querida March, era que Edwina tenía también una mente muy sagaz, cuando se trataba de dinero.
Sobresaltada, porque por lo que parecía, Edwina Hetherington sabía que su marido le había sido infiel, Kelsa miró rápidamente a la señora Ecclestone y a Lyle; pero si él pensaba lo mismo que ella, no lo demostró.
– Continúe, tía -la instó con voz calmada-. Decía que mi madre convino en darle a mi padre el dinero que él…
– En realidad, no se lo dio, sino que convino en adelantarle ciertas cantidades, si tu padre encontraba un banco que pudiera igualarlas.
– Lo cual él hizo.
– Así es -convino ella-. Y de ahí en adelante, tu padre trabajó día y noche, así que era una conclusión segura que el negocio prosperaría. Pero Garwood seguía estando lleno de ideas y de ambición; quería abrir otra fábrica más grande. Lo cual, después de volver a pedir prestado dinero, logró hacer.
– Esa sería nuestra planta de Midlands.
– Así es. En fin -resumió ella-, para cuando tenía yo diecisiete años, las cosas estaban un poco mejor económicamente en mi casa y yo pude ir a estudiar para secretaria en Inchborough. Tú tenías unos doce años entonces, Lyle, y fuiste a estudiar a un internado. Perdóname que me extienda -se disculpó-, pero desde que me llamaste esta mañana, he estado repasando las cosas en mi mente y viendo que Kelsa no sabe mucho al respecto, estoy tratando de relatar las cosas en una secuencia de los hechos.
– Estás haciéndolo muy bien, tía -la animó Lyle y ella continuó el relato.
– Veíamos muy poco a Garwood en Inchborough, por aquellos días. Para mí, era sólo un hombre que venía a visitarnos cada Navidad con regalos, y no un hermano. Pero esa Navidad de mis diecisiete años, había yo invitado a una amiga del colegio a pasar unos días con nosotros.
– Mi madre -adivinó Kelsa, con el estómago contraído, porque parecía que se acercaban al punto que ella quería conocer.
– Su madre -convino Alicia-. Sus padres, o sea los abuelos, ya eran algo grandes cuando ella nació y eran bastante represivos en la forma en que la criaron. A March y a mí nos pareció un milagro que la hubieran dejado venir a quedarse a mi casa toda una semana -se detuvo un instante y luego continuó-: March estaba en mi casa cuando mi hermano nos hizo su visita anual.
– Así fue como se conocieron -agregó Kelsa suavemente.
– Sí. Ella tenía diecisiete años, ninguna experiencia mundana y era muy hermosa. Y Garwood, aunque le doblaba la edad y estaba casado y con un hijo, a la primera mirada se enamoró de ella.
– ¿Y… mi madre? -preguntó Kelsa con voz ahogada.
– ¡La arrebató de pasión! No conocía hombres, nunca tuvo un novio y simplemente perdió la cabeza. Esa fue la única Navidad en que Garwood no vino sólo a dejar los regalos y a desaparecer hasta la siguiente Navidad.
– ¿Se quedó más tiempo esa vez? -preguntó Kelsa.
– Se quedó bastante tiempo… y regresó… y para la siguiente Navidad, March había dado a luz una niña.
– Mi hermana -murmuró Kelsa con voz ronca; pero con su tono reveló la emoción que sentía al saber que tenía una hermana, porque Alicia Ecclestone, con suavidad y tristeza en la voz, contestó rápidamente:
– Lo lamento, querida, pero tengo que decirle que el bebé no sobrevivió.
– ¡No! -exclamó Kelsa, sin querer creerlo, sin querer ver que le habían arrebatado su oportunidad de tener una familia.
– ¿Lo sabe usted con seguridad? -preguntó Lyle.
– Sí; murió cuando tenía un mes. Lo sé, porque yo fui la única de la familia que asistió al sepelio del bebé -respondió Alicia con tristeza.
Kelsa vio evaporarse todas sus esperanzas y sintió ganas de llorar; pero logró controlarse.
– El señor Hetherington… -empezó a decir, temblorosa y se esforzó por contener sus emociones. De pronto, comprendió algo que era muy obvio-. Iba yo a preguntar si el señor Hetherington no fue al funeral; pero desde luego que no, pues no sabía que la niña murió. De otro modo, no habría creído que yo era su hija.
– No; no lo sabía -convino Alicia-. Como dije antes, se enamoró de su madre… -se volvió hacia Lyle-. Lamento si esto es doloroso para ti, pero…
– Lo puedo tolerar -aseguró él- y me gustaría oír todo.
– Muy bien -aceptó ella y continuó-: Nuevamente me salté lo que iba a decir, pero no tenía idea de que usted pensaba que el bebé estaba… Bueno, pensé que era mejor comunicárselo de una vez. Pero regresando a lo que decía antes, todo el tiempo que podía arrebatar Garwood de su trabajo y trabajaba mucho para instalar la nueva fábrica, lo aprovechaba para ir a Inchborough a ver a March. Para entonces, ella se había mudado de la casa de sus padres a un pequeño apartamento y al paso del tiempo, tuvo que decirle a Garwood que estaba embarazada.
– ¿Cómo lo tomó él? -preguntó Kelsa.
– Por lo que yo entendí, él estaba dispuesto a divorciarse y a casarse con ella.
– Mi madre… ¿supo de esa relación amorosa y del bebé? -preguntó Lyle.
– Sí -confirmó su tía-. Garwood le dijo todo, incluyendo que él creía que era lo único decente que podía hacer… March no tenía dinero y esperaba un hijo de él.
– Supongo que mi madre no lo tomó muy bien -opinó Lyle.
– Tienes razón; así fue. Todos podemos ser implacables a veces -comentó su tía-. Edwina siempre fue posesiva hacia ti y tu bienestar. Y desde luego le recordó a Garwood que ya tenía una esposa y un hijo y que tenía obligaciones con los dos… y que tanto él como su nueva familia, se quedarían sin un centavo, si él insistía en proseguir con su plan.
– ¿Lo amenazó con quitarle el apoyo financiero para su nuevo negocio? -conjeturó Lyle.
– Tenía el poder de hacerlo quebrar -explicó su tía y, mientras Kelsa oía cómo Lyle aspiraba profundamente, la señora agregó-: y lo habría utilizado.
– Lo que habría significado que todo por lo cual mi padre había trabajado todos esos años, resultara en vano -comentó Lyle.
– Precisamente -confirmó Alicia-. ¿Y qué podía él hacer?
– Al parecer, tenía que elegir.
– No tenía mucha elección. La mujer a quien amaba, con su hijo y la pobreza, contra el negocio por el que había luchado tanto para erigirlo, la mujer con quien estaba casado y el hijo a quien adoraba. Vio a March sólo dos veces más, una vez para comunicarle su decisión y la segunda vez, cuando March estaba en el hospital para dar a luz. Entonces, él pensó que lo único que podía darle al bebé, era su nombre -miró a Kelsa-. Fue a registrar a la niña con los nombres que March había escogido: Kelsa Primrose.
– ¿No March?-preguntó Kelsa.
– Eso fue idea de Garwood. Por lo que yo sé, después de eso, él nunca retornó a Inchborough.
– ¿Y la niña? -preguntó Kelsa suavemente.
– Era preciosa, pero delicada desde un principio. March se mudó de Inchborough cuando la nena tenía tres semanas y yo le ayudé a mudarse a su nuevo hogar en Tilsey…, que está en Gloucestershire. La niña parecía estar bien, pero menos de una semana después, tuvieron que llevarla de urgencia al hospital -Alicia tragó en seco por el doloroso recuerdo-. Fueron momentos terribles. March se volvía loca de angustia; pero habiendo roto con Garwood y orgullosa como era, hasta un poco amargada, me hizo prometerle que no le diría una palabra a Garwood sobre sus problemas.
– Una promesa que usted cumplió hasta el final -comentó Lyle.
– Así es. Probablemente era por el sentimiento de culpabilidad de que por mí se hubieran abandonado, así que cuando murió la niña Kelsa, juré no volver a hablarle a Garwood.
– ¿Y qué hizo mi madre después? -quiso saber Kelsa. Sentía el dolor de su madre como si fuera el suyo propio.
– No podía apaciguarse y se fue de Tilsey para establecerse en Drifton Edge, en Herefordshire. Y fue ahí -continuó Alicia con un tono más animado-, que conoció a Frank Stevens y se casó con él. Para entonces, yo conocí a John Ecclestone y con el tiempo, perdimos contacto March y yo. Lo que sí supe fue que March estaba nuevamente embarazada… lo cual me complació mucho.
– Eran felices… mi madre y mi padre -afirmó Kelsa, con lindos recuerdos de sus padres y, advirtiendo que probablemente ya había oído todo lo que había que oír, dijo-: Muchas gracias, señora Ecclestone, por revivir todo eso para mí.
– Es lo menos que podía hacer -repuso Alicia.
– ¿Y mi padre nunca sospechó siquiera que su hija no había sobrevivido? -preguntó Lyle.
– No por mí. Y por los sucesos recientes, parece que por nadie más. Cuando John y yo nos casamos, nos mudamos a su pueblo, no lejos de acá. Luego, la salud de mis padres se deterioró y les encontramos una casa cerca para poder vigilarlos. La siguiente vez que los vi a ustedes tres, después de mi boda fue, primero, en el funeral de tu abuelo y después, cuando murió tu abuela.
– Yo tenía como veinte años entonces -dijo Lyle.
– Y hecho en el mismo molde de tu padre… Ciertamente, ibas a llegar a la cumbre, también. Pero otra vez estoy divagando -Alicia sonrió-. Tu padre y yo no teníamos nada que decirnos y éramos más extraños que hermanos. Pero fue en el funeral de tu abuela cuando, encontrándome en un rincón aislado con tu madre… y tal vez porque ese funeral me trajo a la memoria otro… resulté contándole que la pequeña Kelsa había muerto.
– ¿Así que ella también lo sabía, pero no se lo dijo a mi padre? -dijo Lyle en voz baja.
– Yo sabía que no iba a decírselo, pues obviamente le desagradaba hablar de ese asunto. Y me dijo con toda firmeza que, ya que su matrimonio se había encarrilado, no tenía caso que Garwood lo supiera ahora. Y desde su punto de vista… perdóneme, Kelsa -se interrumpió para disculparse-, Edwina dijo que él había olvidado por completo que esa mujer existía.
– Lo cual, evidentemente, no fue así -intervino Lyle-. Yo creo que él supo más sobre Kelsa, respecto de su madre en el instante mismo en que se topó con ella, en el edificio de Hetherington.
– ¿Así fue como se conocieron? -preguntó Alicia con asombro y Kelsa le explicó cómo estuvo todo-. Garwood debe haber quedado aturdido cuando oyó su nombre -dijo la señora Ecclestone cuando Kelsa terminó su relato-. Además de su parecido con su madre. Yo tampoco tuve ninguna duda de quién era usted cuando oí que el abogado leía su nombre. De inmediato supe que era la segunda hija de March.
– ¿Lo habrá sabido mi madre también? -preguntó Lyle.
– Yo creo que sí -replicó su tía-. Estoy segura de que habrá recordado los nombres de Kelsa y de March. Agreguemos a eso el hecho de que Garwood le dejó a Kelsa la mitad de lo que poseía; eso lo confirmaría.
– Pero él me dejó todo eso, sólo porque creía que yo era su hija… pero no lo soy -Kelsa sintió que debía aclarar eso.
Alicia le sonrió de nuevo con gentileza.
– Es usted la hija de March, y Garwood ciertamente estaba muy obligado con ella. Es obvio para mí, que él debió sentirse muy culpable todos estos años y eligió este camino para enmendar el daño.
Pero él no sabía que iba a morir, pensó Kelsa, y nuevamente sintió tristeza por su fallecimiento y por todo lo que había oído ahora. De hecho, estaba tan deprimida que se sintió agradecida con Lyle, cuando la señora Ecclestone sugirió que tal vez quisieran comer algo y Lyle no aceptó en nombre de los dos.
– Debemos regresar -comentó con sencillez y se puso de pie.
– John lamentará no haberlos visto… Pronto regresará del trabajo -dijo Alicia, al darle el abrigo a Kelsa y acompañarlos a la puerta.
– Gracias, señora Ecclestone, por contarme… contarnos todo -Kelsa logró sonreír.
– Querida niña -Alicia la abrazó-. Cómo quisiera haberles dado mejores noticias.
Kelsa estuvo silenciosa en el camino de regreso. Tenía muchas cosas en la mente, pero más que nada, al desear tanto encontrar a su hermana, se sentía desolada al saber que había muerto hacía tantos años.
Trató de vencer el desaliento, pensando que su madre debió querer mucho a su primera hija, para ponerle los mismos nombres a la segunda, pero eso no la ayudó mucho, pues el querer tanto a su primera hija sólo le trajo a su madre mucho dolor.
Pero su padre había cuidado bien a su madre, pensó Kelsa, al buscar algo que le levantara el ánimo. Sus padres eran cariñosos y se amaban, recordó y advirtió que casi era seguro que su padre supiera todo acerca de las trágicas relaciones de su madre con Garwood Hetherington.
Kelsa sentía el dolor de su madre como si fuera el de ella; pero al mismo tiempo, cuando pensaba en cómo fue abandonada aquélla por el hombre a quien amaba, Kelsa no podía odiarlo. Lo había conocido y se había encariñado con él… y eso no podía cambiar.
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