¿Había algún hombre al que Carrie no encontrase atractivo? ¿Cuánto tiempo había pasado en la cárcel? Jordan esperaba que la discusión hubiera terminado, pero Carrie no iba a dejar correr el tema.
– ¿No te parece?
– Sí, es sexy -respondió Jordan.
– Estoy de acuerdo.
Jordan alzó los ojos hacia Noah y se dio cuenta de que la estaba observando detenidamente. ¿Habría oído la conversación? Esperaba que no.
La jefa recibió otra llamada de teléfono, y Jordan aprovechó la ocasión.
– ¿Y ahora qué, Nick?
– Estamos esperando a tu abogado.
– ¿Quién es? -preguntó Jordan.
– No lo conoces, pero nos lo han recomendado mucho.
– Lo ha llamado el doctor Morganstern -le informó Noah.
Jordan, sobresaltada, soltó un grito ahogado y se llevó una mano a la garganta.
– ¿Se lo habéis contado al doctor Morganstern? -exclamó-. ¿Por qué?
El doctor Morganstern era un hombre brillante, y Jordan valoraba mucho su opinión. No quería que pensase mal de ella, o que creyera que, de algún modo, era responsable de ese embrollo.
– ¿Qué pasa? -preguntó Noah.
– No deberíais haber molestado al doctor Morganstern. Es un hombre muy ocupado.
– Trabajamos para él, ¿recuerdas? -indicó Nick a la vez que sacudía la cabeza-. No podemos irnos sin decirle a dónde vamos. Teníamos que explicarle lo que hacíamos y por qué.
– ¿Por qué te preocupa eso? -quiso saber Noah.
– Os lo acabo de decir. Es un hombre muy ocupado -respondió mientras se acercaba a Noah para sentarse en la punta de la mesa a su lado-. No es que me importe. Pero no quería que lo molestarais. Eso es todo.
– Sí que te preocupa -replicó él con un codazo cariñoso. Y, después, se inclinó hacia ella y susurró-: No has matado a ese hombre, ¿verdad?
– No, claro que no -le susurró.
– Entonces no tienes de qué preocuparte.
– Díselo a la jefa.
– Esa mujer ya no es ningún problema para ti.
Antes de que pudiera pedirle que se lo explicara, sonó el móvil de Nick.
– Es Chaddick, que me devuelve la llamada -le informó éste a Noah después de echar un vistazo al número. Y descolgó-. ¿Qué tienes?
Jordan dio unos golpecitos en el brazo a Noah para llamar su atención.
– ¿Quién es Chaddick? -preguntó.
– Un agente del FBI que está haciendo unas llamadas para averiguarnos algunas cosas. Intervendrá en el asunto si lo necesitamos.
– Te lo agradezco mucho -dijo Nick por teléfono-. Muy bien. Nos vemos ahí. Te llamaré cuando salga de Serenity. ¿Lo vas a organizar? Estupendo. Gracias otra vez.
Jordan y Noah lo miraron expectantes cuando terminó la llamada.
– Estrangulamiento -dijo Nick sin preámbulo.
– De modo que fue algo cercano y personal -observó Noah.
– Un crimen pasional -dijo Nick-. El asesino usó una cuerda. Chaddick dijo que se habían encontrado unas cuantas fibras incrustadas en la piel.
– Se necesita mucha fuerza para estrangular a alguien. Dudo que Jordan tenga esa clase de fuerza. Aunque se le hubiese acercado por detrás, aunque lo hubiese pillado por sorpresa…
– Yo no he estrangulado a nadie.
– ¿No te fijaste en el cuello? -preguntó Nick-. ¿No viste cardenales o decoloración?
– No.
– ¿Llevabas las lentillas? ¿Veías…?
– Sí, llevaba las lentillas. Veía la mar de bien.
– ¿Cómo se te pudo pasar entonces que…?
– Mira -lo interrumpió cada vez más irritada-, estaba demasiado ocupada observando que estaba envuelto como un sándwich. Dios mío, no volveré a comer nada que vaya metido en una bolsa de plástico.
– Contrólate, Jordan -le pidió Nick-. No es momento de exaltarse. Sé que tienes motivos para estar nerviosa, pero…
– ¿Nerviosa? -Se bajó de la mesa y dio un paso hacia él-. Estoy algo más que nerviosa.
– Cálmate -pidió Nick con una mano levantada-. Sólo estoy intentando reunir toda la información posible antes de que llegue tu abogado. Me gustaría que tu capacidad de observación…
– ¿Sabes qué me gustaría a mí? -Jordan había dado otro paso en su dirección-. Haber llamado a Theo.
Noah sujetó a Jordan por el brazo y tiró de ella hacia atrás.
– Pero no has llamado a Theo. Has llamado a Nick. Respira hondo, ¿quieres?
Hizo que se sentara de nuevo en la mesa.
– ¿Qué sugieres que hagamos con ella? -preguntó Noah mientras señalaba con la cabeza a la jefa de policía. La mujer hablaba por teléfono sin dejar de caminar arriba y abajo en su diminuta oficina-. Creo que deberíamos encerrarla y tirar la llave.
– ¿Jordan? -susurró Carrie.
– ¿Sí, Carrie?
– No deberías enfadarte con tu hermano. Ojalá hubiese tenido un hermano que me ayudara cuando me metí en apuros. Bueno, tengo un hermano -explicó con fervor-. Conducía el coche para huir. Pero no se escapó. A él también lo atraparon. -Jordan no sabía qué decir, así que se limitó a asentir-. Como me has echado una mano con el ordenador, quiero ayudarte. ¿Sabías que Maggie… quiero decir la jefa Haden… vivía antes con el sheriff Randy Dickey? Todo el mundo creía que se casarían. Ella también lo creía, pero él se casó con otra. ¿Y sabes qué más me han dicho? Que el sheriff Randy, a través de su mujer, tenía contactos en el Ayuntamiento, y los utilizó para que nombraran jefa de policía a Maggie de modo que tuviera que mudarse a Serenity. También me han contado que iban a despedirla de su antiguo cargo. -Se puso la mano a un lado de la boca como si fuese a decir un secreto y susurró el resto-: Allí actuaba del mismo modo, e hizo muchos favores a los hermanos Dickey -aseguró, y guiñó un ojo antes de continuar-. Permitió que quedaran impunes de muchas cosas. Por lo menos, eso es lo que me han dicho.
– ¿Y su ayudante? ¿Cómo es?
– Oh, no es como ella. Debería haber sido él el jefe de policía. Tiene mucha más experiencia, y hace más tiempo que trabaja aquí. Según dicen, está buscando trabajo fuera de Serenity.
– No me extraña -admitió Jordan-. Debe de ser terrible trabajar para ella.
– Puedo localizarlo si quieres.
– ¿Podrías hacerlo?
– Seguro. El ayudante Davis es bastante severo, pero es honesto y, hasta donde yo sé, sólo duerme con su mujer. Él sí que me trata como a una persona.
– ¿Quieres que Carrie intente llamar por teléfono al ayudante de la jefa? -le preguntó Jordan a Noah.
– Sería estupendo -dijo Noah a la joven con una sonrisa.
Carrie no se movió. Se quedó ahí sentada, mirando a Noah como si estuviese hechizada. Jordan le dio una palmadita en el hombro.
– Ha dicho que sería estupendo.
– ¿Qué?
– Sería estupendo que localizaras al ayudante Davis -repitió Jordan.
– Oh… claro. -Sin mirar lo que hacía, descolgó el teléfono, situado al otro lado de la mesa, y se llevó el auricular a la oreja. Como el cable era demasiado corto, el teléfono salió disparado y tiró una lata de refresco y un montón de carpetas al suelo-. ¡Mecachis! -exclamó mientras se levantaba y rodeaba la mesa para recogerlo todo-. ¡Qué torpe soy!
– No, mujer. Estas cosas le pueden pasar a cualquiera -dijo Noah, que se había agachado para ayudarla.
– Sobre todo a mí -aseguró Carrie, y tomó la caja de Kleenex de la mesa para secar la bebida derramada-. ¡Qué vergüenza! Debo de parecer una gamba. Me noto la cara coloradísima.
Noah ordenó las carpetas y se las entregó.
– Es una cara muy bonita.
Cuando le sujetó el brazo para ayudarla a levantarse, el tono sonrosado de las mejillas de Carrie había pasado a ser rojo tomate.
– Gracias -dijo.
– ¿Crees que podrías conseguirnos la lista de los concejales del pueblo? -preguntó Nick desde el otro lado de la habitación.
– Por supuesto -le respondió Carrie-. Los tengo en el fichero Rodolex. Sólo son tres.
– Llamémoslos para que vengan -sugirió Nick a Noah-. Tendrán que sustituirla oficialmente.
– ¿Van a sustituir a la jefa Haden? -se sorprendió Carrie.
La jefa había terminado su llamada, y lucía una expresión satisfecha hasta que oyó una parte de la conversación.
– Nadie va a sustituirme -dijo al salir de la oficina. Frunció el ceño hacia Jordan-. Sabía que tenía razón sobre usted. Acabo de mantener una charla interesante con Lloyd. ¿Lo recuerda?
¿Cómo podría olvidarlo?
– Por supuesto que lo recuerdo -dijo Jordan-. Me arregló el coche.
– Dice que lo amenazó.
– ¿Cómo? -se sorprendió.
– Ya me ha oído. Dice que lo asustó -afirmó Haden.
– Yo no le amenacé.
– Él dice que sí. Dice que le dijo que iba a pegarle.
Oh, no. Jordan recordó la conversación.
– Puede que…
– Basta -dijo Noah-. Jordan, no quiero que digas ni una palabra más. -Se volvió hacia Haden y añadió-: Haga venir a Lloyd. Ahora mismo.
– Usted no va a decirme qué tengo que hacer. -La jefa Haden empezó a caminar hacia Jordan con la mano sobre la pistola que llevaba sujeta a la cintura.
Cuando Noah le obstruyó el paso, levantó el brazo y le clavó un codazo en el pecho.
– Se acabó -soltó Noah. Le sujetó el brazo y la giró de cara a la puerta que daba al pasillo que conducía a la celda-. Jefa Haden, tiene derecho a guardar silencio…
– No me lea mis derechos -se quejó Haden con los ojos cerrados de rabia.
– Tengo que hacerlo -replicó el agente-. La estoy deteniendo.
Haden intentó soltarse. Tomó las esposas que estaban sobre su mesa.
– ¡Cómo se atreve! -Su voz se convirtió en un siseo-. No tiene motivos.
Balanceó las esposas y golpeó con ellas el hombro de Noah. Éste se las quitó de la mano, le arrebató el arma de la pistolera y la empujó delante de él.
– Obstrucción de una investigación criminal y agresión a un agente federal… Creo que son motivos suficientes.
– ¡Conozco a gente! -gritó Haden cuando Noah la metió en la celda.
– No lo dudo -concedió Noah.
– Gente poderosa.
– Felicidades. -Le cerró la puerta en las narices-. Se quedará aquí hasta que organicemos su traslado a un centro federal para su procesamiento.
– No me engañará con esa patraña.
– Necesitará un abogado. Yo, que usted, conseguiría uno bueno.
La jefa comprendió por fin que no se trataba de ningún farol.
– Espere un momento. Un momento. Muy bien, colaboraré.
Carrie observaba la escena con los ojos desorbitados. Quería levantarse y aplaudir, pero sabía que eso podría volverse en su contra. Su agente de la condicional le había advertido que su escaso control de los impulsos era lo que la había llevado a la cárcel y que, si quería cambiar de vida, tendría que aprender a pensar antes de actuar. Además, tarde o temprano la jefa saldría de la cárcel, ¿no?
– No hay nada que deteste más que un policía corrupto -comentó Noah al pasar junto a Nick. Entonces, miró por la ventana y vio cómo un sedán último modelo se detenía delante de la comisaría. Un hombre bajaba del asiento del conductor con un maletín en una mano y un teléfono móvil pegado a la oreja en la otra.
– Tu abogado está aquí -le anunció a Jordan.
Capítulo 12
Louis Maxwell García era el paradigma de la exquisitez. Rezumaba confianza y encanto. Su sonrisa era cálida y bastante sincera, y sus modales, inmejorables. Ni su traje de diseño ni su camisa almidonada tenían una sola arruga.
Después de las presentaciones, insistió en que lo llamaran Max.
– El doctor Morganstern habla muy bien de ti -dijo Nick-. ¿Verdad, Noah?
Noah no dijo nada. Se limitó a acercarse más a Jordan y cruzar los brazos. Tenía una expresión impasible. Seco de entrada, siempre se mostraba escéptico, y Max, con referencias o no, todavía tenía que demostrarle lo que valía.
– Te agradecemos que te encargues de este asunto y que hayas venido tan deprisa -comentó Nick.
– No podría negarle nada al doctor Morganstern -dijo Max sin apartar los ojos de Jordan.
– ¿Por qué no? -preguntó Noah.
– Me ha hecho muchos favores a lo largo de los años -explicó y, acto seguido, se dirigió a Jordan-. ¿Hay algún sitio donde podamos hablar en privado?
Jordan iba a sugerir la oficina de la jefa pero se lo pensó mejor. Esa habitación tan pequeña resultaría claustrofóbica con la puerta cerrada.
– Pues aquí, no -respondió-. Supongo que podríamos sentarnos fuera, en el banco. Si no te importa el calor.
– Eso no es ningún problema para mí. -Max tenía una sonrisa encantadora-. Estoy acostumbrado al calor. ¿Dónde está el jefe de policía? -preguntó entonces-. Debería hablar antes con él para saber de qué se te acusa. Nos iría bien que estuviera de acuerdo en facilitarnos información.
– Sí, bueno, eso no va a ser posible -replicó Noah.
– Es jefa, no jefe. La jefa Haden -comentó Nick-. Y Noah tiene razón. No va a colaborar.
– ¿Por qué no? -quiso saber el abogado.
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