– Se habrían enterado igualmente. A Zack se le habría escapado.
– ¿Quién se lo dijo a Zack?
Hubo una larga pausa y, finalmente, llegó la respuesta de Sidney.
– Puede que yo se lo mencionara.
Jordan no quiso discutir. Habló unos minutos más con su hermana para tranquilizarla y colgó.
– Debería haber llamado a Dylan cuando encontré el cadáver -le dijo a Noah cuando le devolvía el móvil.
– ¿Por qué? ¿Porque Nick se lo contó a tu familia?
– Sidney insiste en que se habrían enterado igualmente… -comentó tras asentir con la cabeza-. Tiene razón.
– Puede -concedió Noah.
Después de haberse vestido y hecho el equipaje, cerró la bolsa de viaje y se dirigió hacia la puerta que comunicaba las dos habitaciones. Noah se estaba poniendo el arma en la pistolera.
– Ibas a explicarme lo que te había dicho el jefe Davis -le recordó.
– Sí. Me dijo que el sheriff Randy no sabe dónde está su hermano. Dijo que tiene a gente buscándolo.
– ¿Te lo crees?
– No -contestó-. El sheriff sabe perfectamente dónde está J.D. Es probable que quiera hablar con el jefe Davis y encontrar alguna solución antes de llevar a J.D. a la comisaría. Aunque no puedo afirmarlo con seguridad.
– ¿Llevaría normalmente el sheriff del condado de Grady un caso de asesinato?
– Sí, pero Davis me dijo que está de vacaciones.
– En Hawái -le informó Jordan-. ¿Por qué no ayuda el FBI al jefe?
– Davis parece creer que puede encargarse de la investigación sin la intromisión del FBI.
– ¿Y qué se sabe de Lloyd? ¿Ha hablado ya Davis con él?
– No -contestó Noah-. No lo encuentran. El taller no estaba cerrado con llave, pero Davis asegura que eso es normal. En este pueblo no suelen cerrar las puertas con llave.
– Seguro que lo harán a partir de ahora. Al fin y al cabo, han asesinado a uno de los suyos.
– Sólo que el profesor MacKenna no es uno de los suyos -aseguró Noah-. No era propietario de la casa. La alquilaba, y guardaba las distancias. No era nada sociable. En realidad, nadie lo conocía.
– Creo que Lloyd sabe qué pasó. Si él no mató al profesor, seguro que sabe quién lo hizo. Estaba muy nervioso cuando fui a recoger el coche. Creo que sabía que el cadáver estaba en el maletero.
– Yo diría que es el principal sospechoso.
– Estaba deseando que me fuera -prosiguió Jordan-. Y era extraño porque cuando le llevé el coche, intentó ligar conmigo y no dejó de pedirme que saliera con él. Intentó retenerme en el pueblo.
– ¿Siguió pidiéndote que salieras con él después de que lo amenazaras?
– Yo no lo… Oh, de acuerdo, supongo que lo hice. Pero fue una tontería. Me preguntó qué haría si no tenía el coche arreglado cuando volviese por segunda vez, y antes de que pudiera responderle, me preguntó si le pegaría. Creó que admití que lo haría.
– Comprendo.
– No, no comprendes. Resulta que Lloyd es un hombre muy corpulento, Noah. Me habría tenido que subir a una silla para pegarle.
– Una silla, ¿eh?
Le irritó que se burlara de ella.
– Ya le conté todo esto al jefe Davis, y creo que tú estabas presente. ¿No estabas prestando atención?
– Lloyd aparecerá -predijo Noah.
– ¿Cuándo tenemos que reunimos con el jefe Davis en casa del profesor? -quiso saber Jordan tras asentir con la cabeza.
Noah echó un vistazo al reloj de pulsera.
– De aquí a una hora.
– ¿Te importaría que pasáramos antes por el supermercado? Me gustaría fotocopiar el resto de los documentos de la investigación. Te prometo que no me llevará mucho tiempo.
– ¿Hay que llevarle todas esas cajas a Davis? -indicó Noah.
– No es necesario llevarle las fotocopias. Voy a preguntarle a Candy si me las puede enviar por correo a Boston.
Candy estaba en la recepción y estuvo encantada de ayudar, y así conseguir algo más de dinero. Jordan rellenó un formulario con los datos necesarios para el envío, le dijo a Candy que le llevaría las cajas que había que mandar, le pagó por adelantado y regresó a su habitación.
Cuando llegó, Noah estaba apoyado en la puerta hablando con Amelia Ann. La mujer le había llevado un café y una cesta de bollos con canela caseros. Jordan observó que se había maquillado y llevaba la blusa, metida por dentro de los pantalones, con los tres botones superiores desabrochados. Era de suponer que llevaba un sujetador tipo Wonderbra. La risa nerviosa de Amelia Ann la siguió hasta dentro de la habitación de Noah, adonde se dirigió para tomar las llaves del coche.
– Voy a empezar a cargar estas cajas en el coche -anunció.
– Enseguida estoy contigo -contestó Noah.
«Sí, seguro -pensó-. En cuanto Amelia Ann acabe de coquetear contigo.»
Cargó una caja, salió del edificio y, al doblar la esquina se percató al instante de que la rueda derecha trasera del coche estaba baja.
– Genial -susurró.
O estaba pinchada o le faltaba aire, y con la suerte que estaba teniendo últimamente, lo más probable era el pinchazo. Dejó la caja en el suelo, deslizó la llave en la cerradura del maletero y dio un paso atrás al abrirse el capó.
No podía creerse lo que estaba viendo. Se quedó paralizada. Cerró los ojos, los abrió, y nada había cambiado.
– Venga ya… -susurró.
Cerró el capó del maletero y corrió lo más rápido que pudo hasta la habitación de Noah. La puerta estaba cerrada. Llamó dando golpes con el puño cerrada.
Noah supo que había ocurrido algo malo en cuanto le vio la cara.
– ¿Jordan? ¿Qué pasa?
Jordan lo sujetó por la camisa y jadeó las palabras:
– Hay un cadáver en el maletero de nuestro coche.
Capítulo 17
Lloyd estaba doblado como un contorsionista. Tenía una pierna flexionada debajo del cuerpo y la otra presionada contra la parte posterior de la cabeza. Había muerto con una expresión asustada en la cara, no dolorida, sino asustada, como una carpa enorme con la mirada vidriosa, atrapada en un anzuelo. Jordan estaba segura de que no podría quitarse su expresión de la cabeza en mucho, muchísimo tiempo.
– Tienes razón, Jordan. Lloyd era un hombre corpulento. -Noah estaba delante del maletero abierto, asomado para echar un vistazo al cadáver. Había vuelto la cabeza para mirarla.
Ella estaba sentada en un muro bajo de piedra, esperando a que terminara su inspección del cadáver. Se negaba a mirar un segundo más al pobre Lloyd.
– No está en una bolsa de plástico -comentó débilmente.
Noah no podía imaginar por qué eso era tan importante para ella, pero en ese momento, lo era.
– Pues no -confirmó.
El jefe Joe Davis estaba a su lado. Los dos se trataban ahora de tú. El asesinato solía acabar con las formalidades.
– ¿Estamos de acuerdo entonces? -dijo Davis después de inclinarse hacia el maletero-. Un golpe, en la parte posterior de la cabeza. Después lo metieron en el maletero, ¿correcto?
– Eso parece, Joe -asintió Noah.
– El golpe le fracturó el cráneo -concluyó Joe-. Tuvo que ser alguien fuerte. Alguien muy fuerte.
Los dos hombres se volvieron a la vez para mirar a Jordan. ¿Se estarían preguntando si disponía de la fuerza suficiente para matar a Lloyd? Jordan cruzó los brazos y le frunció el ceño a Noah. Más le valía no estar pensando semejante disparate.
Joe se volvió de nuevo hacia el cadáver de Lloyd.
– ¿Qué está pasando? -soltó, frustrado-. ¿Dos cadáveres en cuánto? ¿Dos días? ¿Tres?
– ¿Es tu primer homicidio? -preguntó Noah.
– El segundo si cuentas al profesor MacKenna -dijo-. Aunque no vi el cadáver, yo llevo la investigación ahora. Éste es el segundo asesinato que ha habido nunca en Serenity. Somos una comunidad pacífica. Bueno, lo éramos hasta que tu novia llegó al pueblo y los hombres empezaron a caer como moscas.
Noah dejó pasar que Joe supusiera que Jordan era su novia.
– Ya sabes que ella no lo ha hecho. Ella no ha matado a ninguno de los dos hombres.
– Lloyd era mi principal sospechoso. Tuvo el coche en el taller, así que tuvo la oportunidad.
– ¿Y el móvil? -preguntó Noah.
– Todavía no lo había averiguado. Voy a recibir ayuda. Hay dos ayudantes del sheriff de camino hacia aquí, y los dos tienen más experiencia.
– ¿En homicidios?
– No lo sé -contestó Joe a la vez que se encogía de hombros-. También vienen dos inspectores de Bourbon.
– ¿Dónde está el forense? -preguntó Noah, que consultó la hora-. Ya llevamos esperando cuarenta y cinco minutos. ¿Y dónde están los de la científica?
– Las cosas van mucho más despacio en los pueblos, ya lo sabes. Todos tienen que venir a Serenity desde otros sitios. Y ya están de camino -aseguró Joe.
– Ya sabes que tengo amigos que te pueden ayudar.
– Ya lo sé -asintió Joe-. Y si necesito la ayuda del FBI, la pediré.
– ¿Qué pasa con el sheriff Randy?
– Esta tarde me reuniré con él. Ayer por la noche me llamó e íbamos a vernos esta mañana -explicó-. Pero ahora que tengo que encargarme de esta situación -indicó señalando a Lloyd con la cabeza-, he tenido que posponer la reunión, y también la visita que íbamos a hacer tú y yo a la casa de MacKenna.
– Quiero ir contigo -comentó Noah.
– No. -Joe sacudió la cabeza-. Randy me conoce. Si estás presente, no soltaría prenda sobre su hermano.
– ¿Dónde está su hermano? Y no se te ocurra decirme que no podré hablar con él -dijo Noah.
– No sé dónde está J.D., pero Randy me lo dirá. Entonces decidiremos qué hacer.
¿Qué había que decidir? J.D. había agredido a Jordan. Deberían arrastrarlo hasta la cárcel y allí encerrado. No había demasiado que decidir.
– Si no detienes a J.D., lo haré yo.
– ¿Es una amenaza? -soltó Joe con la cabeza ladeada y el ceño fruncido.
– Ya lo creo -gruñó Noah.
Joe levantó las manos en un gesto conciliador.
– Muy bien, muy bien -dijo-. De acuerdo. Pero, por favor, deja que hable a solas con Randy. Yo vivo en este pueblo -le recordó-. Tengo que intentar hacerlo todo del mejor modo posible, así que permíteme que vaya paso a paso.
A diferencia de Joe, Noah no quería ni necesitaba llevarse bien con nadie. Iba a decirle que no iba a tener paciencia y que, de una forma u otra, hablaría con los dos hermanos Dickey, pero Jordan le llamó la atención al levantarse y acercarse a él.
– Joe -dijo mientras recorría el brazo de Noah con una mano para tranquilizarlo-, Noah y yo estaremos encantados de ayudar en todo lo que podamos. ¿Verdad, Noah? -Cuando éste la miró sin responder nada, se apoyó en su costado y repitió-: ¿Verdad?
– Por supuesto -contestó por fin Noah, que no había estado nunca en una situación tan absurda. Tenía un cadáver en el maletero, un policía inexperto, puede que inepto, llevaba la investigación, y una mujer que poco a poco lo iba volviendo loco quería que fuese amable.
– Supongo que os quedaréis un poco más en Serenity -afirmó Joe. No era ninguna pregunta.
– Sí -aseguró Noah-. Hasta ahora, Jordan es la única relación entre el profesor y Lloyd.
– Iré a avisar a Amelia Ann de que esta noche volveremos a necesitar las habitaciones -se ofreció Jordan.
– No te alejes de mí -dijo Noah, que la sujetó por el brazo y tiró de ella hacia atrás.
– Voy a…
– Ya lo sabe -indicó Noah mientras señalaba con la cabeza la ventana que había al otro lado del muro. Amelia Ann y Candy estaban observándolo todo con los ojos desorbitados. Por suerte, desde su posición no podían ver el interior del maletero del coche.
Joe sugirió que los dos volvieran a entrar en el motel.
– No es necesario que esperéis aquí conmigo. Os llamaré en cuanto haya terminado aquí y haya hablado con Randy.
Noah rodeó los hombros de Jordan con un brazo y se dirigió hacia el edificio.
– ¿Noah? -dijo Joe.
– ¿Sí?
– Necesitaréis otro coche.
– Eso parece. -Noah notó cómo los hombros de Jordan cedían bajo su brazo-. ¿Estás bien, cariño? -preguntó.
– Sí -contestó con un suspiro-. Pero estoy empezando a pensar que después de todo este pueblo no es tan agradable.
Capítulo 18
Aunque los agentes Chaddick y Street de la oficina regional del FBI no estaban asignados oficialmente al caso, hacían todo lo que podían para ayudar a Noah a averiguar qué estaba pasando.
Los dos les llevaron otro coche a Noah y a Jordan, un Toyota Camry. Jordan, que llegados a ese punto, estaba más que asustada, insistió en que uno de ellos abriese el maletero y echase un vistazo dentro antes de subirse al Toyota. El agente Street tenía un sentido del humor bastante retorcido. Le pareció gracioso que la hermana de Nick hubiese encontrado otro cadáver y dijo, entre risas, que atraía «a los fiambres».
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