Intentó abrir los ojos, pero le pesaban demasiado los párpados.
– Lo vi.
– ¿Lo…?
Volvió a dormirse. Noah esperó. ¿Lo vio? ¿Había visto quién le disparó? ¿Sabía lo que estaba diciendo?
– Lo vi -susurró de nuevo las palabras.
Se le apagó la voz. Noah se inclinó hacia ella para acercar la oreja a sus labios. Sus palabras le llegaron tenues, pero lentas y medidas:
– Intentó matarme… Dave… Trumbo.
Volvió a sumirse en un sueño profundo.
Capítulo 39
¿Sabía Jordan lo que le había dicho? ¿O todavía desvariaba debido a los fármacos que le habían administrado? Noah tenía que asegurarse. Esperó junto a la cama, y cada vez que se despertaba le pedía que le dijera de nuevo lo que había visto.
La respuesta era siempre la misma. Dave Trumbo.
Una vez que tenía los ojos abiertos, pudo ver que estaba sufriendo.
– Tiene que dejarla dormir -le advirtió la enfermera-. Lleva quince minutos con ella, y ya es suficiente.
– Le duele -comentó él con preocupación.
– Sí -dijo-. Iba a darle algo. Es importante adelantarse al dolor. Dormirá hasta mañana. Pero antes la trasladarán a la UCI.
La enfermera inyectó morfina en el gotero, Noah esperó a que terminara para hacerle una pregunta.
– ¿Sabe lo que está diciendo?
– Lo dudo -respondió la enfermera-. La mayoría de mis pacientes suelen decir incoherencias. Mañana no recordará nada de lo que ha dicho.
Noah besó otra vez a Jordan y salió al pasillo. Nick estaba apoyado en la pared, esperándolo.
– No sé qué hacer -dijo Noah-. No puedo pensar…
– Jordan se pondrá bien. Respira, hombre. Todo irá bien.
No lo entendía.
– Sí, ya sé que se pondrá bien -aseguró Noah-. El problema no es ése. Me ha dicho algo, y no sé si debería creerla o no.
– ¿Qué te ha dicho?
– Que vio al que le disparó -explicó-. Estaba bastante tocada -admitió-, pero no dejaba de decir lo mismo todo el rato. Su voz iba adquiriendo fuerza y parecía más despabilada. Creo que sí vio a ese cabrón, ¿sabes? Yo oí cómo el coche se marchaba a toda velocidad del estacionamiento, pero salí demasiado tarde para verlo.
– No sé si puedes creer lo que haya dicho Jordan. Está sedada…
Noah, nervioso, se pasó la mano por el pelo.
– La enfermera me dijo que oye muchos disparates, pero aun así…
– Tienes que esperar a que Jordan se despierte del todo. Le dolerá tanto que la van a tener sedada veinticuatro horas como mínimo. Pasará un buen rato antes de que esté lúcida.
– Lo vio -insistió Noah a la vez que sacudía la cabeza-, y me dijo quién era. Dave Trumbo. Es el individuo que vende coches en Bourbon. Es un pez gordo en Serenity. Creo que tú no lo conociste.
– ¿Por qué iba un vendedor de coches a venir a Boston para matar a Jordan?
– No lo sé, pero me apuesto diez a uno a que no vendría hasta aquí a no ser que creyera que Jordan puede relacionarlo con los tres asesinatos de Serenity. No me quedaré esperando a que se le pasen los efectos de los calmantes.
– No puedes declararlo sospechoso aún. ¿Y si sólo son imaginaciones de Jordan? Tienes que tener algo más concreto antes de ir por él.
– Es Trumbo -afirmó Noah.
– Es fácil de averiguar. Llámalo a su casa. Si contesta el teléfono, sabrás que Jordan lo soñó.
Nick llamó a información para conseguir el número. Se aseguró de efectuar una llamada con identificación oculta y le pasó el teléfono a Noah.
Contestó la mujer de Trumbo.
– Hola -saludó Noah con voz almibarada-. Soy Bob. Siento llamar tan tarde.
– Oh, no es tarde -replicó ella.
– ¿Podría hablar con Dave? Me dijo que lo llamara si tenía algún problema con el coche, y que me aspen si sé cómo parar la alarma.
– Lo siento mucho, Bob, pero Dave no está. Ha ido a una feria automovilística en Atlanta. ¿Quieres darme tu número para que le pida que te llame?
– Es que es urgente. No sé si lo oirás, pero la alarma está sonando y está despertando a todos los vecinos. ¿Sabes en qué hotel se hospeda en Atlanta?
– Pues no. Qué pena. Me llamó hace un par de minutos. Pero tenía tanta prisa que apenas pudimos hablar y no me dijo el nombre de su hotel. Tenía previsto volver a casa mañana pero parece que surgió algo y puede que tenga que quedarse algo más en Atlanta. ¿Y el jefe de taller? Estoy segura de que te ayudará encantado. Si quieres, puedo darte su número.
– Te lo agradezco mucho, pero creo que debería solucionarlo yo mismo. Espero que Dave se lo pase bien en Atlanta. Adiós.
Noah colgó y miró a Nick.
– Ese hijo de puta está aquí -comentó-. Ha dicho que está en una feria automovilística en Atlanta, pero está aquí, Nick.
Recorrieron el pasillo de vuelta a la sala de espera.
– ¿Qué sabes sobre el tal Dave Trumbo? -preguntó Nick.
– Que vende coches. Eso es todo. Bueno, y que no está en casa y no le ha dicho a su mujer dónde se hospeda en Atlanta.
– Necesitamos más cosas para ir a por él. Podría haber hecho una escapada con su amante o estar realmente en una feria automovilística. Le pediré a algún agente que lo busque en Atlanta. Pueden ir a la feria en cuanto abra mañana por la mañana.
Noah asintió. Nick lo estaba tranquilizando.
– Sí, muy bien -aceptó-. Vamos a ver qué averiguamos sobre Trumbo. Llama a Chaddick y cuéntale lo que ha ocurrido. A ver si consigue alguna pista para localizarlo. Y dile que tiene que encontrar alguna forma… discreta… de conseguir las huellas dactilares de Trumbo.
– ¿Crees que estará fichado?
– Es lo que tenemos que averiguar. Quiero saber todo lo que haya que saber de él.
– Introduciremos su nombre en el ordenador a ver qué averiguamos -dijo Nick-. Una llamada y podemos conseguir sus antecedentes.
– ¿Está todavía aquí tu padre? -preguntó Noah.
– Sí. ¿Por qué?
– Quiero que Jordan disponga de vigilancia las veinticuatro horas del día, y quiero que siga en estado crítico. Tu padre tiene que saber que la línea de actuación es que Jordan sigue en estado crítico.
– De acuerdo. ¿Algo más?
– Tenemos que encontrar a Trumbo, Nick. Si Jordan sabe algo que lo relaciona con los asesinatos, volverá a intentar matarla.
Capítulo 40
Nick se había apoderado de una de las salas de espera del hospital y la estaba utilizando como puesto de mando desde donde llamar para pedir todo tipo de favores. Había sacado a Pete Morganstern de la cama para que hiciera algunas llamadas, porque sabía que el eminente médico podría conseguir la información mucho más deprisa que él o que Noah.
Noah también hablaba por teléfono. En su caso, con Tejas. Chaddick no le había fallado. No sabía cómo lo había conseguido, pero había entrado en el despacho de Trumbo y se había llevado de él varios objetos en los que estaba seguro que encontrarían sus huellas dactilares. Uno de esos objetos era una taza que llevaba inscrito: «El mejor papá del mundo.».
Chaddick informó de las novedades a Noah mientras se dirigía al laboratorio.
– Deberíamos tener algo en un par de horas… espero -puntualizó-. ¿Cómo está Jordan?
– Bien -respondió Noah-. Está dormida.
– La situación es grave -comentó Chaddick-. Street va de camino a la oficina. Hará una búsqueda informática para ver qué averigua sobre Trumbo.
En aquel momento había por lo menos cuatro agentes buscando en los enormes archivos informáticos del FBI, pero el doctor Morganstern fue el primero en darle la extraña noticia a Noah.
– La vida de Dave Trumbo empezó hace quince años. Según los registros, antes no existía. Un número de la seguridad social nuevo, un nombre nuevo, todo nuevo.
– ¿Protección de testigos?
– Puede -Morganstern estuvo de acuerdo-. Estoy esperando a saber algo más. Si tuviéramos sus huellas dactilares, nos ahorraríamos algo de tiempo. ¿Hay alguna posibilidad de…?
Noah le contó lo que había hecho Chaddick.
– Llamará en cuanto sepa algo. Me juego lo que sea a que sus huellas están en nuestros archivos.
Noah fue a buscar a Nick y le explicó lo que había averiguado Morganstern. Nick no se sorprendió. Otra fuente le había dado la misma información hacía un rato.
Cada pocos minutos. Noah iba a ver a Jordan para asegurarse de que dormía profundamente. Estaba empezando a familiarizarse tanto con los aparatos de monitorización que ya no tenía que preguntar cómo estaba evolucionando. Tenía el pulso y la tensión arterial regulares. Los pitidos rítmicos de su corazón lo reconfortaban.
No durmió nada en toda la noche y, cuando había ido a ver a Jordan hacia las siete, iban a trasladarla a una habitación privada.
– Es el primer paso después de la UCI -le informó la enfermera-. Va muy bien. Cuando la tengamos instalada, podrá sentarse en la habitación con ella.
Era una noticia fantástica. Cuando salía de la unidad, se le acercó la enfermera.
– Disculpe, agente Clayborne.
– ¿Sí?
– ¿Todavía hay que informar de que el estado de la paciente es crítico?
– Así es -dijo Noah.
– Me temo que se sabrá -comentó con aire preocupado-. Alguien lo filtrará a los medios de comunicación. Siempre pasa.
Noah estuvo de acuerdo con ella.
– Sólo estoy intentando ganar algo más de tiempo -explicó.
Estaba desesperado por averiguar quién era Trumbo antes de que la noticia se filtrara a la prensa.
Nick había cambiado de opinión durante la noche. Ahora quería pegar la cara y el nombre de Trumbo por todas partes.
– Creo que sería lo mejor.
– Es evidente que hace quince años cambió de identidad. Puede volver a hacerlo -lo contuvo Noah, que indicó-: Y nunca sabríamos si podría volver a atacar a Jordan ni cuándo. Tenemos que esperar a tener noticias de Chaddick. Los dos sabemos que ese individuo se está escondiendo de algo, de modo que sus huellas dactilares tienen que aparecer en algún sitio.
Noah caminó arriba y abajo, y fue después a la nueva habitación de Jordan. Se quedó a los pies de su cama observándola con las manos en los bolsillos.
Nick entró al cabo de un minuto.
– Caray -susurró-. Tienes peor aspecto que ella.
Ambos la vieron sonreír. Fue un instante, pero ocurrió.
– ¿Nos oyes, Jordan? -preguntó Noah.
Volvió a sonreír, y se durmió de nuevo.
– ¿Cómo está? -preguntó el juez Buchanan desde la puerta.
– Bien -aseguró Noah.
– Me sentaré un rato con ella -dijo el juez, que acercó una silla a la cama sin hacer ruido-. Id a descansar un poco -les ordenó a los dos jóvenes, plenamente consciente de que ninguno de los dos lo haría. Cuando Nick se volvió para seguir a Noah fuera de la habitación, su padre lo llamó.
– Nicholas.
– ¿Sí, padre?
El juez se levantó y salió al pasillo para no molestar a su hija.
– Tu mujer quiere hablar contigo.
– ¿Está despierta? -preguntó Nick, sorprendido. Miró rápidamente qué hora era-. ¿Ya son más de las siete? Creía que eran… -sacudió la cabeza-. Se me han pasado unas cuatro horas sin darme cuenta. ¿Sabe Laurant lo de Jordan?
– Sí. Estaba viendo las noticias cuando tu madre y yo entramos.
– Desenchufé el televisor.
– Al parecer, alguien lo volvió a enchufar. Tu madre está con ella, y las dos quieren saber cómo sigue Jordan. De aquí a un ratito me cambiaré de sitio con tu madre. Querrá estar con Jordan.
Nick se dirigió a las escaleras para ir a ver a Laurant mientras Noah volvía a la sala de espera para llamar a Chaddick. Se ponía en contacto con él cada media hora. Lo más probable era que lo estuviera volviendo loco, pero le daba lo mismo. Dejaría de perseguirlo cuando obtuviera la información que necesitaba.
El doctor Morganstern apareció en el umbral. Noah levantó el dedo índice para pedirle que esperara mientras contestaba a Chaddick.
– Muy bien, ya tengo su nombre -soltó Chaddick.
– ¿Quién es?
– Paul Newton Pruitt. -Noah repitió el nombre a Morganstern-. ¿Sabes algo de él? -preguntó Chaddick.
– No. Cuéntame -le ordenó.
– Para empezar, lleva muerto quince años. Sí, ya sé que no está muerto -se apresuró a decir Chaddick-. Sólo te digo lo que he leído. Pruitt tenía conexiones con un grupo mafioso. Testificó en contra de un capo llamado Chernoff. Ray Chernoff. Seguro que has oído hablar de él. La declaración de Pruitt le valió tres cadenas perpetuas. Pruitt tenía que estar en prisión preventiva y declarar en dos juicios más, y después iban a incluirlo en el programa de protección de testigos.
– ¿Y qué pasó? -inquirió Noah mientras se frotaba la nuca para aliviar la tensión.
– Pruitt desapareció -prosiguió Chaddick-. Eso es lo que pasó. Los agentes que se encargaban de él encontraron sangre en su casa. Mucha sangre, y toda era suya. Pero no había ningún cadáver. Tras una larga investigación, concluyeron que uno de los socios de Chernoff lo había asesinado. También concluyeron que jamás encontrarían su cadáver.
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