Rafe se quedó callado, digiriendo la información.

– Bueno, ahora que sé de qué se trata a lo mejor puedo ayudarte de una forma más directa. ¿Quién es el padre?

– No puedo decírtelo.

– Vale. Entonces dime una cosa. Cuando lo acabe sabiendo, porque supongo que todo esto acabará sabiéndose y me enteraré, ¿cómo crees que me voy a sentir?

Shelley estaba a punto de contestarle cuando se paró en seco.

– No, no, Rafe Allman. Nada de jueguecitos. No me vas a hacer caer en tus trampas. Sé que si te digo más empezarás a atar cabos y lo descubrirás. No pienso hablar más sobre ese asunto.

– Pero, ¿por qué sospechas de mí? Yo sólo quiero echarte una mano.

Shelley siguió mirando en otra dirección. Sabía que estaba siendo testaruda, pero tenía que ser así.

– Muy bien. Entonces, ¿cómo tienes pensado encontrar a Quinn? -preguntó él.

– Espero que la recompensa prometida lo traiga hasta aquí. Fue muy buena idea, Rafe.

– Gracias. Tengo muchas de ésas.

– No lo dudo.

Rafe le sonrió y ella no pudo evitar devolverle la sonrisa. Él la tomó por los hombros y la miró a los ojos.

– Me muero por besarte.

Shelley se quedó sin aliento, pero intentó no parecer alterada.

– Ya lo hiciste antes -le dijo moviendo la melena hacia atrás con coquetería.

– Un beso no es un hecho irrepetible como escalar el Evere,st o saltar en paracaídas -dijo algo confuso-. Sólo porque ya lo haya hecho una vez no quiere decir que no pueda repetirse.

– Será mejor que dejemos el tema.

– ¡Ah! Ya veo lo que pasa aquí -dijo mirándola pensativo-. Para ti sólo se trata de algo que tienes que conseguir para después retirarte y disfrutar con la victoria.

Enredó los dedos en su pelo, echándole la cabeza hacia atrás.

– En cambio para mí -continuó él en un susurro-, sólo es un paso más en el camino hacia cosas mucho mejores…

Shelley lo miró a los ojos esperando encontrar su burlona mirada. Pero había algo distinto. Algo que aceleró su pulso y le hizo pensar en lo agradable que sería sentir la piel de Rafe contra la suya.

– ¿Ves? Ahí está el problema. Que los dos tenemos distintos puntos de vista -dijo apartándose de él y previniendo así los avances de Rafe-. Por eso creo que será mejor que demos por terminada la velada.

Se volvió y se dirigió a la entrada del hotel. Rafe la siguió. Se adelantó a ella en la puerta y la sostuvo abierta para que entrara.

– ¿Eso sería tan terrible? -le susurró cuando Shelley pasó a su lado.

Respiró hondo y se giró hacia él en cuanto llegaron a los ascensores.

– Yo no diría que es terrible -dijo mirando a su alrededor para evitar a inoportunos conocidos-. Pero creo que sería inapropiado.

– ¿Porqué?

– Porque soy tu jefa. Y no puedo aprovecharme de ti.

Rafe echó la cabeza hacia atrás y estalló en carcajadas. Cuando la miró de nuevo, Shelley encontró un nuevo respeto por ella en sus ojos que la llenó de alegría.

No sabía por qué era tan importante para ella que la respetara como persona, sobre todo cuando se daba cuenta de que se sentía atraído por ella como mujer. No encontraba respuesta, pero eso era lo que sentía.

– ¿Y eso qué significa? -le preguntó mientras entraban en el ascensor- ¿Que tengo que esperar hasta el lunes para intentar algo contigo, aunque sea algo completamente inocente?

– Mmm… -pensó ella durante un segundo-. No, eso tampoco funcionaría. Porque entonces se dará la vuelta a la tortilla y serías tú el que se estaría aprovechando de mí.

Ya habían llegado a la puerta de su habitación, así que Shelley sacó la tarjeta electrónica del hotel y la abrió.

Entró y lo miró con una mirada traviesa. Rafe seguía apoyado en el marco de la puerta, con una encantadora media sonrisa en la cara.

– ¿Sabes lo que creo? Que todo lo que me has estado contando sobre lo inapropiado que es y el abuso de poder es un truco para esquivarme. Estás intentando evitar que te bese de nuevo.

Shelley se rió con ganas mientras comenzaba a cerrar la puerta en su cara.

– ¿Ah, sí? ¡Eres muy perspicaz!

CAPÍTULO 7

RAFE siguió haciendo equilibrios con su silla mientras observaba al resto del grupo ensayar la obra. Tenía que admitir que estaban consiguiendo darle coherencia al proyecto. Aún pensaba que su idea habría estado mejor para la competición, pero se había convencido de que la de Shelley era también bastante buena.

Lo único que le faltaba era aceptar que le estaba empezando a gustar Shelley en todos los sentidos. Absolutamente en todos.

Al verla dirigir la obra en ese momento no pudo evitar sonreír. Era una líder increíble, lo llevaba en las venas. La competición estaba dándole una ocasión irrepetible para mostrar sus cualidades para organizar y motivar a las personas que trabajaban para ella. De no haber sido por el particular diseño del concurso de ese año, ni Rafe ni otros cargos medios de Industrias Allman se habrían dado cuenta de sus asombrosas cualidades para la dirección. Estaba decidido a buscar ese mismo lunes un nuevo puesto para ella que sacara más partido a su valía profesional.

– ¡Eh! ¡Chica! -le dijo en voz baja cuando Shelley pasó a su lado-. Tengo algo que decirte.

Se volvió a mirarlo y vio que tenía un brillo especial en los ojos.

– Si me vas a comentar otra vez que tengo unos labios suculentos, olvídalo -dijo con cara de pocos amigos.

– No, ese tipo de comentarios los dejo para luego, para cuando estemos solos -respondió sonriendo.

– ¡Rafe!

– La verdad es que lo que te iba a comentar no es tan apasionante. Matt me ha llamado antes. Mi padre está preocupado por el concurso y envía a Matt para que nos eche una mano. Llegará mañana.

– ¡Ah! -exclamó ella desplomándose en la silla de al lado-. Lo siento mucho, Rafe.

– No tienes nada que sentir -dijo sin comprender su reacción-. No pasa nada. Matt no puede estar en el equipo, pero nos podrá dar algún consejo. Nos vendrá bien tener algo de aire fresco en el grupo.

– ¡Vale! Entonces, ¿no te importa que venga?

– ¿Por qué me iba a importar? Matt nos puede ser de mucha ayuda -dijo, añadiendo con curiosidad-: Pensé que erais buenos amigos.

– Y lo somos. Pero como tu padre está siempre intentando ponerle en medio y que sea el centro de atención, pensé que…

«Así que de eso se trata», pensó Rafe. Shelley seguía dándole vueltas a su particular teoría sobre cómo su padre prefería a Matt por encima de él.

Y la verdad era que, aunque le costara admitirlo, podía haber algo de razón en su teoría. Se preguntaba si eso habría hecho que la relación con su hermano fuera distinta. Se quedó madurando esa idea durante un rato pero no era el momento de pensar en ello, así que intentó quitárselo de la cabeza.

– Shelley, no estoy celoso de mi hermano mayor si eso es lo que temes -dijo con poca convicción.

– ¿Estás seguro?

– Así es -dijo riendo-. He hecho una encuesta y cada parte de mí está de acuerdo. Gracias por preocuparte, pero no es necesario. Matt y yo nos llevamos bien y siempre ha sido así. No te inquietes por ello -añadió tomando su mano.

Rafe se dio cuenta de que ella se quedaba con ganas de seguir analizando el tema. Pensaba que todas las mujeres eran iguales, siempre intentando buscar los motivos y las causas de todo. Iba a tener que convencerla para que cambiara y disfrutara más de la vida, para que se tomara las cosas con más calma y se dejara llevar. Claro que antes tendría que aprender él a vivir así.

– ¿A qué hora viene? -inquirió ella, a pesar de que tenía otras cuestiones más importantes en la cabeza que hubiera deseado preguntarle a Rafe.

– Temprano, creo.

– ¡Vaya! Y aún no he hablado con Quinn -dijo ella con una mueca y hablando más para sí que para otros.

– ¿Y eso que tiene que ver con la llegada de Matt? -preguntó él sin comprender por qué ella había hecho la conexión.

– Por… Por nada. Nada en absoluto -explicó desconcertada-. Estaba pensando que tengo un día de lo más ajetreado mañana.

Se levantó y cambió de actitud.

– Venga, no seas vago. Necesito que hagas mucho más antes de la hora de comer. Quiero que reduzcas la duración del vídeo con los niños en el colegio.

Shelley se dispuso a añadir algo de atrezzo a la presentación. Colocó un espejo en un caballete y se separó un poco para comprobar el efecto que hacía.

– La cinta es una monada, pero es demasiado larga. Necesitamos reducir y cortar un montón de cosas. El total de la presentación no puede alargarse más de siete minutos -añadió ella sonriéndole.

Volvió a observar el espejo y se acercó para recolocarlo y ver qué tal quedaría desde el punto de vista de la audiencia.

– Va a ser difícil deshacerse de algunas partes del vídeo, pero tenemos que hacerlo -siguió ella.

– Espera un momento, jefa -protestó él-. No creo que yo deba ocuparme de la edición del vídeo. No tengo experiencia.

Shelley no podía creerse que empezara otra vez con las quejas. Era exasperante.

– 0 editas esa cinta o presentas tu dimisión. Como quieras -dijo mientras le daba en el hombro con su lápiz

– Aguafiestas -repuso con el ceño fruncido.

Ella le sonrió por un momento, antes de retomar su papel de jefa.

– Toma, la cinta. Todo lo que necesitas para editarla está en sala de audiovisuales. Venga, empieza. El tiempo es oro.

Rafe se resistió a irse. Notaba que Shelley se estaba ablandando. Estaba perdiendo sus fuerzas y su autoridad. Pensó que quizás fuera el momento para intentarlo una vez más. Sabía que su idea era tan buena que ganarían el premio con ella. Seguía preocupado por ganar la competición.

– ¿Sabes qué? Aún no es demasiado tarde para pensar en usar mi idea para la competición. No íbamos a necesitar mucho material, además yo ya tengo mucho trabajo adelantado y…

– ¿Por qué no pones los pies en el suelo y admites de una vez esta situación? -dijo ella fuera de sí-. Estamos desarrollando mi idea y, si tan importante es para ti ganar, ¿por qué no te mueves y empiezas a trabajar duro para que podamos conseguirlo?

Se volvió y comenzó a cortar cartulina para la decoración del escenario. Esperó que él se diera por enterado de que estaba siendo ignorado.

Rafe se quedó mirando su propia imagen en el espejo que Shelley acababa de colocar.

«Ella tiene razón» le dijo su propio reflejo. Quiso protestar, pero se contuvo. Sabía que era verdad. Recogió la cinta de vídeo, le lanzó a Shelley una mirada lasciva que ella ignoró y salió de la sala. Se dio cuenta de que la jefa se había hartado ya de sus tonterías.


Trabajaron duro todo el día. Shelley estaba al borde de un ataque de nervios. Al principio no le había importado demasiado ganar el concurso o no. Sólo le importaba hacer un buen trabajo y no dejar a la empresa en mal lugar. Para ella ganar era lo de menos.

Pero ahora que sabía cuánto significaba el triunfo para Rafe, quería conseguirlo a toda costa. Sabía que tenía más que ver con la necesidad de demostrarle lo que valía a su padre que con otra cosa. Shelley estaba empezando a adoptar como suyas las batallas y preocupaciones de Rafe. Lo que era importante para Rafe también lo era para ella. Recordaba cómo su padre lo ignoraba continuamente cuando eran niños. Siempre estaba pendiente de Matt. Quería que fuese Matt el que dirigiera la empresa en vez de Rafe, que tenía muchas más cualidades para hacerlo. Lo paradójico era, además, que Matt no tenía ningún interés en el negocio familiar.

Shelley estaba concentrada en ganar. Lo tenía que conseguir, aunque sólo fuera por Rafe. En primer lugar, quería demostrarle que su idea era buena y, en segundo lugar, quería verlo feliz.

Pero estaba preocupada. No les quedaba mucho tiempo y no parecía suficiente para hacer que la presentación fuera tan buena como ella pretendía. Algunas de las piezas que quería colocar en el escenario eran imposibles de terminar a tiempo y las camisetas que querían llevar durante la final no habían llegado aún.

Cada equipo participante llevaba camisetas iguales, con un estilo y color diferentes. Formaba parte del tema de cada grupo. Shelley se temía que, sin las camisetas, no podrían siquiera clasificarse. A pesar de todo, el grupo estaba trabajando muy duro y estaba muy satisfecha con sus esfuerzos.

Era muy incómodo encontrarse a monitores de la competición espiándolos de vez en cuando. Comprobando que cumplieran todas las normas y tomando nota sobre el cambio de roles jefe-empleado en cada equipo.

A pesar de todo, el fin de semana estaba resultando más divertido de lo que ella había imaginado. Le parecía imposible que la idea de trabajar con Rafe le hubiera parecido tan terrible al principio. Aún había problemas entre ellos, pero su presencia se estaba convirtiendo en una parte importante de su vida, y de una manera que nunca habría sospechado.