– Sí, a eso me refiero -contestó Maggie dando un paso hacia él.
El pasado se mezclaba con el presente, los recuerdos se mezclaban con la necesidad actual. Maggie sintió que la boca se le quedaba seca, que las entrañas se le derretían y que el pulso se le aceleraba de deseo y pasión. Recordaba perfectamente las caricias de Justice, su boca, su peso, la textura de la tierra mojada en la que estaba apoyada, recordaba perfectamente que no había pasado frío, que ni siquiera se había dado cuenta de que estaba lloviendo.
Porque en aquellos momentos lo único que le importaba era Justice.
Hay cosas en la vida que no cambian.
El sol brillaba con fuerza en el cielo primaveral. Cada uno de ellos se encontraba a un lado de un enorme muro. Se suponía que estaban separados y que la única razón por la que Maggie estaba en el rancho era que Justice necesitaba que lo ayudara a curarse.
Daba igual.
Maggie dio otro paso hacia él, y Justice se acercó sin dejar de mirarla a los ojos. Era tal la intensidad de su mirada que Maggie comenzó a acalorarse seriamente. En sus ojos se veía muy claro lo que Justice quería. Maggie estaba segura de que también su rostro revelaba su deseo. Lo deseaba. Siempre había sido así y, probablemente, siempre lo sería.
Estar de nuevo allí, rodeada por los recuerdos estaba haciendo que aquel deseo se acrecentara, lo estaba magnificando con los recuerdos del pasado, pero no le importaba.
Maggie alzó una mano, le acarició la mejilla, sintió su incipiente barba y Justice cerró los ojos, suspiró y se acercó un poco más.
– Maggie…
En aquel momento, los gritos de un bebé los apartaron.
Maggie dio un respingo y vio a la señora Carey, que se acercaba con Jonas en brazos. Al verlo, abrió los brazos para darle la bienvenida y el niño se abalanzó sobre ella.
– Perdón, no os quería interrumpir, pero Jonas le ha visto por la ventana y se ha puesto como loco -se disculpó la mujer.
– No pasa nada, señora Carey -contestó Maggie acariciándole la espalda a su hijo para calmarlo.
La mujer estaba realmente apesadumbrada por haber interrumpido aquel momento, pero Maggie pensó que, tal vez, hubiera sido mejor así. Tal vez, si Justice y ella se hubieran dejado llevar por los recuerdos, lo único que habrían conseguido habría sido complicar todavía más las cosas.
Jonas se calmó, levantó la cabeza del hombro de su madre y sonrió.
– Muy bien, jovencito -sonrió Maggie.
Jonas tomó aire, se agarró a uno de los pendientes de Maggie y sonrió encantado a Justice y a la señora Carey, como diciendo: «Mi mamá es mía y me hace caso cuando yo quiero».
Justice se apartó y se sentó en el banco de piedra.
– No voy a seguir andando, Maggie -le dijo. -¿Por qué no te vas dentro con el niño?
La señora Carey puso tal cara que a Maggie le entraron ganas de reírse. Si la situación no hubiera sido tan rara, lo habría hecho. Allí estaba su marido, el muy cabezota, sentado a un par de metros de su hijo, sin querer aceptarlo, escondiéndose, dejando al mundo fuera.
Y Maggie ya estaba harta.
– Jonas, ¿quieres ir con tu papá? -le preguntó al niño.
Justice levantó la cabeza sobresaltado.
– No soy su padre -le recordó enfadándose.
– Mira que eres testarudo, cabezota e idiota -murmuró la señora Carey. -No quieres reconocer la verdad ni teniéndola delante.
– ¿Has olvidado para quién trabajas? -contestó Justice sin apartar la mirada de Maggie y del niño.
– Tengo muy claro para quién trabajo -contestó la señora Carey. -Me voy a la cocina a preparar la cena.
Una vez a solas, Maggie se quedó mirando a Justice. Había tomado una decisión. Iba a obligar a Justice a reconocer a su hijo. Se acabó el dejar que se saliera con la suya, el permitir que ignorara al niño, hacer como que no le importaba, que saliera de la habitación en la que estaba en cuanto entraban ellos.
– Ven aquí, cariño, ven con tu padre -insistió dejando a Jonas en el regazo de Justice antes de que a éste le diera tiempo de reaccionar.
Tanto el adulto como el niño se quedaron alucinados. Encima, eran tan parecidos que a Maggie le dio por reírse.
Justice ni se dio cuenta. Estaba tan aterrorizado mirando al niño que tenía encima como si fuera una bomba, que no tenía ojos para otra cosa. Lo cierto era que esperaba que el pequeño se pusiera a protestar por estar con un desconocido, pero Jonas lo miró y sonrió.
Justice se dio cuenta entonces de que tenía dos dientes abajo y de que se le caía la baba por la barbilla. Tenía los ojos azules y el pelo negro y sus brazos y piernas regordetes se movían rápidamente.
Justice le puso una mano en la espalda para que no se cayera y sintió el rápido latido de su corazón. Llevaba días ignorando al niño, evitándolo, diciéndose que no era asunto suyo. No quería tocarlo ni que Jonas lo tocara, no había querido ni mirarlo porque le recordaba que Maggie había conseguido lo que más ansiaba en la vida con otro hombre.
Mantenerse alejado le había resultado mucho más fácil.
Sin embargo, ahora, se daba cuenta de que se había comportado como un cobarde por primera vez en su vida. Había huido del niño y de lo que significaba para salvar el trasero, para protegerse.
¿En qué lugar le dejaba aquello?
Jonas se rió, y Justice se giró hacia Maggie, que los estaba observando con lágrimas en los ojos. Justice sintió que el corazón le daba un vuelco y, durante un segundo, se permitió pensar que era verdad, que Maggie y él estaban juntos de nuevo, que Jonas era su hijo.
Entonces, oyó un coche que se aproximaba y un momento después un motor que se apagaba junto a la puerta principal. Acto seguido, una puerta que se abría y se cerraba y antes de que le diera tiempo de preguntarse quién sería, la señora Carey anunció la visita:
– ¡Han llegado Jesse y Bella!
Justice miró a Maggie.
La magia se había evaporado.
– Agarra al niño.
CAPÍTULO 07
– No te puedes ni imaginar las ganas que tengo de que nazca este bebé -comentó Bella sentándose como pudo en uno de los cómodos sofás del salón.
Llevaba la melena larga y oscura recogida en una trenza que le caía por encima de un hombro y grandes aros plateados en las orejas.
– No lo digo solamente por poder volver a dormir boca abajo -sonrió acariciándose la abultada tripa, – sino también porque me muero de ganas por conocerlo.
– ¿No sabéis si es niña o niño? -le preguntó la señora Carey.
– No, hemos preferido que sea sorpresa.
Maggie sonrió. Ella había hecho lo mismo. No había querido saber el sexo de su bebé hasta tenerlo en brazos.
Recordaba perfectamente cómo habían transcurrido las dos últimas semanas de embarazo. No era de extrañar que Bella estuviera nerviosa. A la incomodidad propia del momento se unía la ansiedad por ver la carita de su bebé.
– Jesse está que no puede más -comentó Bella. -Está en alerta constante. Cada vez que respiro más profundamente de lo normal, se lanza hacia el teléfono para llamar a una ambulancia. Está muy nervioso, apenas duerme y me despierta constantemente para ver si estoy bien.
– Se porta como es debido -opinó la señora Carey, que estaba sentada en una butaca dándole el biberón de la tarde a Jonas. -Los hombres deben involucrarse en el nacimiento de sus hijos -añadió. -Hay hombres que saben lo que tienen que hacer, no como otros.
Aunque Maggie estaba encantada de que el ama de llaves de toda la vida de los King se hubiera puesto de su parte, se sintió obligada a salir en defensa de Justice.
– La verdad es que Justice no sabía que estaba embarazada.
– Lo habría sabido si su cabezonería no le hubiera impedido ir a buscarte la primera vez -contestó el ama de llaves con decisión. -Si lo hubiera hecho, tú habrías pasado el embarazo aquí y yo no tendría que haber esperado tanto para conocer a esta ricura.
Lo cierto era que habría sido muy agradable poder pasar el embarazo en casa, rodeada de amor y de cuidados en lugar de sola, en el piso que tenía a media hora de Long Beach.
Menos mal que había tenido a su familia.
– No me puedo creer que pasaras el embarazo completamente sola -murmuró Bella pasándose las manos por la tripa. -Yo no sé qué haría sin Jesse.
– No fue fácil -admitió Maggie sirviéndole a Bella otro vaso de limonada y volviéndose a sentar.
Mientras miraba a Jonas, que estaba cómodamente tumbado en el regazo de la señora Carey, tomándose el biberón, Maggie recordó aquellos meses. Había echado mucho de menos a Justice. Había estado a punto de llamarlo muchas veces, pero su orgullo se lo había impedido.
– Tuve a mi familia -comentó recordando que no había estado completamente sola.
Además, no quería que aquellas mujeres se apiadaran de ella y, para ser completamente sincera, aunque era verdad que lo había pasado muy mal por no tener a Justice a su lado, el embarazo no había sido todo tristeza.
– Menos mal -comentó Bella.
– Mis padres viven en Arizona, pero me llamaban por teléfono constantemente y me ayudaron mucho. Mis dos hermanas se portaron de maravilla- añadió sonriendo al recordar. -Mi hermana Mary Theresa estuvo en el parto conmigo. No sé qué habría hecho sin ella.
– Me alegro de que no estuvieras sola, pero a una mujer le hace falta su marido al lado cuando va a nacer un hijo -comentó la señora Carey.
– Me habría encantado contárselo, de verdad, pero Justice me había dicho muchas veces que no quería tener hijos -contestó Maggie.
– Es de locos -protestó la señora Carey. -No entiendo cómo puede decir eso viniendo de esta familia, una familia con cuatro hijos. ¿Por qué no querrá tener hijos? Sobre todo, un hijo tan maravilloso como éste -se lamentó el ama de llaves besando a Jonas en la frente.
Maggie le sonrió encantada de que su hijo tuviera una abuela postiza que lo mimara.
– Yo tampoco lo entiendo, pero él lo tiene muy claro, así que no podía presentarme aquí embarazada como si tal cosa, y además…
– Querías que te quisiera por ti y no por el bebé -aventuró Bella.
– Exacto -suspiró Maggie.
Acababa de conocer a Bella King, pero tenía la sensación de que podrían ser grandes amigas. Claro que eso no iba a suceder porque, en cuanto Justice se pusiera bien, ella se iría de nuevo.
Y aquella vez sería para siempre.
Jamás volvería si Justice le daba la espalda a su hijo.
Maggie miró a su alrededor apesadumbrada. Los rayos del sol se colaban por las ventanas y se reflejaban en los muebles, el ambiente olía a flores recién cortadas y lo único que se oía eran los ruiditos que hacía Jonas al beberse su biberón.
– Te entiendo perfectamente -comentó Bella. -Si a mí me hubiera pasado algo parecido, habría hecho exactamente lo mismo que tú. Jesse me ha dicho muchas veces lo felices que su hermano y tú erais. La verdad es que se sorprendió mucho cuando os separasteis.
– No fue el único -contestó Maggie sintiendo unas terribles ganas de llorar, pero consiguiendo mantener las lágrimas a raya. -Siempre creí que Justice y yo envejeceríamos juntos, pero es tan…
– ¿Cabezota y obstinado? -opinó la señora Carey.
– Sí, eso lo define bien -se rió Maggie.
– Jesse también es así -comentó Bella procediendo a describir la vida actual con su marido, que apenas le permitía pasear por el salón sin acompañarla.
A continuación, les contó que su marido había puesto un sofá en su despacho de King Beach para que se echara la siesta todas las tardes.
Maggie la escuchaba intentando ocultar el dolor que se estaba apoderando de ella y la envidia que envolvía su corazón por lo que Bella compartía con su marido. Jesse había entrado dos veces en media hora para asegurarse de que su esposa estaba bien.
Maggie supuso que todo el embarazo de su cuñada habría sido así, que su marido habría estado pendiente de ella en todo momento y no pudo evitar recordar cómo había sido el suyo. Era cierto que sus padres y sus hermanas la habían ayudado, pero Justice no había estado a su lado, no había podido permitirse el lujo de quedarse en la cama junto al padre de su hijo, soñando con el futuro de su bebé. No había podido compartir con él la emoción de una nueva ecografía, no había podido agarrarle la mano y ponérsela sobre la tripa para que sintiera moverse a Jonas.
Los dos se habían perdido muchas cosas. Tal vez, tendría que haber vuelto en cuanto se había enterado de que estaba embarazada. Tal vez tendría que haberle dado a Justice la oportunidad de conocer a su hijo, pero había estado segura de que no serían bienvenidos ninguno de los dos y, francamente, el comportamiento actual de Justice confirmaba sus sospechas.
Sin embargo, Maggie recordó la mirada que Justice le había dedicado a Jonas hacía menos de una hora, cuando se lo había puesto en el regazo. Lo había mirado con una ternura inesperada y con una mezcla de sorpresa y prudencia.
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