– No estaba sola -le aclaró Maggie. -Matrice estuvo conmigo todo el rato.

– ¿Tu hermana? Me tendrías que haber llamado a mí. Habría venido.

Había anochecido y las lámparas de la sala de espera no eran muy potentes, así que la estancia estaba casi en penumbra. Gracias a Dios, alguien había apagado el televisor y Justice y Maggie eran los únicos que quedaban. De repente, a Maggie se le antojó que habría agradecido el ruido de fondo de la televisión.

Miró a Justice a los ojos. Le hubiera gustado pensar que habría sido así, que de haberlo llamado para que fuera al hospital él habría ido corriendo para estar a su lado, pero sabía que no habría sido así. Lo sabía en lo más profundo de su corazón.

– No, Justice, no habrías venido -suspiró. -Si te hubiera dicho que iba a tener un hijo tuyo, no me habrías creído. No me crees ahora y no me habrías creído entonces.

Justice se pasó una mano por el pelo, se masajeó la nuca y asintió.

– Tienes razón. Quizás no te hubiera creído, pero habría venido de todas maneras para estar a tu lado.

Maggie agradeció saber que, aunque no hubiera creído que fuera su hijo, Justice habría estado a su lado, pero entonces se planteó algo más.

– ¿Y tú crees que hubiera querido tenerte a mi lado sabiendo que creías que estaba mintiendo? ¿Crees que te habría llamado para que me acompañaras si Jonas fuera hijo de otro?

Justice se quedó mirándola en silencio y los segundos fueron pasando.

– No, no en ambos casos, no a ambas preguntas -contestó sinceramente. -La verdad, Maggie, es que ha sido muy fuerte para mí que te presentaras en el rancho con un niño que dices que es mío.

Maggie estaba harta de defenderse.

– Jonas es hijo tuyo -le aseguró.

Justice se quedó mirándola intensamente hasta que Maggie se revolvió incómoda ante el escrutinio.

– Te tengo que decir una cosa -comentó Justice.

– ¿Qué? -contestó Maggie esperanzada.

¿Iba a admitir Justice por fin que sabía que Jonas era hijo suyo? ¿Le iba a decir que sabía que no le había mentido y que quería que se quedaran en el rancho y formaran una familia?

– ¿El señor y la señora King?

Maggie no se podía creer que los hubieran interrumpido justo en ese momento. Unas horas antes habría recibido encantada la buena nueva, pero ahora… aun así, se puso en pie rápidamente, al igual que Justice, y fue hacia la puerta.

– Somos nosotros -contestó. -¿El niño y Bella están bien?

– Sí, todos están bien, incluso el padre -contestó la enfermera. -Ya se ha repuesto.

– ¿El padre? -se extrañó Justice.

– Sí, se ha mareado un poco en el quirófano -contestó la enfermera.

– ¿Me está diciendo que se ha desmayado? -sonrió Justice pensando en la cantidad de risas que se iba a echar a costa de su hermano.

– Justice… -le advirtió Maggie.

– Los padres quieren que pasen ustedes a conocer al recién llegado -los invitó la enfermera.

– ¿Ha sido niña o niño? -quiso saber Maggie.

– Mejor que se lo diga la madre -contestó la enfermera abriendo la puerta.

Justice y Maggie entraron a una zona en la que dos mujeres a punto de ponerse de parto caminaban lentamente, resoplando, agarradas a sus goteros. Sus maridos les pisaban los talones y les dedicaban palabras de apoyo. En otra habitación había una mujer quejándose y un poco más allá se oían los gritos de un recién nacido.

Maggie sintió la mano de Justice en las lumbares y agradeció aquel gesto tan íntimo. Por lo menos allí seguían siendo una pareja, un equipo, dos personas que habían aguantado horas de espera y estaban a punto de recibir su recompensa.

Cuando llegaron a la habitación de Bella, encontraron a la primeriza exhausta y radiante, apoyada en un montón de almohadas y con una criatura envuelta en una mantita entre los brazos. A su lado estaba Jesse, que todavía estaba pálido y con los ojos vidriosos, pero muy feliz.

Maggie se asomó para verle la carita al bebé y sonrió.

– ¿Niña o niño?

– Niño -contestó Jesse. -Tío Justice, tía Maggie, os presentamos a Joshua -añadió dejando muy claro que iban a seguir con la tradición de poner a los varones de la familia nombres que empezaran por jota.

Justice se acercó para echar un vistazo al último King en llegar al mundo. Maggie sintió su aliento en la mejilla al inclinarse.

– Es precioso, Bella -le dijo Justice a su cuñada. -Menos mal que se parece a ti.

– ¡Eh! -protestó Jesse.

– Anda, tú siéntate, que ya me han dicho que el parto no te ha sentado muy bien -comentó Justice tomándole el pelo a su hermano.

Jesse miró disgustado hacia la puerta abierta y Bella se rió.

– Será bocazas esa enfermera -murmuró Jesse mirando a Justice y haciéndole una señal para indicarle que quería hablar con él a solas.

Una vez alejados y habiéndose cerciorado de que las mujeres no los oían, procedió a hablarle a su hermano mayor.

– Ahora que yo también soy padre, Justice, te digo que Jonas es tu hijo y que no lo eches todo a perder por tu orgullo.

– No me parece el momento para hablar de esto -objetó Justice.

– Es el mejor momento -insistió Jesse. -No pierdas el tiempo.

Dicho aquello, Jesse volvió junto a su mujer y Maggie fue hacia Justice para volver al rancho y dejar descansar a la nueva familia.

Cuando salieron del hospital, hacía frío y Maggie no podía parar de hablar, emocionada.

Justice, mientras tanto, se preguntaba qué ocurriría si fuera cierto, si su hermano tuviera razón y si Jonas fuera su hijo, si la información que le habían dado hacía diez años no fuera cierta.

– ¿Verdad que es una preciosidad? Tan pequeño, tan perfecto, tan… Justice, ¿te pasa algo?

Justice la miró a los ojos y, al instante, supo lo que tenía que hacer. Había llegado el momento de encarar la verdad. Por el bien de todos.

– Quiero hacerme las pruebas de paternidad.

CAPÍTULO 08

Unos días después, Justice todavía sufría las represalias de Maggie. Tras tenerlo una hora haciendo sentadillas y corriendo en la cinta, por lo visto, todavía no había terminado con él.

Había montado una camilla de masaje junto a la piscina cubierta situada detrás de la casa principal y lo había hecho tumbarse como a un prisionero sobre un potro de tortura.

El sol se colaba por las ventanas tintadas que permitían disfrutar desde dentro de la claridad y el paisaje sin que nadie que estuviera fuera pudiera ver el interior. El ruido que hacía la bañera de hidromasaje se mezclaba con el murmullo del aire acondicionado.

Justice, sin embargo, tenía toda su atención puesta en las manos de Maggie. Era una buena profesional, pero estaba muy enfadada. Justice hizo una mueca de disgusto cuando le agarró el pie, lo levantó, le flexionó la rodilla y se la llevó hacia el pecho.

Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no gemir de dolor, apretó los puños y aguantó mientras Maggie le indicaba que empujara contra sus manos.

Por lo visto, aquello se llamaba entrenamiento de resistencia.

Justice lo hubiera definido como tortura total.

– Te lo estás pasando en grande -protestó.

– No, de eso nada -contestó Maggie.

– Ya. Estás enfadada y me lo estás haciendo pagar.

– Justice, soy fisioterapeuta y te estoy tratando de manera profesional. Jamás se me ocurriría hacerle daño a un paciente. Empuja.

Justice así lo hizo.

– Entiendo que no me quieras hacer daño, pero esto es una tortura.

– Es la rehabilitación que necesitas -insistió Maggie. -Te aseguro que me encantaría torturarte, pero no lo estoy haciendo. Estos son los ejercicios normales.

Justice volvió a empujar cuando así se lo indicó Maggie, concentrando su fuerza. La verdad era que desde que había comenzado la rehabilitación con ella sentía la pierna más fuerte e iba mejorando día a día. Le seguía doliendo, pero ya apenas necesitaba el bastón.

– No he pedido las pruebas de paternidad para hacerte rabiar-le aseguró.

Maggie tomó aire profundamente, depositó la pierna de Justice sobre la camilla y lo miró.

– Justice, no pienso permitir que a nuestro hijo lo tengan que pinchar porque tú no confíes en mí -le aseguró.

Por supuesto, cuando Justice se lo había propuesto a la salida del hospital, Maggie se había enfadado. Se había enfadado tanto que le había dicho exactamente lo que pensaba de un hombre que era capaz de obligar a un niño a pasar por un pinchazo innecesario.

Pero Justice no había dado su brazo a torcer.

El día que un médico le había dicho que no podía ser padre había sufrido mucho. En aquel accidente no sólo había perdido a sus padres, su pasado, sino también su futuro, la posibilidad de ser padre.

Justice siempre había soñado con formar una familia, con tener otra generación que se hiciera cargo del rancho King con el mismo amor y la misma devoción que él, y había sido devastador que aquellos sueños se hubieran ido al garete de un plumazo.

Ahora, sin embargo, se planteaba que, quizás, aquel médico se hubiera equivocado y deseaba saber la verdad, necesitaba saber si Jonas era hijo suyo, si de verdad tenía un hijo.

Por eso, dijera lo que dijera Maggie, no iba a cambiar de parecer.

Habían pedido hora y las pruebas se iban a realizar al día siguiente en uno de los laboratorios de la familia. Eran las ventajas de tener una familia enorme. Los King estaban en prácticamente todos los negocios que daban dinero en California. Necesitara uno lo que necesitara, casi siempre había algún primo que lo podía ayudar.

Gracias a eso, habían conseguido adelantar la prueba de paternidad, pero los resultados tardarían unos días. A Justice nunca le había gustado esperar y, en aquella ocasión, se le estaba haciendo todavía más difícil. Se jugaba mucho con aquellos resultados, no sólo su orgullo, sino también su futuro.

Maggie se echó un líquido en las manos, se las frotó y comenzó lo que ella llamaba «movilización profunda de tejidos». En otras palabras, un masaje fuerte. Justice suspiró encantado mientras sentía sus dedos y sus palmas obrando magia sobre su pierna. Maggie tenía unas manos maravillosas, un toque seguro, firme y profesional.

Sin embargo, Justice quería más, quería que aquellas manos lo acariciaran en otros lugares del cuerpo. Claro que sabía perfectamente que no iba a poder ser porque Maggie estaba furiosa con él.

– ¿Qué tal? -le preguntó Maggie subiendo desde la planta del pie por el gemelo y hasta el muslo v volviendo a bajar.

«Si miraras hacia la bragueta del pantalón, obtendrías una buena respuesta», pensó Justice.

– Muy bien -contestó. -De maravilla.

– Vas mejor, Justice. Me alegro.

– ¿De verdad?

– Claro que sí. Recuerda que he venido para ayudarte a que te recuperes. Cuanto antes ocurra, antes me podré marchar con Jonas.

Al oír aquello, Justice se incorporó y la agarró de la muñeca.

– No te irás hasta que nos hayan dado los resultados de las pruebas.

Maggie se zafó de su mano. -No me voy a ir hasta que haya terminado mi trabajo, pero, cuando lo haya acabado, no podrás impedirme que me vaya -le corrigió.

– Maldita sea, Maggie, ¿es que no entiendes que tengo que hacerlo así?

– No, no lo entiendo -contestó Maggie secándose las manos. -Tenías mi palabra. Podrías haber elegido creerme.

– Tu palabra no es suficiente. Necesito pruebas -insistió Justice mirándola.

Maggie llevaba el pelo recogido en una cola de caballo, no se había maquillado y lo miraba con ojos cargados de enfado mientras apretaba los dientes, seguramente para no espetarle los cientos de insultos que se le estaban ocurriendo.

Hacía calor, así que se había puesto unos vaqueros cortos y una camiseta de tirantes. Tenía la piel suave y pálida, y a Justice le habría encantado agarrarla y besarla. Su imaginación se disparó, se imaginó el cuerpo desnudo de Maggie tumbado sobre él, sus senos en contacto con su torso.

Maldición.

Justice se apresuró a bajarse de la camilla con la esperanza de que Maggie no hubiera reparado en su erección. Siempre que estaba con ella se comportaba como un adolescente, siempre excitado.

– Ven -le dijo Maggie colocándose a su lado y pasándole el brazo por la cintura. -Quiero que te metas un rato en la bañera de hidromasaje para relajar los músculos.

Justice estuvo a punto de rechazar su ayuda, pero, luego, se dijo que era una buena oportunidad de tocarla, así que se dejó envolver por su olor y sintió sus cabellos sedosos en el brazo cuando se lo pasó por los hombros.

– Muy bien -dijo Maggie ayudando a Justice a sentarse dentro del agua- He bajado un poco la temperatura -añadió mientras Justice suspiraba de placer.

Él la miró y se preguntó qué había sido de su Maggie, de aquella mujer que lo excitaba constantemente con su fuego.