Meri lo miró.

– ¿Hay algo que no sepas?

– Cómo conseguir una chica, cualquier chica.

– Hablaremos más tarde -dijo Meri animándolo a levantarse-. ¿Estás interesado en alguien en particular?

Antes de que respondiera, Jack entró en la habitación. Había algo en su expresión que alertó a Meri de que algo no iba bien.

– ¿Qué ocurre? -preguntó-. ¿Alguien se ha hecho daño?

– No, pero tenemos que hablar.

La tomó del brazo y la llevó a la cocina. Aquello no le gustaba.

– Hablemos -dijo ella cruzándose de brazos.

Su mirada era inexpresiva.

– Andrew no es quien piensas.

Había pensado que su padre había tenido un accidente o que le había dado un ataque al corazón. Pero Andrew…

– ¿No es quien pienso?

– En serio, Meri. Tengo información sobre él. No es el hombre que parece ser. Va tras el dinero.

Un millón de pensamientos diferentes cruzaron su cabeza. En otras circunstancias, se habría maravillado del poder de la mente humana, de cómo podía mantener tantas ideas contradictorias en un solo instante. Pero en aquel momento, lo único que le preocupaba era mostrarse lo suficientemente fuerte después del puñetazo que Jack le había dado en el estómago.

– ¿Por que ibas a saber nada de Andrew? -preguntó con voz gélida.

– He hecho que lo investigaran.

– No tienes derecho a involucrarte en mi vida -replicó enfadada-. ¿Quién te crees que eres?

– Sé que estás enfadada…

– ¿Enfadada? No tienes ni idea. ¡Maldita sea, Jack! -exclamó mirando hacia la puerta del salón-. Sólo porque nos hayamos acostado no te da derecho a decirme lo que tengo que hacer. Perdiste ese derecho el día que te fuiste después de que Hunter muriera. Se suponía que tenías que estar ahí por mí, pero no fue así. Así que no me importa lo que pienses de nada.

Ella comenzó a irse, pero Jack la tomó del brazo y la hizo detenerse.

– Tienes que escucharme.

– No. Y aunque no importe ahora, yo también hice investigar a Andrew. Proviene de una familia acomodada. No tiene un fondo fideicomisario, pero no le falta el dinero. Es un buen hombre.

– Está casado.

Todo su cuerpo se quedó helado. Sabía que su temperatura era la misma que cinco segundos antes, pero la sensación de estar volviéndose de hielo era increíblemente real.

– Estas equivocado. El detective que contraté…

– Hizo una sencilla investigación. Normalmente eso es suficiente. Pero cuando me dijiste que pensabas casarte con este tipo, hice que mi gente indagara más. Hace ocho años su mujer y él estafaron a un viejo por dos millones. Hace tres, le sacaron a una heredera la misma cantidad. Imagino que tú eras su siguiente objetivo.

Meri no podía soportar las noticias sobre Andrew, así que se giró a Jack.

– ¿Has investigado su entorno? ¿Qué te da derecho a eso?

– Alguien tiene que cuidar de ti. Tu padre no cuenta. Sin Hunter, sólo quedo yo -dijo mirándola a los ojos-. No pude hacer lo que Hunter me pidió, no pude quedarme cerca de ti. Estaba demasiado destrozado por lo que había pasado. Aún así, tenía la responsabilidad de cuidarte y eso hice, aunque fuera en la distancia.

– ¿Me has espiado?

– Llámalo como quieras. He cuidado de que no te metieras en problemas.

¿Pagaba por que la vigilaran?

– Bastardo -dijo Meri, y levantó la mano para abofetearlo.

Él la tomó de la muñeca.

– Era por tu propio bien.

– Eso no es cierto. Estabas intentando calmar tu culpabilidad. No te comportaste como un buen amigo con mi hermano y menos conmigo. No controlas mi vida, Jack. Me casaré con Andrew si quiero y tú no vas a detenerme.

– La bigamia es ilegal en cincuenta estados.

¿Andrew casado? No podía creerlo. Quizá no fuera el príncipe encantador que había imaginado, pero ¿casado?

– No está jugando conmigo -insistió, aunque no acababa de creérselo.

– ¿Cómo lo sabes? Al menos lee el informe antes de tomar una decisión.

No había nada que leer, pensó soltándose de su mano. No había nada que decidir. No estaba enamorada de Andrew. Había estado luchando contra esa verdad desde que había llegado a la casa. El tiempo que habían pasado alejados se lo había aclarado: no lo había echado de menos.

¿Había estado enamorada de él en algún momento? Si estaba casado y estaba jugando con ella, entonces no era más que una comadreja.

– Los hombres apestáis -murmuró.

– Estoy de acuerdo.

– Tú más que nadie. Nunca te perdonaré por espiarme, por ocultarte entre las sombras durante los últimos once años.

– Me importaba lo que te pasara.

– ¿Es así como lo llamas? Yo diría que no has sido más que un cobarde tratando de calmar a un fantasma. Sé que mi hermano esperaba más de ti, Jack. Y yo también.

Capítulo Diez

Meri estaba tumbada en su cama boca abajo, tratando de contener las lágrimas. Betina estaba sentada a su lado, acariciándole la espalda.

– No puedo creerlo -dijo Meri-. No puedo creer que hiciera eso.

Betina le palmeó el hombro.

– No puedo creer que tenga que preguntar, pero, ¿de quién estamos hablando? ¿De Andrew o de Jack?

– De ambos -murmuró Meri y se dio la vuelta, secándose las lágrimas con la mano-. Hay dos hombres en mi vida y los dos me están traicionando.

No acababa de creérselo. ¿Cómo había podido estropearse todo?

Betina suspiró.

– Estoy asombrada de lo que Jack descubrió sobre Andrew. ¿Le crees?

Meri asintió.

– Nunca mentiría con una cosa como esa. Me dijo que Andrew y su esposa iban a llevar a cabo una estafa, pero no sé cuál era el plan que tenían conmigo. No podía casarse conmigo y no le habría dado dinero por nada.

Aunque ahora que lo pensaba, le había mencionado unas opciones para invertir justo antes de irse.

– Pensaba casarme con él -admitió-. Cuando encontré el anillo, supe que me propondría matrimonio y pensaba decirle que sí.

– No lo hiciste.

– No me lo preguntó. No sé que habría pasado. Quizá planeara pedirme matrimonio y luego decirme que tenía que pagar a su esposa para conseguir el divorcio. Es horrible. Me acosté con él, me acosté con un hombre casado.

– No lo sabías. Te engañó. Tú eres la parte inocente de todo esto.

Meri no se sentía demasiado inocente. Se sentía sucia y confusa.

– Me gustaba -dijo-. No sé si alguna vez estuve de veras enamorada de Andrew, pero me gustaba. ¿No debería haberme dado cuenta de que algo no iba bien?

Betina negó con la cabeza.

– ¿Por qué? Te estaba engañando. Eres una persona decente que acepta a la gente por cómo es. Hiciste que lo investigaran y no salió nada.

– No voy a volver a usar esa agencia de detectives nunca más -dijo Meri-. Me pregunto si Andrew descubrió al detective y lo compró.

– Es posible.

– Odio a Andrew.

– No, no lo odias.

Meri se secó las lágrimas.

– Es cierto. No me importa lo suficiente como para odiarlo. Me siento disgustada y me da rabia que me hayan tomado el pelo. Eso es lo que me duele, que me hayan usado y que haya sido tan estúpida como para no darme cuenta. Odio ser estúpida.

– Nadie es inteligente todo el tiempo. Meri, es horrible, pero has conseguido deshacerte de él sin ser herida. No ha pasado nada. Lo único que ha resultado dañado ha sido tu orgullo, y tampoco demasiado.

Meri sabía que su amiga tenía razón. Aun así, los recuerdos de todo el tiempo que había pasado con Andrew llenaron su cabeza.

– Os lo presenté a mis amigos. Nunca os gustó. Tenía que haberos escuchado.

– ¿Qué puedo decir? Tenemos un sexto sentido.

Meri empezó a reír y se incorporó.

– Jack me estaba espiando. Nunca se molestó siquiera en invitarme a comer. ¿Cómo pudo hacerlo? Es horrible y de mal gusto.

Era más que eso. Era doloroso pensar que Jack había mantenido su palabra de cuidar de ella a través de terceros, sin hacerlo por sí mismo.

– Se equivocó al actuar así -dijo Betina.

Meri levantó la cabeza.

– Vas a defenderlo, ¿verdad? Vas a decir que lo hizo lo mejor que pudo. Vas a decir que el también ha sufrido, que se culpa de la muerte de Hunter. Y lo sé. Hunter tenía un melanoma. Vio esa mancha extraña en su hombro y quiso ir al médico. Jack le dijo que no se preocupara.

– No debe de ser fácil vivir con eso.

– Estadísticamente, obtener el diagnóstico unas semanas antes no hubiera supuesto ninguna diferencia. Hunter iba a morir, pero Jack seguirá culpándose por ello porque ésa es su forma de ser.

– No tengo por qué defenderlo -dijo Betina-. Ya lo estás haciendo tú por mí.

– No, no le estoy defendiendo. Él sólo se preocupa de sí mismo. Yo estaba completamente sola. Mi madre murió, mi padre es posiblemente el hombre más inestable emocionalmente hablando del mundo. Yo tenía diecisiete años. No tenía a nadie. No tenía amigos ni familia a la que recurrir. Estaba sola en el mundo y él me abandonó.

– Debería haberse quedado y haberte cuidado -dijo Betina-. Me pregunto por qué no lo hizo.

– Culpabilidad -dijo Meri y dejó escapar un suspiro-. Culpabilidad por Hunter y quizá por mí, por cómo manejó las cosas.

Betina sabía todo acerca del patético intento de Meri de seducir a Jack años atrás y de lo mal que él había reaccionado.

– Él tenía veintiún años y no era lo suficientemente maduro como para hacerse cargo de una joven de diecisiete años enamorada de él -continuó Meri-. Así que se fue y tuve que arreglármelas yo sola.

– Y lo has hecho muy bien. Hunter habría estado orgulloso.

– No le habría gustado mi plan de vengarme de Jack -dijo Meri después de unos segundos.

– A los hombres no les gusta pensar en sus hermanas acostándose con nadie.

Eso hizo que Meri sonriese.

– Creo que a ti tampoco te gusta.

– Ni me gusta ni me disgusta. Me preocupo por ti. Creo que querías acostarte con Jack por muchas razones y ninguna de ellas tiene que ver con castigarlo.

– Crees que todavía estoy enamorada de él -susurró Meri.

– Eso explicaría muchas cosas.

Meri rodó sobre su espalda y se quedó mirando al techo. Enamorada de Jack. ¿Era eso posible? Por cómo iba su vida, tenía sentido. Jack había pasado los últimos diez años haciendo lo menos posible respecto a ella, mientras ella había pasado el mismo tiempo desesperada por entregarle su corazón.


Jack estaba sentado en ni despacho frente a la pantalla del ordenador cuando Colin apareció.

– ¿Qué tal?

– Has hecho daño a Meri -respondió Colin-. Y eso no está bien. No puedes ser tan insensible como para no haber imaginado lo mucho que la información sobre Andrew iba a afectarla. Por no mencionar el hecho de que alguien a quien respetaba y que pensaba que era un amigo haya estado espiándola.

– No estás diciendo nada que no sepa ya -dijo Jack.

Colin se acercó a la mesa.

– Eso no es suficiente.

¿Estaba Colin tratando de intimidarle? Jack no lo creía posible, pero Colin había cambiado desde su noche con Betina.

– Tendrá que asumir la verdad sobre Andrew. Me contó que las cosas entre ellos se estaban poniendo serias. Andrew podía haberle quitado mucho dinero.

– No es por el dinero. Es por la confianza y la seguridad de tener a alguien. Esperaba más de ti y la defraudaste.

Eran palabras sencillas, pero con sentido.

– Estaba intentando protegerla -dijo Jack, consciente de que no era una respuesta.

– Había muchas maneras de hacerlo, pero tuviste que elegir una forma que le ha hecho mucho daño.

– ¿Cómo demonios tenía que decirle la verdad sobre Andrew sin causarle daño?

– No hablo de Andrew.

Jack asintió.

– Tienes razón. Tenía que habérmelo pensado mejor antes de decirle que la había estado vigilando. Pero lo hice por su propio bien.

– Nadie cree eso. Hiciste lo que era fácil. Nadie puede ir por ahí haciendo daño a los demás de esa manera. Está mal. Meri me importa y voy a protegerla, incluso de ti.

Jack se puso de pie. Era bastante más alto y fuerte que Colin. Trató de convencerse a sí mismo de que las amenazas de Colin no tenían ningún sentido. Pero se sentía conmovido por la valentía de aquel hombre, por la manera en que estaba protegiendo a una persona que le importaba, a pesar de lo que le pudiera costar a él personalmente.

– No era mi intención hacer daño a Meri -dijo Jack-. Pero voy a tener que volver a hacerlo.

– ¿Qué quieres decir? -preguntó Colin entrecerrando los ojos.

– Voy a hacer que Andrew se vaya.

Colin asintió lentamente.

– Me gustaría estar presente cuando eso ocurra.


La habitación de Andrew daba al lago. Toda la parafernalia estaba expuesta: el ordenador, las revistas,… Se había forjado un papel y lo hacía bien. Había conseguido engañar a muchas personas.