De pronto, se sintió culpable. Le había prometido a Hunter que Meredith estaría a salvo de los depredadores, de hombres como él.
– Lo siento -dijo, y salió.
Meri se vistió a toda prisa y luego se quedó parada en mitad de la habitación, sin saber qué hacer. El beso de la noche anterior la había fastidiado. Había reaccionado con una pasión que la había sorprendido. Lo había deseado y eso no estaba incluido en su plan de venganza.
Había tratado de convencerse de que su reacción había sido perfectamente natural. Jack era un hombre guapo que le había gustado mucho. Era ilógico pensar que podría seducirlo y no sentir nada. Esa era la explicación.
Pero no era capaz de creerlo. Ahora, después de ver el deseo en sus ojos, sabía que la atracción era mutua.
Salió de la habitación y subió las escaleras que llevaban al despacho. Como esperaba, Jack estaba sentado ante su ordenador, mirando la pantalla como si fuera lo más importante del mundo.
– Tenemos que hablar -dijo ella.
– No, no es necesario.
– No voy a irme. Me deseas. Lo he visto en tus ojos.
– Me he encontrado a una preciosa mujer desnuda. Ha sido una reacción biológica a un estímulo visual. Nada más.
¿Le estaba diciendo la verdad? ¿Era eso lo que había pasado?
– Creo que no -dijo ella-. Era algo más concreto que eso. Me deseas a mí.
Por fin, él apartó la mirada de la pantalla.
– Nunca entendí por qué alguien se daría con la cabeza en una pared para hacer que el dolor desapareciera, pero ahora lo entiendo.
Ella sonrió.
– Es parte de mi encanto. Venga, Jack. Me deseas. ¿Por qué no puedes admitirlo?
Él contuvo el aliento.
– He hablado con Colin sobre Betina -dijo él, cambiando de tema.
Meri se sentó en la silla que había frente a él. Todos los pensamientos de sexo desaparecieron al inclinarse hacia delante con curiosidad.
– ¿De veras? ¿Qué te ha dicho?
– Nada en concreto. Tienes razón, siente algo por ella, pero está convencido de que Betina está fuera de su alcance.
Meri dejó escapar un gruñido.
– Claro que lo está.
– ¿Por qué? -preguntó Jack-. Colin es inteligente y tiene un buen trabajo. Parece agradable.
– No es tan simple. Colin es como yo, un devorador de libros, pero torpe en el día a día. Betina es una de esas personas divertidas que da alegría a la vida allí donde va. Colin pasa desapercibido. Confía en mí, yo también he pasado por lo mismo.
– Tú nunca lo pasaste tan mal.
– Yo era peor. Me enamoré de un chico que no podía tener. Y luego él me rompió el corazón.
Jack miró por la ventana y luego a ella.
– Te pido disculpas. No puedo hacer nada para arreglarlo.
– Lo sé, pero me gusta castigarte por ello una y otra vez. La cuestión es que ser inteligente no es fácil. Siempre supe que no encajaba con los demás y Colin siente lo mismo. Somos lo suficientemente listos para ver el problema, pero no podemos solucionarlo.
– ¿Quieres decir que Colin no puede dar el paso para decirle a Betina lo que siente?
– No se ve capaz.
– Entonces, no deberían estar juntos.
– No estoy de acuerdo -dijo Meri-. Colin es encantador y Betina es mi mejor amiga. Le debo todo y quiero que sea feliz. Pienso ayudarles.
– No deberías inmiscuirte.
– Demasiado tarde. Gracias por tu ayuda.
– No te he ayudado.
Ella sonrió.
– Claro que sí. Cuando vayamos a su boda, podrás decirles a todos cómo echaste una mano para unirlos.
– Mejor será que acabes conmigo ahora mismo.
– ¿Y dónde estaría entonces la diversión?
Capítulo Seis
– Tengo buenas noticias -le dijo Meri a Betina esa tarde, después de que acabar de trabajar.
Betina miró por la ventana al resto del grupo, que había salido a dar un paseo fuera.
– ¿Has decidido olvidar esa estúpida idea de acostarte con Jack?
– Eso nunca -dijo Meri-. De hecho, cada día estoy más cerca. Está loco de deseo. Seguro que te has dado cuenta.
– Eres una chiflada.
– Quizá, pero soy una chiflada con noticias fabulosas sobre Colin. Le gustas.
Betina había recorrido el mundo, había salido con un príncipe europeo y un jeque árabe muy rico la había invitado a su harén. Tenía un tatuaje, sabía cómo usar la henna y le había explicado a Meri los secretos del sexo con tanto detalle que su primera vez había sido fácil. Pero en todos los años que llevaban siendo amigas, Meri nunca la había visto sonrojarse tanto.
– No lo creo -respondió Betina sacudiendo la cabeza.
– Que sí. Habló con Jack sobre ti. Piensa que eres estupenda. Tan sólo le falta confianza. Pero tú tienes seguridad suficiente para dos personas, así que hacéis la pareja ideal.
Betina levantó la cabeza. Su amiga caminó hasta la mesa de la cocina y se sentó.
– No estoy segura de querer que las cosas cambien.
Meri se sentó enfrente.
– ¿Cómo? ¿Estás loca? Estamos hablando de Colin.
– Exacto. Es muy especial. Ahora mismo, es mi amigo y sé que puedo contar con él. Si esa relación cambia, no hay vuelta atrás.
– ¿Es eso malo?
– No lo sé y tú tampoco. Meri, todo lo que hacemos tiene consecuencias. ¿Y si lo nuestro no funciona? ¿Y si no es como creo que es? Entonces, perderé su amistad y me quedaré sin nada.
Meri no lo comprendía.
– Pensé que estabas enamorada de él.
– Lo estoy. Eso es lo que lo hace más difícil. Prefiero ser sólo su amiga que perderlo.
– Pero podrías ser más que eso. No te entiendo. Siempre has estado dispuesta a correr riesgos.
– No cuando hay algo tan importante de por medio. En eso, soy una cobarde.
– No lo entiendo -dijo Meri confusa-. Estás enamorada de él. Hay muchas posibilidades de que él esté enamorado de ti. ¿Y no vas a hacer nada? ¿Prefieres quedarte con un trozo del pastel en vez de con todo?
– Es mejor que nada.
– Pero si no lo intentas, siempre te preguntarás cómo habría podido ser. Te arrepentirás y, créeme, eso es lo peor.
– ¿Cómo lo sabes?
Meri sonrió con amargura.
– Fui la reina de los arrepentimientos. Siempre quise hacer muchas cosas, pero tenía miedo. No encajaba y no quería correr el riesgo de ser rechazada, así que nunca lo intentaba. Fui desdichada en la universidad, estaba convencida de que nadie querría ser mi amigo. Mirando atrás. Recuerdo algunas ocasiones en que alguna gente se me acercó, pero los aparté de mi lado. Pagué un alto precio. Como dices, todo tiene sus consecuencias.
– ¿Cuáles son las consecuencias de acostarte con Jack? -preguntó Betina.
– Así que ahora vamos a hablar de mí.
– Me siento más segura hablando de ti -afirmó Betina.
– Conseguiré continuar con mi vida. Él fue mi primer amor y me hizo daño. He crecido y madurado, pero nunca he sido capaz de olvidarlo. Siempre está ahí, al fondo de mi cabeza. Si consigo olvidarlo, podré seguir adelante. Él es el motivo por el que nunca he sido capaz de enamorarme.
– Pensé que estabas enamorada de Andrew.
¿Lo estaba? Meri no sabía cómo era el amor maduro. Disfrutaba de la compañía de Andrew. Le gustaba estar con él. Seis meses atrás, habría contestado que sí, que estaba segura de estar casi enamorada de él. Pero ahora no estaba tan segura.
– Apenas lo he echado de menos. Tan sólo lo he visto una par de veces en los últimos seis meses. ¿No debería estar destrozada sin él?
– Nada de lo tuyo es normal. Andrew parece un buen hombre. Todo se arreglará cuando regreses a Washington D.C. y te darás cuenta de que no estás enamorada de Jack.
– No estoy enamorada de él. Quiero hacerle daño. Quiero hacerle arrastrarse y suplicar y luego me iré.
– Esa es la historia que llevas años contándote -dijo Betina-. ¿Pero es la verdad? Tengo mis dudas. Creo que nunca has olvidado a Jack. Creo que nada de esto es por venganza. No puedes aceptar que todavía lo amas y te cuentas esa historia. Pero ten cuidado. No estás acostumbrada a las relaciones esporádicas. ¿Y si te acuestas con él y luego no te vas? ¿Quieres que te rompa el corazón por segunda vez?
¿Enamorada de Jack?
– Nunca. No puede hacerme daño. No se lo permitiré. Él es el culpable de los problemas que tuve en mi infancia. Una vez demuestre que lo he superado, podré olvidar mi pasado.
– Una buena teoría. Tendrás que explicarte cómo va a funcionarte eso.
A Meri no le gustaron las dudas de su amiga. Betina era su oráculo, su fuente de conocimientos sociales y amorosos. Nunca antes habían estado en desacuerdo por algo importante.
– Tengo que hacer esto -dijo Meri-. He recorrido mucho camino para abandonarlo ahora. Tú deberías hacer lo mismo.
Betina rió.
– Eres una mujer valiente. Más valiente que yo.
– Eso no es cierto.
– Lo es en cuanto a asuntos de corazón se refiere. Estás dispuesta a arriesgarlo todo por lo que quieres y yo no.
Jack entró en su habitación esa noche sintiéndose aturdido por las horas que había pasado frente al ordenador. Se sacó la camisa de los vaqueros y comenzó a desabrochársela cuando de repente oyó algo en el baño.
Se giró y vio la puerta cerrada y luz por debajo.
Sólo había una persona que podía estar en su cuarto de baño: Meri.
Se quedó pensativo mientras trataba de averiguar la mejor manera de manejar la situación. Con su suerte, probablemente estaría desnuda, quizá en la bañera esperándolo. Había estado haciendo todo lo posible para seducirlo y odiaba admitir que no se le había dado mal. No le haría falta mucho más para llevarlo al límite. La pregunta era: ¿quería?
Le debía lealtad a Hunter. Le había dado su palabra y no había hecho demasiado por mantenerla. Entraría en el baño y le diría a Meredith que saliera de allí, que nada iba a ocurrir entre ellos y trataría de contenerse por el tiempo que le quedaba.
Al menos, tenía un plan.
Respiró hondo y entró en el baño.
Estaba como lo había imaginado: velas, pétalos de rosa y Meri desnuda en la bañera.
Llevaba el pelo recogido, mostrando la sensual curva de su cuello. El agua estaba llena de espuma y sus pechos flotaban, como si lo estuvieran llamando.
Al instante, sintió una erección. Estaba listo para tomarla de cualquier manera.
No fue su piel pálida ni la música que sonaba lo que captó su atención. Podía resistir todo aquello, incluidos sus labios tentadores.
Lo que realmente llamó su atención fue que estaba leyendo. Se había preparado para seducirlo y estaba tan concentrada leyendo un libro de fusión nuclear que no lo había oído entrar en el baño. Así era Meri. Un genio atrapado en un cuerpo de infarto.
Meri suspiró al pasar página. ¿Por qué Jerry tenía que enrollarse tanto haciendo que un tema tan interesante resultara aburrido? Se había puesto algo nerviosa cuando le había pedido que leyera su último libro y, ahora que estaba haciéndolo, se daba cuenta de que estaba recelosa por algo. La fusión nuclear era uno de los grandes descubrimientos del siglo XX. ¿No debería ser motivo de celebración? ¿No debería al menos resultar interesante?
El libro desapareció de sus manos. Meri parpadeó sorprendida al ver a Jack de pie junto a la bañera. ¿Cómo había acabado ella dentro de la bañera?
Parpadeó y de repente, recordó. Sí, había decidido seducirlo aquella noche. Miró a su alrededor y vio las velas y los pétalos de rosas. Al menos, le había quedado bonito.
– Hola -dijo sonriendo a Jack-. ¡Sorpresa!
– Desde luego.
Meri esperaba oírle decir por milésima vez que aquello no iba a funcionar. Sin embargo, no esperaba que la agarrara para ponerla de pie y que, una vez fuera de la bañera, la atrajera hacia él.
Estaba sorprendida. Le gustó cómo la miró a los ojos, como si ella fuera un manjar y él un hombre hambriento. Jack le acarició la espalda y el trasero.
Estaba completamente desnuda, un hecho que Jack parecía apreciar.
– Estoy mojada -susurró.
– Espero que sea verdad -dijo antes de inclinar la cabeza y besarla.
Su boca era firme y segura. Su beso parecía reivindicar una respuesta. Ella inclinó la cabeza y abrió los labios para él, deseando que la fiesta diera comienzo.
Jack le acarició la lengua con la suya, moviéndose libidinosamente, como si lo único que tuviera en la cabeza fuera excitarla.
Mientras la besaba una y otra vez, le acarició todo el cuerpo: los hombros, la espalda, las caderas, despertando terminaciones nerviosas allí por donde sus manos pasaban.
Ella lo tomó por los hombros y luego deslizó los dedos por su pelo. Siguió explorándole el rostro, antes de bajar al pecho.
Era fuerte y masculino. Al agarrar su trasero, ella se arqueó y sintió la dureza de su erección. Una oleada de ansiedad la invadió y se estremeció.
– ¿Tienes frío?
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