– Las damas han regresado del pueblo.
Él ni siquiera se molestó en mirar.
– Eso no es lo que iba a decirme.
Ella vaciló, a continuación negó con la cabeza.
– No.
– Pues dígame lo que me iba a decir.
– Aquí está, milord -chilló la aguda voz de lady Gatesbourne.
Sarah observó que la dama aligeraba el paso, las plumas de su turbante rebotaban de una manera peligrosa sobre su ojo. Segundos después todo el grupo se dirigía hacia la terraza.
Lord Langston se levantó y obsequió a las señoras con una reverencia.
– ¿Les ha gustado la visita al pueblo? -preguntó.
– Oh, fue muy excitante -exclamó lady Agatha-. No había nadie en el pueblo que no estuviera sobrecogido por las noticias.
– ¿Qué noticias?
– Se refieren a un tal señor Tom Willstone, el herrero.
Sarah notó el rápido brillo de interés que se reflejó en la mirada de lord Langston.
– ¿Qué le ha ocurrido al señor Willstone?
Lady Gatesbourne se pasó un pañuelo de muselina por la cara.
– Había desaparecido anteanoche, pero lo encontraron esta mañana temprano en las afueras del pueblo.
Lord Langston frunció el ceño.
– ¿Dijo dónde había estado?
– Me temo que no -dijo lady Agatha con la voz quebrada que terminó en una risita nerviosa-. Estaba muerto. Al parecer lo han asesinado.
Lord Langston se quedó de piedra. Miró a Carolyn, Emily y Julianne, que asentían con la cabeza, con una expresión indescifrable.
– Es cierto, milord -dijo Carolyn quedamente.
– ¿Asesinado? -repitió-. ¿Cómo?
– Al parecer lo golpearon con un palo hasta que murió -informó lady Gatesbourne con cierto entusiasmo morboso.
– Luego lo enterraron en un hoyo poco profundo cerca del bosque -agregó lady Agatha.
Sarah se quedó paralizada mientras una imagen cruzaba por su mente. La de lord Langston. Regresando a su casa bajo la lluvia. Anteanoche. Con una pala.
Capítulo 9
Matthew entró en su estudio privado seguido de Daniel. Después de cerrar la puerta, se encaminó hacia la licorera y sirvió dos generosas copas. Le dio una a Daniel y se bebió la otra de un trago. Después de respirar profundamente, le contó a su amigo lo que había oído momentos antes sobre Tom Willstone.
Sacudiendo la cabeza, concluyó:
– Puede que no sepamos lo que estaba haciendo Tom cuando lo vi, pero ahora sabemos por qué nunca regresó a casa. Cuando lo vi, estaba más preocupado por haberlo encontrado deambulando por mi propiedad que por su propia seguridad. -Cerró los dedos sobre la copa-. Alguien lo asesinó, y probablemente poco después de que yo lo viera.
Daniel lo estudió por encima del borde de la copa de brandy.
– Por favor, dime que no te culpas.
Matthew negó con la cabeza.
– Aunque lamento que haya muerto, no puedo culparme por su trágico destino.
– Bien. ¿Qué crees que le sucedió?
– Hay varias explicaciones. Tal vez fue víctima de un ladrón.
– Puede ser. En el pueblo se rumorea que Tom siempre llevaba un reloj de oro en el bolsillo, y su esposa lo ha echado en falta. Al parecer no lo recuperaron con su cuerpo. Hay personas que han muerto por mucho menos.
– Sí -convino Matthew-. Pero no en Upper Fladersham. Quizás el asesinato tuvo algo que ver con lo que dijo su cuñado, Billy Smythe, de que Tom tenía una amante. Si esa otra mujer tenía un marido o un hermano u otro amante además de Tom, cualquiera de ellos podría no haberlo mirado con buenos ojos.
Daniel asintió con la cabeza.
– Cierto. Recuerda lo que me contó Billy cuando fui a casa de Willstone: no estaban demasiado contentos con él.
– No, no lo estaban. Y sí es cierto que tenía una amante, la esposa de Tom tampoco estaría muy feliz.
– Y se ha sabido que hay amantes que buscan venganza, especialmente cuando son abandonadas.
Matthew asintió lentamente.
– Sí, pero Tom era un hombre grande. Aunque supongo que incluso un hombre de gran tamaño puede ser derribado con una porra lo suficientemente contundente.
– Cierto. Lo mismo que si le dan por detrás en la cabeza con una piedra. O una pala que luego podría usarse para cavar una tumba.
– No me puedo imaginar a una mujer enterrándole.
– No era una tumba muy profunda -señaló Daniel-. Es posible que lo enterrara una mujer.
– Puede ser, pero no cualquier mujer.
– Quizá no estaba sola. Quizá fueron la mujer y el cuñado los que liquidaron a Tom.
– Quizá. Pero… -Matthew miró su brandy, luego levantó la mirada hacia Daniel-. Es posible que Tom me espiara, pero también puede que no lo hiciera…, puede que estuviera dando un paseo y que se tropezara con alguien. Alguien que me observaba.
– Alguien que no habría querido que supieras que te espiaba -dijo Daniel.
– Exacto. Lo que quiere decir que ese pobre bastardo podría haber muerto por estar en el lugar equivocado en el momento equivocado.
– ¿Estás diciendo que el asesino de Tom podría saber que andas buscando algo?
– Sí. Y que está esperando a que lo encuentre.
– Entonces podría matarte a ti también. Y luego apropiárselo.
Matthew se estremeció.
– Un pensamiento no muy agradable, pero que debemos considerar.
– Bueno, al menos nadie te vio esa noche con la pala o podrías ser sospechoso del asesinato de Tom.
La mano de Matthew se detuvo a medio camino de su boca y se quedó paralizado. «Sí que me vio alguien cuando regresaba a casa. Y además llevando la pala.»
– Maldición -masculló.
– ¿Qué sucede? -preguntó Daniel.
– Alguien me vio cuando volvía a casa anteanoche.
– ¿Quién?
– La señorita Moorehouse.
Daniel consideró la información durante varios segundos, después dijo:
– Esas condenadas solteronas parecen pasar mucho tiempo espiando por las ventanas. ¿Por qué supones que estaba despierta a esas horas?
– Me dijo que no podía dormir.
– Bueno, esperemos que la señorita Moorehouse no sume dos más dos y llegue a la conclusión equivocada, que no crea que sólo porque estabas vagando bajo la lluvia a esa hora impía acarreando una pala eres un asesino demente.
– Lo pintas de una manera encantadora. Y no vagaba, caminaba. No creo que piense que soy capaz de asesinar. -¿Lo haría? Ahora que lo pensaba, le parecía que ella le había dirigido una mirada extraña antes de que abandonara la terraza para reunirse con Daniel.
– ¿Quién puede entender la clase de locas ideas que se les meten a las mujeres en la cabeza? -dijo Daniel con el ceño fruncido-. Sus mentes son auténticos nidos de víboras retorcidas y venenosas.
– Tú, amigo mío, eres un cínico.
– Y tú, amigo mío, no eres… (por razones que escapan a mi razón) lo suficientemente cínico. Dime, ¿esa noche fue la primera vez que te sentiste observado?
– En los últimos once meses he salido a cavar incontables veces y nunca me había sentido vigilado antes.
– ¿Es posible que la presencia que sentiste fuera la de la señorita Moorehouse mirándote a hurtadillas por la ventana?
Matthew negó con la cabeza.
– Yo no estaba cerca de la casa.
– Quizás ella se aventuró bajo la lluvia.
– No me dijo que lo hubiera hecho.
Daniel arqueó las cejas.
– Quizá no quería que lo supieras.
– ¿Por qué me estaría espiando?
– ¿Quién demonios entiende por qué hacen las mujeres la mitad de las cosas que hacen? Pero si tú no te habías sentido observado antes de esa noche…, la primera noche que la señorita Moorehouse pasó en la casa, dicho sea de paso, me aventuraría a decir que lo que le ocurrió a Tom no tiene nada que ver contigo. Aun así, es mejor que te mantengas en guardia. Lo cierto es que si alguien está esperando a que encuentres algo, estarás a salvo hasta que lo encuentres.
– Qué pensamiento tan reconfortante -dijo Matthew secamente.
– ¿Tienes intención de salir a buscar esta noche?
– Tengo intención de salir todas las noches hasta que venza la fecha límite de un año.
– Lo que ocurrirá dentro de tres semanas.
– Veintiocho días para ser exactos.
– Momento en el que tendrás que casarte.
Matthew apretó los dedos en torno a la copa.
– Sí.
– Lo que quiere decir, que en tan corto lapso de tiempo -comenzó a enumerar los pasos a seguir con los dedos- elegirás a una novia, le pedirás que se case contigo, conseguirás el permiso y la aprobación de su familia, y, por falta de tiempo, pedirás una licencia especial.
– Sí.
– ¿Y cómo va todo? -preguntó Daniel con voz inocente.
– Muy bien, gracias por preguntar.
– ¿De verdad? ¿Ya has podido conseguir alguna de esas cosas?
– Pues la verdad es que sí. Ya tengo la licencia especial. La conseguí el mes pasado.
– Excelente -dijo Daniel, inclinando la cabeza con aprobación-. Ahora todo lo que necesitas es que alguien te acepte y pronunciar los votos que te unirán a ella hasta que uno de los dos estire la pata.
– Qué manera tan pintoresca de exponerlo.
– Hasta que la mano fría, húmeda y pegajosa de la muerte os separe.
– Entiendo, gracias. ¿Te ha divertido siempre el sufrimiento ajeno o es una afición que has adquirido recientemente?
Daniel ignoró su comentario sarcástico y preguntó:
– ¿Has pasado tiempo con la que hasta ahora es la más probable futura marquesa, lady Julianne? -Antes de que Matthew pudiera contestar, Daniel continuó-: No, por supuesto que no. Aunque te has guardado de contármelo, sé que has tenido una agradable conversación íntima en la terraza con la señorita «me gusta espiar por la ventana» Moorehouse. -Arqueó las cejas-. ¿Te importaría explicármelo?
– No hay nada que explicar -dijo Matthew, esforzándose por relajar los hombros repentinamente tensos-. Tomábamos el té. Y no manteníamos una conversación íntima. Como ya te he dicho, creo que ella tiene secretos. Quiero saber cuáles son.
– Una idea estupenda dado que fue quien te vio volver a casa furtivamente con una pala la mar de sospechosa la misma noche que fue asesinado un hombre.
– No volvía furtivamente. Sólo caminaba.
Daniel lo miró durante unos segundos y luego dijo en voz baja:
– No tengo ni idea de qué ves en ella, pero dejando eso de lado, deberías recordar que no tiene dinero.
– Soy muy consciente de ello.
– Bien. Como me tomo muy en serio tus intereses, pasé algún tiempo hablando con lady Julianne y su madre en el desayuno de esta mañana. ¿Quieres conocer mi opinión?
– Aunque dijera que no, me la darías igualmente.
Daniel sonrió.
– Qué bien me conoces. Lady Julianne es una preciosa joven con una despótica madre que la asfixia. Es agradable, amena, y por la manera cordial en que trata a su madre, debe de tener la paciencia de una santa. Si pudieras apartarla de esa marimandona, sería una esposa aceptable. Por lo menos no discutiría contigo ni se quejaría de que la tuvieras relegada en el campo. Sin embargo, si esa atroz mujer tiene que convertirse en tu suegra, te aconsejaría que la alejaras de ti tanto como te fuera posible.
– Gracias por la información. Aunque tengo una curiosidad… Si lady Julianne es tan preciosa y amena como dices, ¿por qué no la quieres para ti? -Le dirigió a su amigo una mirada especulativa-. ¿Estás interesado en otra dama?
¿Fue un leve parpadeo lo que observó en los ojos de Daniel? Antes de que pudiera decidirlo, su amigo dijo con ligereza:
– Está claro que has olvidado que yo no busco esposa. Mi único interés es ayudar a un amigo a encontrar la esposa que necesita. Ni siquiera aunque sufriera un fuerte golpe en la cabeza me decidiría a atarme a una mujer, pero si lo hiciera, seguramente no escogería a ninguna como lady Julianne. Las niñas virginales no son de mi agrado. Me aburriría a más no poder al cabo de una semana. Pero bueno, es ideal para ti.
– ¿Y por qué razón no habría de aburrirme a mí?
– Porque tú estás desesperado por conseguir esposa y además tiene que ser una heredera. Y lo bastante joven como para tener hijos. Creo que en tu posición no te puedes permitir ser demasiado selectivo. Un poco de aburrimiento no es un precio tan terrible a pagar con todo lo que puedes ganar a cambio. Pero podrás formarte una idea mejor de lady Julianne después de pasar más tiempo con ella. Te sugeriría que empieces con la cena de esta noche.
– ¿En la cena? -Matthew frunció el ceño. Había tenido intención de sentar a la señorita Moorehouse a su lado.
– Sí, en la cena. Ya sabes, la comida que se hace después de la puesta de sol. Sienta a lady Julianne a tu lado. Relégame al otro extremo de la mesa, donde, con tu permiso, haré todo lo posible por arrancar a la señorita Moorehouse todos sus secretos y descubrir si cree que eres el asesino de la pala, y de paso tú te las arreglas para encandilar a la preciosa heredera que tanto necesitas. A no ser que prefieras sentar a la señorita Moorehouse junto a Logan Jennsen otra vez. Por sus comentarios de esta tarde, no creo que se quejara.
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