– Sé lo que piensas, pero eso no es lo que quiero.

– ¡Ah, por el bien de la compasión, no lo hagas! -respondió Julian- Puedes mentirle, puedes mentirte hasta a ti si quieres. Pero no me mientas. Ella es exactamente lo que quieres.

– Hágalo otra vez -mandó Caroline de repente- Aquella cosa que hicistes. Con los ojos. Y el… -Un frío estremecimiento bajó por ella, cuando Adrian suavemente frotó su pequeña espalda- dientes de… de.

– No hago por lo general un bis, pero para usted… -Julian contempló a su hermano para que lo aprobara.

Aunque supiera que probablemente tendría que lamentarlo más tarde, Adrian suspiró y asintió con la cabeza.

Esta vez no podría culpar a la transformación de Julian a una broma pesada o una broma de la luz de la luna. Cuando la oscuridad llegó a sus ojos, convirtiéndolo en algo tanto menos que humano, era todo lo que Adrian podía hacer para no retroceder. Entonces, como rápidamente, la oscuridad se hundió y su hermano pequeño no estaba de pie allí antes de ellos.

– ¿Ah, querido Señor, es verdadero, verdad? realmente es un vampiro -respiró Caroline. Aunque hubiera asegurado una vez a Adrian que no era la clase de mujer que se desmayaría en sus brazos, pareció estar en el peligro de hacer eso.

– Eso creo -murmuró él, sosteniendola estable hasta que dejó de balancearse a sus pies.

Ella no podía arrancar su fija mirada de Julian.

– ¿…usted…? -privada de la coherencia, hizo pequeños movimientos agitando sus manos- ¿…se volvió usted mismo en un murciélago y voló hasta aquí?

Julian retrocedió.

– ¡Dios mío! mujer, ¿has estado escuchando las tontería de Portia otra vez? realmente debería supervisar los hábitos de lectura de la niña con más cuidado. Si sigue llenando su cabeza de las tonterías del doctor Polidori, verá a vampiros detrás de cada cortina y palma en conserva. Puedo dormir bien en un ataúd, pero puedo asegurarle que nunca tengo…

– ¿Realmente duerme en un ataúd? -soltó Caroline, con la curiosidad que empezaba a vencer su shock.

Adrian puso sus ojos en blanco.

– Tendrá que perdonar a mi hermano. Siempre tuvo una notable aptitud para el drama, incluso antes de hacerse un vampiro.

– No entiendo -susurró Caroline, dandose la vuelta para mirar fijamente la cara de Adrian- ¿Si Julian es vampiro, entonces por qué deja creer a todos que lo es usted?

– Es el camino más fácil -explicó Adrian- pueden sospechar, pero nunca podrán demostrar nada.

Julian extiendió sus brazos en un elocuente encogimiento.

– ¿Y mientras desdeño el sol, visto todo de negro, y arrojo poesía abominable sobre sangre y muerte en cada velada musical y cena de medianoche, cómo es posible que alguien pueda tomarme en serio?

Devolviéndole una mirada cautelosa.

– ¿Y las misteriosas desapariciones en Charing Cross? ¿Es responsable de ellas?

– No -dijo Adrian- Fui yo- Cuando la mirada fija asustada de Caroline le azotó por detrás, añadió- Ellos eran vampiros, querida. Todos ellos.

– Entonces los destruyó -dijo ella, repitiendo sus anteriores palabras- Y envió las cáscaras desalmadas de sus cuerpos al diablo.

– ¡Asi que allí! -Julian exclamó- No hay ninguna necesidad de ser tan despectiva sobre el destino del desalmado.

– Julian no se parece a los demás -le aseguró Adrian- Nunca ha bebido de otro ser humano.

– Sólo porque aquí mi hermano mayor ha gastado una pequeña fortuna en carnicerías durante los cinco años pasados.

Aunque ella hizo un valiente esfuerzo, Caroline no podía esconder completamente su mueca de repugnancia.

Julian dio un suspiro resignado.

– Cuando las mujeres son todo desvanecimientos sobre el romance con un vampiro, uno nunca se para a pensar en las pequeñas molestias como el aliento de sangre, ¿verdad?

– Cinco años -repitió Caroline, con sus ojos todavía aturdidos- Ese es mas o menos el tiempo que su madre estuvo en el extranjero y Julian vino para quedarse con usted en Oxford.

Adrian asintió con la cabeza.

– Le dije que él aceptó compañias desagradables de jóvenes. Lamentablemente, ellos estaban conducidos por un hombre que deseaba hacerme un grave daño.

– Duvalier -Caroline susurró antes de que cualquiera de ellos pudieran mencionar un nombre.

Los dos hombres intercambiaron un vistazo asustado antes de gruñir en armonía.

– Larkin.

– Pero pensaba que Duvalier era su amigo -dijo Caroline.

– También yo -dijo Adrian, sintiendo que su cara se oscurecía con viejas memorias, viejas excusas- No me di cuenta hasta que fue demasiado tarde, que él siempre estuvo en secreto celoso de mí.

– Sólo porque eras más fuerte, más elegante, más rico, con mejor aspecto, un boxeador más hábil, más respetado, y mucho más popular entre las damas -Julian frunció el ceño- ahora que miro hacia atrás, eras bastante insoportable.

Adrian le mandó un vistazo de represión.

– Victor logró esconder su amargura hacia mí hasta que yo por descuido robé el mayor de sus tesoros.

– No sería el corazón de Eloisa Markham por casualidad, ¿verdad? -Caroline preguntó suavemente, pero firmemente se soltó de sus brazos.

Aunque supiera que no era justo, Adrian sintió que su carácter comenzaba a exaltarse.

– ¿Hay algo que el buen policía no le dijo cuándo le susurraba dulces promesas en su oído?

Poniendo unos pies de distancia entre ellos, Caroline encontró su fija mirada desafiante con la suya propia.

– Él no me dijo lo que le pasó a Eloisa.

Adrian se dió vuelta alejandose de ella, descansando sus manos en el antiguo parapeto de piedra que separaba el puente. Una brisa llegó con el aroma del jazmín que florecía de noche y agitó su pelo.

– Después de que Eloisa rompiera su corazón, Victor cambió. Comenzó a beber en exceso y a frecuentar uno de los clubes más sórdidos de Whitechapel. Larkin y yo no teníamos ni idea de que eso era un juego del infierno en todo el sentido de la palabra.

– Una escala de vampiros -dijo Julian suavemente.

Adrian siguió.

– Ya que yo había tomado una cosa que él quería, decidió tener una cosa que creía que yo no podría tener nunca, inmortalidad. Se hizo uno de ellos. con mucho gusto rindió su alma a aquellos monstruos de modo que tuviera poder para destruirme y a todos los que amaba -Adrian se volvió hacia atrás para enfrentar a Caroline, rechazando huir de su propia culpabilidad con lo que seguia- Cuando ordené a Julian que parara de seguirme como un perrito, Victor esperaba. Tomó a Julian bajo su ala y lo trató como un igual. Hasta lo llevó al club de juego de azar. Cuando Julian vino y trató de decirme que había vampiros en Londres y Victor podía ser uno de ellos, agité su pelo y le acusé de tener una imaginación hiperactiva.

Podia notar en Caroline como casi imperceptiblemente se estremecia con sus palabras que habían golpeado un nervio crudo.

– Eloisa y Julian desaparecieron al día siguiente. Yo no sabía donde buscar, entonces fui al club, creyendo en mi candor que Victor podría ser capaz de ayudarme a encontrarlos. El club estaba abandonado. Él y sus compañeros habían huido ya. Pero Eloisa… -Adrian cerró sus ojos, todavía frecuentados por la vista de aquella garganta pálida, delgada que derramaba cintas gemelas de rojo, aquellos ojos azules hermosos congelados para siempre en una ausente mirada fija- Nunca imaginé que destruyera algo que había amado tanto -abrió sus ojos para encontrar la conmocionada mirada fija de Caroline -Yo fui a salvar demasiado tarde a Eloisa, pero encontré a Julian enroscado en la esquina, jadeando y agarrando su garganta. Cuando llegé, me gruñó como alguna clase de cosa salvaje. Victor había asesinado a Eloisa a sangre fría, pero había decidido que esto sería un castigo más apropiado si convertía a mi hermano en la misma cosa que sabía que yo despreciaría más.

– ¿Cómo? – preguntó Caroline, pareciendo tan desanimada como Adrian se había sentido en aquel momento.

Julian miró fijamente al distante horizonte, la luna reflejaba en el agua la pureza de su perfil en su luz luminosa.

– En aquel mismo momento cuando mi corazón dejó de martillear, él me estaba mordiendo otra vez. Él rompió mi alma directamente, a menudo pensaba que Eloisa era afortunada. Cuando murió, su alma fue puesta en libertad.

– ¿Por qué no encontró alguna vez su cuerpo la policía?

Adrian le envió una torpe mirada a Julian.

– Entonces no tenía ningún modo de saber si Eloisa iba a quedarse muerta o si iba a convertirse…en algo más. Asi que después de meter a Julian en el carro, volví al club y quemé las cortinas -sus ojos le escocian por el fantasma de hollín y lagrimas- Estuve de pie en el paseo y miré como se quemaba el maldito lugar, no dandome cuenta hasta que fue demasiado tarde que acababa de destruir todas las pruebas que culpaban a Duvalier y mi propia inocencia.

Caroline sacudió su cabeza inútilmente.

– ¿Por qué no confiastes en Larkin? era tu amigo más querido. ¿No te habría ayudado?

– Yo no podía arriesgarlo. Estaba aterrorizado de que si alguien más averiguara lo que le había pasado a Julian, ellos se lo llevarían lejos de mi…o lo destruiriran.

Dirigiéndose hacia atrás por el parapeto y cruzando sus brazos sobre su pecho, Julian lo contempló con afecto sardónico.

– Yo me habría destruido en aquellos primeros días si no hubiera sido por ti -Él cambió su mirada a Caroline- Tuvo que encerrarme bajo llave lejos y retenerme durante casi un mes. Luché contra él. Lo arañé. Traté de morderlo le habría arrancado su garganta si pudiera haberme evadido de mis cadenas. Pero el tonto obstinado rechazó abandonarme, me trajo el sustento que necesitaba para sobrevivir y paso horas encerrado,, con llave en aquel desván conmigo, gritando hasta que estaba ronco, recordándome quién era, quién había sido, hasta que pudiera encontrar algún delgado hilo de mi humanidad para asirme. Y me lo ha estado recordando cada día desde entonces sin fallar.

Adrian echó un vistazo hacia abajo para encontrar a Caroline mirandole fijamente, con sus ojos grises nublados con lagrimas.

– No me vea de esa forma -advirtió él- Puedo no ser el bandido que creía, pero puedo asegurarle que no soy ningún héroe.

– ¿Cómo puede decir eso cuando ha sacrificado tanto para salvar a su hermano?

– Cuando no lo he salvado -contestó él en tono grave- Todavía.

– Adrian no ha estado cazando sólo a vampiros durante los cinco años pasados -dijo Julian- ha estado estudiando su ciencia también. Fue quién descubrió que puede haber un modo de restaurar mi alma.

– ¿Cómo es posible?- preguntó Caroline.

Los ojos de Julian brillaron por el entusiasmo.

– Si destruyo al vampiro que me engendró y recupero lo que me robó, puedo vivir otra vez, tenemos que encontrar y capturara Duvalier, entonces yo tengo que drenarlo seco.

– ¿Drénarlo seco? -Caroline tragó- ¿Significa eso qué es lo pienso que es?

Julian asintió con la cabeza.

– Tengo miedo, tendré que dejar mis hábitos de comida, por lo menos una vez.

– ¿Pero y si alguien lo destruye primero? ¿Estara perdida su alma para siempre?

Adrian intercambió una mirada con su hermano antes de decir.

– No necesariamente. Pero haría las cosas extraordinariamente más difíciles porque el alma de Julian y todas las almas que Duvalier ha robado en los cinco ultimos años volverían atrás al vampiro que engendró a Duvalier, sólo haciéndole más poderoso. Y aunque tengamos una idea, no estamos completamente seguros de quién era.

Caroline dio a su cabeza una pequeña sacudida, todavía luchando por examinar cuidadosamente todo que ellos le decían.

– Entonces los vampiros no son sólo criaturas que beben la sangre para sobrevivir. Ellos no tienen alma propia, pero acumulan las almas de aquellos que convierten en su propia clase.

– Así es -confirmó Adrian- Se alimentan de ellos y se vuelven más poderosos con cada alma que roban.

Cobijándose con sus brazos alrededor, Caroline reprimió un temblor.

– Entonces Duvalier ha estado poniéndose más poderoso todos estos años.

– Más poderoso, pero no invencible -dijo Adrian en tono grave- Hemos pasado los ultimos cinco años rastreando al bastardo por todas partes del mundo, Roma, París, Estambul, los Cárpatos. Lo hemos seguido en la carrera, pero siempre esta un paso por delante de nosotros. Hasta ahora.

– ¿Ahora? -chilló Caroline- ¿Por qué ahora?

Adrian alcanzó a Caroline, ya no era capaz de resistir poner sus manos sobre ella. Sobre todo ya que podría ser por última vez. Ahuecando su cara en sus manos, sus pulgares tiernamente acariciando el satén cremoso de sus mejillas.

– Porque finalmente encontramos algo que no podrá resistir.

Julian apoyó una bota en la pared y comenzó a pulir un invisible raspón con su pañuelo, mirando como si desesperadamente deseara poder convertirse en un murciélago y salir volando.