– ¿Y cual señorita Cabbot será hoy? -Preguntó Wilbury secamente cuando Caroline caminó hacia el umbral, preparándose para unirla al novio que la esperaba en el improvisado altar donde repetirían sus votos y empezarían sus vidas como marido y mujer.

Ella golpeó el brazo del mayordomo con su ramo de rosas blancas, liberando un olorcillo de su potente fragancia

– No necesitas tomarme el pelo con eso, Wilbury. Después de esta noche, serás capaz de dirigirte a mí simplemente como Lady Trevelyan.

Dejó escapar un elaborado suspiro.

– Supongo que eso será apropiado para mi, puesto que usted será la señora de este castillo en -se aclaró la garganta- aproximadamente un minuto.

Y su miedo se desvaneció cuando miró a hurtadillas alrededor del marco de la puerta y vio a Adrian esperando por ella en el otro lado del gran salón. Su pelo destellaba a la luz de las velas mientras que sus ojos brillaban con amor y ternura, la invitación en sus luminosas profundidades azul verdosas era imposible de resistir.

Caroline arrancó una de los capullos de las rosas y se lo metió detrás de la oreja en un silencioso tributo a la mujer que los había reunido. Cuando agarró su ramo y dio un primer paso a hacia los brazos de Adrian, cada reloj en el castillo empezó a dar las campanadas, anunciando la llegada de un nuevo día.

Teresa Medeiros

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