– No habrá una próxima vez.

Su suave y oscura risa se deslizó como un pecado sobre su enrojecida piel.

– Buenas noches, Minerva -La miró a los ojos. -Que duermas bien.

Con esto, se alejó, camino de sus aposentos.

Minerva cerró la puerta, y apoyó la espalda contra ella.

Durante un minuto dejó que las sensaciones que él le había proporcionado se reprodujeran de nuevo en su mente.

Sintió de nuevo su poder.

Que el cielo la ayudara… ¿Cómo iba a mantenerse firme ante él?

Más aún, ¿cómo iba a mantenerse firme ante ella misma?

CAPÍTULO 09

A pesar de las frustraciones físicas de aquella noche, Royce estaba en un humor ecuánime mientras, a la mañana siguiente, repasaba su correspondencia con Handley en el estudio.

Aunque no tenía experiencia seduciendo a damas inseguras o poco dispuestas, su ama de llaves, gracias a Dios, no era ni lo uno ni lo otro. Convencerla de que se metiera en su cama no exigiría palabras dulces, zalamerías o largas miradas, no tenía que jugar con su sensibilidad; la noche anterior había sido simplemente el hombre, el antiguo señor que ella ya sabía que era, y había tenido éxito. Sorprendentemente.

Puede que no terminara en su cama, pero apostaría el ducado a que lo había pensado. A que lo había considerado.

Su camino adelante estaba ahora claro como el cristal, y una vez que hubiera disfrutado de su cama a conciencia, una vez que ella fuera suya hasta la profundidad de su alma, él la informaría de que iba a ser su duquesa. Podría encuadrar su oferta como una pedida de mano, pero se mantenía firme en que, por entonces, no sería una pregunta real; sobre todo, no en su mente.

Cuanto más meditaba sobre su plan, más le gustaba; con una mujer como ella, cuantas más cuerdas tuviera enlazándola a él antes de mencionar matrimonio, mejor; menos posibilidades habría de que pusiera alguna objeción. Las grandes damas quizá estaban seguras de que cualquiera de las damas de su lista aceptaría su oferta sin dudar, pero el nombre de Minerva no estaba en su lista, y (a pesar de haber comentado lo contrario) él no era tan presumido, tan arrogante, como para dar su consentimiento como cosa segura, ni siquiera ahora.

Pero no tenía intención de dejar que se negara.

– Esto es todo lo que tenemos que hacer hoy -Handley, un tranquilo y decidido hombre, un huérfano que fue recomendado a Royce por el director de la Winchester Grammar School, que había demostrado a continuación ser merecedor de la considerable confianza que Royce depositaba en él, recogió las distintas cartas, notas y documentos con los que había estado trabajando. Miró a Royce. -Me pediste que te recordara lo de Hamilton y la casa de Cleveland Row.

– Ah, sí -Tenía que decidir qué hacer con su casa de la ciudad ahora que había heredado la mansión familiar de Grosvenor Square. -Dile a Jeffers que llame a la señorita Chesterton. Y será mejor que te quedes. Tendré que enviar cartas e instrucciones al sur, sin duda.

Después de enviar a Jeffers a que buscara a Minerva, Handley volvió a la silla de respaldo recto que prefería, ubicada en un extremo del escritorio de Royce.

Minerva entró. Al ver a Handley, le dedicó una sonrisa, y después miró a Royce.

Nadie hubiera visto algo inusual en aquella mirada, pero Royce sabía que ella se sentía cautelosa, atenta a cualquier señal de agresión sexual de su parte.

Royce le devolvió la mirada, y le señaló que tomara asiento en su silla habitual.

– Tenemos que discutir el asunto del servicio de la mansión Wolverstone, y el mejor modo de unir al servicio de mi casa de Londres con el personal del ducado.

Minerva se sentó, y notó que Handley, acomodado en su silla, con una hoja nueva de papel encima de su montón y un lápiz en la mano, estaba escuchando atentamente. Se giró hacia Royce.

– Mencionaste a un mayordomo.

Asintió.

– Hamilton. Lleva conmigo dieciséis años, y no me gustaría perderlo.

– ¿Qué edad tiene?

Royce miró a Handley, levantando una ceja.

– ¿Cuarenta y cinco?

Handley asintió.

– Más o menos.

– En ese caso…

Minerva les proporcionó información sobre las propiedades Wolverstone existentes, mientras Royce, con las observaciones adicionales de Handley, le daba una visión general del pequeño grupo de criados que había acumulado durante sus años de exilio. Dado que no tenía deseos de conservar la casa de Cleveland Row, Minerva le sugirió que la mayor parte del servicio se enviara a la casa Wolverstone.

– Una vez que te cases y tomes tu lugar entre los Lores, tú y tu esposa os entretendréis mucho más allí de lo que ha sido el caso en la última década… necesitarás ese servicio extra.

– Así es -Los labios de Royce se curvaron como si algo lo divirtiera, pero entonces vio que ella lo notaba, y echó un vistazo a sus notas. -Eso solo nos deja el destino de Hamilton sin resolver. Me siento inclinado a asignarlo a la mansión Wolverstone como asistente para el viejo Bridgehorpe. Con el tiempo se quedaría aquí, pero hasta que Bridgehorpe esté listo para retirarse, dependiendo de lo mucho que necesite viajar entre las distintas propiedades, podría usar a Hamilton como mayordomo personal.

Minerva elevó las cejas.

– ¿Uno que viajara contigo?

– Él conoce mis preferencias mejor que ninguna otra persona.

Ella inclinó la cabeza.

– Cierto. Y eso permitiría que el resto de mayordomos permanecieran en sus puestos sin provocar tensiones.

Royce asintió y miró a Handley.

– ¿Hay algo más?

Handley negó con la cabeza y miró a Minerva.

– Nada más sobre el personal -dijo ella, -pero me pregunto si has pensado en lo que te dije sobre el molino.

Royce frunció el ceño.

– Tengo que hablar con Falwell, y supongo que también con Kelso, antes de tomar cualquier decisión -Echó un vistazo a Handley. -Envíales una nota diciéndoles que deseo verlos mañana por la mañana.

Handley asintió, tomando nota.

En la distancia, sonó un gong.

– El almuerzo -Minerva se levantó, sorprendida y aliviada por haber sobrevivido a dos horas completas en compañía de Royce sin sonrojarse ni una sola vez. Además, exceptuando aquella primera mirada, él había sido totalmente neutral al interactuar con ella.

Sonrió a Handley mientras él y Royce se incorporaban.

Handley le devolvió la sonrisa. Reunió sus papeles y asintió a Royce.

– Tendré esas cartas preparadas para que las firmes un poco más tarde.

– Déjamelas sobre el escritorio. Luego volveré a por ellas -Royce miró a Minerva, y le señaló la puerta. -Adelántate… me uniré a ti en la mesa.

Ella inclinó la cabeza y se marchó… sintiéndose como Caperucita Roja; evitar caminar sola a través de los pasillos de la torre con el gran lobo malo era, obviamente, una idea prudente.

Se quedó sorprendida cuando Royce eligió sentarse entre lady Courtney y Susannah en la mesa del almuerzo. La comida era estrictamente informal, una recopilación fría yacía en un aparador del que los invitados se servían ellos mismos, ayudados por lacayos y supervisados por Retford, antes de tomar el asiento que deseaban en la larga mesa.

Flanqueada por Gordon y Rohan Varisey, con el sorprendentemente atractivo Gregory Debraigh enfrente, tenía distracción suficiente sin tener que preocuparse por Royce y sus maquinaciones. Al parecer, durante el día, mientras él era Wolverstone y ella su ama de llaves, tenía la intención de comportarse con cautela.

La comida terminó, y estaba paseando con los demás por el vestíbulo delantero, cuando Royce se colocó a su lado.

– Minerva.

Cuando ella se detuvo y se giró, con las cejas levantadas, dijo:

– Si tienes un momento, me gustaría echar un vistazo al molino. Quizá conseguiría una mejor comprensión del problema antes de ver a Falwell y Kelso mañana.

– Sí, por supuesto -Ella era la que había estado metiendo prisa en aquel asunto para que fuera tratado inmediatamente. -¿Ahora?

Asintió y le señaló el ala oeste.

Atravesaron los pasillos y las voces de los demás se desvanecieron a medida que se introducían en el ala norte. Un vestíbulo lateral en el extremo norte los condujo a una puerta que daba a los jardines más allá.

Las tierras y los setos daban paso a extensiones más amplias que alojaban a árboles mayores y más maduros. Un riachuelo ornamental borboteaba junto a ellos mientras seguían el camino de grava a lo largo de su orilla. Por delante, el molino estaba construido sobre la corriente: parcialmente oculto por un grupo de sauces, estaba lo bastante lejos de la casa para ser discreto, aunque se encontraba a un paseo de distancia.

Mientras se acercaban, Royce estudió el edificio, en parte de piedra, en parte de madera. Estaba sobre la profunda cuenca, en un punto de apenas un par de yardas de amplitud, a través del cual los diversos afluentes del Coquet corrían con la suficiente fuerza para hacer girar la pesada rueda que movía la enorme piedra de molino.

El suelo tenía una ligera pendiente, alejándose del castillo hasta las colinas al noroeste, de modo que la orilla oeste del río era bastante más alta que la orilla este. Por lo tanto el molino estaba construido en dos niveles. El superior, y el más amplio, era la sección oeste, y contenía la piedra de molino y las vigas, palancas y engranajes que la conectaban a la rueda sobre la corriente.

El nivel oeste, más estrecho y bajo, por el que Minerva y el duque entraron, contenía las vigas y las poleas que elevaban y bajaban la enorme rueda; debido a los trozos de hielo que bajaban del Coquet con el deshielo, era esencial que la rueda pudiera ser elevada por completo de la corriente. La sección este también contenía cubos y aparadores de almacenaje colocados contra la barandilla de madera que corría por el borde de la corriente.

La primera cosecha de maíz ya había sido molida; la segunda aún tenía que ser recogida. Por el momento, el molino se mantenía en silencio y vacío, con la rueda levantada sobre la corriente por medio de enormes vigas.

– El problema no es difícil de ver -Minerva guió el camino hasta el interior de las débiles sombras. El edificio no tenía ventanas, pero la luz entraba a través de las tres puertas abiertas: por la que habían entrado, así como las dos a cada extremo de la sección superior oeste.

Royce la siguió a lo largo de la continuación del camino, ahora pavimentado; barriles y aparadores formaban una hilera a su izquierda, dejando el muro exterior de piedra y madera a su derecha. El ruido del agua se amplificaba en el interior, llenando sus oídos. Los aparadores eran de gran tamaño; cuando miraba sobre las partes superiores, sus ojos estaban al nivel del suelo de la sección oeste.

Delante, más allá de donde terminaban los aparadores, Minerva se había detenido a los pies de una plancha inclinada que conectaba las dos secciones del molino.

Asintió, señalando la plancha.

– Eso es nuevo -Allí siempre había habido una plancha, pero las que recordaba habían sido, literalmente, planchas, no aquella tabla de madera con clavos y una robusta barandilla en uno de sus lados. Se detuvo junto a Minerva, examinó los goznes, las cuerdas, y las poleas unidas a la plancha, que la conectaban con el suelo de la sección oeste y la barandilla. -E incluso se sale del camino.

Para que la rueda pudiera ser bajada y elevada, la plancha normalmente tenía que ser desplazada también.

– Después de reemplazar la vieja plancha tres veces (ya sabes con qué frecuencia se caía al río cuando intentaban levantarla), Hancock diseñó esto -Minerva comenzó a cruzar la estrecha plataforma. -No ha tenido que repararla desde entonces.

– Una estimable mejora -Royce la siguió.

– Que es lo que podemos hacer con esto -Abandonó el extremo superior de la plancha, y Minerva extendió los brazos, abarcando toda la sección oeste con suelo de madera en cuyo centro estaba la circular piedra de molino apoyada por un pedestal de piedra; el pedestal continuaba a través del suelo hasta la tierra debajo.

Royce caminó hasta la piedra de molino, dejando que su mirada vagara alrededor del área que de otro modo estaría vacía, y después levantó una ceja.

– Como he explicado -continuó, -como tenemos que mantener las puertas abiertas todo el tiempo, en verano y en invierno, es imposible almacenar nada aquí. El maíz se muele, se recoge, y se ensaca… Y después, todos los días, tiene que ser trasladado, o hasta los sótanos del castillo o hasta los graneros de los granjeros. Si cerramos las puertas para evitar que los animales entren, el maíz comienza a en mohecer en apenas un día. Además, preservar la piedra de molino durante el invierno es una batalla sin fin. Da igual lo que hayamos intentado, se necesitan semanas de preparación cada primavera antes de que podamos usarlo sin arriesgar el maíz.