– Muy bien -dijo ella-. Tengo su recibo, o sea que ya sé a quién pedirle el dinero si el anillo no vuelve.

Carson se lo metió en el bolsillo, y se dio la vuelta para marcharse. Estuvo a punto de estamparse contra la pared. ¿Qué diablos estaba haciendo? ¿Por qué diablos había decidido quedarse con aquel anillo de boda, en nombre del cielo? ¿Por qué?

Porque Lisa se había quedado con el suyo. Pero eso no tenía el menor sentido. El no pensaba casarse. Ni siquiera pensaba fingir que estaba casado. De modo que, ¿para qué diablos quería un anillo de boda? De haber podido, habría ido a devolverlo, pero le daba la sensación de que si lo hacía, la mitad de la tienda se habría enterado el minuto siguiente.

Se quedó inmóvil frente al ascensor, sin saber qué hacer, intentando elaborar un plan de acción. Podría haberse estado allí horas, de no ser porque Greg apareció a sus espaldas.

– Vamos para arriba -dijo Greg-. Lisa ha convocado otra reunión en el salón de conferencias.

Carson asintió y entró con él en el ascensor.

Lisa les estaba esperando en el salón de conferencias. Comenzó dando una visión general de lo que estaba sucediendo en Kramer's.

– Nos están ganando por la mano -dijo de forma rotunda-. Y tal como están las cosas, no podemos esperar competir con Kramer's en su terreno. Si intentáramos nosotros también explotar el lado brillante y espectacular, siempre quedaríamos en segundo lugar. Por lo tanto… -dijo haciendo una pausa para dar un sorbo de agua-, por lo tanto, he decidido que vamos a girar en una dirección completamente diferente. Kramer's es sinónimo de espectáculo. Nosotros seremos sinónimo de familia. A largo plazo, estoy segura de que los valores familiares son los más duraderos.

Hubo murmullos en los asientos. Sabía que nadie iba a aceptar su idea de buenas a primeras desde un principio. Pero a pesar de todo siguió adelante, exponiendo las líneas generales de su plan.

– Cambiaremos el nombre de la tienda a Loring's Family Center. Todos los departamentos pondrán las necesidades familiares en el número uno de sus prioridades. Abriremos una guardería para nuestros empleados, y más tarde espero tener otra para los clientes también. Para la sección de bebés contrataremos a una enfermera especializada que dará clases sobre atención a los bebés. También publicaremos un folleto sobre cuidados generales para los niños. Nuestra meta será convertirnos en la tienda que satisfaga todas las necesidades de una familia moderna. Y por cierto, en vez de dejar a la mitad de los empleados en la calle, lo que haremos será bajar los precios al mínimo.

Siguió hablando por espacio de otra hora, detectando poco entusiasmo entre los que la escuchaban.

– Me parece que esto es todo, más o menos -dijo al final-. Tengo que asistir a la cena del Rotary Club esta noche en Le Cháteau, de modo que voy a tener que marcharme. Piensen en todo esto, y volveremos a discutirlo todo mañana por la mañana.

Le interesaba sobre todo saber cuál era la reacción de Carson ante sus palabras, pero el rostro de él estaba totalmente frío e inexpresivo. Era como si siguiera llevando las gafas oscuras. Su opinión era la más valiosa para Lisa. ¿Qué diablos pensaría él?

Carson se levantó y recogió sus cosas, y por un momento ella se temió que iba a salir de la habitación sin decirle ni una palabra. Pero se dirigió hacia donde estaba ella, y le murmuró al oído:

– Estás decidida a elevar esa fijación familiar que tienes al nivel del arte, ¿no es así?

Ella lo miró, dispuesta a discutir, pero en ese momento vio una brillante sonrisa en sus ojos.

– A lo mejor logras salirte con la tuya, Lisa Loring -le dijo-. Es una pena que yo no vaya a estar aquí para verlo.

Sin decir una palabra más se volvió y salió de la habitación. Lisa se quedó helada. Se sentía aliviada y desilusionada al mismo tiempo. El no debería marcharse todavía. No debería marcharse ahora, cuando estaba todo en el aire. Sintió un dolor punzante en el pecho.


Carson se dijo que iba a lamentar aquella velada. Sentía un impulso salvaje dentro de él, una necesidad de correr riesgos. Estaba en el patio de Le Cháteau, el mejor restaurante francés de la zona, donde el Rotary Club iba a celebrar su cena anual. Todas las personalidades de la ciudad estaba allí. Gerald Horner, el principal industrial de la ciudad, llevaba un buen rato hablándole acerca del desarrollo económico de la región. Pero sus pensamientos estaban con Lisa, que estaba al lado de la fuente en medio de un grupo de hombres. No podía dejar de mirarla. Ella se la estaba pasando demasiado bien.

¿Por qué seguía él asistiendo a esta clase de actos? En un principio, había comenzado a asistir porque pensaba que podía serle de ayuda a Lisa, que era nueva en la ciudad, y que podría presentarle a gente y ayudarla a entrar en sociedad. Pero por supuesto, su presencia había sido inútil desde un principio. Los hombres se sentían atraídos hacia ella como las mariposas hacia una llama. Ella no le necesitaba.

Miró a Lisa. Estaba riendo de buena gana. Era el momento de formar parejas para entrar en el salón a cenar. Era evidente que ella estaba recibiendo un montón de ofertas en aquel momento, y tenía que decidir quién sería su compañero de mesa. Carson se pasó la mano por los cabellos, intentando apartar la vista de ella. Al fin y al cabo, aquello no era asunto suyo. Que se sentara con quien quisiera. A él le daba lo mismo.

Vació el vaso que tenía en la mano e hizo una mueca. ¿A quién estaba intentando engañar? Si le diera lo mismo no estaría allí. Le importaba, por supuesto que le importaba. Quería estar con ella. De modo que lo mejor sería hacer algo al respecto.

En aquel momento, ella levantó la mano para recoger un mechón de pelo, y el anillo de oro brilló en su dedo.

"Eureka", murmuró Carson para sus adentros. Sonriendo para sí, se metió la mano en el bolsillo, y allí estaba su propio anillo. Se lo puso en el dedo, murmuró una excusa en dirección a Gerald y echó a caminar hacia Lisa.

Cuando se acercaba en dirección al grupo, Lisa levantó la vista y le miró. Su cabellera rubio platino rodeaba su rostro como un halo. Llevaba un vestido muy femenino, con un ceñido escote que levantaba suavemente la forma redondeada de sus senos. Algo en el interior de Carson respondió ante la presencia de Lisa con una sensación parecida al dolor. Tuvo que tragar saliva antes de poder hablar.

– Perdónenme, caballeros -dijo por fin, sonriendo a todo el mundo educadamente, intentando aparentar una confianza en sí mismo que estaba lejos de sentir-. Me temo que voy a tener que hacer valer mis derechos…

– Ah, ¿sí? -dijo Andy Douglas, acercándose a Lisa-. ¿Qué clase de derechos?

Carson tomó la mano de Lisa con la suya. Los dos anillos brillaron a la luz.

– Lamento mucho desilusionarlos, muchachos, pero Lisa y yo nos hemos casado esta tarde. Estoy seguro de que comprenderán que nos apetece estar un poco a solas.

– ¿Qué? -dijo Andy Douglas. Por un momento, pareció como si estuviera dispuesto a desafiar a Carson a un duelo con pistola, pero alguien le sostuvo desde atrás.

– ¿Qué? -dijo a su vez Lisa. Pero nadie notó su reacción y Carson y ella se alejaron del grupo en dirección al comedor.

– ¿Por qué lo has hecho? -le preguntó, mientras él la llevaba a una mesa para dos situada en un rincón apartado detrás de unas plantas, lejos de las grandes mesas colectivas del centro. No estaba segura de reír o llorar. ¿Pensaba Carson que aquella era una broma divertida, o era que había bebido demasiado?-. Seguro que algunos de ellos se lo han creído.

– Tenía que hacerlo -dijo él, ayudándola a sentarse con galantería burlona-. Era por tu propio bien.

Lisa dudó un instante. Lo que debería hacer era darle un grito y luego volver a reunirse con aquel grupo de hombres qué tantas atenciones estaban teniendo con ella. Le divertía que se pelearan por ella, y Carson no tenía ningún derecho a actuar de aquel modo.

Sin embargo, lo cierto era que Carson era el único hombre con el que deseaba estar. De manera que se sentó por fin, aunque muy seria, como para darle a entender que ella no era una marioneta.

– Y ahora explícame cómo es eso de que me has raptado por mi propio bien.

– Bueno -dijo él sentándose frente a ella-. Me estaba resultando un poco desagradable ver cómo repartías tus favores como una especie de Scarlett O'Hara. No podía permitir que lo hicieras.

Ella le miró, sin saber a ciencia cierta cuáles eran sus propios sentimientos.

– Estás celoso -dijo con voz suave.

Los ojos de él brillaron.

– Totalmente cierto -dijo.

Lisa no podía creer lo que oía. Seguramente era una broma, pero él parecía decirlo en serio. Y si hablaba en serio, entonces ella debería estar enfadada.

– Vamos a aclarar esto -dijo entonces-. Tú no quieres nada conmigo, pero tampoco quieres que nadie se me acerque.

El la miró sorprendido.

– ¿Quién ha dicho que yo no quiero nada contigo?

– Tú mismo. Con todas y cada una de tus palabras y tus acciones. Me lo has dicho de todas las maneras posibles.

El se puso a jugar con los cubiertos, evitando los ojos de Lisa.

– De acuerdo. Es cierto que no quiero nada serio. Pero eso no significa que quiera que otros hombres se interesen por ti.

– ¿Cómo? -dijo Lisa indignada.

La miró con ojos inocentes. Sabía que lo que decía era absurdo, pero no encontraba una manera mejor de explicar lo que sentía.

– Mientras yo esté por aquí -dijo-, no quiero ver a otros hombres alrededor de ti.

Lisa sintió que empezaba a llenarse de rabia.

– Menos mal que te vas a marchar pronto -declaró ella.

– Ah, sí -dijo él-. Quería hablarte de eso.

– ¿Cómo?

De pronto, el corazón de Lisa corría a toda velocidad. A pesar de que no le gustaron en absoluto sus métodos, lo cierto era que no se sentía inmune a los encantos de Carson. Si él había cambiado de idea sobre lo de marcharse…

– Voy a retrasar mi viaje a Tahití un par de semanas. Creo que con este nuevo plan tuyo vas a estar muy liada, y yo debería estar por aquí para ayudarte a sacarlo adelante. De modo que… ¿qué piensas?

Lisa abrió su servilleta con todo cuidado y se la puso sobre las rodillas.

– Bueno, pienso que probablemente podría arreglármelas sin ti -dijo mirándolo e intentando aparecer indiferente-. Pero la verdad es que si tú estás, será mucho más divertido.

– Bien -dijo él, tomando la mano de Lisa por encima de la mesa-. Tengo muchas ganas de que Loring's tenga éxito, y no simplemente porque sea un trabajo que me han asignado, sino porque… porque tú me importas.

Ella sonrió. Sintió de nuevo la antigua tentación de intentar cambiarlo.

No. Aquel hombre no era para ella, y tendría que ir haciéndose a la idea, se dijo mentalmente. Su viaje a Tahití había sido pospuesto, no cancelado. Sin embargo, podía disfrutar de él el tiempo que estuviera. Dando un sorbo a su copa de vino, se sonrió para sus adentros. ¿Por qué no?

– Nos están mirando todos -dijo entonces, acercándose hacia él-. ¿Por qué no me besas?

Lo observó con atención, preguntándose cuál sería su reacción. Era imposible saber lo que pasaba detrás de aquellos ojos azules. Acababa de decir que ella le importaba. Había dicho que estaba celoso. De modo que, ¿por qué no se decidía?

Moviéndose lentamente, Carson puso la mano en el cuello de Lisa y la acercó hacia él, evitando sus ojos y fijando la vista en sus húmedos labios. Se detuvo un instante antes que los labios de ambos entrarán en contacto. Este beso tenía que ser ligero, afectuoso, nada más. No podía dejar que ella notara lo mucho que la deseaba.

Entonces la besó. Fue un beso muy breve. No contestaba a ninguna pregunta, y dejó a Lisa deseando más, mucho más.

Ella se apartó y rió nerviosamente. Carson se recostó en la silla y miró a lo lejos.

Lisa se sentía intrigada y desilusionada. Jamás había conocido a un hombre que supiera ocultar mejor sus emociones. O a lo mejor era que no lo había interpretado correctamente.

Comenzó a hablar de un tema, y poco a poco los dos se embarcaron en una conversación casual. Lisa se sintió aliviada. Todo iba a ir bien.

La cena fue mejor de lo habitual en esa clase de celebraciones, y los dos la pasaron bien, hablando y riendo a pesar de la cierta tensión que se había creado entre ambos después del beso. Los otros parecían haber creído la historia de su matrimonio. Los dos permanecieron aislados el resto de la velada. Lisa pensó que le costaría tiempo volver a rehacer todas aquellas amistades, pero en aquel momento no le importaba nada. Cuanto más tiempo pasaba con Carson más convencida se sentía que era con él con quien deseaba estar.

Le invitó a su casa a tomar una copa, y él dijo que prefería que dieran un paseo por la playa. La siguió a casa en su propio coche. La noche era fría, y había un poco de niebla. Ella se quitó los zapatos y se ciñó bien el abrigo, y echó a caminar al lado de Carson. Por alguna razón, ninguno de los dos tenía nada que decir, de modo que caminaron en silencio.